La extensión del sistema educativo a fines del siglo XIX significó la irrupción de una gran cantidad de mujeres que salieron de sus hogares para ocupar los nuevos puestos de trabajo que generaba la educación pública. A pesar de que la historia las oculta, hubo maestras que, lejos del “contrato” vocacional que les imponía la escuela, lucharon, incluso contra Sarmiento.
Viernes 11 de septiembre de 2020 19:00
Hacia finales del siglo XIX, la expansión del sistema educativo bajo el proyecto “civilizatorio” de Sarmiento sería de un notable impulso para la causa del “progreso” nacional, y fundamentalmente, para la consolidación de una identidad homogénea en todo el territorio nacional.
Durante la Presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), comienzan a construirse una importante cantidad de establecimientos educativos en diferentes puntos del país. Este hecho requería que los nuevos puestos de trabajo en educación, fuesen ocupados sobre todo por las mujeres, quienes “naturalmente” eran consideradas como aquellas que poseían esa “vocación maternal” para enseñar.
Con la Presidencia de Julio Argentino Roca en 1881, ocho maestras de la Escuela Graduada y Superior de la Ciudad de San Luis, liderada en ese entonces por la Directora Enriqueta Lucero de Lallemant (esposa del geólogo marxista Germán Avé Lallemant), tomaron la determinación de cerrar el establecimiento a causa de la falta de pago de sus sueldos durante 8 meses, y por los recortes salariales que se venían aplicando regularmente en los seis años anteriores.
De este modo, las maestras confeccionaron una misiva dirigida a Sarmiento, que por ese entonces ocupaba el cargo de Superintendente General de Educación: “Suspendemos las tareas de la Escuela a nuestro cargo hasta que el Excmo. Gobierno nos haga Justicia y nos pague”. Posteriormente, el supuesto “Gran Educador” respondería las exigencias peticionadas en la carta, diciendo que “los maestros de todas las escuelas recibirán sus salarios”. Inmediatamente, las maestras y la directora de la mencionada escuela fueron destituidas a raíz de esa lucha, bajo el reaccionario y conservador argumento de haber llevado adelante un “proceder irrespetuoso”.
Sin dudas, aquella huelga docente marcaría un hito en la lucha obrera que, por esos años, la clase trabajadora comenzaba a llevar adelante contra la élite gobernante. A partir de ese momento y hasta la actualidad, la tradición combativa de las y los docentes ha transitado diversas experiencias de lucha a lo largo de nuestra historia reciente.
Maestras que luchan, también están enseñando
Desde el siglo pasado, las y los docentes vienen denunciando las condiciones de trabajo precario en los establecimientos educativos, así como las situaciones de marginalidad, pobreza e indigencia en las que están inmersos miles de niñas, niños y jóvenes en todo el país. Con salarios que no alcanzan, se suman también horas de trabajo no remunerado (planificaciones, trabajo administrativo, tutorías, etc.), condición que sobre todo afecta a las mujeres, ya que también están condicionadas por las jornadas de trabajo doméstico diario.
De todo ello se desprende la importancia de la lucha diaria de las y los docentes por mantener la educación pública de pie, más allá de los constantes ataques lanzados por los diversos Gobiernos, regímenes políticos y medios de comunicación; como así también, la necesidad de que las luchas educativas vayan de la mano con la organización de las trabajadoras y los trabajadores de la educación, retomando lecciones de lucha históricas, como las grandes luchas docentes de San Luis de los años 2004 y 2009/2010.
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Ante los actuales y futuros recortes presupuestarios de parte del Gobierno nacional de Alberto Fernández y del Gobierno provincial de Alberto Rodríguez Saá, hoy más que nunca es necesario que tengamos presente aquellas tradiciones de lucha, a los fines de enfrentar esos ataques a la educación pública y, en esa perspectiva, recuperar los sindicatos y las centrales, echando a la burocracia sindical entreguista, para democratizarlos y ponerlos al servicio de los intereses de la clase trabajadora en su conjunto.
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Sólo así e impulsando la unidad con el movimiento estudiantil y el movimiento de mujeres, se podrán frenar la avanzada neoliberal y el vaciamiento de la educación pública, los ajustes provenientes de la casta política gobernante, y se logrará imponer que la actual crisis sanitaria, económica y social provocada por el COVID-19 sea pagada por el gran empresariado, los terratenientes y los sectores que mayor fortuna y riqueza concentran.