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Red Internacional
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HISTORIA DE LA CLASE OBRERA // ENTREVISTA. “Las prácticas empresariales represivas son una condición siempre presente”

El 14 de diciembre de 1919, los trabajadores de La Forestal inician una larga huelga a la que le seguirán nuevas acciones y la reacción violenta y criminal de la patronal y el gobierno. A propósito de estos hechos, entrevistamos a Alejandro Jasinski, autor del libro Revuelta obrera y masacre en La Forestal. Sindicalización y violencia empresaria en tiempos de Yrigoyen.

Martes 15 de diciembre de 2015


Lo que queda de la fábrica de La Gallareta (foto: Alejandro Jasinski)

La gran huelga de diciembre de 1919, que este mes cumple 96 años, forma parte del ciclo de luchas y de organización que protagonizan los obreros de La Forestal entre 1918 y 1921. ¿Cómo surge ese proceso?, ¿qué los motiva a dar esas luchas?

Son más de diez años de experiencias y tensiones. Cuando se crea La Forestal en 1906, la industria del tanino y del quebracho ya había nacido. Su presencia es expresión de la monopolización y genera escalas de producción que ubican al país como líder mundial en el rubro, integrando todo aquel territorio del norte santafesino, lleno de riquezas naturales, al proceso de producción y acumulación capitalista mundial. El salto que se genera implicó agrupar una gran cantidad de figuras obreras bajo los designios de una sola voluntad. En esa reconfiguración, en la afluencia de trabajadores que llegan de distintos lados, se encuentra una primera respuesta.
Después hay que observar otras dimensiones, como el tipo de desarrollo industrial, de corte paternalista, que implicaba cercenar toda autonomía obrera, más el hecho de que la actividad requiere de una movilización integral de fuerza de trabajo: atraer, fijar y movilizar productivamente a miles de trabajadores en el momento en que se fundan los pueblos. Asimismo, la estrategia empresarial se despliega sobre un territorio carente de estatalidad, donde el privado brindaba o controlaba desde el transporte, la estafeta postal, el telégrafo, el cementerio, la proveeduría, la escuela, el juez de paz y hasta subvencionaba a la policía.
En esos inicios, las condiciones de vida son precarias y la empresa no parece desplegar estrategias de búsqueda de consentimiento, sino más bien establecer un sistema privado de control, vigilancia y castigos. Por eso encaja bastante bien el concepto de paternalismo industrial despótico que han planteado de forma parecida De Gaudemar o Sierra Álvarez. Lo que decanta entonces es un proceso muy nítido de división de clases, que se manifiesta en todos los sentidos, desde la división y distribución de los espacios fuera de la fábrica, hasta en el maltrato de los gerentes y las tajantes diferencias en las condiciones de vida.

En el libro señalás que la huelga de diciembre fue una gran demostración de fuerza que desafió a la empresa, llegando a poner en riesgo su régimen social. ¿En qué aspectos se manifestó, se hizo visible, ese poder?

Lo que se produce entonces lo pienso como un fenomenal proceso de insubordinación obrera. Las primeras huelgas las detecto a fines de 1918 y durante más de un año se van replicando en los distintos pueblos, en un movimiento de confluencia de fuerzas obreras, que al mismo tiempo buscan el respaldo de las federaciones de entonces, la FORA IX en primer lugar. Villa Guillermina y Villa Ana parecen ser las puntas de lanza. Todo ello se conecta con procesos que se producen un poco más al norte en Resistencia y Barranqueras, y también con la voz de las luchas que llegan desde la Capital Federal a través de los ríos y del ferrocarril. Las medidas de fuerza arrancan como paros y terminan con la toma de las fábricas, de las despensas, retención de gerentes, con el carneo de animales de la empresa, el uso de los trenes privados y los desfiles armados de centenares de peones y hacheros que son la manifestación más emblemática de este proceso. El régimen social, la forma del dominio tal como había sido diseñada por la empresa en aquel territorio, se cuestiona severamente.

Con respecto a la FORA IX, en el libro das a entender que la estrategia sindicalista encuentra dos grandes obstáculos: por un lado, la existencia de un movimiento obrero que está dispuesto a llevar adelante medidas cada vez más radicales, como por ejemplo, desfilar en armas, descarrilar trenes; por el otro, la intransigencia de la patronal. Finalmente, la estrategia sindicalista entra en crisis, ¿cómo se da ese fenómeno?

Sí, a esos dos obstáculos hay que agregar la fuerte presencia de la FORA anarquista. Pero yo veo que es muy difícil –por el carácter de las fuentes- poder determinar si las luchas siguieron la orientación de una u otra federación obrera. Lo que yo veo en cierta forma son obreros que se organizan y tratan de identificar qué estrategia les conviene en cada momento de su lucha, más allá de cualquier adscripción o afinidad. Lo cierto es que la empresa –por el tipo de estrategia que desarrolla- no está dispuesta a tener ningún tipo de interlocutor obrero. En la concepción paternalista, los obreros son sus hijos y éstos no tienen ninguna autoridad. La FORA IX, que tiene sus raíces en el sindicalismo revolucionario pero que va virando hacia estrategias de negociación y penetración del Estado, busca conducir un tren que va a 200 kilómetros por hora y que enfrente tiene un paredón de hormigón: está condenada al fracaso. Por eso gana cierto margen de maniobra la estrategia anarquista, al mismo tiempo que pierde peso a nivel nacional y va a ser el principal objeto del ataque de una feroz reacción capitalista en el cambio de década: es la historia de las masacres de obreros, desde los talleres Vasena en Capital Federal, hasta Gualeguaychú, Oncativo, Las Palmas, la Patagonia y La Forestal.

En el caso de La Forestal, la reacción capitalista tiene un momento de gran despliegue en 1921. Se produce un estallido espontáneo y luego sobreviene la masacre. ¿Cómo se van dando las condiciones para ese desenlace?

El estallido espontáneo, la revuelta obrera, se produce luego del fracaso de las estrategias de lucha. No hay margen para la negociación y la empresa logra poner a las fuerzas del Estado a su disposición, con la creación de una policía montada provincial que está financiada enteramente por la ella. Yo reconstruyo el perfil criminal de esa fuerza a partir de las trayectorias de su jefe y la voz de algunos soldados. Luego de la fenomenal insubordinación obrera de fines de 1919, la empresa es obligada a firmar un extenso pliego, todo un convenio colectivo, donde se reivindicaban desde cuestiones de salud e higiene en las viviendas hasta mejores salarios y un último punto que exigía a los jerárquicos “mayor respeto”. Desde entonces, y a lo largo de los meses de 1920, la empresa retoma la ofensiva. Su dispositivo tiene dos arietes: la gendarmería que comienza a provocar y abusar de los trabajadores, lo llaman la “mazorca”, con la pretensión de hacer reaccionar a los obreros y justificar despidos y expulsiones de los pueblos. Eso por un lado. Por el otro, la empresa organiza el lockout, como táctica que desmoviliza y fragmenta al colectivo obrero y que además le quita su principal herramienta de lucha: la huelga. Entonces, internas sindicales inhiben a los trabajadores de dar una respuesta unificada. En ese contexto, sin recursos, aislados, con un gobierno provincial responsable de aportar elementos criminales y un gobierno nacional prescindente por distintos motivos, cientos de trabajadores participan de un intento de asalto de los pueblos, que fracasa. Lo que sigue es la “caza del obrero”, la masacre.

En el libro sostenés que estos hechos advierten sobre las raíces profundas que tienen ciertas prácticas de las clases dominantes. ¿Podrías desarrollar esta idea?

Hay que tener en cuenta que el movimiento obrero argentino llevaba más de cuarenta años de constante crecimiento y su poderío ya con Yrigoyen en la presidencia se hace muy visible. A nivel internacional, son los primeros años de la Revolución Rusa. Los diarios que representan los intereses de la oligarquía llenan sus páginas con titulares que advierte el avance del “maximalismo” y los “soviets” en el país. Recientemente, hemos terminado con un equipo de trabajo una investigación sobre crímenes empresariales durante el terrorismo de Estado en Argentina, analizando 25 casos de todo el país, y las prácticas empresariales, las tramas conflictivas y las lógicas represivas, tienen similitudes. Estas comparaciones históricas merecen estudios profundos, porque hay empresas que en distintos contextos hacen uso de los métodos más violentos como forma de resolver los obstáculos a la acumulación del capital que se les presentan en las fábricas –digamos, organizaciones obreras de base poco complacientes-, cuando dichos obstáculos confluyen con procesos políticos y sociales que avalan su existencia –es decir, que explican su formación y desarrollo- y cuando hasta llegan a amenazar con alterar el orden social que tiene como dominantes a dichas empresas. La autoridad del capital es cuestionada al interior de la fábrica –como patrón- y afuera –como clase o fracción. Por supuesto que los momentos históricos son diferentes, no hay comparación con el terrorismo de Estado, pero el llamado de Balbín a “aniquilar a la guerrilla fabril” traza hacia atrás la pervivencia de una trama con puntos de contacto. De hecho, la masacre de La Forestal, que se da en un contexto de reacciones capitalistas a nivel nacional pero también mundial, llegó a ser calificada por el diario Santa Fe, un diario pro-yrigoyenista podríamos decir, como crimen de lesa humanidad. Claro que la denuncia tenía un sentido ético que muchos años después, al condenarse los crímenes nazis, comenzó a abrirse campo en la jurisprudencia penal internacional.

Continuando con el tema de las prácticas empresarias, en el libro señalás que luego de su reapertura en 1923, la empresa fomenta el scoutismo, promueve la formación de clubes recreativos, construye iglesias. ¿Qué análisis hacés de estas medidas de "normalización"?

Bueno, justamente, se trata de las pretensiones que tiene la empresa para reconstruir su hegemonía en el territorio que domina. Dos años están las fábricas cerradas, y esto puede hacerlo porque el poder económico que tiene es monumental, domina el mercado mundial y puede stockear y paralizar la producción cuando lo cree necesario. Eso le da un poder frente a los trabajadores y frente a los gobiernos muy asimétrico, fundamental. Y las paralizaciones y cierres de planta son muy frecuentes en los años que siguen, hasta su retiro en la década de 1960, sobre todo en momentos de conflicto laborales o pujas con los gobiernos por temas de impuestos. Esa estrategia empresarial requiere –para que resulte viable- de la construcción de una hegemonía frente a los trabajadores y eso se hace una vez reabiertas las fábricas en 1923 con distintos tipos de iniciativas, como señalás, fomento de clubes recreativos y actividades de integración como el scoutismo, la construcción de iglesias, remodelación de casas, entre muchas otras, algunas de las cuales ya existían, pero se mejoran. Y lo logran, aunque registramos descontentos y nuevos conflictos a lo largo de los años veinte y en los treinta se refunda el sindicato de la mano de obreros comunistas. Todo este proceso lo estoy investigando ahora, analizando además los movimientos del mercado mundial a lo largo de las décadas y la relación de la empresa y los trabajadores con la naturaleza que se depreda. Buena parte de las memorias actuales de los viejos habitantes de aquellos pueblos forestales tienen como elemento de superficie este último sustrato, de la recomposición de la hegemonía, no de la masacre. Esto surgió sobre todo durante las presentaciones del libro que hicimos allá. Pero lo que debe quedar claro es que esa reconstrucción de hegemonía se funde en el terror previo, en la masacre, en el éxodo, en las persecuciones, en el hambreamiento y en los lockouts. Las prácticas empresariales represivas son una condición siempre presente, no una precuela, de relaciones laborales que se refundan. La violencia en las fábricas de uno u otro modo están siempre presentes.

Nota: La Forestal era una empresa productora de quebracho y tanino, de capitales británicos, radicada en el norte de Santa Fe. A comienzos del siglo veinte, contaba con más de un millón y medio de hectáreas, varias plantas fabriles, aserraderos, cientos de kilómetros de vías férreas y puertos. Llegó a concentrar el 80% de la producción nacional de tanino y a dominar el comercio regional. La producción tenía como principal destino el mercado europeo.

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Alejandro Jasinski es Licenciado en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Sus investigaciones se centran en el análisis de la relación capital-trabajo, estrategias de desarrollo empresarial y organización de los trabajadores. Trabaja como investigador del Programa Verdad y Justicia, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y es miembro del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Participó en la coordinación y elaboración del informe Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad: represión a trabajadores y trabajadoras en el marco del terrorismo de Estado y es autor de Revuelta obrera y masacre en La Forestal: sindicalización y violencia empresarial en tiempos de Yrigoyen (http://revueltaobreraymasacreenlaforestal.blogspot.com.ar/). Fue becario del Conicet. Coedita el sitio web www.todoamerica.info y durante ocho años se desempeñó como corresponsal en Buenos Aires para la Radio Nacional de Rusia (ex La Voz de Rusia, actual Rossiya Segodnya). Correo electrónico: [email protected]