Gearóid Ó Loingsigh reside en Bogotá desde hace más de una década y media, como activista político y analista del conflicto colombiano conoce de cerca la historia de Colombia. Es autor de varios libros sobre el conflicto, entre los que se destacan La reconquista del Pacífico, Extractivismo y muerte en el nororiente y Machuca. Publica artículos para medios colombianos y para Socialist Democracy de Irlanda sobre Colombia y otros temas, además de ser conferencista y tallerista para organizaciones sociales de base.
Llevamos más de un mes de un paro nacional cuyas manifestaciones y protestas no cesan. ¿Qué es lo que ha explotado en Colombia con esta rebelión en curso?
Colombia es uno de los países con más contrastes sociales y concentración de riquezas en pocas manos. Por ejemplo, en el campo, apenas 2.326 personas naturales y legales concentran casi el 60 % de las tierras agrícolas del país, y en las ciudades ocurren cosas parecidas. Colombia es un país sumamente clasista, donde a los pobres se les excluye de todo y se les niega cualquier oportunidad. Es cada vez más difícil obtener un cupo en las universidades públicas y la deserción escolar es alta, pues sin recursos para la manutención muchos abandonan sus estudios. Además debido a las reformas laborales, conseguir un trabajo decente, medianamente estable con un pago por encima del salario mínimo es casi imposible, y en la práctica mucha gente gana menos que el mínimo como supuestos trabajadores independientes o como integrantes de Cooperativas de Trabajo Asociado, donde ellos mismos corren con todas obligaciones parafiscales que antes pagaba la empresa contratante. En fin, no hay trabajo y lo poco que hay paga poco.
El manejo de la pandemia no ayudó tampoco. Aquí el confinamiento en los primeros meses fue duro para mucha gente, sin posibilidad de salir a trabajar y como muchos trabajadores son informales y viven del día a día, si no salen no comen. Claudia López, la alcaldesa de Bogotá prometió mucho y no cumplió y cuando la gente salió a protestar envió al ESMAD para reprimirla e incluso expulsó a centenares de personas de casas de madera y hojalata construidas en los tugurios de la ciudad en plena pandemia. Y mientras tanto se veía como la alcaldía y el gobierno nacional derrochaban plata en carros blindados para el presidente, nuevas tanquetas para la Policía, uso privado de aviones oficiales, escándalos de narcotráfico que salpicaban una y otra vez el gobierno etc. Es decir, mientras la gente pasaba hambre delante de sus ojos, los ricos y los funcionarios altos vivían mejor que nunca además de numerosos casos de corrupción. También vieron cómo los bancos recibieron más subsidios que los pobres en medio de la pandemia y mientras cerraban miles de pequeñas empresas, la base del empleo en el país, el gobierno quiso rescatar con fondos públicos a Avianca, una empresa hoy en día norteamericana la cual tributa en Panamá, no en Colombia.
Pero no es una sola cosa sino un conjunto de cosas, como estas que acabo de mencionar, problemas con el sistema de salud, etc. Y la experiencia de las revueltas en otros años recientes que fueron duramente reprimidas, de hecho, del paro del 2019 y principios del 2020, Duque se salvó por el COVID. En ese entonces incluso llegó a decretar un toque de queda que nadie cumplía, incluso en horas de toque de queda, hubo protestas masivas delante de su casa particular en el barrio afluente de Cedritos. Este paro es la continuación de ese.
¿Cuál es la magnitud y el alcance de esta rebelión? ¿Cómo se ha desarrollado en las distintas partes del país en una situación cuyo epicentro esta vez parece haber sido en la ciudad de Cali?
A diferencia de otras revueltas, como la 2020 luego del asesinato de Javier Ordóñez, esta revuelta es de carácter nacional, algo que no es común en Colombia. Ni siquiera el movimiento campesino o indígena suele realizar movilizaciones nacionales y mucho menos movilizaciones nacionales sostenidas en el tiempo como estas. Hemos visto protestas en todos los rincones del país, incluso en zonas donde hace unos años habría sido imposible siquiera soñarlo. Por ejemplo, hasta Puerto Boyacá, cuna del modelo paramilitar de Carlos Castaño, se movilizó.
Cada zona es autónoma en cómo se desarrolla e incluso dentro de una misma ciudad, por ejemplo en el centro de Bogotá, a pesar de que también existen zonas de extrema pobreza como el barrio Las Cruces, a poca distancia del Palacio Presidencial, no se moviliza tanto como en los barrios y localidades del occidente de la ciudad. Es que todavía la dirigencia es incipiente y cada zona responde como quiere.
Cali sí es el epicentro en el sentido que allí se dieron las más grandes movilizaciones vistas jamás en esa ciudad y el Estado y también los grupos paramilitares respondieron con fuego. Para la sorpresa de esas mismas fuerzas la gente no se dejó amedrantar y hasta el momento sigue respondiendo. Es que hay que entender la pobreza y marginalización de los grandes tugurios de Cali, y la opulencia de los sectores ricos. No por nada fue y sigue siendo uno de los grandes centros de narcotráfico.
La juventud emerge en el torbellino de las masas como el sector social más preponderante. ¿Por qué causas crees que hayan sido los jóvenes los que ocupan el papel central en las protestas?
La pobreza les afecta a ellos más que a cualquier otro sector y poco o nada tienen que perder, como dije antes. Además es un sector, precisamente por la falta de oportunidades en el empleo y demás no "ha aprendido" a ser dirigido por la burocracia sindical y tampoco "ha aprendido" sus mañas y formas de negociar y pelear para luego entregar la lucha. Una gran debilidad del movimiento es la falta de formación de esos jóvenes, pero permite de algún modo que se formen en medio de la lucha y sin referencia a prácticas del pasado.
Diversas centrales sindicales componen el llamado Comité Nacional del Paro. ¿Nos podrías decir cómo es la situación de la clase trabajadora más de conjunto y cuál está representada por los sindicatos? Por otra parte, observamos que los trabajadores han venido participando de manera desigual e incluso durante el proceso en distintos momentos con distinta intensidad como lo fue hasta la caída de la reforma tributaria y después fue disminuyendo, aunque manteniéndose sectores más concentrados como en el transporte, portuarios (Buenaventura) y demás como el sector estatal. ¿Nos podrías comentar un poco más como se ha dado esa participación?
La clase trabajadora colombiana está compuesta por trabajadores de contratos cortos, inestabilidad laboral y el rebusque, es decir la informalidad. Eso impacta en el número de afiliados que hay en los sindicatos. Apenas 4,6 % de los trabajadores están afiliados a un sindicato, mientras hay más de 5.000 sindicatos, muchos de ellos existen en una sola empresa. Así los sindicatos colombianos en general son débiles. Uno de los pocos sectores que tiene capacidad de parar el país, es el sindicato Unión Sindical Obrera, del sector petrolero. Casi la mitad de los sindicalizados son del sector público, donde la tasa de sindicalización supera el 40 %, y en el sector privado, aunque representa la mitad de los sindicalizados, apenas 2,6 % de los trabajadores de ese sector están afiliados a un sindicato. También hay una concentración de los sindicalizados en las grandes ciudades, como Bogotá, Antioquia y Valle que representan más de 50 % de los afiliados y más de 25 % de los afiliados son del sector de educación. Esa baja tasa de sindicalización también se debe a la violencia, pues sindicalizarse es una actividad peligrosa y no es fortuito que se concentra en sectores y lugares donde uno goza de algo más de protección frente a la violencia.
Así no nos debe sorprender el poco papel que juegan los sindicatos en las protestas. Sin embargo, sindicalistas de base sí han jugado un papel, como los que bloquearon el puerto de Buenaventura, pero el sector de transporte suelen ser propietarios de los tractamulas que son organizados como gremio, más no como sindicato. La burocracia sindical, sin embargo, no ha intentado parar sectores importantes como el petróleo, etc., y el cese de producción se debe no a los sindicatos sino a los bloqueos de la gente en ciudades grandes como Cali, Bogotá, Medellín y sobre las vías que impiden la circulación de bienes e insumos distintos a los alimentos y medicamentos.
En los últimos años, con los acuerdos de paz, se han desactivado muchas de las tradicionales organizaciones guerrilleras de Colombia. ¿Cómo intervienen hoy los ex miembros de esos grupos?
La respuesta corta es que no intervienen. O por lo menos no mucho. No son un sector significativo en estas movilizaciones. Las insurgencias dejaron de tener una gran influencia en las ciudades hace rato. No siempre fue así. En los ‘80, el Ejército de Liberación Nacional tenía más militantes dedicados a trabajo político en las ciudades que combatientes en el monte. El M-19 tenía mucha influencia en varias ciudades. Las FARC siempre tenían mucha menos influencia. El M-19 se desmovilizó en los ‘90 y son hoy día los cuchos, como dicen acá, entre ellos el senador Gustavo Petro. Luego entre 1999 y 2001, los paramilitares expulsaron al ELN y las FARC de las ciudades, su dominio de ciudades industriales como Barrancabermeja llegó a su fin, lo mismo ocurrió con el puerto de Buenaventura. Así sus estructuras que todavía existen en esas ciudades son de logística, más que trabajo político, aunque no lo ignoran del todo, pero ya no tienen la fuerza de antes. En la página del ELN se ve que están al tanto del tema y publican con frecuencia sobre el paro.
En el caso de los desmovilizados de las FARC, pues no es que no participen en este paro, pero no son una fuerza importante. De hecho, el paro demuestra la irrelevancia de ellos como organización. Su acuerdo de paz, nunca tocó ni uno de los puntos del paro, ni salud, ni pensiones, nada. Y las FARC más que el ELN, que sigue en armas, fue muy rural tanto como organización como en el sentido de sus propuestas políticas. No tuvo el mismo éxito del ELN a la hora de influenciar movimientos urbanos. Pero como digo, eso fue en el pasado. El paramilitarismo acabó con eso y ahora podemos decir, que con total seguridad están atentos a lo que ocurre, pero sus militantes no juegan un papel significativo en este paro.
¿Cómo ha sido la respuesta por parte del Estado y del Gobierno de Duque? Se contabilizan más de setenta asesinados y centenas de detenidos, desaparecidos y heridos; prácticas típicas de los métodos de la burguesía colombiana durante el combate a la insurgencia. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
Pues, creo que Uds. ven en sus televisores la reacción del Estado. Es la violencia oficial y la tolerancia de la violencia por parte de grupos paramilitares contra los manifestantes. Sin embargo, se debe aclarar que lo que vivimos ahora no es distinto a otros momentos históricos y hasta recientes en cuánto al modo de operar, pero sí representa algo distinto en términos de intensidad, pues que el Estado asesine a más de 70 personas, tristemente no es novedoso en Colombia, pero sí lo es que lo haga durante un lapso corto en un contexto urbano y ante las cámaras de la prensa y los celulares de la gente. Érase una vez que matar una persona y botar su cadáver era muy común, los cadáveres cruzaban de orilla a orilla, imaginamos que ya era algo del pasado pero no, varias de las personas reportadas como desaparecidas aparecieron luego flotando en los ríos.
Así lo que vivimos ahora es lo de siempre de una forma más intensa y descarada, sin el más mínimo intento de encubrir la realidad de lo que hacen. Una novedad es el uso del Ejército para funciones distintas a la guerra con las insurgencias. El Ejército no tiene competencias en tiempos normales y es solo desde 2016 que existe la figura de Asistencia Militar. Es una forma de tener un estado de conmoción interior en cuanto al manejo del orden público sin declararlo y es más útil en algunos sentidos para el Estado. Cuando Duque decretó un toque de queda en medio del último paro, la gente lo ignoró, así esta figura es más útil y menos costosa políticamente.
¿Qué formas de organización por abajo se han dado los distintos sectores que participan en la rebelión?
Pues es difícil comentar, porque cada zona se organiza de forma distinta, pero en resumen vemos la reactivación de comités comunitarios del paro anterior, con algunas novedades, pues copiaron al modelo chileno y ya tenemos Primera Línea, una especie de Guardia Barrial. En eso participan no solo los jóvenes que salen con escudos sino otras personas del barrio, pues hay ollas comunitarias para preparar la comida, entre otras cosas. También se han dado Comisiones Médicas para prestar primeros auxilios a los manifestantes y estas han sido atacadas por la Policía y en Cali mataron a uno de los organizadores. Y como suele haber en cualquier revuelta, hay una explosión de expresiones artísticas en el marco del paro, y jóvenes que se organizan para eso, pues algunos de los murales son grandes y requieren cierta organización y logística.
¿Qué papel juega la centroizquierda, sobre todo su principal figura, Gustavo Petro?
Dejemos a Petro de un lado por el momento y hablemos de las otras figuras de esa centroizquierda. Hay tres senadores que se destacan en este momento: Iván Cepeda, activista contra los crímenes de Estado, Wilson Arias y Alexander López y estos últimos dos provienen de sectores combativos del movimiento sindical en Cali. Los tres son reconocidos por sus debates políticos, sus denuncias e investigaciones en áreas como derechos humanos, extranjerización de la tierra, derechos laborales, el puerto de Buenaventura y corrupción. En este paro, los tres ha jugado el mismo papel, denunciando, publicando lo que ocurre y Arias y López ahora tienen procesos disciplinarios abiertos en su contra por intentar velar por la defensa de los derechos humanos en el marco del proceso. Cepeda también ha seguido con las denuncias públicas, tanto que es uno de los impulsores y firmantes de una demanda presentada contra Duque ante la Corte Penal Internacional. No creo que la demanda prospere porque la CPI está sumamente politizada y hasta la fecha solo ha condenado a dirigentes africanos, pero la iniciativa puede tener importancia. A su favor, ellos seguramente ganarán un mayor caudal electoral el año que viene, pero no han jugado en el paro con fines abiertamente electoreros a diferencia de Petro. Ellos son tan institucionales como Petro, ninguno es un revolucionario, pero Petro en todo momento, se le ve su ansiedad electoral. Pidió más de una vez que se levantara el paro, o en su defecto solo los bloqueos, que viene a ser la misma cosa. Argumenta que cuánta mayor violencia, mayores posibilidades de que el siguiente presidente sea el que diga Uribe. También se opone a la renuncia de Duque, con el argumento de que lo reemplazaría Marta Lucía Ramírez. Es incapaz de pensar más allá de lo electoral y la institucionalidad y a mi juicio, aunque el hombre es muy inteligente, capaz, buen orador y hasta carismático, su aporte al paro ha sido negativo. Su actitud da esperanzas a Duque ce que pueda desgastar el movimiento y aguantar como presidente hasta el año que viene. Ni Duque ni Petro quieren que el pueblo aprenda que se puede tumbar a un presidente por fuera de una contienda electoral.
¿Cómo ves el papel jugado por las direcciones del Comité Nacional del Paro en esta rebelión? ¿Cómo ves la relación de estas direcciones con las masas que se han rebelado? ¿Se repite una vez más la política de las “mesas de diálogo” que fueron importantes para desmontar el estallido del 21 de noviembre del 2019?
Esta rebelión es la segunda que les coge por sorpresa. Ellos estaban acostumbrados a convocar a paros, donde muchas empresas no cesan actividades y todo el mundo va para la casa luego de la marcha. Ellos no tienen ninguna relación orgánica con esas masas, quienes una y otra vez reafirman en entrevistas que el Comité Nacional del Paro no los representa. Las mesas de diálogo se están dando en algunas regiones para acuerdos parciales. El Estado colombiano siempre ha usado la táctica de mesas de diálogo que nunca llegan a nada, en los pocos casos de acuerdos los incumple, y tratar los problemas nacionales como regionales es una táctica preferida. En el Paro Agrario de 2013, un paro nacional con distintas fuerzas políticas, el Estado negoció aparte con las Dignidades (cercanos al MOIR [1]) unas prebendas cuando las demandas eran políticas, de fondo, temas como el TLC, el agro, etc. Una mesa nacional de negociación televisada en todo momento, con participantes de todos los sectores sería un avance, pero eso nunca hay, y pueden terminar endulzando el oído de ciertas mesas con plata. Claro, el otro elemento es que una vez que haya una mesa, la presión para levantar el paro será mayor.
Por último. ¿Qué perspectivas le ves a las actuales protestas en Colombia? ¿Qué nos puedes decir de la crisis de un país que históricamente ha sido un aliado de Estados Unidos y del impacto de estas protestas sobre América Latina?
De las perspectivas pues en Colombia cuando uno no quiere ni puede responder se afirma ¿Quién sabe? pues hay muchos elementos nuevos y esto es muy dinámico y aunque uno ve cosas muy positivas, la falta de un liderazgo claro puede derrotar al movimiento.
En cuanto a los impactos de las protestas en América Latina, pues Colombia siempre ha sido la excepción en la región, y mientras la “Oleada Rosa” pasó por muchos países aquí nunca nos tocó y las grandes movilizaciones como las de Chile tampoco. Ahora sabemos que Colombia sí puede, que cualquier gobierno de la derecha puede tambalear, que la noche no es eterna. Pues puede influir en los debates sobre el camino a tomar, años de una guerra de guerrillas, y años de reformismo puro en el Congreso no lograron ni la mínima parte de lo que estas protestas lograron. Las protestas quitan esa bandera de la derecha latinoamericana y cambian los términos de debate hacia dentro y hacia fuera.
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