Testimonios de trabajadoras de la educación (amigas y compañeras) que dan muestra de cómo ponen el cuerpo para sostener la educación en medio de la ausencia del Estado
Lunes 12 de abril de 2021 16:38
El protocolo no se cumple, solo alcohol en gel y barbijos cosidos en casa, los del Conicet son un lujo hoy para nosotras, los elementos de limpieza no alcanzan. Como hemos visto en el retorno a las escuelas, éstas no están en condiciones de recibirnos ni de recibir a nuestres estudiantes. El Gobierno ausente en el cumplimiento de todo y presente en las mil exigencias que nos presionan día a día provocando desgaste y a veces cansancio pero que también nos vuelven más fuertes día a día.
De primera mano
Mercedes está armando un roperito en la escuela porque "mis estudiantes vienen con agujeros en sus zapatillas. Encontré mucha solidaridad entre mis compañeras y estamos recibiendo donaciones de ropita y calzado. Pero sé que el ropero no cambia el frío y hambre que pasan mis alumnos todos los días. El gobierno brilla por su ausencia, les saco lo único que mantenía con ganas a les niñes en la escuela: la copa de leche. No sabemos cuando vuelve". Es la escuela Dr Guevara de Las Heras, no hay vidrios en las ventanas y el frío te cala los huesos, situación que Suarez y Thomas desconocen ya que ellos están calentitos en sus oficinas. "Hacen oídos sordos a los reclamos de vidrios en las ventanas y el resultado es que caí enferma", me comentó Mercedes.
Celeste es maestra. Hasta hace unos meses trabajó en la escuela Juan E. Pestalozi, es mamá de tres niños pequeños, sostén de hogar y hace malabares para sobrevivir. “Jamás pensé que iba a pedir un subsidio para comer, cuando me recibí en el terciario, me dio orgullo mostrarles a mis pequeños el diploma, les dije que se podía. En salud laboral me inventaron un problema de cuerdas vocales, hice muchos cursos, estudios específicos, llame hasta el cansancio, fui a reclamar a muchos lugares, hoy no me dieron la continuidad en mi cargo. La impotencia es muy grande, se que el gobierno es responsable y voy a continuar luchando por mis derechos" afirma con bronca y convencida.
En recorridos por las escuelas de Guaymallen una celadora, que su casa queda en la misma, me comentaba en las condiciones totalmente precarias en las que el edificio está "el agua que corresponde a mi consumo personal la utiliza la escuela para cubrir parte del consumo del personal del turno mañana, porque deben reparar de hace años un caño madre. Yo me quedo sin agua a veces, pero a los funcionarios les importa nada mi exposición al virus y tampoco están interesados en la salud de los niños/ niñas y trabajadoras, ya que mi reserva de agua les dura media mañana"
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Otra profe me comentaba que hace unos años le tuvieron que hacer una intervención quirúrgica "me encanta dar clases y mi prioridad son les pibes, pero hace unos años tanta desigualdad e injusticias colapsaron en mi cabeza y me hicieron una intervención complicada" a raíz de esto es grupo de riesgo y está exceptuada por diagnóstico médico de la presencialidad. "Presionados por la DGE, de la escuela me dicen qué me presente a dar clases o renuncie. He pensado en renunciar pero tengo personas a mi cargo y preciso esas horas".
Una amiga, profe de historia, me comenta "tengo 18 burbujas, conformadas entre 10 a 14 estudiantes cada una, intente organizarme con una agenda, luego tuve que descartarla, porque es imposible planificar los tiempos según criterios de normalidad. La bimodalidad está a expensas del criterio de cada institución, profesora, maestras. Siento una profunda angustia y desesperación, de cómo hacer".
¿Qué nos muestran estas realidades? Que una vez más el Gobierno intenta que la crisis recaiga sobre nuestras espaldas, sobre las espaldas de los y las trabajadoras y sus familias.
Esta situación de explotación se agudizó con la pandemia, pero es histórica, no les importan nuestras vidas ni la de nuestros estudiantes. Pero respondemos, nos organizamos en asambleas por escuela y en muchos casos con la comunidad educativa en su conjunto. Sabemos que somos las que sostenemos todos los días el derecho a una educación pública, laica y científica.
Nunca bajar los brazos. Hoy nos damos la mano, nos escuchamos y acompañamos porque se vienen tiempos de dar vuelta todo y nos preparamos para estar en la primera línea.
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