Una breve historia de la nave sumergible Titán, que implosionó este último jueves en el océano Atlántico falleciendo sus cinco millonarios tripulantes, y de los migrantes que mueren en el Mediterráneo huyendo de una vida de miseria y guerras.
Sábado 24 de junio de 2023 00:34
Este último jueves se disiparon las esperanzas de encontrar con vida a los cinco náufragos del Titán, una nave sumergible destinada al turismo millonario. Unos días antes, más de 500 inmigrantes desaparecieron en el Mar Mediterráneo frente a Grecia.
En un cínico guiño a la historia de los naufragios, los cinco ocupantes de la nave Titán, cuya búsqueda ocupó los titulares de la actividad mediática en los últimos días, fallecieron cerca de los restos del Titanic. Recordemos que el viaje a las profundidades del Atlántico era para ir a observarlo. Pocas horas antes de que se supiera de su implosión, se conocía que la esposa del desaparecido piloto era descendiente de dos víctimas del naufragio del transatlántico.
Además, los primeros “descubrimientos” sobre las causas de aquel drama (ocurrido en 1912) parecen reforzar, casi con naturalidad, la filiación histórica. La investigación sobre los motivos del hundimiento del Titanic reveló que el transatlántico supuestamente “insumergible”, carecía de todo excepto del lujo. Especialmente carecía de suficientes botes salvavidas. También se sospechó (sin poder probarlo) que la génesis del hundimiento pudo ser atribuible, en parte, a un magnate de las navieras, Joseph Bruce Ismay, quien por gusto al exceso presionó al capitán para que acelerara la velocidad. Un "pecado" de millonarios.
Este domingo cinco personas abordaron un pequeño sumergible turístico destinado a realizar un viaje a las profundidades del Atlántico. El piloto y cuatro pasajeros millonarios: un empresario británico, un oceanógrafo francés especialista en los restos del Titanic, otro empresario -pakistaní- y su hijo, integrantes de una de las familias más ricas de ese país. El costo de este "viaje", fue de U$S 250.000 per cápita.
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Luego de la desaparición de la nave, descubrimos algunas revelaciones. Entre estos, como señala William Kohnen, jefe del Comité de Vehículos Submarinos Tripulados, que criticó a OceanGate (la empresa dueña de la nave, que vendía el viaje) por tomar atajos con el sumergible Titán: "OceanGate Expeditions optó por ignorar varias advertencias sobre la confiabilidad del Titán. No se presentaron papeles para la certificación, todo quedó dentro de la empresa".
Desde el descubrimiento en 1985 de los restos del Titanic por Robbert Ballart, gran explorador de National Geographic y Jean-Louis Michel, oceanógrafo francés, las críticas a este tipo de expediciones no han dejado de intensificarse. Más recientemente, desde la década de 1990, el desarrollo de un turismo particularmente lucrativo para multimillonarios tras los pasos del naufragio del transatlántico había generado una serie de preocupaciones y batallas legales sobre la preservación del sitio.
En este contexto, cuando James Cameron decidió hacer una superproducción sobre el hundimiento del Titanic, puso en escena diferentes personajes. Unos son pasajeros de primera clase dotados de una fortuna inestimable, otros, trabajadores que huyen de la pobreza en las bodegas cruzando el Atlántico. En 1997, cuando se estrenó la película, los críticos de cine que no esperaban tal éxito, se apresuraron a celebrar esa sátira social realizada por el director estadounidense, olvidando que la denuncia a un orden social pasado (el de los barones y nobles ) no podía ocultar que el mundo sigue reproduciendo los mismos mecanismos y violencias de clase con una determinación y una brutalidad que no han mermado.
Una semana antes del drama Titán, más de 700 migrantes embarcan sus sueños y sus miserias desde el puerto libio de Tobruk, en un pesquero que iba a Italia. El barco, varias horas antes de la tragedia, es avistado por las autoridades griegas. Ellos decidirán no enviar la ayuda necesaria.
Peor aún, testimonios retransmitidos por Mediapart dan cuenta de la responsabilidad directa de los guardacostas griegos en el hundimiento, debido a una operación para que retrocedan: "Los sobrevivientes nos dicen que el bote se volcó mientras lo remolcaba la Guardia Costera Helénica", dijo Vincent Cochetel, enviado especial del Alto Comisionado para los Refugiados para el Mediterráneo occidental y central, y agregó: "nos dicen que no fueron arrastrados hacia las costas griegas, sino fuera de la zona de rescate en el mar griego". Apenas un centenar de supervivientes fueron rescatados, los demás, más de 500, desaparecieron. Es el mayor naufragio de Europa desde 2016.
Inmediatamente, sin embargo, el "mundo" pierde interés en el destino de estos migrantes y queda más bien fascinado por el del puñado de turistas adinerados en busca de emociones que habían abordado el Titán. Veremos la desproporción. Desde hace varios días, la crónica mediática de esta “carrera contrarreloj” (cuando se intentaba ubicarlos antes de que a la nave se le acabara el oxígeno) mantiene en vilo, tanto en Europa como en Estados Unidos, a editorialistas y periodistas en programas de televisión. En un intento por encontrar a los ocupantes del submarino, los guardacostas estadounidenses y canadienses enviarán al lugar varios aviones equipados con sonares, mientras que Francia envía al Atalante, un barco equipado con uno de los pocos robots que pueden descender a una profundidad de 4000 metros bajo el nivel del mar.
Todo lo que esos países imperialistas intentaron hacer para salvar a los náufragos del Titán nos habla también de una realidad: en este sistema social, el capitalismo, hay vidas que importan y otras que no, según cuál sea tu cuenta bancaria y cuál tu pasaporte.