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Los Chalecos Amarillos y la izquierda en Francia

ENTREVISTA A JUAN CHINGO

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Los Chalecos Amarillos y la izquierda en Francia

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Juan Chingo acaba de publicar en francés, el libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Chalecos Amarillos. La rebelión), con ediciones Communard.e.s, una joven editorial que aspira a estudiar los movimientos sociales y a participar en la renovación y la transmisión del pensamiento marxista. El autor es editorialista, miembro del comité editorial y miembro fundador de Révolution Permanente y de RP Dimanche. Es corresponsal en Francia del diario digital La Izquierda Diario y miembro del comité editorial de la revista Estrategia internacional. Especialista en temas internacionales y movimientos sociales, es autor de varios artículos de economía y de geopolítica.

¿Por qué es importante para vos haber escrito este libro y a quién querías dirigirte en particular?

El objetivo de este libro, en primer lugar, es sacar las primeras lecciones de una secuencia muy intensa y muy especial de la lucha de clases y de lo que sin duda es el movimiento más importante de estos últimos cincuenta años. Si queremos seguir avanzando pienso que es necesario estudiar lo que acabamos de atravesar, deteniéndonos en los puntos fuertes y las conquistas de la rebelión de los Chalecos Amarillos, así como en sus límites y sus contradicciones.

Esta es una tarea tanto más importante en cuanto que, luego de las elecciones europeas, se constata el retorno de una forma de pesimismo bien anclado en la izquierda, que para mí corresponde más a la visión de las organizaciones de izquierda y de extrema izquierda que a una realidad objetiva. Evidentemente en las elecciones europeas se han obtenido resultados muy a la derecha, como hemos analizado, y eso no presagia nada bueno para los trabajadores y las clases populares. Pero esto no puede borrar tan rápidamente todo lo que pasó con la sublevación de los Chalecos Amarillos que, por otra parte, continúa, como vimos el sábado 29 de junio. También por eso me parecía importante sacar este libro, para marcar a fuego la situación en la que estuvimos, en los meses de noviembre y de diciembre sobre todo donde, como dice en el subtítulo, el trono tambaleó. Es importante tenerlo en mente, para comprender la situación en la que se está hoy pero también para la continuidad del quinquenio presidencial y más ampliamente para los próximos años en Francia.

A través de este libro quería dirigirme en particular, evidentemente, a los Chalecos Amarillos, porque pienso que en toda lucha es importante actuar pero también reflexionar, tomar distancia y sacar conclusiones. Es un intento de hacer este trabajo (modestamente) desde el punto de vista de la estrategia de la revolución socialista. Por eso también me dirijo a las y los militantes más conscientes del movimiento obrero y estudiantil que tendrían mucho que aprender de los elementos más progresivos del movimiento de los Chalecos Amarillos. Pienso que estos últimos pueden ayudar a revolucionar la situación del movimiento obrero más tradicional, en particular para concretizar una contraofensiva del mundo del trabajo que es necesaria y que podría ir hasta el final contra Macron y, más ampliamente, contra el capitalismo neoliberal.

El movimiento de los Chalecos Amarillos no se terminó, como hemos visto en el acto 33, y al mismo tiempo, se ve que existe un desinfle, e incluso una suerte de impasse como decís en tu libro. ¿Cómo prevés que continuará?

Que después de más de seis meses de combate, los Chalecos amarillos sigan estando presentes, a pesar del calor infernal el día del acto 33 sobre todo, es simplemente sorprendente y significativo. Evidentemente hay un retroceso, y una forma de impasse de la que el movimiento no llegó a salir, pero más allá de esto, sigue existiendo, y esto es un mensaje enviado al poder y a Macron. Quiere decir: aun cuando hoy se moviliza a escala de una pequeña vanguardia, tarde o temprano, van a volver a la carga.

En paralelo vemos que hay una forma de "chalecoamirillación” o de radicalización de otros sectores del movimiento obrero. En el libro menciono a los docentes, por ejemplo, y hemos visto después que la tasa de huelguistas para las pruebas del bachillerato era importante, aun cuando las pruebas escritas no fueron obstaculizadas. Hoy, la cuestión de la retención de las notas, que incluso no se había planteado durante el movimiento de 2003, es otro síntoma de esta radicalización –de un sector, al menos–. Sobre todo, me parece que esta influencia se ve particularmente a través de la lucha de los trabajadores de los hospitales y de emergencias. Su lucha, que dura desde hace tiempo, ha mostrado el recurso a métodos de acción muy radicales y un rechazo sistemático a cada una de las proposiciones de la ministra de Salud Agnès Buzyn, cuando, al mismo tiempo, la huelga recoge el apoyo de más del 90 % de la población. Observamos que existen varias formas de continuidad entre el movimiento de los Chalecos Amarillos y la lucha de los trabajadores de emergencias, pero también que existe, a través de un amplio apoyo de la población, un potencial hegemónico en el seno de nuestro campo que habría que lograr estructurar de manera permanente a través de un plan de lucha y una política que permita dar una salida alternativa al capitalismo neoliberal de Macron.

Por cómo se continúa, eso va a depender de lo que ocurra. Macron parece confiado en que el movimiento de los Chalecos Amarillos y el affaire Benalla” están superados, pero por mi parte, estoy convencido de que otras crisis van a venir a enturbiar su gobierno. La necesidad que tiene Macron de atacar nuevamente al proletariado y a las clases populares, como con las jubilaciones, puede poner en marcha una nueva dinámica. Hemos visto que con el aumento del precio del combustible Macron desató una bronca acumulada desde hace años, y para mí eso puede volver en cualquier momento porque aun cuando los Chalecos Amarillos están en un impasse y no han logrado obtener todas sus reivindicaciones, no sufrieron una derrota, a pesar de existir fenómenos de desmoralización y de desgaste.

Del lado del poder y de Macron, volvés sobre las condiciones que hicieron posible su victoria electoral en 2017, así como las que le permitieron avanzar en la concretización de sus contrarreformas a lo largo de su primer año de mandato. Al mismo tiempo, demostrás a lo largo de tu libro las contradicciones estructurales del macronismo, mucho antes de que surgiera el movimiento de los Chalecos Amarillos. Después de las elecciones europeas parecería que la base social de Macron ha cambiado sensiblemente y que la fracción de izquierda de su electorado se inclinó más hacia EELV (Europa Ecologista Los Verdes). ¿Esto muestra la fractura del bloque burgués que Macron intentó estructurar? ¿El macronismo está en vías de regenerar un antiguo bloque de derecha más tradicional al intentar capitalizar la derrota de LR (Los Republicanos)?

Ante todo, quisiera aclarar que retomo la categoría de bloque burgués de Bruno Amable y Stefano Palombarini y de su libro L’Illusion du bloc bourgeois. Se trata de una categoría muy pertinente para comprender muchas cosas sobre la crisis orgánica del capitalismo francés, la cual analizo. En mi libro me baso en su categoría, aunque tenga matices o diferencias en otros planos –y por otra parte, pienso también que existen matices entre ellos– sobre las modalidades con las cuales formar un bloque de contrapoder al macronismo y al capitalismo neoliberal. Tuve la oportunidad de discutir con Stefano sobre este tema y elegimos transcribir tal cual la entrevista en el libro porque me parece un debate interesante. Este intercambio y estas discusiones entre el mundo político militante y el mundo académico merecen reiterarse y profundizarse: esto es lo que puede renovar el marxismo, con un análisis, una teoría y una política más completa y ofensiva, tal como puede y debería hacerse.

Para volver a tu pregunta, no creo que se pueda hablar todavía de una fractura del bloque burgués macroniano. Por cierto hubo, como dijiste, un pequeño estrechamiento de su base electoral, sobre todo a nivel de su base de centroizquierda a favor de EELV. Pero Macron ha compensado este estrechamiento con una capitalización de los votos de LR, que atraviesan una crisis importante. Lo que observamos es más bien un reencuadramiento del bloque burgués como partido del orden, en un contexto en el que una parte de la población, enfrentada al movimiento de Chalecos Amarillos, pide orden. El candidato del neoliberalismo y del orden en las elecciones europeas era Macron, que sueña ser el jefe del gobierno de los versalleses –para retomar una terminología propia de la historia de Francia–. Pero, aunque de nuevo la coyuntura es favorable a Macron que sube, por primera vez en un año, en las encuestas, las dificultades del bloque burgués –a saber, construir un bloque social más eficaz en la aplicación del programa de las clases dominantes que los viejos bloques de izquierda y de derecha, aunque socialmente minoritario– siguen apareciendo en el quinquenio. Hemos visto que Gérald Darmanin dio la señal de alarma en una entrevista en el Le Point para decir que LREM [partido de Macron, N. de T.] ya no podía contentarse con ser el partido de las élites y que era urgente "hablar más al pueblo" para logra gobernar. Y esto no lo dice ni Stefano Palombarini, ni Bruno Amable ni yo, sino un ministro del gobierno de Macron.

Por otra parte, no es casualidad que la baja de impuestos anunciada por el gobierno concierna en primer lugar a las clases medias. Esto marca una preocupación por ampliar el círculo muy restringido de los apoyos a Macron que sigue siendo débil hoy. Al mismo tiempo observamos la contradicción que estructura al macronismo: en el momento en que trata de ampliarse a las capas medias, las categorías más altas como los gerentes, que hasta ahora eran la base más sólida del macronismo, fueron afectadas por las restricciones de sus subsidios de desempleo en caso de perder el trabajo. Dicho de otro modo, existe una contradicción fundamental entre la imposición neoliberal y presupuestaria, que se ha agravado habida cuenta la necesidad de hacer concesiones, aunque pequeñas, a los Chalecos Amarillos, y por otro lado, la necesidad de construir un bloque social más amplio, que llegue a consolidarse alrededor del 30 o el 40 % del electorado, cuando, hoy el macronismo tiene un 15 a 20 % de apoyo electoral.

Finalmente, lo que es importante recordar para la continuidad del movimiento y en general para el fin de su quinquenio es que aun cuando Macron aprovecha la fragmentación política y el rol traidor y cobarde de las direcciones del movimiento sindical y obrero, existen fallas que lo amenazan a él y al equilibrio sobre el que se ha basado la V República, en el marco de la polarización social creciente y la precarización de las clases medias. O, como dice Françoise Fressoz en Le Monde: "en este desmembramiento entre la élite y el pueblo, el centro se encuentra sin resguardo. En lugar de ser sinónimo de moderación, es presa directa de la bronca popular". En el marco del hartazgo popular existente, pueden tener lugar nuevas sucesiones de fenómenos radicales, como ocurrió con los Chalecos Amarillos.

Se podría decir que tu libro es una lectura marxista del movimiento de los Chalecos Amarillos –por otra parte, es un punto de anclaje que reivindicás varias veces–. Estás interesado particularmente en determinar las consecuencias del movimiento de los Chalecos Amarillos sobre la lucha de clases y sobre el movimiento obrero más tradicional en especial. Hacés una analogía con el episodio revolucionario de 1905 en Rusia y sus repercusiones sobre el movimiento obrero occidental, sobre todo el alemán, para destacar que los Chalecos Amarillos pueden actuar como un shock eléctrico para los sectores organizados del proletariado, sobre quienes pesa una política de derrota llevada adelante desde hace décadas por sus direcciones sindicales y políticas. En este terreno, ¿qué recomposiciones son posibles en el futuro para vos?

Efectivamente, hablo de la rebelión de los Chalecos Amarillos como de un "1905 a la francesa", siendo por supuesto consciente de que existen muchas diferencias y límites en esta analogía, como por ejemplo el hecho de que, a diferencia del movimiento actual, el 1905 ruso puso en escena a sectores centrales y concentrados del naciente proletariado ruso, y que puso en pie los primeros soviets, esos consejos obreros que permitieron dar una estructuración y una organización al proletariado en lucha. Para mí, esta comparación permite expresar la posibilidad, en el futuro, de que el movimiento de los Chalecos Amarillos juegue un rol dinamizador y de shock eléctrico hacia el movimiento obrero, de la misma manera que, por su acción revolucionaria, el proletariado ruso permitió poner de relieve los callejones sin salida en los que se encontraba el proletariado alemán –aunque estuviera mucho más organizado– para el ala izquierda de la socialdemocracia como Rosa Luxemburg en ese momento. Esta analogía es casi una provocación dirigida a la extrema izquierda y a su pesimismo histórico que hace que solo tome en cuenta los elementos de retroceso y de dificultad, lo que le impide aprovechar las oportunidades abiertas en una situación dada. Para mí, la apuesta es saber si la experiencia de los Chalecos Amarillos puede ayudar a superar la rutina y la institucionalización del movimiento obrero francés.

Con respecto a las recomposiciones: no es un secreto para nadie que el movimiento obrero atraviesa una crisis histórica. Lo nuevo y lo que puede cambiar la situación, por el contrario, es que después de las derrotas acumuladas por el movimiento obrero tradicional, después de las jornadas de lucha espaciadas, la huelga sin continuidad, la inacción y la política de negociación con el gobierno, la rebelión de los Chalecos Amarillos permite radicalizar la idea de que esta manera de emprender la lucha sindical y política no va más. En definitiva, el movimiento actual puede ser inspirador en el sentido de mostrar que hay que regresar a las formas de acción directa, menos institucionales, que no se encierran en el respeto de la legalidad y en las normas impuestas desde hace varias décadas para domesticar a los movimientos de protesta y de lucha de clases. En este sentido, me parece evidente que el movimiento de los Chalecos Amarillos va a tener un impacto en los tiempos por venir –de una manera no mecánica y posiblemente indirecta, pero inevitable– y que las dinámicas que se observan hoy en estado embrionario, como en los docentes o los trabajadores de los hospitales, van a tender a profundizarse.

Si tratamos de tomar distancia con respecto a la situación francesa para volverla a ubicar en un marco histórico más global, ¿la rebelión de los Chalecos Amarillos podría ser un indicador de enfrentamientos más duros en el futuro? Volvés varias veces sobre lo que llamás el alcance histórico del movimiento de los Chalecos Amarillos. ¿Qué entendés por esto y por qué es importante según tu opinión?

Efectivamente, es importante hablar de alcance histórico de la rebelión de los Chalecos Amarillos desde el momento en que se toma dimensión de la amplitud de la crisis abierta por este movimiento en uno de los principales países imperialistas. He hablado de situación prerrevolucionaria para caracterizar la segunda mitad del mes de noviembre y, sobre todo, el mes de diciembre, y si bien esta secuencia se ha vuelto a cerrar y el movimiento no obtuvo una victoria, el simple hecho de que haya existido es un punto de inflexión importante en relación con todo el período precedente. Macron y la prensa quieren tratar de borrar esta realidad de la memoria pero es innegable que la burguesía realmente tuvo miedo, sin duda porque fue tomada por sorpresa por la irrupción violenta y espontánea de la lucha de clases, una hipótesis que no imaginaba para nada, considerando su sensación de triunfalismo. Luego intenté mostrar en qué sentido la rebelión de los Chalecos Amarillos era un movimiento fundamentalmente diferente de los últimos grandes movimientos sociales que conocimos desde 1995 y hasta 2010 y que, en sus grandes líneas, fueron movimientos de oposición a los ataques o a contrarreformas parciales pero que no cuestionaron de conjunto la lógica neoliberal. Se trataba entonces de movimientos sociales que se autolimitaban en su politización (y las direcciones burocráticas del movimiento obrero apostaron todo en este sentido), sin cuestionar la división de roles con la izquierda institucional: esto ocurría con Jospin después de 1995, o con Hollande que capitalizó el anti-sarkozysmo. Dicho de otro modo, esta izquierda institucional recogió los frutos de esos movimientos sociales.

Con los Chalecos Amarillos, lo que es diferente, y significativo además, me parece, es que se entró en otra fase. Se vio otra determinación, la gente se decía capaz de luchar aun cuando sabían que podían terminar en prisión o ser lastimados, continuar a pesar de la represión que alcanzó niveles inigualados hasta ahora para movilizaciones de este tipo. Este enojo y esta rabia intensa conmovieron a varios militantes y sindicalistas, porque era algo que no se veía desde hacía mucho tiempo, y que explica además el nivel de violencia que desplegó el propio movimiento que, sin embargo, fue aceptado por la población. Cosas que habíamos visto aparecer desde 2016 y la movilización contra la ley Trabajo pero que se desarrollaron a otro nivel y, desde ese punto de vista, pienso que es significativo para el futuro y para la perspectiva de una recomposición del movimiento obrero en donde los elementos más retardatarios son las cuestiones de programa y de organización. Sobre estos puntos precisos los Chalecos Amarillos aportaron elementos, aunque no fueron capaces de desarrollarlos hasta el final. Sobre la cuestión de la organización, por ejemplo, se han limitado casi a un rechazo de cualquier representación, cuando habría sido posible reconectarse con la historia del movimiento obrero para encontrar respuestas sobre cómo autorrepresentarse y autoorganizarse a través de los organismos de lucha que habrían sido capaces de dar confianza a los trabajadores, y dar forma no solo a un movimiento de oposición sino también a una perspectiva de contrapoder. Desde este punto de vista pienso que el movimiento de los Chalecos Amarillos puede anticipar una recomposición del movimiento obrero que nadie esperaba y que no está exenta de contradicciones. En este marco, mi preocupación era ver cómo tratar de apoyar este proceso desde el punto de vista de su programa y de su ideología.

Leyendo tu libro se entiende que no se trata simplemente de un análisis del movimiento, sino también de un enfoque político y militante. Además, dedicás la última parte de tu libro a lo que denominás las tentativas para construir un "bloque contrahegemónico" frente a Macron y al capitalismo neoliberal, y en la que discutís sobre todo con La France Insoumise (LFI), pero también con la extrema izquierda (NPA y LO). Tu libro termina justo después de los resultados de las elecciones europeas. Después, se está dando todo un debate que atraviesa a la izquierda de la izquierda, que sacude particularmente a LFI pero que no es ajeno a los debates que existen en el seno de la izquierda anticapitalista. ¿Qué pensás de todo esto?

La perspectiva en la que trabajo es la de una voluntad de fusionar el marxismo revolucionario, es decir, para mí, el trotskismo –entendido a la vez como perspectiva teórica y como estrategia política– con el movimiento real de la lucha de clases, con todas sus contradicciones pero también con toda su vitalidad y sus potencialidades. Partiendo de allí, la discusión sobre las perspectivas para construir lo que llamo bloque contrahegemónico, o una alianza obrera y popular, en Francia hoy, que sea capaz de vencer Macron y al Estado capitalista, me parece una discusión central y urgente, y por eso le doy un lugar importante en mi libro. Discuto en particular con la lógica populista porque esta representa uno de los principales intentos de construir un bloque alternativo hoy a la izquierda de la izquierda, y trato de mostrar en qué, más allá de su abandono total de la clase obrera, este intento demuestra en última instancia una visión puramente electoralista que, además, no parece dar sus frutos, a juzgar por los resultados obtenidos por LFI.

Quiero explicarme bien: no defiendo una estrategia antielectoral. Además, la Courant Communiste Révolutionnaire (CCR, Corriente Comunista Revolucionaria) del NPA donde yo milito, ha sido una de las pocas corrientes en asumir un llamado al voto claro y explícito a la candidatura de Lutte Ouvrière y esto cuando podía resultar difícil mantener esta posición y estábamos en desacuerdo con varias figuras de los Chalecos Amarillos, como Jérôme Rodrigues, que defendía más la posición "todos salvo Macron". Por nuestra parte, defendimos, vía Révolution Permanente sobre todo, la idea de que el voto a LO, a pesar de nuestras divergencias con esta organización, era la única manera de defender un voto de clase, un voto internacionalista y revolucionario en las elecciones. El problema que veo hoy en el debate tal como se ha abierto en la izquierda es que vuelve a reducir todo a una cuestión institucional. Más aún después de la rebelión de los Chalecos Amarillos, pensar de esta manera es un retroceso importante. Olivier Besancenot lamentó que no se llegue a pensar en otra cosa que en las elecciones; por mi parte iría más lejos diciendo que lo que hace falta es parar de pensar solamente en el terreno institucional. Es evidente que las cuestiones de recomposición política son importantes, pero como mostró el movimiento actual, la salida será, en primer lugar, una salida antiinstitucional.

Esta visión según la cual existen movimientos sociales y lo que faltaría es una traducción política y organizativa de ellos me parece errónea. Esta es la lógica que prevalece desde el mitterrandismo, la izquierda plural, hasta lo que se podría llamar la crisis terminal de la izquierda de Épinay simbolizada por la presidencia de Hollande. La cuestión no es volver a lo que era esta izquierda institucional, ni incluso reformularla con una retórica más de izquierda, sino más bien, para mí, ver cómo dar a la espontaneidad de los Chalecos Amarillos una perspectiva de organización propia, de autoorganización, independiente del Estado y por lo tanto antiinstitucional, prolongando y conduciendo a un nivel superior lo que ha sido la gran novedad de la rebelión de los Chalecos Amarillos, a saber, la tendencia a la unión entre lo social y lo político, cuya principal reivindicación era la renuncia de Macron. Este tipo de perspectivas pueden permitir estructurar un bloque contrahegemónico y, además, esto es lo que demuestra la historia del movimiento de la lucha de clases y las experiencias revolucionarias.

En definitiva, entonces, diría que el principal problema de la izquierda es que queda prisionera de una concepción muy institucional, aunque existan matices que consisten en pensar una oposición a Macron, pero limitada al marco del Estado imperialista francés y de la democracia burguesa. Por mi parte, sostengo al contrario que el movimiento de los Chalecos Amarillos es una señal de alarma para todas aquellas y aquellos que pensaron equivocadamente que existía una separación entre lo social y lo político y para quienes toda política alternativa se pensaría esencialmente a partir de un terreno electoral o institucional.

Entrevista realizada por Marina Garrisi, publicada originalmente en Révolution Permanente
Traducción: Rossana Cortez


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