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Red Internacional
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ENTREVISTA A LEÓNIDAS "NONI" CERUTI. “Los años 60 y 70 constituyeron un punto de inflexión en nuestra historia reciente”

Leónidas “Noni” Ceruti es historiador y autor del libro “Clase contra clase. Argentina entre 1952 y 1976. El Quinto Relato” de reciente publicación.

Daniel Lencina

Daniel Lencina @dani.lenci

Miércoles 29 de mayo de 2019 00:00

Ilustración: Agustina Lali

¿Cuál es la importancia de los Rosariazos, el Cordobazo y las cadenas de los “Azos” del 69?

  •  A partir de los Azos del 69 nada fue igual en el país. La Marcha del Hambre de Villa Ocampo (Sta Fe), las protestas de los estudiantes correntinos, el “I Rosariazo”, el Cordobazo y el "II Rosariazo”, el alzamiento en Cipolletti, el Choconazo, terminaron de derrotar el proyecto “sin límites” del dictador Gral. Onganía.

    Desde 1969, todo se aceleró y constituyó un punto de viraje en la evolución del país. Se vivió un proceso de cambios entre los trabajadores, estudiantes universitarios, partidos políticos, y en las principales tendencias que se expresaban dentro de la dictadura.

    El Cordobazo y los Rosariazos, expresaron la explosión de la bronca, acumulada en varios años de deterioro económico-social, opresión política y gremial, sumado a la proscripción del peronismo, pérdida de conquistas históricas de los asalariados y deseos de cambios. Esos alzamientos populares tuvieron como protagonistas, fundamentalmente a la clase obrera y a los universitarios que fueron sin duda alguna las fuerzas con que contó el movimiento antidictatorial.

    Por un lado, se puso de manifiesto el estado que había alcanzado la radicalización de la conciencia política de importantes sectores de la sociedad y el profundo rechazo a la dictadura. Esos movimientos de masas actuaron como factores de presión para cambios dentro del propio gobierno nacional y dejaron dos consecuencias: comenzó a enterrarse el proyecto de la dictadura que no tenía plazos, y se inició un proceso político en toda la sociedad.

    Las grandes movilizaciones demostraron la capacidad de lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Ejemplo claro fueron las asambleas obreras-populares, algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, reuniendo en su seno a obreros, estudiantes universitarios y a gran parte de la población pobre de los barrios tomados, rodeados de barricadas, y en algunos lugares con la población ejerciendo el poder de policía, por ejemplo, en Córdoba, el de permitir la salida de los bomberos tomados para sofocar incendios, controlar la entrada y salida de los barrios. Constituyeron una forma embrionaria de órganos de poder, con democracia directa abarcando ya a toda una ciudad. Pero su incipiencia y en gran medida la ausencia de una verdadera organización, no permitió la unificación de las asambleas barriales entre sí, a través de delegados electos, en un consejo único de la ciudad.

    Entre los trabajadores e incluso vastos sectores de la pequeña burguesía, se evidenciaba un descrédito total en los partidos políticos tradicionales, nada se espera de los militares o de un golpe de estado, no existían posibles soluciones alrededor de la “salida electoral” y el parlamento.

    Al mismo tiempo crecía la avidez política, aumentaba la participación en las protestas y se registran fenómenos como los señalados, que indicaban en las masas una fuerte tendencia a la democracia directa, de abajo-arriba, apuntando a la participación real y efectiva, en la discusión y elaboración de las diversas políticas puestas en juego.
    La situación social mostraba a las luchas crecientes de la clase obrera, que daban la pauta de una tendencia espontánea podemos decir, del mismo proletariado hacia la constitución de otros órganos de lucha, además del sindicato.

    Posteriormente en el conflicto de los obreros de El Chocón, durante diciembre del 69 y enero-marzo de 1970 (a diferencia de lo que señalamos más arriba para Córdoba y Rosario), aparecieron algunos caracteres de mejor organización y conducción, pero no alcanzó a salir de los marcos señalados, aunque tuvo una mayor permanencia y organicidad.

    La acción política de los trabajadores reveló a partir del 69, un sentido en su desarrollo, caracterizado por una tendencia a la unidad como clase y el alineamiento junto a él de las masas explotadas, las manifestaciones callejeras y la democracia directa. El impacto de los alzamientos populares, abrieron un profundo debate entre la militancia, donde las diferencias aumentaron, se puso en cuestión a los partidos populares, planteos, métodos, ideas, y las formas de resolución de los conflictos sociales o políticos.

    Se fracturaron y estallaron los partidos tradicionales de la izquierda, además la polémica se extendió entre el activismo peronista, donde surgieron nuevos grupos y organizaciones. En los pasillos y las aulas de las Universidades tanto estudiantes como docentes polemizaban desde el tipo de Universidad que necesitaba el país hasta las transformaciones necesarias.

    En las fábricas y los gremios, los intercambios de opiniones se dieron sobre distintas problemáticas de los trabajadores y la sociedad. Aquí se adoptó una forma más encubierta, más en grupos, en los lugares de trabajo y en las asambleas, lo que dando origen a conflictos sindicales y el surgimiento de gremios combativos y clasistas.

    La clase obrera desde 1969 vivió uno de los periodo más rico en experiencias de su historia, con luchas en la legalidad y la clandestinidad, con derrotas y triunfos, etc. Enriqueció las vivencias de varias décadas anteriores, como los cuerpos de delegados, comisiones internas, el accionar de los sindicatos, el ejercicio de la democracia directa, tomas de fábricas, organización de huelgas, paros activos, movilizaciones, etc. Se produjo un puente histórico entre generaciones con conocimientos y hábitos distintos, y la síntesis de ese proceso llevó a nuevos intentos, y así se sucedieron acontecimientos algunos rescatables y otros no.

    De esa manera, el choque entre los intereses de las clases dominantes y la clase obrera, se fueron dando con distintos tonos, variadas formas de enfrentarse, con negociaciones, acuerdos, rupturas, represiones, consensos pasivos, insurrecciones populares, puebladas, congelamientos salariales, distribución populista, pacto social, paritarias acordadas, otras no homologadas, planes represivos, movilizaciones militares de los trabajadores, leyes antiobreras, paros “materos” y paros activos, etc.
    La etapa abierta en 1969, fue un periodo de grandes cambios, en la que surgieron partidos políticos con un claro planteo antisistema, gremios clasistas, combativos, grupos político-militares. Mientras que la movilización popular y la lucha de clase fue en ascenso.

    Eran épocas en que los trabajadores estaban acorralados por la proscripción del peronismo, la intervención de sus sindicatos, el cercenamiento de conquistas históricas, la detención de muchos dirigentes, y la situación económica que se agravaba. Todo ello creó un clima de bronca y lucha.

    Un tiempo plagado de sueños, encantamientos y de esperanzas por quienes los protagonizaron. Años idealizados por algunos y descalificados por otros. Años en que apareció una verdadera contracultura en las artes, las letras, la vida cotidiana, la sexualidad, la vestimenta, las costumbres. Y como escribió Adolfo Gilly, años que marcaron una “esquina peligrosa, una de aquellas en donde la historia pudo haber dado un viraje”.

    ¿Podes comentar de qué se trata tu nuevo libro “Clase contra clase. Argentina entre 1952 y 1976. El Quinto Relato”?

  •  El libro plantea que los años 60 y 70, constituyeron un punto de inflexión en nuestra historia reciente. Y que es una materia sobre la que se ha escrito y opinado desde distintos sectores, pero las reflexiones e indagaciones siguen abiertas.
    Sostenemos que la temática se ha convertido en algo más que una materia de investigaciones de los ámbitos académicos, ya que participan protagonistas o no de esas décadas, militantes, periodistas, políticos, gremialistas, gobernantes, integrantes de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia.

    Y afirmamos que son visiones que coinciden, discrepan, y se entrecruzan. Y que se discute sobre lo sucedido, el significado de ese período, el accionar de la clase dominante, de los distintos gobiernos, el uso de la violencia en la política, los caminos seguidos, las “vías” hacia la liberación o revolución, las soluciones dentro del sistema, los apoyos y cuestionamientos del “militarismo”, el accionar de la clase obrera, las posturas de los gremios combativos y clasistas, la burocracia sindical, el papel de los revolucionarios, los partidos políticos, la iglesia, la represión, y las consecuencias de la dictadura del 76.

    De esa manera, aparecen en los distintos capítulos los planteos que abarcan desde la forma de resolución de los conflictos sociales y políticos, hasta el tema central de la controversia de quiénes fueron los actores de esas décadas y la forma de concretar las transformaciones que se proclamaban.

    La hipótesis de trabajo, se sustenta en tres afirmaciones:
    Que el conflicto social, político y económico en los años 60 y 70, pasó por la lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía.
    Que lo acontecido fue el choque entre los intereses de ambas clases, que se fueron dando con distintos tonos y variadas formas de enfrentarse, y en donde el protagonismo de esos años NO pasó por los grupos armados vs las fuerzas represivas encarnadas en las Fuerzas Armadas y los grupos parapoliciales.
    A la vez, manifestamos que la clase obrera fue la fuerza revolucionaria y transformadora, y que impulsó y/o motivó al resto de los sectores populares, a incorporarse a la lucha revolucionaria por una sociedad sin explotadores ni explotados.

    Y que dos fueron los objetivos del golpe militar del 24 de marzo de 1976: el primero, fue desarticular la organización y luchas de la clase obrera. La Junta Militar de Videla, Massera y Agosti, personificó al capital en el enfrentamiento de la burguesía contra el proletariado. Por eso, decimos que el objetivo fue recuperar la autoridad del capital en la producción y la sociedad, ponerlo a éste en condiciones de hacer lo que más le convenga en la crisis, restaurar el orden en las fábricas, respaldandose en la violencia organizada y que tenía un norte bien claro: recomponer las fuerzas políticas perdidas, recuperando la autoridad del Estado como monopolio de la violencia, para poder utilizarlo en la aplicación de un plan económico en defensa del empresariado contra los intereses de los trabajadores. Y que la represión del 76 a la “nueva izquierda, los grupos armados y al resto de los subversivos” fue el pretexto utilizado para llevar adelante el ataque y desarticulación de la organización y luchas de la clase obrera.
    Señalamos que los genocidas en 1976 vinieron a poner “disciplina, ante la indisciplina social y productiva, la indisciplina fabril, y la anarquía social que corroía el cuerpo social”.

    El segundo objetivo, fue que la burguesía como clase necesitaba la aplicación de un proyecto económico, encarnado en la figura del Ministro de Economía, José A. Martínez de Hoz. En la investigación, realizamos un recorrido de lo acontecido en el país, desde 1952 hasta 1976, donde trabajamos el accionar de la burguesía con los distintos planes económicos, políticos, sociales y represivos que implementó y las reacciones de los trabajadores, con épocas de luchas, otras de consenso pasivo, de negociaciones, de persecuciones, de nuevas experiencias. De esta manera, con el libro intentamos aportar a lo sucedido en los años 60 y 70 en el país, pero principalmente a lo protagonizado por la clase obrera en ese periodo.

    En el actual contexto signado por el saqueo del FMI ¿Cuáles son los usos de “Azos del 69”, es decir, que cuestiones claves pueden reivindicar hoy el movimiento obrero y la juventud estudiantil?

  •  Aquellas cadenas de Azos del 69, nos marcan la decisión de luchar, de pelear contra las injusticias, los planes antipopulares y represivos, recurrir a las Huelgas y movilizaciones, a la práctica y deliberaciones en asambleas en los sindicatos, en los lugares de trabajo y llegando a las asambleas inter fabriles, la disputa con los patrones al interior de las fábricas, en los lugares de la producción.
  • Daniel Lencina

    Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.

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