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Estados Unidos. Los demócratas se quedaron con el control del Senado: ¿qué significa?

Los demócratas ganaron las dos bancas en juego para el Senado en la segunda vuelta de Georgia, lo que les da el control de ambas cámaras del Congreso. Esta elección representa un rechazo a Trump y sus infundadas denuncias de fraude, así como la esperanza de que los demócratas brinden un alivio muy necesario de la crisis. ¿Qué se puede esperar?

Miércoles 6 de enero de 2021 22:00

Tras varios meses, parecería que las elecciones en Estados Unidos llegaron a su fin después de la segunda vuelta en el estado de Georgia para definir las dos bancas que determinan que partido se queda con el control del Senado.

En la carrera por el Senado, la más cara de la historia con un gasto total de más de 800 millones de dólares, los demócratas Raphael Warnock y Jon Ossoff parecen haber derrotado a sus oponentes republicanos, en gran parte debido al aumento de la participación entre los votantes negros.

El candidato demócrata al Senado por Georgia Jon Ossoff logró la victoria sobre su oponente, el republicano David Perdue, con lo que los demócratas lograron el control en la Cámara Alta de EE.UU.

Ossoff ofreció este miércoles un mensaje de victoria en el que dio las gracias a los votantes de Georgia, pese a que aún no ha sido declarado ganador y la ventaja sobre el republicano es de 16.000 votos.

Con la victoria de Ossoff el partido del presidente electo, Joe Biden, tomará este mes las riendas del Senado, que los republicanos controlan desde 2015, durante los dos primeros años del mandato en la Casa Blanca que comenzará el 20 de enero.

El reverendo demócrata Raphael Warnock ya se había proclamado vencedor en la otra contienda de los comicios de segunda vuelta para representar al estado de Georgia en el Senado de EE..UU. sobre su oponente, la republicana Kelly Loeffler.

La victoria de Warnock es histórica, ya que se convierte en el primer senador negro que representará a la sureña Georgia en la historia del país.

La candidatura de Ossoff aún no ha sido declarada ganadora en forma oficial y podría estar lo suficientemente cerca como para desencadenar un recuento, lo que dejaría en suspenso durante unos días más las esperanzas de los demócratas de ganar la mayoría del Senado.

Por un lado, estas elecciones demuestran y exacerban la crisis dentro del Partido Republicano. Los resultados muestran que miles de personas se desanimaron por las denuncias ridículas de fraude de Trump y esperan que los demócratas brinden más apoyo material durante la pandemia. Sin embargo, la historia reciente ha dejado en claro que estas esperanzas están fuera de lugar; tendremos que luchar para que ocurra un cambio.

Las elecciones en Georgia

Las contiendas por el Senado de Georgia son inusuales porque si los candidatos no pasan el umbral del 50 por ciento en las elecciones de noviembre, se convoca una segunda vuelta. En Georgia, el senador republicano David Perdue ocupó el primer lugar en su elección, pero no alcanzó el 50 por ciento, mientras que el senador republicano multimillonario Kelly Loeffler luchó contra varios desafíos en lo que se conoce como una "primaria en la jungla". En una primaria de la jungla, todos los candidatos que quieran postularse en la primaria pueden hacerlo, independientemente del partido, y los dos primeros clasificados avanzarán a la segunda vuelta. Loeffler es una de los miembros más derechistas del Congreso y también es particularmente rica, racista y odiosa.

A pesar de que los republicanos hicieron campaña diciendo que sus rivales demócratas eran unos "comunistas enloquecidos", lo cierto es que ambos se opusieron a políticas populares como Medicare para todos y el Green New Deal, intentando capturar a todos los votantes incómodos con Donald Trump, pero que no apoyan siquiera estas tibias medidas del ala progresista del partido demócrata.
Su victoria les da a los demócratas el control más estrecho posible del Senado (ya que quedarán empatados con los republicanos y el desempate ante cada votación quedará en manos de la vicepresidenta Kamala Harris), y se quedarían con el control del ejecutivo y legislativo por primera vez desde 2010.

Si bien Warnock es afroamericano y reverendo en la iglesia de Martin Luther King, Jr. apoya firmemente la política imperialista de Estados Unidos. Después de que resurgió un sermón en el que condenó el asesinato israelí de palestinos, Warnock se rebautizó como sionista y aceptó el respaldo de la mayoría demócrata al Estado colonialista de Israel. También publicó un artículo de opinión apoyando la ayuda militar continua a Israel. Esta es solo una muestra de qué esperar con Warnock en el Senado.

Ossoff, seguramente está listo para ser la nueva figura del establishment demócrata. Joven y carismático, Ossoff ofrece a los demócratas algo que necesitan urgentemente: neoliberalismo envuelto en ropa millennial. No sería ninguna sorpresa ver a Ossoff enfrentando a Kamala Harris, Pete Buttiegig y el resto de los clásicos candidatos demócratas en las primarias presidenciales de 2024.

El papel de Trump

Es imposible entender el resultado de esta segunda vuelta sin tener en cuenta el papel jugado por Donald Trump. Sus declaraciones cada vez más erráticas y delirantes sobre la validez de los resultados de las elecciones presidenciales parecen haber perjudicado a los candidatos republicanos en Georgia. Se trata de dos senadores que ya están en ejercicio y que pierden sus escaños en un estado que hace décadas es considerado profundamente republicano.

Además, Trump jugó en contra se sus propios candidatos ya que es muy difícil lograr que la gente vaya a votar si les dices todo el tiempo que la elección está amañada. En otras palabras, la insistencia de Trump en que las elecciones de noviembre fueron robadas probablemente frenó la tan necesaria participación de los republicanos.

Además de eso, muchas de las denuncias de Trump se centraron en Georgia y atacaron a su gobierno estatal (en gran parte republicano). Trump incluso llegó a decir que haría campaña contra el gobernador republicano Brian Kemp. Esto abrió una brecha entre Trump y el Partido Republicano de Georgia. La evidencia de esta brecha se puede ver en el audio filtrado en el que Trump presiona al secretario de Estado republicano Brad Raffensperger para "encontrar" 11.000 votos que le darían la victoria en Georgia.

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La cinta, presuntamente filtrada al Washington Post ya sea por Raffensperger o por algún miembro de su equipo, revela claramente una división entre la Casa Blanca y el Partido Republicano del estado, ya que Raffensperger se mantiene firme en contra de las solicitudes de Trump. Lo que esto muestra no es que Raffensperger sea una especie de actor moral honrado, sino que él (como Kemp) ha calculado que apoyar a Trump será políticamente más perjudicial que beneficioso. En otras palabras, algunos sectores del establishment republicano se están alejando de Trump.

Sin embargo, al mismo tiempo, Trump sigue manteniendo una base sólida. Mucha gente sigue creyendo que las elecciones le fueron robadas a Trump, y sectores más extremos de su base se están movilizando este mismo miércoles en Washington, DC para protestar contra la certificación de los resultados electorales, es decir la aprobación de Biden como próximo presidente en el Capitolio.

La "guerra civil" en el Partido Republicano, como la llamó el diario The Wall Street Journal, puso a los candidatos republicanos de Georgia en una situación complicada de tener que apelar tanto a la base de Trump como a los republicanos del establishment. Por ejemplo, Kelly Loeffler, quien invirtió en bolsas para cadáveres y software de teletrabajo después de recibir informes del Senado sobre la inminente pandemia de Covid-19, dijo repetidamente que estaba "al 100 por ciento" con Trump, pero luego también se negó a hablar sobre el audio filtrado. Loeffler ha dicho que se opondrá a la certificación del Colegio Electoral, lo que significa votar en contra de la legitimidad de la misma elección de Georgia que la puso en la segunda vuelta. David Perdue, el otro senador republicano en funciones en Georgia, también dijo que está de acuerdo con las objeciones a la certificación del Colegio Electoral, y también se adentra en las aguas de invalidar las mismas elecciones que lo pusieron en la segunda vuelta.

El rol de los demócratas

Pero no fue solo Trump quien le costó a los republicanos esta elección. En los días previos a la votación, el presidente electo demócrata, Joe Biden, prometió a los votantes que recibirían cheques de $ 2,000 si los demócratas ganaban el control del Senado, después de que los demócratas fueran presionados por la amenaza de último minuto de Trump de vetar el proyecto de ley de estímulo recientemente aprobado.

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Queda por ver si esto sucederá ciertamente, pero representa una maniobra estratégica clave de los demócratas, tanto contra Trump como contra Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado. En otras palabras, le hablaron al verdadero enojo que tienen muchos trabajadores que sienten que el Gobierno no los ha ayudado demasiado. Así los demócratas pasaron de votar un cheque miserable de 600 dólares a ser los abanderados de ayudas de 2,000 dólares para cada trabajador. Esa promesa habló de las preocupaciones reales de los votantes de Georgia más de lo que lo hizo cualquier partido en las elecciones de noviembre, y seguramente fue un factor para dar la victoria a los demócratas.

Otro factor en la victoria demócrata fue haber ganado espacio en el mismo territorio. Organizaciones financiadas por el Partido Demócrata, han pasado los últimos años registrando votantes y creando una infraestructura que el partido pudo utilizar para elegir a Warnock y Ossoff. Además, estos esfuerzos ayudaron a proporcionar acceso para votar a un gran número de votantes negros que habían sido privados de sus derechos de forma sistemática por parte del estado. Estos votantes negros fueron responsables de inclinar al estado de rojo a azul (por los colores republicano y demócrata respectivamente).

Todas estas políticas brindan a los demócratas una posible hoja de ruta para utilizar en otros estados rojos que, como Georgia, están experimentando cambios demográficos que podrían volverlos azules. De hecho, esa es otra lección de la segunda vuelta de Georgia: que el camino por delante del Partido Republicano es empinado porque el crecimiento urbano y suburbano en lugares como Atlanta les ha quitado uno de sus estados "seguros". Además de esto, los republicanos se están desempeñando peor en los suburbios que antes, y eso es una preocupación real para los republicanos, especialmente cuando ocurren fenómenos similares en todo el sur de Texas, Carolina del Norte y otros estados. Es probable que estos estados, en algún futuro cercano, sigan el ejemplo de Virginia, un estado que antes era profundamente rojo y se volvió azul.

A medida que el Partido Republicano se adentra en el desierto político, enfrenta una crisis desde múltiples lados. Trump y el trumpismo están lejos de estar muertos: su base sigue siendo muy activa dentro del partido y resultó en números lo suficientemente grandes como para darle a Trump una oportunidad de pelear en una elección que, según todas las estimaciones, debería haber perdido por un margen más amplio. Los republicanos necesitan encontrar una manera de contener esta base social y electoral, sobre todo teniendo en cuenta que Trump libra una guerra contra su propio partido.

Sin embargo, no son solo los republicanos los que se enfrentan a una crisis. Los demócratas ahora tienen el control del gobierno y los votantes van a esperar que cumplan sus promesas. Por primera vez desde el comienzo de la era Obama, los demócratas finalmente se quedaron sin excusas. Ya no podrán culpar a los republicanos de todo, ni decir que aunque quisieran dar muchas cosas la realidad se los impide. La administración de Biden tendrá que ofrecer algún nivel de concesiones o correrá el riesgo de perder terreno en las próximas elecciones.

Siendo realistas, parece probable que los demócratas usen el hecho de que tienen el margen de control más estrecho posible (el Senado se dividirá 50/50, con Kamala Harris actuando como desempate para dar el control a los demócratas) para esquivar sus promesas. De manera similar a cómo se comportaron en 2009, cuando los demócratas tenían una supermayoría en el Senado, pero Obama y sus aliados dijeron que había que hacer compromisos bipartidistas (cediendo a los republicanos, para evitar pasar leyes favorables a los trabajadores), una máxima que se convirtió de repente en el centro de la política de su Gobierno. Una vez más, se ofrecerá a la clase trabajadora y a los oprimidos las migajas más pequeñas posibles y se les pedirá que se conforme con ellas. Pero 2021 no es 2009.

Estamos en medio de no una, sino dos crisis que se prolongan mientras los capitalistas estropean la distribución de vacunas. Además, la gente ha vivido el 2009 y ha visto cómo el neoliberalismo de Obama “resolvió” esa crisis. Los demócratas quieren usar su misma bolsa de trucos y engañar a los trabajadores para que piensen que están de su lado, pero el pasado da todas las pruebas para saber que no lo están.

El próximo Gobierno demócrata no nos va a dar atención médica gratuita; no nos va a brindar un alivio significativo frente a la pandemia; no va a garantizar que tengamos condiciones de trabajo seguras; no va a quitar ni una fracción de los presupuestos de la policía. No va a hacer esto no porque no pueda, sino porque no es su política. No lo harán porque no están de nuestro lado. No están de nuestro lado en 2021, no estaban de nuestro lado en 2009 y no estarán de nuestro lado en 2022 cuando, una vez más, nos digan que las elecciones de medio término son las “elecciones más importantes de la historia”.

Los demócratas son simplemente la cara cortés del capital. Hablan palabras bonitas, repitan eslóganes bonitos, pero solo para comprar esperanza y complacencia. Ha sucedido después de cada elección. Ha sucedido con todos los políticos demócratas. No podemos permitir que vuelva a suceder. Ahora es el momento de actuar y crear un movimiento que sea lo suficientemente poderoso como para obligar a la clase dominante a darnos lo que necesitamos. No podemos confiar en que nuestros enemigos de clase nos lo darán. Debemos ganarlo por nosotros mismos.

La presente traducción es una versión editada del artículo original publicado en inglés en el sitio Left Voice


Sybil Davis

Docente y artista teatral, vive en New York.