Las recientes maniobras para dar un impulso a la campaña de Biden muestran que el Partido Demócrata sigue firmemente en manos de los grandes capitalistas estadounidenses. Sólo una organización política independiente, de la clase obrera y anticapitalista, luchará sin concesiones por los intereses de los trabajadores y por un gobierno de los trabajadores y los oprimidos.
Sábado 7 de marzo de 2020 00:44
La popularidad de Sanders después de sus victorias en Iowa, New Hampshire y Nevada creció tanto que no sólo se convirtió en el favorito nacional durante una o dos semanas (la acumulación de electores cambió considerablemente a favor de Biden tras el “super martes”), sino que también parecía, por un breve momento, ser imparable. Esto fue gracias a sus propuestas favorables a la clase trabajadora, como Medicare (servicio de salud) para todos, un salario mínimo de 15 dólares la hora y la cancelación de la deuda de los estudiantes.
Ha pasado mucho tiempo desde que el programa de un candidato presidencial viable expresó algunas de las necesidades más profundas de la clase trabajadora. El Partido Demócrata se distanció tanto de su base trabajadora que hoy apenas pretenden representar sus intereses.
El Partido Demócrata tiene una gran parte de su electorado sumida en la desilusión y la apatía hacia su partido, especialmente los jóvenes y las personas afroamericanas. La crisis de 2008 sacudió la limitada seguridad económica de franjas de la clase trabajadora y los dos mandatos de Obama no lograron el cambio prometido a las familias afroamericanas que luchan contra la doble carga de la desventaja económica y la opresión racial cotidiana. Los latinos también fueron dejados de lado después de que se les prometiera un camino hacia la ciudadanía. Es bien sabido que Obama deportó más inmigrantes latinos que cualquier otro presidente antes que él.
En otros países imperialistas, la crisis de los partidos tradicionales dio paso a la aparición de nuevos partidos reformistas de izquierda (como fue el caso en España, Grecia, Francia y entre otros). El surgimiento de una nueva generación que se identifica con ideas socialistas en los Estados Unidos, el desencanto generalizado con el sistema bipartidista y el fracaso del Partido Demócrata para impedir el ascenso de Trump, marcaron un clima político en el que era posible, incluso probable, el surgimiento de un tercer partido. Visto desde una perspectiva histórica, esta podría ser la tendencia natural cuando un número cada vez mayor de personas (millones) caen fuera del sistema de partidos políticos porque ven claramente que ningún partido representa sus intereses.
Sin embargo, en Estados Unidos Bernie Sanders vino a salvar al Partido Demócrata de su profunda crisis. Sanders insufló nueva vida a este partido que tiene 200 años. Afilió a miles y miles de jóvenes como demócratas y argumentó repetidamente que si el partido recuperaba sus raíces, si los principios defendidos por Franklin Delano Roosevelt y otros demócratas del New Deal fueran adoptados hoy, el Partido Demócrata podría convertirse en el mejor vehículo para el cambio progresivo en los Estados Unidos. Este es el principal mensaje que su campaña ha enviado y sigue enviando.
Un partido del Capital
Pero la verdad es que el Partido Demócrata sigue siendo un partido dirigido por multimillonarios. Para el establishment del partido, la campaña de Sanders, con su coalición multirracial y popular, representa una amenaza. El programa de Sanders no es el socialismo. Es la socialdemocracia, o una nueva versión del New Deal. Sin embargo, muchas de las propuestas de su plataforma van en contra de los intereses de algunos de los peces gordos que financian la maquinaria del Partido Demócrata.
Después de una gran actuación en las tres primeras elecciones primarias, parecía que Sanders podía ganar. Algunos columnistas del sitio online de izquierda Jacobin afirmaron que las riendas del Partido habían sido arrancadas del establishment y entregadas a Sanders. Algunos afirmaban que el establishment no tenía ningún mecanismo para detener la "ola Bernie". Este punto de vista resultó ser demasiado ingenuo. Sólo tomó dos días, después de los resultados de las primarias de Carolina del Sur, para que el establishment del partido llamara al orden al sector moderado. Buttigieg y Klobuchar se retiraron y apoyaron a Biden inmediatamente. Lo importante es que Warren no sólo decidió permanecer en la carrera hasta después del Súper Martes, sino que también abandonó su postura anti-súper PAC (forma de financiamiento turbio de las campañas electorales estadounidenses); su campaña pasó a centrarse únicamente en detener el ascenso de Bernie. Esta rápida y maquiavélica maniobra del establishment del partido muestra que eran más poderosos y astutos de lo que los escritores de Jacobin querían creer. También muestra que el Partido Demócrata permanece firmemente bajo el control de los capitalistas estadounidenses.
Sólo hay una conclusión que se puede sacar de este proceso. Quienes quieren pelear por las ideas del socialismo necesitan organizar su propio partido.
Un partido de trabajadores, que no acepte dinero o consejos de los capitalistas. Uno que denuncie implacablemente el carácter antidemocrático del sistema electoral de Estados Unidos y que no evada la lucha contra él. Un partido que luche dentro y fuera de la legalidad burguesa, que desafíe a las instituciones capitalistas, los bancos, y las reglas del juego “electoral burgués” que mantienen a la gran mayoría en la pobreza para el beneficio de unos pocos.
Y aunque hemos visto en los últimos años la aparición de los Socialistas Democráticos de América (DSA) con decenas de miles de nuevos miembros, la orientación política de este agrupamiento sigue siendo -como desde sus orígenes en los años 70- hacer campaña por candidatos de izquierda dentro del Partido Demócrata.
El mito de la democracia estadounidense
La democracia estadounidense es una farsa. Todo el mundo lo sabe. No se trata sólo de la manipulación de los distritos electorales (gerrymandering), el Senado o el Colegio Electoral. Esos son sólo los ejemplos más flagrantes. El poder que el dinero tiene sobre las elecciones sólo ha aumentado con el tiempo, después del fallo de la Corte Suprema en favor de “Ciudadanos Unidos” y el surgimiento de los súper PAC, que abrió el paso a que las grandes corporaciones tuvieran permiso legal para invertir aún más recursos en las campañas electorales a los dos grandes partidos. Por ejemplo: un partido político podría ganar hasta el 30 por ciento del voto en los estados de Nueva York y California (donde viven aproximadamente 20 y 40 millones de personas respectivamente) pero si en ningún distrito congresual obtiene más del 50 por ciento del voto, no obtendría ningún escaño en el Congreso, a pesar de recibir los votos de casi el 10 por ciento de la población de Estados Unidos. En muchos otros países, las elecciones se celebrarían un domingo o en un feriado, pero Estados Unidos las celebra un martes y no realiza ningún esfuerzo para reducir los largos tiempos de espera. Esto sólo hace más difícil que la clase trabajadora ejerza su derecho al voto.
Esto sucedió en 2016 en estados como Nueva York, pero también de nuevo este Súper Martes. La gente esperó 7 u 8 horas para votar, especialmente en los barrios con mayoría de afroamericanos y latinos. La negación del derecho al voto a ex criminales y otras reglas de supresión de votantes, especialmente en el Sur, son medidas que sistemáticamente privan del derecho al voto a los afroamericanos.
Cuando los derechos democráticos a millones de personas les son negados, sólo hay una forma de luchar para revertirlo: enfrentar el régimen político, demostrando con la pura fuerza de los números que las instituciones que ofrece la democracia burguesa no son democráticas. Esto requiere de la movilización masiva y la organización independiente de la clase obrera y los oprimidos. Sin embargo, si la propuesta es luchar dentro de las reglas del régimen, entonces no hay desafío. Bernie Sanders está empeñado en preservar el Partido Demócrata, uno de los pilares de este sistema electoral amañado. Un candidato socialista y de la lucha de clases aprovecharía cualquier oportunidad para denunciar el carácter antidemocrático de la democracia estadounidense, incluyendo instituciones como el Senado y el sistema bipartidista.
Las palabras de Audre Lorde en relación a la lucha contra el racismo, son igualmente aplicables a esta realidad: "Las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo. Pueden permitirnos ganarle temporalmente en su propio juego, pero nunca nos permitirán lograr un cambio genuino". Un partido que sin vínculo ni compromiso con el capital, que luche abiertamente por el socialismo no sólo puede presentarse a las elecciones y ganar escaños en el congreso para ampliar las voces de los que no son escuchados, sino que también sirve como vehículo para un cambio real, para una transformación que trascienda la miseria de “lo posible” en un sistema capitalista.
Bernie Sanders prometió una "revolución política", pero insiste en legitimar las mismas instituciones del viejo régimen político.
El primer paso para los socialistas y los trabajadores es romper con el Partido Demócrata que una vez más ha conspirado para asegurar la nominación de un entrañable amigo del capital. Sólo una organización política independiente de la clase obrera, anticapitalista, podrá luchar sin concesiones, no sólo por los intereses económicos de la clase obrera, sino también por la perspectiva de un gobierno de los trabajadores. Construir tal organización política es la principal tarea de los socialistas en Estados Unidos. Pongamos manos a la obra.
Juan Cruz Ferre
Editor de Left Voice y columnista en La Izquierda Diario. Médico, actualmente vive en Estados Unidos y cursa Sociología en la City University of New York.