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Estados Unidos. Los trabajadores de Boeing tienen una posición estratégica para afectar la economía mundial

En su lucha, los trabajadores de la empresa Boeing en huelga -que integran la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales-, tienen un peso fundamental en la economía, tanto para los empresarios como para el Estado.

Miércoles 25 de septiembre 22:33

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Hace casi dos semanas que más de 33.000 trabajadores de Boeing en Washington y Oregón se declararon en huelga, paralizando una de las mayores empresas aeroespaciales del mundo. Desde entonces, Boeing ha perdido más de 500 millones de dólares y sigue perdiendo millones cada día. Gracias en gran parte a una serie de terribles decisiones, la empresa no parece estar preparada para capear una larga huelga, pero la lucha en Boeing tiene también importantes implicaciones internacionales. Boeing, después de todo, es el mayor exportador de Estados Unidos por valor en dólares, el mayor proveedor de aviones comerciales de Estados Unidos y uno de los principales fabricantes de las armas que Israel está utilizando tanto en su genocidio en Gaza como en su guerra contra Líbano. También es un punto de estrangulamiento clave en una cadena de suministro mundial mucho mayor y aún vulnerable que se extiende por todo el planeta.

Todo esto significa que los trabajadores de Boeing tienen actualmente un nivel de influencia y poder que excede con creces el impacto inmediato en los resultados de la empresa. El sindicato no sólo tiene la oportunidad de recuperar las importantes conquistas sindicales que supieron imponerle a la empresa durante años de neoliberalismo, sino que también tiene la oportunidad de ponerle palos en la rueda a la propia maquinaria imperialista.

En el capitalismo, la clase trabajadora siempre tiene un poder estratégico clave. Esto se debe a que la fuente de todo valor y de toda ganancia es, en última instancia, la explotación del trabajo, que nuestros jefes nos chupan como vampiros. Somos nosotros quienes cocinamos las hamburguesas, conducimos los autobuses, soldamos los fuselajes de los aviones, damos las clases... y así sucesivamente. Cuando hacemos huelga, eliminamos ese poder y comenzamos a frenar el flujo de ganancias que genera nuestro trabajo.

Pero los trabajadores de Boeing en particular están en huelga en un importante nexo estratégico de la economía global. Se trata de un “cuello de botella” y aplicar la fuerza en ese punto corta enormes flujos de ganancias a través del sistema.

Para ver cuánta influencia tienen en sus manos estos 33.000 trabajadores, es útil pensar en términos de círculos concéntricos: la economía de Boeing, su lugar en la economía estadounidense y luego su lugar en la economía global.

Una crisis creada por la propia Boeing

Cualquiera que sea el día que estés viviendo, no es tan malo como el del director ejecutivo de Boeing. Esa es una buena noticia para la clase trabajadora, y no solo en este país.

En primer lugar, Boeing se encuentra en medio de una importante crisis de confianza de los consumidores y los inversores.

No sólo está enormemente endeudada, sino que desde hace meses todos los periódicos importantes del mundo han estado informando sobre un desastre de Boeing tras otro, destacando cómo Boeing, una y otra vez, ha puesto las ganancias por encima de la seguridad de sus trabajadores y usuarios. En enero, por ejemplo, una puerta de salida de emergencia explotó en pleno vuelo en uno de sus aviones, lo que provocó una pérdida de presión en la cabina que podría haber sido catastrófica. Era un 737 MAX 9, producido en la planta de Renton en las afueras de Seattle, uno de sus modelos más nuevos.

Esto no fue nada más que un punto en el radar

En 2018 y 2019, dos aviones se estrellaron y murieron todas las personas a bordo. El pasado mes de julio, los directivos de la compañía se declararon culpables de fraude criminal en esos casos. Mientras tanto, los problemas con la cápsula espacial Boeing Starliner han dejado a dos astronautas varados en la Estación Espacial Internacional durante meses. Estos astronautas no podrán regresar a casa hasta febrero.

En total, Boeing ya ha perdido alrededor de 1.400 millones de dólares en los últimos tres meses. Tiene una deuda de 58.000 millones de dólares. Y ahora hay una huelga.

En otras palabras, el sindicato tiene una enorme influencia sobre el jefe: Boeing simplemente no puede permitirse esta huelga. Si esta huelga se parece en algo a la última de 2008, se enfrentan al riesgo de perder unos 100 millones de dólares en ingresos por día hasta que se resuelva el conflicto y los trabajadores regresen a las líneas de producción.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Para entenderlo, tenemos que echar un vistazo a las últimas dos décadas de Boeing.

En primer lugar, conviene recordar que en 2004, durante la gestión del entonces presidente George W. Bush, la Administración Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés. NdT.) decidió que Boeing podía regular su propia producción. En otras palabras, no estaría regulada por un organismo externo. Esto ayuda a explicar por qué Boeing pudo recortar gastos de forma tan agresiva en la fabricación de sus aviones, para maximizar su producción y sus beneficios.

Los problemas de este sistema de autorregulación quedaron claros cuando un denunciante se presentó para detallar los numerosos errores y problemas de seguridad que la empresa estaba ignorando. Este denunciante informaba exclusivamente sobre la producción del 787 en Renton, pero la falta de supervisión externa significa que probablemente podamos asumir que este tipo de procedimientos de “reducción de costos” también son comunes en la fabricación de otros aviones. Por ejemplo, Fortune informó que “los ingenieros que construyeron los aviones 777” también fueron “’presionados para pasar por alto problemas (...)". La denuncia alega que estos defectos "generalmente no son detectables mediante inspección visual [y] podrían en última instancia causar una falla prematura por fatiga sin previo aviso”.

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Otro punto clave de este modelo de producción son los intentos de la compañía de socavar al sindicato. Justo después de que se firmara el último contrato con la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales (IAM por sus siglas en inglés. NdT.) —en 2009— Boeing anunció que construiría su modelo más nuevo de aviones en Charleston, Carolina del Sur, lejos de la planta principal sindicalizada en las afueras de Seattle. La razón principal: los trabajadores allí, como tantos otros en el sur, no estarían sindicalizados. Eso, a su vez, significaba trabajadores más baratos cuyas horas y carga de trabajo podrían aumentarse sin ninguna protección por parte de un sindicato. La medida fue un golpe poderoso para la influencia de la IAM, haciendo surgir el espectro de que la compañía podría simplemente cerrar y trasladar la producción si el sindicato no cooperaba. Y lamentablemente el sindicato cooperó demasiado. La dirección de la IAM llegó a un acuerdo unos años después para dar enormes concesiones a los jefes, incluida la renuncia a la pensión garantizada, uno de los principales reclamos de esta huelga actual.

A raíz de estos intentos de socavar el poder del sindicato, los trabajadores sindicalizados se han enfrentado a una presión aún mayor por parte de Boeing para que aumenten la producción. En la planta de Washington, algunos aviones “pueden avanzar por la línea de producción con trabajo incompleto para mantener la velocidad”, informa Business Insider.

En declaraciones a los investigadores de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte en abril, otro empleado de la fábrica de Renton [Washington], que trabaja en la instalación de asientos, dijo que había problemas con la gestión del tiempo. "Hay que trabajar para evitarlo", dijo. "Así que si, por ejemplo, otra tripulación está retrasada, simplemente trabajaremos en el siguiente avión en el que tengamos que trabajar". Añadió que entre el 60% y el 70% de los aviones que pasan por su estación siguen esperando a que se realice otro trabajo. "Viajan piezas defectuosas constantemente. La línea tiene que seguir funcionando".

Sin embargo, Boeing no es muy original. Estas prácticas forman parte de una tendencia más amplia de producción “justo a tiempo” que ha sido un elemento clave del capitalismo durante las últimas décadas: reducir los tiempos de espera, aumentar la velocidad de los envíos, reducir el espacio de almacenamiento y acelerar la producción al máximo para aumentar las ganancias.

En otras palabras, las fallas catastróficas de los aviones de Boeing no son resultado de trabajadores perezosos, sino que son parte del sistema. Las puertas que se caen de los aviones son algo "normal".

Pero, como explica tan bien Kim Moody (activista e intelectual norteamericano. NdT.), lo que hace que este sistema de producción justo a tiempo sea tan rentable también hace que la empresa sea vulnerable. En On New Terrain, Moody dice:

La imagen general del contexto en el que la clase trabajadora estadounidense ha tomado forma desde principios de los años 80 comenzó siendo la de una producción descentralizada a través de la subcontratación, el aumento del trabajo precario y la experiencia de la fragmentación. Sin embargo, como suele ocurrir en la expansión de la acumulación de capital, la realidad de la competencia ha producido una tendencia opuesta en el aumento de la concentración y centralización del capital en casi todos los ámbitos de la producción de bienes y servicios. Como parte de este proceso, cada vez más aspectos de la producción están vinculados en cadenas de suministro "justo a tiempo" que han reproducido la vulnerabilidad de la que el capital intentaba escapar mediante métodos de producción ajustados y la deslocalización.

Cuando estas cadenas de suministro se rompen, cuando la producción se ralentiza, aunque sea un poco, puede tener efectos colaterales en toda la industria y, a menudo, en toda la economía. Por eso, esta huelga en particular y otras similares en otros grandes cuellos de botella de la industria manufacturera o del transporte marítimo, como los puertos, Amazon o los tres grandes fabricantes de automóviles, son tan poderosas. Pero estos trabajadores no sólo tienen influencia sobre sus jefes, sino que tienen una influencia significativa sobre la economía mundial en su conjunto.

Un punto de estrangulamiento en la economía global

Después de todo, Boeing no es una corporación más. Es un monopolio enorme y es prácticamente el único proveedor y fabricante importante de aviones comerciales de Estados Unidos.

Sus ingresos totales el año pasado fueron de unos asombrosos 77.800 millones de dólares (un 17% más que el año anterior). Aunque representa una pequeña porción del PIB total de Estados Unidos, Boeing es solo una parte de una cadena de producción mucho más grande que se extiende a toda la economía. Fabricar un avión, por ejemplo, también requiere fabricar vidrio, sillas de plástico, fuselajes, neumáticos de goma, microchips y pantallas electrónicas completas, etc. La huelga amenaza con interrumpir una larga cadena de suministro de bienes en la economía estadounidense, precisamente cuando parecía que las interrupciones de la cadena de suministro de la pandemia se estaban suavizando, y en un momento en que tanto Kamala Harris como Donald Trump prometen una economía "normal" restaurada para la clase dominante. Dado que Boeing es uno de los mayores proveedores de aviones comerciales a las aerolíneas estadounidenses, también amenaza con perturbar la industria aérea, lo que lleva a costos de consumo potencialmente más altos, es decir, inflación, que ha contribuido significativamente a las luchas laborales, particularmente entre los trabajadores organizados, que hemos visto desde el final de la pandemia.

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En otras palabras, esta huelga no sólo ejerce influencia sobre los resultados de Boeing, sino que los trabajadores tienen en sus manos una parte importante de la producción económica general de Estados Unidos. Todo esto da una idea de la influencia que tiene el sindicato IAM en este momento.

Y no es sólo en Estados Unidos donde Boeing tiene tanto peso económico. Como mayor exportador de Estados Unidos, se sitúa en el centro de su agenda imperial. Su principal competidor en el mundo es AirBus y juntos -como duopolio global- acaparan la inmensa mayoría de la economía mundial de la aviación. Sin embargo, con un Boeing tambaleante, el problema no es sólo que AirBus adquiera más cuota de mercado, desplazando cada vez más a Boeing del mercado. El problema son las maniobras imperialistas de Estados Unidos contra China. Como símbolo del liderazgo tecnológico de Estados Unidos, el calamitoso estado del proceso de producción de Boeing, los escándalos de seguridad y los accidentes, son una muestra más de la decadencia del imperialismo estadounidense.

Tanto Trump como Biden han hecho de los intentos de maniobrar contra China un aspecto central de sus administraciones. En este sentido, han continuado un legado mucho más largo, que incluye el “pivote” de Obama hacia Asia para tratar de contener a China. Cuando Biden presentó su plan “Build Back Better” ("Reconstruir Mejor". NdT.) para reconstruir la infraestructura de Estados Unidos, un objetivo clave era preparar a Estados Unidos para competir con China. Sin embargo, tal como están las cosas, la economía china ya es líder en un área clave: los vehículos eléctricos. Están inundando los mercados del mundo con sus modelos, y Estados Unidos tiene dificultades para responder. Ahora bien, el peligro para el plan de contener económicamente a China es que, con un Boeing en dificultades, China podría comercializar mejor sus propios aviones en el extranjero.

Pero Boeing no sólo fabrica aviones, también fabrica armas, y muchas. Es la cuarta mayor empresa armamentística del mundo, y la fabricación de armas representa el 44% de sus ingresos totales. Y en los últimos años también ha sido el mayor productor de armas para el Estado de Israel, alimentando el genocidio que aún continúa, que ha trastocado por completo las vidas de millones de personas y ya ha provocado la muerte de más de 40.000 habitantes de Gaza.

En este sentido, el impacto global de una huelga prolongada en Boeing no sólo amenaza las ganancias capitalistas, sino que también amenaza directamente el poder de fuego imperialista de Estados Unidos.

No es extraño entonces que los principales actores del Estado ya hayan enviado mediadores federales para resolver la huelga lo antes posible. Aunque la dirección sindical de la IAM considera que esa mediación les favorece, las bases no deberían depositar ninguna confianza en el Estado norteamericano ni en la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB por sus siglas en inglés. NdT.) para que representen sus intereses o los intereses más amplios de la clase trabajadora en general. No nos equivoquemos, los mediadores federales no están ahí para los trabajadores, sino que forman parte de un esfuerzo por mantener las ruedas del imperialismo bien engrasadas y funcionando sin problemas. Pero las bases tienen la oportunidad de tomar esta huelga en sus propias manos y, junto con la clase trabajadora en general, utilizar su influencia para construir una lucha tanto contra el patrón como contra el Estado imperialista.

Boeing ataca Gaza

Aunque los trabajadores actualmente en huelga en Boeing están centrados principalmente en su lucha contractual, la huelga —como explicamos más arriba— tiene el poder de perturbar no sólo a Boeing sino también a la economía estadounidense en general, e incluso a la economía mundial.

Esa influencia es un arma crucial para revertir una larga historia de concesiones a los patrones que llevaron, entre otras cosas, a la eliminación de las pensiones de IAM.

Pero hay mucho más en juego, y no menos importante es nuestra propia seguridad.

Ya hemos señalado que Boeing es un duopolio y el único fabricante estadounidense de aviones comerciales. No sólo ha estado recortando gastos, sino que los ha reducido drásticamente. Las puertas de los aviones se están cayendo; los directivos de la empresa ya se han declarado culpables de fraude criminal en accidentes mortales. En otras palabras, la lucha contra la IAM no se limita a conseguir mejores condiciones y salarios; se trata de la seguridad y la integridad de los aviones en los que tantos de nosotros tenemos que volar.

Sin embargo, en medio de un genocidio que está siendo financiado íntegramente por los Estados Unidos, con armas fabricadas por la misma empresa contra la que luchan estos trabajadores, también están en una posición única para ir más allá, para tomar una postura contra ese genocidio y para exigir el fin de todos los envíos de armas y ayuda a Israel. Esta es una demanda enormemente popular entre la clase trabajadora de los Estados Unidos, podría generar un gran apoyo para la huelga, al mismo tiempo que afirmaría la hegemonía de la clase trabajadora, mostrando cómo pueden luchar por causas profundamente sentidas en nuestra sociedad.

Ya conocemos la vieja historia: Biden, Harris y los demócratas hacen un gesto vago ante la idea de detener la matanza, mientras siguen enviando armas, balas, bombas y dinero en efectivo. El director ejecutivo de Boeing y sus accionistas están sacando provecho de ello. Habrá que poner fin a la brutalidad ahora, y los trabajadores lo pueden hacer debido a que se encuentran en los puntos de estrangulamiento de la economía mundial.

En otras palabras, al asumir la lucha por Gaza, los trabajadores en las líneas de piquetes de Boeing tienen la oportunidad de unirse a una de las partes más militantes y dinámicas de la lucha de clases reciente en los Estados Unidos. Esto generaría un apoyo más amplio y militante para la huelga.

Y esto no es sólo una quimera. Es algo que ya han asumido varios sindicatos, entre ellos la Asociación de Auxiliares de Vuelo (AFA), el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU), la Asociación Nacional de Educación (NEA) y el Sindicato Unido de Trabajadores Automotrices (UAW). Si bien las burocracias de estos sindicatos no han hecho mucho más que emitir declaraciones, la demanda, en parte gracias a estos esfuerzos, se ha vuelto más común.

De hecho, el propio Consejo Ejecutivo del IAM ya pidió un alto el fuego en marzo de este año.

En la nublada Seattle, vemos a miles de trabajadores en piquetes que tienen el poder de poner trabas a la economía local, al flujo global de ganancias y a la maquinaria de guerra imperialista, para lograr sus demandas y hacer lo que piden sus líderes sindicales y los líderes sindicales de todo el país. Desde fuera parece claro que los líderes sindicales no tienen mucho interés en hacer realidad su propio llamamiento a un alto el fuego. En otras palabras, los trabajadores tienen una gran influencia, pero para utilizarla plenamente, tiene que surgir de las propias bases.

Y más aún, las bases de la IAM se enfrentan a una oportunidad de sentar un precedente que todo el movimiento obrero debería seguir. Hemos visto a muchos de nuestros sindicatos en Estados Unidos ofrecer buenas palabras -y poca acción- contra el genocidio. Tomar una postura ahora, utilizando la huelga para luchar contra el envío de bombas a Israel, podría ser la inspiración que otras bases necesitan para unirse a la lucha con sus propias huelgas: para convertir las palabras en acción.

La lucha de la IAM también es nuestra, pertenece a toda la clase trabajadora. Es una parte poderosa de la lucha con uñas y dientes para revertir la prolongada decadencia del poder y las condiciones de los trabajadores en la era neoliberal.

Los piquetes de Boeing están a la vanguardia de esa lucha hoy, pero la lucha de la IAM también está a la vanguardia de la lucha de la clase trabajadora en este momento, es una gran oportunidad para interrumpir la matanza imperialista que Estados Unidos exporta también.