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“Los trabajadores inventaron un concepto para la transformación socialista”

100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN ALEMANA: ENTREVISTA A RALF HOFFROGGE

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Fotomontaje: Juan Atacho sobre fotografía del Congreso de los Consejos de Trabajadores y Soldados, Berlín 1918, discurso de apertura de Richard Müller.

“Los trabajadores inventaron un concepto para la transformación socialista”

Guillermo Iturbide

Ideas de Izquierda

El 9 de noviembre de 1918 comenzaba la revolución en Alemania. Conversamos con el investigador Ralf Hoffrogge sobre el rol que tuvieron los “Delegados Revolucionarios”.

El día 9 de este mes, la llamada “Revolución de Noviembre” de 1918 estará cumpliendo su centenario. Sin embargo, ocultada deliberadamente por la celebración del evento de la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), hay una intención oficial de intentar borrar de la memoria la primera revolución obrera moderna de la historia en un país occidental avanzado.

Sin embargo, en su época, este evento fue cardinal. Lenin llegó a decir que la III Internacional verdaderamente se fundó con el congreso inaugural del Partido Comunista alemán, en vísperas del comienzo de la guerra civil germana, dos meses antes del primer congreso comunista mundial. Los bolcheviques veían, en una Rusia y Alemania soviéticas unidas, un baluarte invencible de la revolución.

No obstante, esta expectativa no se materializó. Entre noviembre de 1918 y los primeros días de enero de 1919 se desarrolló la primera etapa de la revolución, que fue seguida por una sangrienta guerra civil que se extendió hasta mediados de 1919, desarrollándose fuertes combates e insurrecciones en distintos tiempos en todos los rincones del país, que fueron derrotados a sangre y fuego en forma escalonada uno detrás de otro. La vanguardia obrera y sus organizaciones de la extrema izquierda fueron débiles y superadas por los acontecimientos. La socialdemocracia, actuando como “partido del orden”, llegó al gobierno y combinó la represión y asesinato de figuras y dirigentes revolucionarios, los principales de ellos Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, amén de muchos otros, junto con concesiones democráticas. La Revolución alemana y sus conclusiones recorrerían los principales debates del movimiento obrero internacional a comienzos de la década de 1920.

Empezando con la conmemoración del centenario a lo largo de los próximos meses, conversamos con Ralf Hoffrogge (1980, Alemania), historiador e investigador miembro del Instituto de los movimientos sociales de la Universidad del Ruhr en Bochum y del comité de redacción de la revista de estudios sobre el movimiento obrero Arbeit-Bewegung-Geschichte. La segunda edición en alemán de su obra Richard Müller, el hombre detrás de la Revolución de Noviembre [1] se publicó hace pocos meses, una biografía de uno de los principales dirigentes de los eventos de hace 100 años, presidente del Consejo ejecutivo de los consejos obreros de Berlín y (hasta el 16 de diciembre de 1918) de toda Alemania.

Dentro de la izquierda hay muy variadas visiones sobre la revolución, tanto desde la socialdemocracia; desde el viejo estalinismo (particularmente los historiadores –mal– autodenominados “marxistas-leninistas” de la antigua Alemania Oriental) así como también desde una cierta visión “renovada” relacionada con el actual partido Die Linke; desde la tradición del “comunismo de izquierda” o “antibolchevique” (es decir, la relacionada con el antiguo KAPD, o Partido Comunista Obrero de Alemania); y también visiones desde el trotskismo (sobre estas últimas iremos presentando varios trabajos en Ideas de Izquierda y La Izquierda Diario así como, próximamente, publicaremos el monumental trabajo de Pierre Broué). En las distintas visiones, el acento está puesto en el papel que jugó cada corriente, entre las que actuaron en 1918-19 y que son precursoras de las historiografías posteriores. Aquí, Ralf Hoffrogge nos presenta otra interpretación, que no se asimila a las anteriormente mencionadas, centrada en el papel de la tendencia conocida como los “Delegados Revolucionarios” (cuyo dirigente era Richard Müller).

En tu libro sobre Richard Müller planteás que las historias de la revolución alemana de 1918/19 escritas por autores locales han estado mayormente dominadas por los relatos canónicos de la Guerra Fría, particularmente las agendas historiográficas tanto de la antigua Alemania Oriental como de la Occidental. ¿Podrías empezar contándonos sobre esos relatos dominantes y en qué se diferencia tu visión?

En Alemania, el legado de su movimiento obrero estuvo disputado entre la República Federal en el Oeste y la República Democrática Alemana en el Este. Tanto el SED [Partido de Unidad Socialista], que gobernó en Alemania Oriental, como los socialdemócratas, el partido de oposición masivo de Alemania Occidental, tenían sus versiones de la historia: muchos historiadores pertenecían a esas organizaciones.

Por supuesto, en el Oeste existía una libertad de expresión fundamentalmente diferente que no existía en Alemania del Este pero, sin embargo, evolucionaron relatos paralelos: en 1918, fueron los partidos los que hicieron la historia; la división entre el comunismo y la socialdemocracia fue el resultado principal de la revolución. Hubo algunas investigaciones sobre los socialistas independientes, el USPD [Partido Socialdemócrata Independiente] que formó un término medio entre comunistas y socialistas en el lapso que va de 1917 a 1922. También hubo investigaciones muy interesantes sobre el movimiento de los consejos obreros y los sindicatos; pero, no obstante, lo que dominó la escena fue la investigación sobre la formación de los partidos. Esto implicó que, a menudo, se perdía de vista la parte original e interesante de la Revolución alemana, la radicalización de los soldados y los trabajadores en las fábricas. Mi tesis es que esta radicalización es crucial: sin la evolución de una red independiente contra la guerra dentro del sindicalismo alemán, especialmente dentro del sindicato metalúrgico, la revolución se hubiera visto muy diferente. Por lo tanto, lo que traté de hacer es utilizar la biografía de un obrero metalúrgico, Richard Müller, para arrojar una luz nueva sobre esta “revolución en las fábricas”.

Tu libro destaca una corriente política que fue casi soslayada o descuidada en esos antiguos relatos, la de los “Delegados Sindicales Revolucionarios” (Revolutionäre Obleute) y su principal representante, Richard Müller. ¿Podrías contarnos cuáles fueron las distintas corrientes en que se dividió el socialismo alemán entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial y la revolución de 1918 –entre ellos, la de los Delegados Revolucionarios–, quiénes fueron sus líderes, sus diferentes puntos de vista y su respectiva influencia?

En agosto de 1914, muchos socialistas se sorprendieron por la decisión del Partido Socialdemócrata (SPD) de apoyar la guerra del Kaiser. Pero la resistencia fue baja y hubo pocas protestas abiertas después de que se tomó la decisión e incluso Karl Liebknecht, quien votó a favor de los créditos de guerra en agosto de 1914, todavía se sentía obligado a respetar la disciplina partidaria. Liebknecht rompió con esa disciplina recién en diciembre y se negó a votar por nuevos créditos de guerra. Esta fue la primera señal de desunión dentro del SPD. Alrededor de Liebknecht y Rosa Luxemburg se formó el Gruppe Internationale, más tarde conocido como “Liga Espartaco” [Spartacusbund], la izquierda marxista radical de los socialdemócratas. Pero lo notable es que la guerra tampoco fue popular en el ala del centro moderado como Kautsky, e incluso entre los revisionistas como Eduard Bernstein. Por lo tanto, en 1917, el SPD se dividió en líneas desiguales: los “Socialdemócratas Independientes” (USPD) incluían tanto a los espartaquistas como a los centristas, los revisionistas. También, aparte, existía una corriente conocida como la “Izquierda radical de Bremen” [2], que eran discípulos de Anton Pannekoek y Karl Radek, ambos personajes importantes para la evolución posterior del comunismo consejista. [3]

Pero el USPD también incluía una red de dirigentes sindicales: aquí es donde entra en escena Richard Müller. Era un obrero tornero que trabajaba en la industria de la guerra. Müller no era un político de partido, aunque fue miembro del SPD y más tarde del USPD. Era delegado dentro del sindicato socialista de metalúrgicos Deutscher Metallarbeiter-Verband (DMV). No era un funcionario a tiempo completo en su sindicato, su tarea era organizar el taller. Al comienzo, Müller y sus colaboradores no se opusieron a la guerra. Pero cuando las condiciones de vida para la población trabajadora de Berlín empeoraron, y su sindicato se opuso a la huelga, organizó huelgas salvajes con otros delegados sindicales.

Ya antes de 1914, Müller era el representante de todos los torneros de Berlín, alrededor de 9.000 trabajadores. Esto implicaba que tenía una red preexistente en las fábricas. Müller sumó a otros a esta red, como Emil Barth, representante de los plomeros de Berlín dentro del sindicato metalúrgico. Es interesante que Müller y su red nunca publicaron ni un solo volante antes de 1918. Para las tareas de agitación confiaban en el USPD y en los espartaquistas, mientras ellos se concentraban en organizar dentro de las fábricas, trabajando solo por medio de la propaganda de boca en boca. El resultado fue una mezcla interesante de organización, al mismo tiempo, de vanguardia y de base. Por un lado, los Delegados Revolucionarios formaron una red de conspiración muy unida donde no podía entrar ningún espía de la policía. Pero, por otro lado, tenían una gran base en las fábricas. En pocas palabras, los Delegados expresaron una división vertical dentro del sindicato de trabajadores metalúrgicos: se separaron la base y partes importantes de los miembros voluntarios. Los funcionarios y los aparatos perdieron el control de las cosas: su política anti-huelgas se desgastó. Müller y sus redes pudieron organizar tres huelgas masivas en 1916, 1917 y enero de 1918. La cuarta huelga masiva se convirtió en una revolución: estalló el 9 de noviembre de 1918.

Luego de la primera etapa de la revolución, entre noviembre y diciembre de 1918, tuvo lugar la de la guerra civil, destacándose los llamados “levantamientos espartaquistas” (Spartacusaufstände) de enero y luego marzo de 1919 ¿Podrías contarnos en qué consistieron?

Yo diría que el término "levantamiento espartaquista”, tanto para enero como para marzo de 1919, es incorrecto. Es poco conocido que más de la mitad de los dirigentes del levantamiento de enero de 1919 pertenecieron a la red de los Delegados Revolucionarios. Müller –al igual que Rosa Luxemburg en un comienzo– se opuso al levantamiento porque pensaba que era prematuro; Rosa Luxemburg luego cambió de opinión, pero no así Müller. Sin embargo, la mayoría de los insurgentes e incluso la dirección de ese levantamiento pertenecían al USPD, no a Espartaco, como la prensa todavía llamaba al recién formado Partido Comunista. No obstante, el mito de que todo estuvo dominado por los espartaquistas resultaba conveniente: los socialdemócratas podían usarlo para denunciar a los radicales, la derecha política hacía lo mismo, y más tarde los historiadores marxistas-leninistas usaron el término para demostrar que las revueltas estuvieron dirigidas por los comunistas. En realidad, no fue así. Fueron el resultado de otra ola de radicalización: los trabajadores, descontentos con el incumplimiento de la prometida socialización de las industrias clave, exigían un cambio político: en enero, esto llevó a una huelga y a un levantamiento, en marzo de 1919 fue una gran huelga general. Yo diría que los eventos de marzo de 1919 fueron más importantes, ya que no estuvieron restringidos al área de Berlín. En realidad, fueron las huelgas de marzo de 1919 las que lograron conseguir que, al menos, los comités de empresa fueran incluidos en la Constitución de Weimar. Todavía existen en Alemania, no en forma de control de la industria, sino como una representación sindical mínima que los patrones no pueden remover tan fácilmente [4].

Lo distintivo de tu libro es el énfasis en las tendencias de los trabajadores hacia la autoorganización y el papel de los consejos obreros. ¿Podrías decirnos cómo se formó en Berlín el Consejo Ejecutivo de los Consejos de Trabajadores y Soldados (Vollzugsrat der Arbeiter-und Soldatenräte)?

El Vollzugsrat se formó en una asamblea en una sala de circo en Berlín el 10 de noviembre de 1918, un día después de la Revolución. Los Delegados Revolucionarios dominaban esta reunión, gracias a la credibilidad que se ganaron como dirigentes de las huelgas desde 1916 y especialmente en la huelga general de enero de 1918. Los Delegados pretendían formar un gobierno de los consejos obreros sin la fracción pro-guerra de los socialdemócratas, pero las masas no estaban de acuerdo con esto: exigían la unidad de la clase trabajadora. Este es un impulso interesante: los trabajadores socialdemócratas y sindicalizados estaban acostumbrados a un partido que representaba todos sus intereses; querían sanear la división que había ocurrido en 1917. Los soldados, la mayoría de ellos recientemente arrastrados a la política, también querían incluir ambos partidos socialdemócratas. Entonces, la asamblea acordó la paridad: el Vollzugsrat (Consejo Ejecutivo) se formó incluyendo tanto a soldados como a trabajadores, donde cada sección, a su vez, estaba dividida en una fracción del USPD y otra del SPD.

Lo mismo ocurrió con el Consejo de Comisarios del Pueblo (Rat der Volksbeauftragten) [5], que era más pequeño pero más importante. Este era un consejo de seis miembros, tres del USPD y tres del SPD, donde su figura más prominente era Friedrich Ebert. La relación entre ambos era como entre el Senado y el Gobierno: el Consejo Ejecutivo de los Consejos de Obreros y Soldados era más grande y, en teoría, “controlaría” a los comisarios del pueblo que asumían el papel de gobierno. Pero, de hecho, el Consejo Ejecutivo pronto fue expulsado por el gobierno de los comisarios del pueblo: en diciembre de 1918, simplemente pasaron a llamarse a sí mismos como Reichsregierung [Gobierno del Imperio] [6] asumiendo el título del anterior gobierno y abandonando el de un consejo de trabajadores. Richard Müller, quien era el jefe del Consejo Ejecutivo, no pudo hacer mucho. Él y sus compañeros del Consejo tuvieron que ver cómo perdían el poder porque el Vollzugsrat estaba bloqueado por amargas disputas entre el USPD y el SPD.

¿Cómo fue el “doble poder” a nivel estatal y también a nivel de los lugares de trabajo, como entre los consejos y los sindicatos, y cuál era el punto de vista de Müller? ¿Cuáles fueron los debates sobre la “socialización” de la economía y el poder de los trabajadores en las empresas?

A diferencia de Rusia, el doble poder en Alemania fue efímero y frágil. El poder de los consejos en las fábricas, pero también en la administración municipal, a menudo se usaba como un “control” en el sentido de “supervisión”, no en el sentido de tomar el poder y tener responsabilidad por él. Nunca logró hacer pie en la organización de la vida cotidiana, ni en las fábricas ni en la vida civil. Hubo socializaciones y tomas de fábricas, pero muchos trabajadores tendían a no perturbar los antiguos sistemas de producción, distribución y administración porque tenían miedo a la escasez de alimentos. Este temor fue explotado con fuerza tanto por el SPD como por los periódicos burgueses que todavía existían; el papel de los medios de comunicación en 1918 sigue siendo un campo de investigación subestimado. El resultado fue que la primera convención nacional de consejos, del 16 al 20 de diciembre de 1918, decidió que se eligiera una Asamblea Nacional [una Asamblea Constituyente, N. del E.] en lugar de formalizar el improvisado sistema de los consejos obreros. Para la izquierda, esto fue una tragedia; Richard Müller lo llamó “un suicidio”. Como historiador, se podría decir que el poder de los consejos terminó aquí, después de solo cinco semanas. De todas formas, los consejos duraron más tiempo e intentaron revertir el equilibrio de poder varias veces: se mencionaron las huelgas de enero de 1919 y marzo de 1919. Pero estos intentos fracasaron.

¿Cuáles fueron las diferencias entre Müller y los Delegados Revolucionarios por un lado, y los espartaquistas por el otro, y cuál fue el punto de vista del primero durante los días decisivos de enero de 1919?

Durante la guerra, los Delegados Revolucionarios siempre tuvieron cuidado de estar en sintonía con las masas. Nunca trataron de movilizarse para actuar si sentían que la mayoría de sus colegas no los seguirían: esta era su herencia sindicalista, una estrategia de radicalización cuidadosa y gradual. En cambio, Espartaco quería movilizarse de la forma más confrontativa posible, calculando que la violencia policial e incluso las bajas aumentarían la ira de las masas. Eventualmente, fueron los Delegados Revolucionarios los que tuvieron éxito en la organización de huelgas: los espartaquistas solo tuvieron bastiones locales en la industria. Pero dominaban en el campo de la agitación: sus Cartas de Espartaco [Spartacusbriefe] fueron una de las publicaciones más influyentes contra la guerra.

En enero de 1919, este conflicto estuvo presente nuevamente. Müller, en este punto, se pronunció en contra del levantamiento armado. Como se dijo, temía una explosión aislada y prematura en Berlín sin el apoyo de otras ciudades. Finalmente, eso fue exactamente lo que sucedió: la huelga general en Berlín atrajo a varios cientos de miles de trabajadores, pero el levantamiento armado a solo un centenar. La mayoría de los trabajadores y soldados no querían una guerra civil; ¡recién habían comenzado una revolución para terminar la guerra! Sin embargo, la mitad de la dirección de los Delegados Revolucionarios se sumó al levantamiento. Esta división fue el final del grupo. Los Delegados Revolucionarios siguieron existiendo como una red después, pero no formarían ningún tipo de dirección alternativa como sí lo habían hecho entre 1916 y 1918. Mientras que los Delegados Revolucionarios fueron la fuerza predominante durante la guerra, en 1919 el recién nacido Partido Comunista, anteriormente Liga Espartaco, asumiría el papel de dirección de las corrientes más radicales dentro de la Revolución alemana.

¿Cómo retrocedieron los consejos de trabajadores durante 1919 y cuál fue la política del gobierno socialdemócrata para tratar de limitar sus poderes y neutralizarlos, para así poner fin al “doble poder”?

Como decía antes, el doble poder fue frágil en principio. Creo que la agitación de que las tomas de fábricas y las “socializaciones” salvajes, etc., causarían hambre e inanición fue el elemento disuasivo más eficaz. Se puede ver en las decisiones de la convención nacional de los consejos en diciembre de 1918: votaron a favor de una Asamblea Nacional, pero al mismo tiempo exigían la socialización de la industria. La expectativa detrás de esta contradicción era que el nuevo gobierno socializaría y que los consejos, por lo tanto, no necesitaban tomar todo el poder, así que no lo hicieron. De hecho, el gobierno socialdemócrata prometió la socialización, pero nunca actuó en consecuencia. En marzo de 1919, hubo una creciente insatisfacción y un último intento de imponer la socialización: huelgas generales en Berlín, la cuenca del Ruhr y la región de Halle-Leipzig. Pero ya era demasiado tarde: muchos consejos territoriales ya se habían disuelto, los consejos de soldados habían desaparecido con la desmovilización del ejército y la mayoría de los consejos de fábrica se ocupaban de las luchas salariales y los asuntos de las fábricas. Hay un dicho de ese momento de planteaba que la revolución se terminó “reduciendo a una lucha salarial gigante”; esto es verdad hasta cierto punto. La estrategia de mantener a los trabajadores ocupados con los conflictos locales y aplazar las demandas más importantes, como la socialización por medio de comités, finalmente triunfó. Y donde esta estrategia no funcionó, se utilizó la pura violencia: los paramilitares Freikorps suprimieron todos los intentos de una “segunda revolución”, como la huelga de 1919, pero también las efímeras repúblicas de los consejos de Bremen y Baviera.

Por último, ¿por qué es importante hoy un enfoque de la Revolución alemana desde la perspectiva de los consejos obreros?

Creo que es importante para tener una visión de cómo funciona el activismo político en la fábrica. No se puede explicar lo que sucedió en Alemania en 1918 si solo miramos a la política partidaria, como lo han hecho con demasiada frecuencia la historiografía socialdemócrata y marxista-leninista. Estudiar a los consejos, con sus logros y sus deficiencias, nos ayuda a cuestionar las ideas todavía populares sobre “el” partido de vanguardia que solo debe lanzar las consignas correctas para “activar” a masas que simplemente están esperando quién las dirija. De hecho, la innovación radical de 1918 fue que las masas realmente se autoorganizaron. Los consejos no evolucionaron a partir de una teoría ni se tomaron sin más del ejemplo soviético. El movimiento alemán de los consejos nació a partir de una necesidad cotidiana: expresar el descontento que no estaba representado dentro del sistema político, donde los trabajadores radicalizaron las tácticas utilizadas en las huelgas de la época anterior a la guerra para adoptar una nueva forma: la dirección de las huelgas se transformó en consejos. Sin intención previa, los trabajadores inventaron un concepto para la transformación socialista.


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NOTAS AL PIE

[1Richard Müller, der Mann hinter der Novemberrevolution, Berlín, Karl Dietz Verlag, 2018. Edición en inglés: R. Hoffrogge, Working-Class Politics in the German Revolution: Richard Müller, the Revolutionary Shop Stewards and the Origins of the Council Movement, Chicago, Haymarket, 2015. En francés: R. Hoffrogge, Richard Müller. L’homme de la révolution de novembre 1918, París, Les nuits rouges, 2018. También, entre sus trabajos, está Werner Scholem, eine politische Biografie (1895-1940), Konstanz, UVK Verlag, 2014, publicado en estos días también en inglés como A Jewish Communist in the Weimar Republic. The Life of Werner Scholem (Chicago, Haymarket, 2018).

[2Llamados así por tener su bastión en la ciudad noroccidental de Bremen. Su nombre oficial era Internationale Kommunisten Deutschlands (Comunistas Internacionales de Alemania) y rompieron con la socialdemocracia ya en 1915. Antes de la revolución alemana, los bolcheviques rusos tuvieron una relación más cercana con ellos que con los espartaquistas, particularmente a través de dirigentes como Bujarin, que escribían en sus publicaciones.

[3"Comunismo consejista" es otra de las denominaciones de la tradición del KAPD, ruptura ultraizquierdista con el Partido Comunista alemán que se remonta a fines de 1919 y que existiría durante la República de Weimar.

[4Hoffrogge se refiere a dos tipos de representación obrera, sobre los cuales habla en su libro. Primero se trata de los consejos obreros (Arbeiterräte), que tenían funciones tanto políticas como económicas y que formaban un doble poder a nivel de todo el país, como un potencial desafío al Estado capitalista, y también dentro de las fábricas, opuestos a la burocracia de los sindicatos. Los consejos de empresa de los que habla aquí (Betriebsräte) surgen a partir de la limitación de los poderes de los consejos obreros y con esa forma fueron incorporados a la Constitución surgida a partir de la Asamblea Nacional de Weimar. En la Alemania actual, los consejos de empresa son, a grandes rasgos, el equivalente de lo que en Argentina son las comisiones internas.

[5Una imitación deliberada del nombre del gobierno de la República Soviética Rusa.

[6El 29 de diciembre de 1918 los miembros del gobierno pertenecientes al USPD renuncian, en protesta por la ofensiva y las persecuciones que las divisiones militares leales al SPD y la derecha llevaban a cabo contra las unidades militares revolucionarias. A partir de allí es que el gobierno cambia de nombre.
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Guillermo Iturbide

(La Plata, 1976) Es licenciado en Comunicación Social (FPyCS-UNLP). Compiló, tradujo y prologó Rosa Luxemburg, "Socialismo o barbarie" (2021) y AA.VV., "Marxistas en la Primera Guerra Mundial" (2014). Participa en la traducción y edición de las Obras Escogidas de León Trotsky de Ediciones IPS. Es trabajador nodocente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997.