A 105 años de la Reforma del ‘18, conversamos con Luca Bonfante, consejero estudiantil de Filosofía y Letras (UBA) e integrante de En Clave Roja, sobre su legado, los proyectos y modelos universitarios en disputa y la actualidad del movimiento estudiantil.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Lunes 19 de junio de 2023 00:10
“Si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección” (Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria, junio 1918). Con estas palabras, en estos términos se hacía escuchar el movimiento estudiantil que protagonizó la Reforma Universitaria y daba pelea por un proyecto de Universidad que abriera las puertas del conocimiento a las grandes mayorías. A 105 años de aquellas jornadas, conversamos con Luca Bonfante, consejero estudiantil de Filosofía y Letras (UBA) e integrante de En Clave Roja, sobre el legado de la Reforma, los proyectos y modelos universitarios en disputa y la actualidad del movimiento estudiantil.
Como todo suceso transformador, la Reforma ha sido interpretada de diferentes maneras. Brevemente, ¿cómo definirías o qué fue la Reforma?
Luca Bonfante: La Reforma universitaria del ‘18 a mi modo de ver es uno de los hechos fundacionales del movimiento estudiantil argentino y latinoamericano. Luego de esa irrupción los estudiantes (no como individuos sueltos sino como movimiento) ganamos un lugar como actores de la política nacional y eso aún se mantiene (a pesar de las burocracias que conducen gran parte de las federaciones y centros de estudiantes). Eso se pudo lograr en gran parte porque las demandas de carácter académico vinieron acompañadas de profundos cuestionamientos al conjunto de la sociedad. En las primeras décadas del siglo XX por ejemplo en carreras como en Filosofía se seguían estudiando “los deberes para con los siervos”, como en el medioevo, todo esto conducido por una casta vitalicia, fuertemente dogmática y tradicionalista. Sin embargo la pelea contra esa casta también tomó un fuerte contenido de clase, porque la sociedad se divide en clases, no en claustros. Hay una frase del Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria que para mí grafica muy bien ese grado de radicalización en las ideas: “Si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección”. Frases como esa para mi tiran por la borda cualquier tipo de análisis que pretendan analizar la Reforma de forma aislada al contexto social económico e internacional de ese momento. Ese tipo de análisis no son casuales, a algunos les conviene recrear la idea de un movimiento estudiantil que solo puede limitarse a la administración de pequeños aparatos que sirvan café y hagan fotocopias.
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¿En qué contexto social y político, cuáles son las condiciones que dan lugar a la Reforma del 18?
Luca Bonfante: En mi opinión, la ligación que hay entre la lucha estudiantil y la social es evidente en hechos históricos como la Reforma. A nivel internacional, procesos como el de la Revolución Mexicana de 1910, la triunfante Revolución Rusa de 1917 y el enfrentamiento entre las potencias imperialistas en la Primera Guerra Mundial, reflejaban las convulsiones que producía el sistema capitalista, eso impactó indudablemente a una capa social que pudo acceder a la universidad. A nivel nacional, la clase obrera puso en jaque al régimen político oligárquico-conservador. Sin ir más lejos la Ley de Roque Sáenz Peña derivó en la elección de Hipólito Yrigoyen en 1916 dos años antes, el mismo que un año después de la Reforma y bajo su presidencia ordenará la represión de la huelga de los obreros metalúrgicos de los talleres Vasena de la Semana Trágica, que conmovió a la Ciudad de Buenos Aires y al país.
¿Cuáles te parecen son las características más importantes de la Universidad que surge a partir del 18?
Luca Bonfante: Una de las características más importantes de la Universidad que surge a partir del 18 para mi es el cuestionamiento del papel de la universidad como una “fábricas de títulos” que se encuentra desvinculada de las problemáticas sociales que existen. ¿Al servicio de qué ponemos nuestros conocimientos y toda la infraestructura universitaria? Tanto la calidad de la enseñanza como la funcionalidad y el destino de los recursos materiales e intelectuales de las universidades deberían ser controlados no por organismos como la CONEAU, sino por una comisión de los científicos más destacados, no vinculados a instituciones privadas ni empresariales, junto a estudiantes, docentes y trabajadores que construyan una relación entre cada universidad y cada territorio en función de las necesidades de los trabajadores y sectores populares. Por ejemplo, las 15 universidades del conurbano bonaerense, ubicadas en su gran mayoría en el segundo cordón del conurbano, podrían, por ejemplo, ser parte de idear un plan de obras públicas para la construcción de viviendas que permita ponerle un freno a gran parte de las dos millones de familias sin viviendas en el país.
Muchas de estas universidades podrían, por ejemplo, trabajar en la creación de un plan integral para nacionalizar la industria energética que permita planificar racionalmente una transición en armonía con el medioambiente y los sectores populares. Ejemplos como los que tienen lugar en la fábrica bajo gestión obrera MadyGraf, en la cual profesionales de la UTN impulsan charlas y capacitaciones sobre la energía y el medioambiente, van en ese sentido. Algo opuesto al proyecto emprendido por la UNLP para poner en pie la primera fábrica de baterías de litio en el país o los convenios que tiene la UBA con multinacionales contaminantes como Monsanto. Hoy en día estos debates no existen, peronistas y radicales se encargan de que sea así, sin ir más lejos, este año en la UBA se pusieron de acuerdo para suspender las elecciones anuales para centros de estudiantes. Quieren atar las elecciones de nuestras herramientas de organización a las autoridades, todo lo contrario a la tradición de la reforma del ‘18.
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¿Qué legado deja para el presente la Reforma del 18?
Luca Bonfante: Yo estoy convencido que a partir de un estudio científico y de una reflexión colectiva, miles de estudiantes pueden involucrarse en los grandes debates y por esa vía tomar partido por las posiciones teóricas que defienden los intereses de la clase trabajadora y los sectores explotados y oprimidos. El día de hoy, la mayoría de los centros de estudiantes, federaciones y sindicatos no están peleando en esta dirección. Por eso se vuelve una tarea indispensable luchar por la creación de organismos democráticos construidos desde abajo que permitan liberar toda la potencia del movimiento estudiantil hoy encorsetada por las burocracias peronistas, kirchneristas y radicales. Muchas veces las corrientes de pensamiento en la academia tienden legitimar o naturalizar las desigualdades sociales. Por eso proponemos una mirada y un análisis distinto de la realidad que nos permita pensar más allá de la resignación a la que nos acostumbran, una mirada y un análisis marxista que luche por transformar la sociedad en una perspectiva socialista.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.