Los pasos que hace diez años dio Mariano hoy son las huellas, las banderas que tomamos desde la juventud para pelear por un mundo, una vida, que valga la pena ser vivida. Un relato de los hechos, una síntesis del combate.
Lunes 19 de octubre de 2020 23:53
El 20 de octubre de 2010 una patota al servicio del secretario general de la Unión Ferroviaria José Pedraza, asesinó a un militante del Partido Obrero (PO) e hirió de gravedad a otros dos. Fue a poco de finalizada una protesta en las vías de la ex Línea Roca del ferrocarril, a la altura de la estación Avellaneda, donde se reclamaba el pase a planta permanente de un sector de trabajadores tercerizados
Finalizada la medida de protesta y mientras Mariano Ferreyra y sus compañeras y compañeros empezaban a desconcentrar, un grupo de choque, aprovechando la “zona liberada” que le daban la policía Bonaerense y la Federal, arremetió a los tiros, con total impunidad, contra ese puñado de trabajadores, estudiantes y mujeres.
Este hecho provocó la muerte del joven de 23 años. Mariano era uno de los últimos en retirarse ya que cubría el cordón de seguridad para que el resto de sus compañeros se retiraran en orden.
La bala que asesinó a Mariano ¿golpeó el corazón de Néstor?
Al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se le hizo muy difícil lavarse las manos, aunque intentó descargar toda la responsabilidad en quienes gatillaron las armas. Pero el asesinato de Mariano provocó una fuerte crisis política de la que la Casa Rosada procuró salir lo más rápido y lo menos herida posible.
Pero al gobierno le jugaba en contra una combinación de factores. Por un lado, las pruebas periodísticas aportadas por un equipo de C5N, con filmaciones que muestran a la violenta patota arremeter contra los manifestantes indefensos y arrinconados. Por el otro, la corta edad de un militante comprometido con las luchas sociales como Mariano era un hecho que potenciaba la relación de fuerzas favorable a la defensa de los derechos humanos y de condena total a los crímenes políticos de parte del Estado.
Esa crisis política sólo pudo tener un freno abrupto una semana después del crimen de Mariano, con la muerte inesperada de Néstor Kirchner en Santa Cruz. Un hecho que cambió el clima y el escenario político argentino. La situación generada por ese crimen casi televisado en vivo y en directo fue utilizada por Máximo Kirchner para darle un curioso “misticismo” a la muerte de su padre. “La bala que mató a Mariano Ferreyra rozó el corazón de Néstor Kirchner”, dijo por entonces el hijo del expresidente y lo repetiría la actual vicepresidenta años después.
Pero las marchas masivas por justicia para Mariano y contra la burocracia sindical interpelaban de forma directa a quienes conducían al Estado, es decir al Gobierno kirchnerista. Sobre todo por su relación más que conocida y de enorme dependencia con esa misma burocracia sindical asesina y con el directorio de la empresa Ugofe (designado desde su propio Gabinete).
Las palabras por Mariano de figuras del kirchnerismo como Kicillof, Máximo o el excancillar Jorge Taiana no pudieron tapar la responsabilidad del Frente para la Victoria en generar las condiciones para el asesinato y la impunidad.
Cinismo violento, impunidad campante
Después del asesinato de Mariano, la familia aceptó reunirse con la presidenta de la Nación. Frente a la madre y los hermanos del joven asesinado, Cristina Kirdchner llegaría a preguntar cómo era posible que la gente del PO no pudiera identificar a un tirador, que eso era lo único importante para el caso.
Aquel encuentro fue relatado por el periodista Diego Rojas en el libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? Allí se afirma que Pablo y Rocío, los hermanos de Mariano, le respondieron a la presidenta que cómo era posible que responsabilizara a los jóvenes militantes que vieron a su compañero ser asesinado enfrente suyo, mientras eran reprimidos por una patota sindical de 200 hombres. La presidenta, frente al dolor de la familia y los compañeros de Mariano, le replicaba a la hermana: “si podés votar, ya que vos Rocío tenés 20 años, podés ir a declarar. Y si no lo hacés, es una actitud cobarde”.
La mandataria, lejos de asumir un rol activo en la búsqueda de justicia, por el contrario le manifestó a la familia que el Gobierno sólo intervendría si veía que el caso tomaba “otro carril”. Pero el único carril que estaba dispuesto a transitar el Gobierno sería buscar la mayor impunidad posible, desligarse de responsabilidades y circunscribir las culpas al máximo en la patota asesina.
La familia de Mariano tuvo que volver a explicarle a la presidenta, que la Bonaerense y la Federal eran responsables por haber liberado la zona para que actuara la patota, no bastaba solo con buscar a “un tirador” como planteaba el gobierno, sino que había que buscar a todos y cada uno de los responsables.
La reacción social repudiando el asesinato en aquel octubre de hace diez años obligó a “soltarle la mano” a los viejos jefes de su burocracia sindical amiga. Solo por ese reclamo persistente y en las calles Pedraza, Fernández, el barrabrava Favale y varios más terminaron presos.
Desde la postdictadura los “asesinatos políticos” siempre fueron fuertemente condenados, sobre todo cuando elementos del Estado los protagonizan, tanto por acción como por omisión. Por esa histórica relación de fuerzas entre el Estado y el conjunto social conformado por sobrevivientes, familiares de víctimas, movimiento de derechos humanos y la izquierda la lucha por memoria, juicio y castigo obligó al Estado a no consumar totalmente la impunidad en diversos casos.
Tres años antes del crimen de Mariano, el 4 de abril de 2007, se dio el terrible asesinato de Carlos Fuentealba en Neuquén, baleado por la espalda en medio de una movilización que culminó en una feroz represión. Ese hecho despertó la bronca de millones, muchísima solidaridad y lucha, que se ha visto expresada en cientos de movilizaciones, banderas y actos.
Esa misma bronca que emerge desde lo más profundo de la clase trabajadora, también se expresó frente al asesinato de Mariano. Fuimos miles los que cada año reclamamos memoria, verdad y justicia. Y somos miles quienes lo denunciamos como un crimen premeditado, y que el Estado no pudo garantizar su clásica impunidad por la lucha popular que fuertemente se hizo sentir en las calles.
Luchar hasta vencer, la resistencia ferroviaria
El asesinato de Mariano Ferreyra dejó al descubierto una trama de negociados y relaciones entre el Estado y sus gobiernos, la gestión de la Ugofe, las contratistas y la burocracia sindical de la Unión Ferroviaria cuyo jefe era desde hacía décadas José Pedraza.
Durante los meses previos a la muerte de Mariano los trabajadores tercerizados de la Línea Roca protagonizaron una dura lucha en la que pusieron en jaque con sus acciones y reclamos al poder del pedracismo en el ferrocarril. La crisis generada con el crimen obligó al Estado a concederle a miles de ferroviarios y ferroviarias el tan reclamado pase a planta permanente.
Este triunfo sentó un precedente enorme ya que marcaba el camino para otras luchas que vendrían. Era el mensaje para los miles de trabajadores y luchadores precarios o tercerizados que debían resistir, aguantar y hacer torcer el brazo a una burocracia y a un Estado garantes de la precariedad de la vida de millones de personas. El triunfo era posible.
No solo era una victoria que marcaba el camino de la lucha, sino también una advertencia para la burocracia sindical. La organización de los de abajo, la unidad obrera y popular, puede doblegar el brazo de cualquier burócrata.
La vigencia de la lucha, la vigencia de las ideas
Hoy vivimos una época de grandes conflictos a nivel mundial. Para tomar solo dos ejemplos cercanos, se reaviva por estos días la gran rebelión chilena tras un año de los primeros combates en la Plaza Dignidad y en Argentina hechos como la toma de Guernica plantean un escenario convulsivo en la profunda crisis económica y social en curso
Sin embargo, para amplias franjas de la juventud argentina es más sencillo pensar en el fin del mundo que en el fin del capitalismo. Nos han acostumbrado a ver en nuestro futuro un imposible de libertad, una lucha en el vacío y contra un gigante invencible. Pero ahí es donde debemos hacer emerger la imagen y la memoria de Mariano, de Fuentealba, de Santiago Maldonado, de López y de Facundo Castro, mártires de nuestra clase trabajadora en su lucha por la dignidad, la verdad y la justicia.
Quienes levantamos esas banderas somos esa juventud que decide complicarse, que decide ver el mundo tal cual es, con su crudeza y sus alegrías, con las pocas victorias y las muchas derrotas, pero con la convicción de que un futuro es y debe ser mejor.
En este 2020 cruzado por la pandemia y la cuarentena, las ideas que levantaba Mariano están más vigentes que nunca. Hoy Guernica es ejemplo de la lucha de miles de jóvenes, trabajadores y mujeres, por un pedazo de tierra, por un techo y una casita en donde vivir. La unidad de los de abajo logró que Guernica trascienda las fronteras de Presidente Perón y se reconozca a nivel nacional como un ejemplo de lucha y resistencia.
Guernica no es por gusto, no. Nos han obligado, o nos quieren obligar, a caer en la miseria. Pero el pueblo trabajador resiste. Guernica resiste. Este predio de 2.500 familias tiene en su interior a changarines, precarizados, tercerizados, mujeres que escapan de la violencia de género, familias que han optado por darle de comer a sus hijos antes que pagar un alquiler.
En el interior de Guernica descansan los sueños de miles de niñes que también la pelean. Porque quieren una casita, porque con 9 años ya conocen lo que es el frío, el hambre, las chapas y la tierra que resbala cuando llueve. Muchos conocen la violencia de algún familiar pero también la policial, la violencia más cruda del gobierno que los despierta con un helicóptero y balas de goma.
Luchamos por los sueños, los deseos y las necesidades de esos pibes
La histórica desigualdad
La lucha en la que asesinaron al joven militante del PO era por el pase a planta permanente de cientos de trabajadores ferroviarios. En síntesis, mejorar las condiciones de vida. Hoy, muchas y muchos siguen sufriendo la precarización en el ferrocarril, en otros transportes, en la industria y el comercio. Y se suma ahora una extendida lucha por la supervivencia, entre maderas y algunas (pocas) chapas, al frío, al hambre y a la represión.
En estos diez años han pasado cinco años más de kirchnerismo y cuatro años de macrismo. La situación se profundizó sobremanera, las cientos de familias que veíamos en el Parque Indoamericano en 2010 (las cuales en diciembre de ese año fueron reprimidas, torturadas y tres de sus miembros asesinadas por operativos conjuntos entre la presidencia kirchnerista y la jefatura de Gobierno porteño macrista), hoy se convirtieron en miles, que toman protagonismo en Guernica.
Una parte de esos jóvenes que (tras el crimen de Mariano y la muerte de Néstor) vieron en el kirchnerismo de 2010 la necesidad de militar, se terminaron sumaron a las organizaciones financiadas por el Estado, como La Cámpora. Hoy varios de ellos (ya adultos) son los funcionarios que arremeten contra las familias de Guernica o manejan las intendencias del conurbano asistidos por las pistolas y las balas de la Bonaerense. Son los soldados Berni, de Larroque, de Alak y de Kicillof.
¿Qué tipo de juventud queremos?
A medida que la crisis se acelera más y más, el Gobierno solo muestra respuesta para los empresarios y los grandes terratenientes, mientras la juventud sufre las consecuencias de la desigualdad que golpea en sus espaldas y crece.
Esto hace y muestra la importancia de poner en pie la organización de los de abajo y luchar en cada lugar de trabajo y estudio por todas nuestras demandas, desde las más básicas a las más estructurales.La lucha es contra la burocracia sindical, que junto con el gobierno, se alían para explotarnos más y más. Y en las escuelas y universidades es por recuperar los centros de estudiantes para ponerlos al servicio de las luchas obreras y populares, forjando esa alianza entre trabajadores y estudiantes. Esa alianza por la que peleaba Mariano.
Se hace cada vez más necesaria la puesta en pie de una juventud que pelee por un mundo mejor, que se sume a las masas obreras y populares para cambiar radicalmente las condiciones de vida, una juventud rebelde y nunca más precarizada. Para esa lucha nos preparamos.
Por esa lucha coordinamos todas las demandas de la juventud precaria bajo las banderas de LA RED, porque los de abajo, los eslabones más débiles de la cadena de producción, deben ser escuchados, deben tomar las banderas de la lucha y plantarlas en cada lugar de trabajo. Que les precaries luchen, es tarea de primer orden.
La red de trabajadores precaries, informales y desocupados surge de la necesidad constante de la juventud para no caer en la miseria a la que nos quieren condenar. Ejemplo de esto es la gran solidaridad mostrada para con las familias de Guentica. La organización de una escuela en aquella toma, la posta sanitaria con estudiantes de medicina, en síntesis, la propuesta de organizar a todos los sectores agraviados para que se nucleen al rededor de estés ejemplo de resistencia.
A 10 años de la muerte de Mariano Ferreyra, seguimos levantando su bandera, seguimos organizándonos. Porque la única certeza que tenemos es que la lucha es inevitable. Y nos preparamos para vencer.
Hoy más que nunca, y frente a todos los conflictos que nos depara el porvenir, es necesario recordar estas palabras de Julius Fucik, quien fue un militante comunista checo que nunca dejó de resistir pese a las torturas que sufría en cautiverio bajo la guardia nazi. Lo destacado, es que el autor de estas palabras, las escribe el mismo día que será asesinado en la horca. Hoy las llevamos grabadas en cada lucha "Hemos vivido por la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza no sea unida nunca a nuestros nombres".
¡MARIANO FERREYRA, PRESENTE!