En el marco de Bienal Sur se presentó la muestra “Puede que esta vez sea diferente” en MUNTREF-Museo de la Inmigración, que se podrá visitar hasta el 30 de noviembre. La artista estadounidense estuvo de paso en la Argentina y participó de dos encuentros: una entrevista sobre su obra y en el panel “Feminismo y pendientes”.
La artista Martha Rosler realiza videos, fotografías, instalación y performance; también se desarrolla en la crítica y teoría del arte. Desde fines de los años 60 su producción artística se establece desde el feminismo, explorando la vida cotidiana, los medios de comunicación con aguda ironía, los procesos urbanos como la gentrificación y el rol de los artistas, y cómo especialmente esto afecta a las mujeres. Además ha trabajado sobre belicismo norteamericano, las guerras y la “seguridad nacional”, criticando y militando recientemente en contra del gobierno de Trump.
En el Museo de la Inmigración (Av. Antártida Argentina 1355, CABA) se encuentra “Puede que esta vez sea diferente”, que consiste en una biblioteca sobre arte y feminismo en castellano que Rosler desarrolló en colaboración con la UNTREF, donde también se pueden ver varios de sus fotomontajes de los años 60 y 70.
Entre sus obras previas que forman parte de la muestra, sin lugar a dudas, una de las más conocidas es “Semiótica de la cocina” (1975), un videoarte de un poco más seis minutos de duración, donde podemos ver a la artista haciendo de una Doña Petrona norteamericana en la típica escena de los programas de cocina, pero en este caso, la “cocinera” va tomando los utensilios mostrando a la cámara cómo se utilizan, con notable gesto de rabia. Enmarcándose en el arte crítico de los años 70, este video es una obra con pocos elementos; Rosler eligió que la imagen sea en blanco y negro en una época donde hacía tiempo se utilizaba el color, para lograr una imagen que parezca anticuada. La artista en la entrevista comentaba que las mujeres en ese momento comprendieron la obra, ya que con esos pocos elementos exponía claramente el rol de las mujeres y su relación con la domesticidad; sin embargo, fue distinta la reacción de los hombres ya que expresaron temor, miedo al ver una mujer en la cocina empuñando un cuchillo.
En ese recorrido por su obra, se dio una reflexión muy interesante a partir de la serie “Cuerpo hermoso, o Belleza no conoce dolor” (1966-1972). En dicha serie, en el fotomontaje Culto de carga se puede observar partes de rostros de mujeres que están en contenedores, que se están maquillando o “arreglando”. Las mujeres son todas blancas y hay hombres trabajando; los hombres negros son la mano de obra y el supervisor es blanco. En la obra hay una clara referencia a la violencia de género que pesa sobre el cuerpo de las mujeres al ser puestas en el lugar de las mercancías de importación. Esto es comúnmente señalado en todas las críticas, pero la artista comentaba que pocos notaban la presencia de los trabajadores negros, que es lo que completa el sentido de la obra haciendo referencia al racismo y el colonialismo.
Teoría y política
También conocida por sus desarrollos teóricos y pronunciamientos políticos, Martha Rosler expresó algunas de sus ideas en su paso por el país. En una de las charlas sobre su trayectoria artística, expuso el concepto de “clase creativa”, que toma críticamente del libro de Richard Florida La clase creativa. La transformación de la cultura del trabajo y el ocio en el siglo XXI. Con “clase creativa” se refiere a un grupo conformado por todos aquellos para quienes la creatividad es fundamental para el desarrollo de su trabajo, cualquiera sea su profesión o sector, desde los artistas a los publicitarios. A partir de allí, Rosler desarrolla sobre los procesos de gentrificación y de la relación en el arte contemporáneo sobre “centro y periferia”.
La imaginación artística sigue soñando con la acción histórica. En una recesión económica prolongada como la que estamos viviendo ahora, y mientras la tesis de la clase creativa muestra sus límites respecto a su capacidad para salvar ciudades en crisis, empieza a volverse más claro que los artistas y otros miembros de la comunidad del arte pertenecen a una clase pan- (o no) nacional cuya composición se forja cruzando fronteras y cuyos miembros se inclinan, como el cliché lo demanda, a pensar globalmente y actuar localmente [1].
En su ensayo “El modo artístico de la revolución”, impactada por el movimiento Occupy Wall Street del 2011, desarrolla la relación entre los artistas, el posicionamiento de la clase creativa y dicho movimiento. El capitalismo neoliberal es un sistema que devora a sus jóvenes, y esas ocupaciones de hace menos de una década fueron motivadas por la frustración de una juventud de clase media quienes, a pesar de poseer educación universitaria, se tienen que enfrentar a una sociedad controlada por élites ricas y a un futuro que tiene poco para ofrecerles.
Haciendo un recorrido histórico desde los años 60, pasando por las políticas de la universidad en California, el neoliberalismo y su impacto en los jóvenes hasta los estilos de vida y el “modelo Soho” (contemplar las artes como un motor urbanizador), Rosler concluye:
Los artistas y los grupos gestionados por artistas, y otras personas que forman parte de la demografía de la clase creativa –que a menudo se solapa con el grupo de quienes se identifican como activistas de base, hayan o no asistido a escuelas de arte– han estado en el centro de la estrategia, el impulso y la institución del movimiento Occupy Wall Street en el Parque Zuccotti de Nueva York [2].
De este modo plantea que las ocupaciones mismas fueron grandes obras públicas de arte performático, y que dichos artistas (no ya los célebres como Shepard Fairey [3]) en su mayoría viven en un estado de precariedad que puede llevarlos a la búsqueda de soluciones novedosas, y allí entra en escena lo que ella llama el “modo artístico de producción”.
En otra de las charlas, “Feminismos y pendientes”, un poco desprolija ya que no era lo que Martha Rosler esperaba, conformó el panel junto a María Pía López y Anny Ocoró Loango, mientras María Inés La Greca coordinaba. Se esbozaron algunos debates sobre el movimiento de mujeres y del feminismo como los referentes al trabajo reproductivo, interseccionalidad y el feminismo del 99 %.
Acá aparecieron matices entre las panelistas, algunos perdidos en la traducción: sobre la tradición revolucionaria, sobre la importancia de rescatar el concepto de clase sin considerarlo separado de la raza y el género; sobre la institucionalización de lo que llega de las calles o la perspectiva de una transformación de la sociedad. Rosler resumió: “al capital no le importa la vida de la clase trabajadora salvo que se lo obligue a hacerlo”.
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La artista reivindicó la confluencia en un espacio del análisis académico, la historia y la militancia sin autocensura, un fenómeno poco común en Estados Unidos actualmente. Se refirió al carácter esencial de reconocer las formas de activismo relacionado con el lenguaje y la semántica.
Con respecto a la relación entre el arte y el feminismo Martha resaltó una diferencia: que mientras en los años 80 y 90 la mayoría no quería ser identificada como feminista, en la actualidad, hemos avanzado y proliferan los artistas que trabajan desde ese lugar y se reivindican feministas a viva voz.
Planteando algunas conclusiones, Rosler señaló:
El arte no es capaz de producir el cambio social, la gente hace el cambio y se hace en las calles, apareciendo en masa. Pero, [y haciendo referencia a ciertas quejas sobre la movilización masiva en EE. UU. contra la guerra de Irak en 2002 que no tuvo el efecto de frenar la intervención] el asunto no se resuelve con una sola movilización, hay que continuarlas
.
Su compromiso con un arte que busque exceder los límites del circuito artístico la llevó a plantear los límites del clicktivismo [un término que alude al activismo online interactuando en las redes sociales], pero también criticó a quienes consideran que los jóvenes solo se relacionan por las redes sociales, subestimándolos, pensando que solo se van a quedar en la virtualidad, cuando en los últimos años la situación estadounidense está demostrando lo contrario. El poder del arte para la artista radica en condensar, sacar conclusiones, cristalizando tendencias y en tener una crítica social.
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