Según una investigación de Datafolha, en promedio, casi nueve de cada diez lectores de este artículo estarían a favor de la reducción de la mayoría penal (87% de la población). Representa un número muy significativo y está basado en que la población de conjunto cuestiona fuertemente la violencia, diariamente reflejada en todos los diarios. Se afirma que existe una enorme violencia social y la gente está cansada y quiere una respuesta. Exactamente en este punto reside la confusión y el problema.
Sábado 27 de junio de 2015
Foto: Transporte Escolar en la zona rural de Pernambuco, fuente: Sindicato Único dos Profissionais das Redes Municipais de Ensino no Estado de Pernambuco
¿De qué se trata esta violencia social y de dónde proviene? Responder a esta cuestión es clave para saber lo que en realidad se está combatiendo. La población está cansada de las distintas formas de esta “violencia”: cansada del transporte público abarrotado y del asedio en los ómnibus y subtes, cansada de los problemas con los hijos en las escuelas, cansada de esperar en la fila de las salas de emergencia para ser atendida, cansada de oír hablar de gente que está pasando hambre.
En todos estos casos, la población está comenzando a percibir – y se está movilizando - que la culpa es de los políticos y empresarios, que quieren lucrar a costa del transporte, la educación, la salud y abandonan a la población.
En el caso de la juventud existen formas específicas de esta violencia social: la cantidad de jóvenes que crecen sin padres debido a la “guerra a las drogas” en las comunidades, que termina asesinando inocentes (con la represión generalizada y cruel de la policía), la cantidad de jóvenes que tienen que abandonar los estudios para trabajar y ayudar a sus familias, incluso vendiendo golosinas en el tránsito. Son formas “invisibles” de violencia cotidiana sobre la juventud brasilera.
Sin embargo, los medios no exhiben programas o denuncias sobre la situación crítica de las escuelas, las muertes en las filas de espera de las salas de emergencia o los fallecimientos por hambre, frío, falta de viviendas o la situación difícil y trágica de la juventud. Los medios solo se ocupan de un tema, martillando sobre nuestras cabezas: la seguridad. ¿Por qué se preocupan de esto y nada más? Porque es un punto en el que logran desviar la atención de los trabajadores hacia un supuesto problema que no es de ellos sino de la población: los menores, la juventud.
Es decir, los políticos y empresarios hoy hablan al unísono sobre terminar con derechos laborales, aumentan impuestos, pagan malos salarios, aumentan las cuentas de los servicios, generan crisis financieras en las familias, dificultan las vidas de todos, generan la violencia social y después encuentran una solución: “vamos a reducir la mayoría de edad penal y detener a los jóvenes y las cosas mejorarán”. ¿Será así realmente?
En primer lugar, es extraño pensar que casi el 80% de los 54 países analizados por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Adolescencia (UNICEF), no consideran que la reducción de la mayoría de edad implique alguna mejora y fijan la edad en 18 años, es decir, Brasil va a contramano.
En segundo lugar, el proceso de “resocialización” de Brasil, en el que los jóvenes son internados, es completamente deficiente y los jóvenes se asemejan mucho a los presos, en algunos casos por las pésimas condiciones del sistema que no respeta las condiciones mínimas previstas en el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA). Pero lo más grave es que todos saben que el sistema carcelario brasilero es uno de los más deshumanos y terribles del mundo. Los jóvenes que son alojados allí, en prisiones superpobladas, difícilmente tengan la oportunidad de recuperarse de algo… están condenados a más brutalidad, la ofensiva del crimen organizado y al maltrato en todas sus formas, lo que solo puede empeorar su situación. Para tener una idea, el Ministerio de Justicia divulgó que las 1.424 prisiones que existen en el país tienen capacidad para 376.669 personas, pero reciben actualmente 607.730 presos – una realidad definida como “medieval”.
Es decir, no va a mejorar en nada reducir la mayoría de edad penal, por el contrario, empeorará mucho. Es una señal de que la sociedad civil cayó en el cuento de los ricos y los políticos de que debemos olvidarnos de las demás cuestiones y echar la culpa a los jóvenes. Es de conocimiento público que la policía está totalmente involucrada en la corrupción y ligada al crimen organizado, siendo parte del alistamiento de jóvenes para el crimen. Es decir, para superar los problemas sociales tenemos que luchar contra la impunidad, no de los jóvenes que son fruto del problema (sabiendo que no existe impunidad para los pobres, ya que hablamos de 600 mil presos en Brasil), sino de atacar la raíz, la corrupción de jueces, políticos y empresarios. Son ellos quienes viven en la impunidad y son la cabeza del gran crimen organizado, del tráfico, contrabando, etc. contando con la policía como su brazo de hierro y a la juventud como carne de cañón.
Sin embargo, el tema va más allá. Los jóvenes que van a verse afectados, con mayores detenciones, represión e ingresarán en la lista del 40% de los que están presos sin juzgamiento en Brasil, no son jóvenes en general. En Brasil, estos jóvenes pertenecen a una clase y color: son los más pobres y negros. Porque para ellos no existe ninguna “igualdad ante la vida”, ni de trabajo, ni de educación, ni de cultura o de ocio.
La población negra oprimida en las favelas y barrios obreros sufre el racismo, con la represión diaria que mata en las favelas. Lamentablemente los jóvenes sufrirán ahora también con las detenciones y el aumento de la represión, que no sólo afectará al que sale en los medios sino a un amplio sector de jóvenes pobres y negros, que irán a engrosar el cuarto mayor sistema carcelario del mundo.
Es decir, los trabajadores tienen derecho a indignarse con la violencia social pero con la verdadera violencia que es de clase y que sufren a diario contra los trabajadores. En este sentido, no pueden caer en el cuento de los ricos y tomar sus ideas como propias. Debemos estar en contra de la reducción de la mayoría de edad penal. La culpa no es de los jóvenes sino de este sistema de explotación y opresión en el que vivimos, que genera todos los días esta violencia, comenzando por la enorme corrupción de los políticos encumbrados, que ganan billones y generan hambre para la población pobre y trabajadora. Luchemos contra los grandes criminales del país, que se encuentran en las empresas y en la política, dejando a la población sin derechos y en la miseria. Esta es la mejor manera de combatir la violencia social.