Entrevistamos a Ofelia Pais, vecina organizadora de las movilizaciones que pusieron en jaque al gobierno municipal de Lanús, en plena dictadura.
Sábado 8 de junio 08:00
En noviembre de 1982 vecinas y vecinos de Lanús protagonizaron un reconocido movimiento de lucha que aún es recordado en la zona sur del Gran Buenos Aires. El detonante fueron las condiciones de infraestructura barrial, la falta de ambulancia en el centro de salud de Villa Diamante, las calles sin asfaltar, pero en realidad estos serían los primeros impulsos de la movilización, ya que luego se sumó una enorme suba de impuestos municipales. “Veníamos de una dictadura muy sangrienta. Con los chicos de Malvinas, que uno se quedó allá, del barrio. Todo eso caló muy hondo en la gente” relata Ofelia. La bronca contra estas carencias y el tarifazo dió pie a un proceso de organización barrial, con asambleas vecinales. Repasamos la historia del “Lanusazo” junto a Ofelia Pais, organizadora de su barrio durante esas jornadas.
Cómo se gestó el Lanusazo
El ‘82 fue el año que marcó el fin de la dictadura. Luego de muchos años de terror y represión, la clase obrera comenzaba a ponerse de pie. Numerosas movilizaciones sucedieron ese año, entre ellas la importante marcha convocada por la CGT Brasil el 30 de marzo de 1982 con la consigna “¡Pan, paz y trabajo!”. Miles de trabajadores marcharon a Plaza de Mayo, enfrentando una dura represión policial al grito de “¡Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar!”. El gobierno militar, encabezado en ese momento por Galtieri, se embarcó de modo aventurero en la guerra de Malvinas. La derrota fue un golpe durísimo que generó una crisis irreversible en el régimen, y se cobró la vida de 649 jóvenes.
El ingenio de estas mujeres evadió todos los “no” que aparecían en su camino. Primero, cambiaron las reuniones de una casa a la otra. Luego, hacerlas los sábados en la Junta Vecinal de Villa Diamante para no despertar sospechas y estar avaladas por una personería jurídica. Ese fue el punto de reunión que agrupó principalmente a las mujeres del barrio, donde se empezó a discutir cómo organizarse para lograr las necesarias reivindicaciones. Ofelia recuerda esas primeras reuniones como si fuese hoy. Acomoda la bombilla en el mate y cuenta cómo, ansiosa, esperaba la respuesta de la primera mujer a la que le propuso formar un “movimiento de mujeres”. Terminó siendo un sí, y surgieron las preguntas “¿Y cómo podemos hacer?” “Y no sé, vamos a hacer una reunión”, y ahí arrancó todo. Ofelia se había inspirado en mujeres de la zona oeste que se movilizaban portando bolsas vacías, acusando la imposibilidad de comprar lo más básico. Fue así que en la primera reunión impulsada fueron tres, en la segunda, eran quince. El dato se pasaba de boca en boca. Ella aprovechaba su reparto de una revista del Círculo de Lectores entre más de 600 clientes para difundir allí también los volantes entre las páginas de las revistas.
Para la difusión de las reuniones, uno de los esposos de las integrantes del flamante “Movimiento de Amas de Casa de Villa Diamante” ponía a disposición su camioneta, y desde ella se leían las proclamas. El día que se rompió, Ofelia y otras mujeres vieron venir a un vendedor de sandías en su carro, y sin dudarlo - de manera audaz - le alquilaron el vehículo desde donde por medio del megáfono se vendían sandías y se convocaba a las reuniones. Cuando llegó el momento de hacer la primera actividad pública en una plaza, la emoción no la dejó dormir, y ahí se quedó por la noche preparando el discurso que luego leyó usando un megáfono ante sus vecinos en la Plaza Giardino, sorteando a la policía que les comunicó que “estaba prohibido el acto”; fue leído en cinco minutos para luego volver a la Junta Vecinal con el primer paso dado.
“Impresionante la cantidad de mujeres que iban todas las semanas” comenta Ofelia. Hacían rifas para comprar papel para hacer volantes “a mano, porque no teníamos mimeógrafo, no había impresoras y todo era hecho a pulmón”. En las reuniones todas contaban las necesidades que había. Muchas siguen existiendo hoy, como la ambulancia para la sala de uno de los barrios.
En ese contexto fue que el intendente de Lanús, Carlos Romualdo Gregotti, lanzó un impuestazo que atacaba los golpeados bolsillos del pueblo trabajador lanusense y los vecinos, ya con los hombres participando también de las reuniones en apoyo a la organización de las amas de casa, convocaron a una marcha hacia el municipio, inspirados por la bronca.
Se encontraron con un gran operativo policial que respondió con una feroz represión al reclamo. Los vecinos resistieron el embate con valentía: ni los gases lacrimógenos ni las balas de goma podían detener la bronca contenida.
La marea de vecinas y vecinos logró voltear las vallas que protegían el edificio, haciendo retroceder a las fuerzas represivas. De esta manera, el Lanusazo provocó la renuncia del intendente pocos días después.
¿Qué podemos hacer las mujeres para enfrentar los ataques actuales?
Venimos de presenciar cómo en diferentes partes del conurbano se conformaron asambleas barriales autoconvocadas, donde miles de vecinos y vecinas construyeron junto a la izquierda y organizaciones sociales y de DD.HH. un lugar de debate para enfrentar el ajuste feroz con el que el gobierno de Javier Milei viene castigando a las grandes mayorías. En esas asambleas se organizan muchas de las mujeres que fueron parte de la fuerza imparable de la Marea Verde y que, como en el Lanusazo, mostraron que son un factor determinante en la lucha en las calles.
Después de haber conquistado el derecho al aborto y otros derechos que son apenas una parte de la deuda que los gobiernos mantienen con millones de trabajadoras y trabajadores, mujeres, jubilades y jóvenes, la Ley Bases vuelve después de la derrota que se le impartió en las calles a la Ley Bases, para entre otras cosas intentar eliminar la moratoria que permite a 9 de cada 10 mujeres jubilarse después de llevar a cabo tareas que son invisibilizadas por el régimen patriarcal que todos los gobiernos sostienen. Vienen por el derecho a conservar un puesto de trabajo durante el embarazo y por la licencia de 90 días, sin dejar de mencionar que los ataques previos ya privan a las jefes y jefas de familia del acceso a los alimentos, los servicios básicos y de primera necesidad con tarifazos o el acceso a la vivienda - con las mujeres que fueron reprimidas en Guernica como un claro ejemplo de la política a nivel provincial también-.
Hoy la tarea que nos deja por delante el ejemplo del Lanusazo es organizar estos espacios de debate que venimos formando para impulsar una movilización que sea decisiva en las calles el 12 de junio cuando se vote la Ley Bases, y plantear en todos los lugares de estudio y trabajo donde haya organización sindical la exigencia a las CTA y la CGT de un paro activo para derrotar al gobierno y sus leyes anti populares.
Queda claro que retomando experiencias como estas, de autoorganización encabezadas por mujeres de la clase trabajadora, que son quienes más sufren el ajuste, surgen una y otra vez en nuestra historia a pesar del rol de estas burocracias sindicales que siempre juegan el mismo papel traidor. Así como lo hicieron ayer las mujeres del Lanusazo, las mujeres, hoy tenemos que sobrepasar a las direcciones que vienen paralizando a nuestro movimiento, para dejar en claro que no puede haber un sólo ataque más a las condiciones de vida de los hogares obreros para pagarle al FMI. Esa deuda fraudulenta, ilegal e ilegítima que venimos pagando desde la dictadura militar es una deuda de los ricos, esos jugadores seriales que pretenden arrancarnos las magras jubilaciones y la posibilidad de llevar un plato de comida a nuestras familias.¡La deuda es con nosotras!
Enfrentemos la Ley Bases de Javier Milei y el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich, que las direcciones sindicales salgan a la calle, porque ahí vamos a estar para demostrar la fuerza de las mujeres, como en el Lanusazo.
Para profundizar la conclusión del último intento revolucionario del movimiento obrero podes consultar el libro Insurgencia Obrera en la Argentina 1969-1976 de Ediciones IPS.