Escuchando la sesión de Biza con Milo J, un pibe de 16 años de Morón, la alegría de que uno pueda pegarla y cumplir ese sueño de salir de abajo y vivir de lo que ama se mezcla con la certeza de que nos perdemos una cantidad inconcebible de magia, porque este sistema aplasta a otros tantos pibes con la tortura de la explotación, la precarización y la pobreza. Aún queda la tarea de liberar la potencia creativa de millones, por una vida que merezca la pena ser vivida, para que todos podamos irnos al sol.
Las sesiones de Bizarrap, donde el productor invita a distintos artistas para que hagan una canción, ya son un clásico de la música argentina. Por ese estudio pasaron grandes nombres a nivel nacional e internacional, pero en su última entrega, junto con Milo J, joven revelación del movimiento, nos dejaron una gran sorpresa. Además de la esperada sesión, hay un álbum con otras 4 canciones, llamado En Dormir Sin Madrid. A partir de su escucha, algunas reflexiones.
Irse al sol
Hoy me voy al sol, porque Dios me llamó desde el downtown
Debo despertar, porque no se acalora mi alma
Pero me salvé, en la neblina logré ver el alba
Le hice honor a la J en mi nombre, y mis valore’ me cubren la espalda.
MILO J (BZRP Music Sessions #57)
Irse al sol para millones sería que su tarifa pase, como dice Milo, de mil a cien mil. Pero en todas sus canciones, él deja claro que la plata no es su objetivo, sino un medio, o un resultado, de mezclar flows, estilos y conceptos. Pasarlo a plata lo pone contento, porque sin eso sería imposible que el “negro catinga” cante. Porque las opciones para un pibe de 16 de Morón no son tantas. Es pegarla con la música, que lo hace uno de un millón, o resignarse a que su vida va a ser un laburo de mierda y pobreza, matarse para estudiar con mucho más esfuerzo que aquellas familias que aún pueden permitirse eso para sus hijos, en un país donde cada día más jóvenes no terminan ni el colegio, u opciones peores. Literalmente a escapar a esa vida Milo le dice salvarse. Como también dice “tenía miedo de a los 16 estar muerto”. Que hoy a los 16 pueda pensar que a los 20 va a ser “millo” me pone contento. Pero hay que saber que muchos no tienen esas preocupaciones. Además, no se siente rico por salir del barrio, sino porque sus dos abuelas siguen respirando. Irse al sol no es por la tarifa, sino porque hoy puede disfrutar una vida que antes solo soñaba. Hay que soñar que sean millones los que puedan irse al sol, y no solo soñarlo, sino hacerlo realidad.
Otro plan
Y ahora ’toy en el mic
Paco y cocaine, ese no es el huss
Pero estuve al la’o siempre
Vida mala en los diente’
Pero tuve otro plan.
Toy en el Mic
Buscando salvarse de esa vida, que es el plan que este mundo tiene destinado para él, se va al sol y ahora está en el “mic”. Tuvo otro plan. Le escapó a la vida mala, pero jamás se olvida de donde viene, quedan las huellas de esa vida. Los valores que le impiden andar por su barrio con una “chain” de diamante. Lógico, sus “ñeris” no están en esa, muchos siguen en la vida mala. En una barra demuestra más comprensión de la realidad que tantos de traje que hoy recorren programas de televisión para hablar basura de los jóvenes: “Los wachos terminaron siendo lo que vieron desde chicos, por eso conozco a más rastreros que cantantes”. Será porque esos que opinan no la viven, no crecieron en la pobreza, la criminalización, la marginalidad y el desprecio de los de arriba. Porque pegarla no es solo voluntad, tener otro plan es sacarse de encima el peso de generaciones aplastadas por parásitos y caretas. Por eso en el video de esta canción, Milo se representa como una rata. Ese es el plan que le tenían destinado, pero es una versión de sí mismo que termina aplastando y dejando atrás. La mayoría de los wachos desde chicos no ven oportunidades, ven el futuro con odio, porque la vida cada vez está más dura. Pero Milo tenía otro plan, y aunque recalca que sus momentos más felices no fueron por plata, sabe que es necesaria. También le preocupa que lo cambie. Ese limbo lo persigue. La tensión entre hacer lo que quiere y lo que sirve. Su música tiene ese contraste, tan propio, que combina sonidos y colores nuevos y viejos. Esas palmas y tambores mientras cuenta que aún no salió de Morón, que vive mejor, que vive en el “mood” de vivir, que tuvo otro plan, que “ta en el mic”. Ese debería ser el plan para los wachos, para los pibes, para los ñeris.
Nuestros monstruos
Miro tu rostro y dudo si te conozco como yo pensaba
Tengo ese monstruo que me dice que hay otro enfrente de mi cara
Y también ese ángel que sabe, en el fondo, que vos no sos mala.
No soy eterno
Milo está repleto de tensiones, entre el “Fuiste mala”, y “El ángel que sabe en el fondo que vos no sos mala”. Entre el enojo, las tristezas, las frustraciones, y hacerse cargo de que también hay un monstruo que le dice cosas que en realidad disocia de la realidad. El amor es complicado, y muchas veces se vive como algo a descifrar. Cantidad de construcciones viejas no ayudan a encarar los afectos como algo menos problemático. Sí, Milo, capaz hay otro. Pero negarse a amar por esas dudas o inseguridades, por quemarse la cabeza y darle vueltas a lo que uno no puede ver y se imagina… Lo entiendo, a quién no le pasa. Si la seguridad y la confianza hoy no son moneda corriente. Pegó un tema top global y no vio ni un peso, lo cagaron. No somos eternos, y tampoco lo son los vínculos. Pero la gracia es que se construyen, y que podemos dar la pelea para construir los mejores que podamos. Por una confianza que exceda lo material, y las ideas viejas que nos repiten hasta el cansancio, para lograr que desconfiemos de todo, de nosotros mismos y del resto. No somos eternos, pero esa pelea por mejores vínculos sí. A la liberación de la potencia creativa de millones le falta mucho, pero que entren en escena esos millones con su potencia creativa también tiene el objetivo de elevarlo todo. Reconocer nuestros monstruos es un primer paso. El objetivo, me parece, debería ser transformarlos de raíz.
El fruto
Soy el fruto del hustle del oeste
Y no niego extrañar un poco el ante’
Debo buscar la paz en quien no reste
Quien no me reste
Fruto
El fruto de las preguntas son los procesos y respuestas que se siguen respondiendo y renovando. De cambiar, de buscar la paz en quien no reste, de dejar lo viejo sin olvidarlo, porque deja de estar, pero sigue de otra forma. Un fruto es un proceso, son etapas que se combinan y atraviesan, que se repiten pero nunca iguales. Los limones otra vez traen las tensiones, entre lo dulce, lo fresco y lo agrio, el negro catinga que resalta en la vida que no le había tocado. Los cambios repentinos y saltos arriesgados. La marca descarada del oeste que reclama: “Cuál hay si quisiera una vida sana y económicamente buena”. Y si loco, ¿cuál hay si los pibes quieren salir de las malas, si no quieren pasarse la vida sufriendo mientras un par disfrutan? Basta de ratas y larvas para nosotros. Esta es la bandera que tenemos que ondear, buscar el fruto de un destino mejor.
Tiempo
Comprendí bien que no todo es rosa y lo físico no importa
Soy más feliz en el mic que tomando tres bondi pa’ patear la bocha
Y aunque enfocaba la mente, poco alimentaba el bocho y otras cosas
Aunque extraño desear esta vida lujosa.
Penas de antaño
Lo logró, pero solo le queda escribir para no llorar. Ganó plata, perdió tiempo, aumentaron sus defectos. Extraña desear esa vida lujosa. Reconoce que está mejor, pero quedan penas de antaño. Con la plata no se fueron. De hecho, tal vez le pasa que ahora tiene más tiempo para pensar en ellas, para escribirlas, y no hay nada que las tape. Y lo de ostentar lo pone contento, pero solo un rato. Extraña desear la vida lujosa, porque pensaba que con ella esas penas iban a desaparecer. Pero parece que todo lo contrario. Los problemas siguen ahí, pero son distintos. No son los problemas de la vida mala, sino parte del fruto de haber tenido otro plan. Podríamos decir que son problemas mejores. Y ahora que tiene tiempo los puede volver arte. Pero los millones que lo escuchan que siguen en la vida mala, ¿por qué conectan si él ya no tiene esa vida? Porque le queda la marca de esa vida, pero además, porque las preocupaciones de todos esos pibes no son distintas a las de Milo. La diferencia es que esos millones no tienen tiempo para escribirlas, no pueden procesarlas como lo hace este pibe. Lo particular de Milo no son sus penas, con las que se identifican los wachos, porque las viven en carne propia. Lo particular que tiene es esa forma de contarlas, crudas y ásperas, suaves y rítmicas, frescas y con un toque agrio que nos recuerda de dónde viene.
El arte como expresión de época
Cuando se analiza el arte desde claras posturas políticas, en este caso revolucionarias y socialistas, se corren dos peligros. El más burdo, intentar forzar las expresiones de un artista para encuadrarlas en pos de las propias posiciones. El más refinado, denunciar el arte como si de un documento político se tratara. Ambas, por distinto camino, llevan a perdernos lo esencial de las obras.
Un abordaje muy útil contra estos dos peligros tan comunes, es el de Mariátegui, marxista peruano que vivió entre el 1894 y el 1930. Su abordaje parte de tomar el arte de una época como un índice de la realidad, la expresión artística como una forma de acceso a la realidad: “Rediscutir la importancia de la ficción y la expresión artística como forma de acceso a la realidad” [1]. Además, destaca que los artistas viven y expresan las tensiones de su época, y por lo tanto, pueden combinar aspecto progresistas y reaccionarios: “Los artistas viven la tensión de la época y combinan innovación y conservación” [2]. Las ventajas de este abordaje son claras. Sin renunciar a tomar una postura política frente al arte, no lo limita a la misma, y por lo tanto, a juzgar las obras en términos que llevan a aceptarlas o rechazarlas. Sino de apreciarlas como productos que tienen algo que decirnos sobre la realidad de nuestra época. Esto además, ligado a una bandera central del marxismo, que es la defensa absoluta a la plena libertad a la creación artística.
Pegarse solo, un culto al individualismo
Enfocada desde este punto, la obra de Milo, y este álbum en particular que hemos comentado recuperando tensiones a lo largo de sus cinco fantásticas canciones, es una puerta de entrada a la realidad de los pibes, que combina distintos aspectos de formas particulares.
Algo que no puede negarse de este género musical y de muchos de sus exponentes es su exaltación del individualismo, de pegarse solo, con esfuerzo, con “Sudor y trabajo” como dice Duki, “Hecho a mano” como dice Ysy A, teniendo otro plan, como veíamos con Milo. Este valor no es sin embargo linealmente reaccionario, ya que individualismo podría hacernos pensar en egoísmo, y no es el caso de estos artistas en Argentina, donde los que están establecidos buscan todo el tiempo potenciar nuevas revelaciones, aunque saben que esto aumenta la competencia. Las sesiones de Biza han jugado ese rol, dándole una exposición acelerada a pilares actuales como Nicki Nicole. Las colaboraciones de Duki, Nicki, Ysy, Khea, el propio Biza, y muchos más con Milo son una demostración de esto. Este espíritu colectivo y solidario le da su potencia al movimiento en el país. En su juventud el trap argentino estaba plagado de “beefs”, “tiraderas”, conflictos entre artistas y enemistades. Algunos de los más conocidos, el de Duki con Lit Killah, hoy grandes amigos con colaboraciones que ya son clásicos. Superada esta etapa, el crecimiento fue exponencial.
Pero esto no niega el individualismo, sino que lo complejiza. Le quita un carácter absoluto, y nos permite encontrar en el mismo elementos de lo colectivo, que si bien no son los que priman, por lo menos al nivel de los contenidos (las letras de las canciones), si están bien presentes en la dinámica del movimiento. Nunca hay que olvidar que los artistas que hoy llenan conciertos salieron de plazas donde se juntaban a improvisar, un arte que no implica pagar costosos instrumentos ni clases en academias de renombre. Tampoco se puede pensar de forma desconectada de grandes fenómenos sociales como fue el movimiento de mujeres en el país, que Argentina tenga tantas artistas que se han ganado el respeto de toda la escena, como en pocos lugares del mundo lo han hecho.
Esas plazas llenas de jóvenes se han multiplicado desde entonces, en un colectivo que profesando el individualismo, depende en gran medida de juntarse con otros que están en la misma y por lo mismo, para defenderse del hostigamiento policial, de los prejuicios y la discriminación, de la criminalización de los de arriba. Nadie puede negar el potencial transformador que habita en esas plazas, donde se juntan jóvenes que buscan una forma de canalizar su bronca, y de salvarse.
Salvarse: Milo, y la protesta individual
Y aquí el caso de Milo se hace particularmente interesante. Porque cuando habla de salvarse, aflora el individualismo, pero esto no opaca la profunda crítica social que lleva adelante, tal vez, sin siquiera darse cuenta. Cuando en “Toy en el Mic” suelta: “Los wachos terminaron siendo lo que vieron desde chicos, por eso conozco a más rastreros que cantantes”, denuncia crudamente todo discurso meritocrático (aunque en varios momentos hay meritocracia en sus líneas). Nadie termina rastrero por placer, sino porque hay un contexto que te condiciona. Cuando habla de salvarse de la mala vida, está denunciando que la vida, si no te pegás, es una cosa muy dura que te lleva a ciertos lugares. Y cuando dice que él lo logró, no olvida que muchos quedaron en el camino, y que salvarse jamás dependió solo de él.
Me permito una digresión antes de continuar. Esta frase de Milo me lleva directo a esta cita: “(El arte) puede decirnos más, sobre la realidad histórica concreta, que una prolija investigación académica, de modo tal que la ficción ayuda a ganar en realidad” [3]. Esa frase de Milo nos permite acceder a la realidad de los pibes de primera mano, sin intermediarios que la deforman en pos de sus propios intereses.
Pero retomando, hay una especie de protesta social, canalizada por una salida individual. Pero la culpa no es de Milo. Acusar a un artista de profesar el individualismo, si pensamos a los artistas como expresión de su época, como una forma de acceder a la realidad y a sus tensiones, es un anacronismo. Además, no desarrollan su arte en el vacío, sino en una sociedad donde desde los sectores de poder se reproducen discursos y sentidos comunes, y donde además, la producción artística está fuertemente atravesada por el mercado. Las obras en el capitalismo son tratadas como mercancías, y en gran parte, se las mide con esa vara, la de la ganancia. Este es un aspecto que también destacaba Mariátegui. La existencia de “managers y empresarios del arte” [4] condiciona la forma de producir, más allá de la voluntad de los artistas, debido a que para triunfar tienen que tener en cuenta el consumo. Un artista puede ser más o menos crítico de esta cuestión, o de los sentidos comunes que circulan en la sociedad, pero eso no lo pone más allá de la lógica del funcionamiento de un sistema.
Mariategui también decía: “El hombre no puede marchar sin una fe, porque no tener una fe es no tener una meta. El artista es, generalmente, el que tiene más desesperada necesidad de un mito” [5]. Y ante la falta de grandes proyectos colectivos emancipatorios, el mito es el de pegarse solo se impone la lógica del mercado. Negar el individualismo sería un error, pero negar la potencialidad de que este rechazo a lo que existe, que existe en millones, pueda canalizarse de forma colectiva, es ceguera. Como decía Mariátegui, se combinan innovación y conservación. El punto es identificar en cierto momento qué polo pesa más, conscientes de que el mismo es dinámico. Esto desde ya no salva al artista de sus propias posiciones políticas, de la que pueden hacerse cargo. Pero en este momento nos interesan, como ya dijimos, en su sentido de acceso a la realidad y sus tensiones, de las ideas, valores y sentimientos de una época, a sus contradicciones, pero también a sus potencialidades.
La liberación de la potencia creativa de millones
Si Milo no se hubiese salvado de la vida mala, pensar en la liberación de su potencia creativa sería ridículo. De nuevo, la plata no aparece nunca como objetivo en sí mismo, sino como medio, e incluso, como fuente de defectos. Siempre la tensión, la busca con desconfianza, incluso la rechaza, o directamente la repudia por momentos. Pero sin lujos no hay tiempo, y sin tiempo no hay potencia creativa.
¿Pero de qué hay que salvarse? ¿Qué es la vida mala? Aunque Milo no la defina claramente, la vida mala es la pobreza, la marginalidad y la precarización, que son hijas del trabajo asalariado, entendido como la explotación que enriquece a algún cheto, ya que se te paga por tu laburo mucho menos valor del que generás con el mismo (clásica imagen de un pibe que trabaja en gastronomía, “mi día de trabajo vale dos pizzas”). Desde ya, no hablamos del trabajo como esa actividad realizadora donde con el esfuerzo de nuestros nervios, músculos y neuronas realizamos en la realidad lo que desea nuestro espíritu y pensamiento, como puede ser el caso de escribir una canción. Por eso, Mariátegui y la tradición marxista y socialista son categóricos en este punto: la liberación del arte solo será posible con la liberación para las enormes mayorías de la esclavitud asalariada, de la vida mala que tan bien denuncia Milo.
Liberar la potencia creativa de millones solo será posible de la mano de un proyecto emancipatorio que cuestione los pilares de este mundo y este sistema, y que se plantee la construcción de una sociedad superior, donde los avances conquistados por la humanidad estén puestos al servicio de su liberación, y no del enriquecimiento de un grupo de chetos, caretas y parásitos que lucran con nuestra miseria. Que en nuestra perspectiva, es la lucha por el socialismo. Y en esa lucha, apostamos a que millones que hoy ven en el mito individual de salvarse solos una salida, transformen esa bronca en una poderosa fuerza para salvarse en colectivo. Esto tiene el objetivo de que las grandes mayorías puedan salvarse de la vida mala, pero además, de que este sistema deje de privarnos de la magia de la que hablábamos al principio, de la potencia creativa latente en cada joven, que tiene algo para contar y hoy no puede hacerlo. Liberar esa potencia creativa es para que puedan pegarse todos y no solo algunos. Para no perdernos toda esa magia. Para que todos podamos irnos al sol.
COMENTARIOS