El 23 de diciembre de 1975 el PRT-ERP intentó copar el Batallón de Arsenales 601 ubicado en esa localidad de Lanús. El gobierno de Isabel Perón se había infiltrado en la organización dirigida por Mario Santucho y logró asestarle su peor derrota militar. En esta nota planteamos algunas conclusiones de aquellos hechos y novedades aportadas por familiares de las víctimas sobre la causa judicial, respecto a estos crímenes considerados de lesa humanidad.
Jueves 23 de diciembre de 2021 11:21
Hoy se cumplen 46 años del intento de copamiento del Batallón 601 por parte del PRT-ERP y durante el día se realizará un homenaje organizado por Familiares de desaparecidos y asesinados en Monte Chingolo en el Cementerio Municipal de Avellaneda.
En 2003 un grupo de familiares inició una causa federal que tuvo como juez a Julián Ercolini, pero éste se declaró incompetente. Después de dos años de idas y vueltas la competencia fue otorgada al juez Manuel Blanco de La Plata, donde por años estuvo "cajoneada". Finalmente las y los familiares volvieron a impulsarla. Eduardo Oroño es uno de ellos, y desde hace años lucha contra la impunidad. Su hermano Carlos Omar Oroño sigue desaparecido: “Le cortaron las manos, se lo pudo identificar, pero el cuerpo lo tiraron quién sabe dónde”, asegura.
Eduardo señala que actualmente el Estado se presentó en la causa como querellante a través de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y que ésto es producto de la lucha incansable de las y los familiares que desde hace años reclaman justicia. "Nos costó mucho llegar hasta acá. En un primer momento el expediente tenía otra carátula que era Laura Bonaparte Bruschtein c/ Isabel Martínez de Perón, y es que la responsabilidad de su gobierno en estos crímenes de lesa humanidad como en otros casos como el Operativo Independencia, en la Masacre de Trelew e incluso en las bandas fascistas de la Triple A es evidente".
1975: año de luchas obreras que pusieron en jaque al gobierno peronista
El año 1975 estuvo marcado por importantes intervenciones de la clase obrera en el país, gobernado por el peronismo, que intentó de la mano de López Rega imponer el orden con las bandas fascistas de la Triple A. Isabel Perón atacaba a su propia base social movilizada en las históricas jornadas revolucionarias de junio y julio de 1975, conocidas como el Rodrigazo, pero más allá de sus intentos no pudo contener la oleada de huelgas contra el intento de implementar un plan liberal de su gobierno y la burocracia sindical. Estas jornadas desarrollaron la primera huelga general en la historia contra un gobierno peronista, mientras se desarrollaban las Coordinadoras Interfabriles, que constituyeron la base embrionaria de un poder dual a nivel fabril, siendo una posible dirección alternativa al peronismo por parte de los trabajadores. Mientras tanto, el gobierno estaba desplegando a pleno el Operativo Independencia en Tucumán, como ensayo general de la futura represión en todo el país.
El gobierno de Isabel Perón logró mantenerse en el poder con el apoyo de la CGT y Lorenzo Miguel, quiénes tras la expulsión de López Rega y el Ministro de Economía Celestino Rodrigo del gabinete, desactivaron la huelga general.
Monte Chingolo
El intento de copamiento al Batallón 601 tuvo como objetivo extraer alrededor de 20 toneladas de armamentos: 900 FAL con 60.000 tiros, 100 m-15 con 100.000 tiros, seis cañones antiaéreos automáticos de 20 milímetros, quince cañones sin retroceso, itakas con sus proyectiles y 150 subametralladoras. Para la toma, el PRT-ERP desplegó a casi 300 combatientes entre el Batallón General San Martín y los militantes abocados a tareas de contención, cortando los accesos que unían la Capital Federal y la zona oeste del conurbano con la zona sur.
La acción había sido delatada y los estaban esperando. Tanques, aviones, incluso tropas de la Armada tomaron parte del combate. Las tropas ingresaron luego a un barrio precario cercano donde se habían refugiado los atacantes. Según Gustavo Plis-Sterenberg, autor de Monte Chingolo, en el enfrentamiento cayeron: "Más de cuarenta combatientes del ERP, cinco militares -tres de ellos, conscriptos- y una cantidad nunca determinada de vecinos murieron en el cuartel y sus inmediaciones, durante y después del mayor enfrentamiento librado en la Argentina entre una fuerza guerrillera y efectivos militares".
Pero la acción había sido delatada por un infiltrado, Jesús Ramés Ranier, alias el “Oso”, quien era parte de la logística del ERP y pasaba información al Coronel Carlos Antonio Españadero. La responsable de contrainteligencia del ERP informó que tenían “señales de que podrían estar infiltrados. La dirección se resistía a aceptarlo” (“Los Jardines del Cielo”, Augier Pola). A pesar de estos datos, la acción se llevó adelante.
“La Jefatura del Ejército estaba al tanto del ataque y alertó al Jefe del Batallón, quien hizo cavar trincheras y zanjas en el interior del cuartel para dificultar el ataque” (“Monte chingolo, la mayor batalla de la guerrilla argentina”, Plis-Sterenberg).
El principal objetivo político del ERP, era enfrentar los planes golpistas del Partido militar y así alentar la movilización de masas, pero el intento de copamiento terminó en su peor derrota política y militar. Una vez que el ERP asumió la derrota e identificó al infiltrado, una escuadra de la organización detuvo a Ranier. Finalmente, el 13 de enero de 1976 un Tribunal Revolucionario lo condenó por "traición a la revolución y delación al enemigo", y fue ejecutado ese mismo día.
El balance del PRT-ERP y lecciones para el presente
La dirección del PRT sacó como conclusión que la derrota en Monte Chingolo se debió sobre todo al poco profesionalismo y haber subestimado al enemigo. En sus documentos internos de balance, señalaron: “nuestro pueblo se arma y combate valerosamente por su liberación nacional y social”, también que “el ERP se extiende nacionalmente y aumenta rápidamente sus posibilidades operativas”.
Autocríticas que apuntan a errores tácticos. En los documentos recopilados por Daniel De Santis, miembro del Comité Central del PRT-ERP en la época, aseguraba: “fue un gravísimo error haber lanzado la acción en conocimiento de indicios ciertos de que el enemigo podría estar alertado, este error reconoce fundamentalmente dos causas: 1.- subestimación del enemigo 2.- déficits en la técnica militar”.
De Santis defendió la acción, sosteniendo que “nuestros críticos, no tienen en cuenta que se trataba de una gran acción de cuyo resultado dependía la situación política posterior. Un éxito hubiese fortalecido política y orgánicamente al Partido y al ERP, una acción victoriosa en ese momento hubiese repercutido favorablemente en el estado de ánimo de las masas, fortaleciendo políticamente al conjunto del movimiento revolucionario”. Así es como el PRT materializaba el Frente de Liberación Nacional, un acuerdo de conciliación de clases, que incluirá “a la clase obrera fundamentalmente la industrial de las grandes fábricas, el sindicalismo clasista con sus Coordinadoras de Gremios en Lucha, las Ligas Agrarias, los curas del tercer mundo, los cristianos por el socialismo, el peronismo revolucionario, dignas individualidades del radicalismo y de otros partidos burgueses, la intelectualidad revolucionaria, gran parte del estudiantado universitario y las organizaciones revolucionarias que los acaudillaban” (De Santis).
El ERP consideraba que podría por sí mismo generar las condiciones para que la revolución se desarrolle, por fuera de los procesos políticos y los sectores más avanzados de la lucha de clases que se expresaban en esos tiempos. Sus objetivos eran planteados como si fueran de interés de la clase obrera de conjunto, por fuera de la premisa leninista de hacer un análisis concreto de la situación concreta, por fuera de la intervención política y negando la relación vanguardia-masas.
La política del PRT-ERP era limitarse a acompañar las reivindicaciones obreras, para más tarde llevar a cabo su línea más conciliadora luego de la huelga general, proponiendo una alianza política con el PC, partidario de un gabinete cívico-militar para sostener a Isabel, y Montoneros, partidario de la reconstrucción del FreJuLi. De esta manera el PRT evitaba dar la principal batalla que tenía planteada la clase obrera, que era la de imponer una nueva dirección política independiente para frenar el camino al golpe.
Más allá de las críticas que hacemos a las direcciones político-militares de las organizaciones como el PRT-ERP que defendían esta estrategia, rescatamos y homenajeamos a 46 años de los hechos a las y los abnegados militantes que dieron su vida por transformar la injusta y desigual sociedad en la que vivían. Para los trotskistas, que luchamos por la organización independiente de la clase obrera para hacer la revolución, reflexionar y hacer balances de lo que implicó la lucha en los años 70 es de vital importancia para las tareas planteadas en el presente.