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Análisis. Myanmar ¿hacia una guerra civil?

La resistencia heroica de la juventud y la clase obrera de Myanmar está radicalizando sus métodos de lucha. Los grupos étnicos armados se han unido a la resistencia y algunas fracciones políticas proponen la construcción de un ejército federal. Todo indica que la guerra civil es una posibilidad.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Lunes 5 de abril de 2021 19:24

Combatientes de primera línea sobre sacos de arena que sirven de barricadas en un puente en Yangon. Fuente: New York Times.

Combatientes de primera línea sobre sacos de arena que sirven de barricadas en un puente en Yangon. Fuente: New York Times.

Desde Yangon hasta las montañas del estado de Shan, la resistencia al golpe militar del 1 de febrero ha unido a una coalición diversa de grupos étnicos de Myanmar - entre ellos organizaciones armadas- que luchan por mayor autonomía, derribar la Constitución de 2008 y establecer una democracia federal (étnica).

Las imágenes que llegan desde este lejano país del sudeste asiático son cada vez más preocupantes. En dos semanas se duplicaron los asesinatos en las protestas por la represión del Tatmadaw (nombre de las Fuerzas Armadas de Myanmar) acumulando ya casi 600 muertos, miles de detenidos y heridos desde que dieron el golpe de Estado contra el partido electo, la Liga Nacional Democrática (LND).

Los jóvenes y trabajadores que participan en las protestas, cuya principal demanda es la caída de la dictadura, han ido radicalizando los métodos de lucha callejera. Enormes barricadas, escudos de acero, petardos, pistolas de aire comprimido, tirachinas, bombas molotov, etc., han pincelado el paisaje de Yangon, Mandalay y otras ciudades bajo un escenario de combates incesantes. Muchos jóvenes manifestantes ahora se ven a sí mismos como "guerreros" y comenzaron a exigir que caiga la Constitucion de 2008 que blinda el poder del Ejército.

La resistencia obrera y juvenil que enfrenta a los militares ve cada vez más la necesidad de organizar la autodefensa ante el endurecimiento de la represión. Pero ante la posibilidad de una guerra civil - que es ante todo una solución de fuerza entre actores políticos - el movimiento necesitará para triunfar llegar con una dirección independiente de clase a ese escenario. Sin esa dirección el resultado sería un aborto del proceso de revueltas actuales, donde incluso actores como Estados Unidos y China pueden llegar a intervenir por uno u otro bando convirtiendo la situación en reaccionaria.

La heroica rebelión popular está caracterizada por huelgas generales indefinidas que mantienen paralizados el 90% de las terminales portuarias, los trenes y la industria textil (principal motor de la economía). Los datos de Google Maps de finales de marzo ilustran el impacto de la huelga, ya que muestran que el tráfico peatonal en todo el país se redujo un 85% desde datos anteriores a la pandemia vinculados a actividades recreativas y comerciales, y un 80% para los que se dirigen a sus lugares de trabajo. El Banco Mundial pronosticó recientemente una contracción del 10% en la economía de Myanmar para este año. Mientras que el combustible y los alimentos básicos son cada vez más escasos y todos los precios están subiendo, al tiempo que la ONU anuncia una emergencia humanitaria.

Para el régimen dirigido por el mayor general Min Aung Hlaing, que controla los principales aglomerados empresariales del país, es imperioso derrotar al movimiento de protesta que está impactando directamente en sus ganancias, pero sobre todo están cuestionando su poder.

En consecuencia, con el apoyo tácito de Rusia, China, India y Tailandia entre otros, han convertido al país en un campo de exterminio: fusilamientos aleatorios en los barrios entre ellos decenas de niños, asesinatos organizados en fábricas, incendios y allanamientos a casas de trabajadores y activistas, utilización de armas de guerra para reprimir, encarcelamientos de miles de opositores, bombardeos en aldeas de minorías étnicas, etc. Además, menos tres miembros de la LND (dirigida por la consejera de Estado derrocada, Daw Aung San Suu Kyi) han sido torturados hasta la muerte bajo custodia. Este enfrentamiento directo con las masas ya no tiene vuelta atrás.

Muchos ven que una guerra civil abierta es un horizonte posible. Por eso cientos de jóvenes están viendo la necesidad de organizar la autodefensa. De.manera clandestina se están capacitando en técnicas básicas de guerra y conspirando para sabotear instalaciones vinculadas al ejército, muchos de ellos uniéndose a los ejércitos étnicos apostados en la regiones selváticas.

Si bien la atención se centra en los movimientos de protesta contra los militares en los centros urbanos, los manifestantes en los principales estados étnicos de Myanmar también se han estado movilizando en oposición al régimen militar, enarbolando banderas con simbolismos tradicionales.

Los jóvenes de diferentes etnias han avanzado en una unidad sin precedentes. En representación de esta solidaridad, se estableció el 11 de febrero el Comité de Huelga General de Nacionalidades (GSCN), un grupo de protesta multiétnico fundado por un grupo de jóvenes de Karen, Chin, Kachin y Rakhine. Desde entonces, representantes de 29 grupos étnicos se han unido a la alianza. Además, las represiones en ciudades y pueblos del “interior” han sido tan violentas y la resistencia tan fuerte, que algunos grupos étnicos armados se vieron obligados a unirse a la resistencia. Desde entonces han atacando comisarías y puestos de avanzada del régimen cerca de sus territorios diciendo que el asesinato de civiles es "inaceptable".

Mantenidas durante mucho tiempo fuera de la política nacional, las demandas de los 135 grupos étnicos de Myanmar (35% de la población) van más allá de la caída del régimen militar: están pidiendo los derechos democráticos federales que se les negaron durante las seis décadas del gobierno militar anterior y los cinco años de gobierno de la LND.

Fuente: El Orden Mundial.

En 1947, poco antes de la independencia del Imperio Británico, en Myanmar (en aquel momento Birmania, nombre procedente de la etnia mayoritaria, los bamar) se habían reconocido los derechos de las minorías étnicas a través del Acuerdo Panglong, negociado por el padre de Aung San Suu Kyi, el general Aung San, como condición para unirse a la Unión de Birmania. Sin embargo, jamás fueron puestos en práctica. Desde la independencia en 1948, al menos 20 ejércitos de origen étnico se enfrentan contra el Estado central en la considerada “guerra civil más larga de la historia” luchando por su autonomía.

Bajo el gobierno de la LND, se esperaba un avance hacia un “Proceso de Paz” desde 2016, sin embargo los enfrentamiento se recrudecieron. Inmediatamente después del golpe la mayoría de estos grupos no movió un músculo contra el golpe respetando el Acuerdo de Cesación del Fuego (firmado con 10 ejércitos). Pero más recientemente, algunos de ellos, incluidos el Ejército por la Independencia de Kachin (KIA) y la Unión Nacional Karen (KNU), con sede en la parte oriental del país, anunciaron que están al lado del pueblo contra la dictadura militar rompiendo el Acuerdo.

El 27 de marzo, la Brigada 5 del ala militar de la KNU, el Ejército de Liberación Nacional de Karen (KNLA), se apoderó de un puesto de avanzada en la cima de una colina en poder del régimen militar en el estado de Karen. El KNLA mató a 10 soldados, incluido un oficial, y arrestó a ocho soldados como prisioneros de guerra. En represalia, el régimen lanzó ataques aéreos contra el KNLA utilizando dos aviones de combate en el distrito de Papun, estado de Karen. Más de una docena de karen murieron y miles de personas huyeron de sus aldeas a raíz de los posteriores ataques aéreos.

Algunas ciudades remotas están realmente en guerra. Los combates en Kale, región de Sagaing, continúan desde fines de marzo. Las tropas del régimen que se acercaron a reprimir una protesta contra el golpe en la ciudad se encontraron con aldeanos que empuñaban armas de fuego de percusión caseras. Aunque estas armas rudimentarias no fueron rival para las ametralladoras, granadas y lanzacohetes de las tropas, la pelea duró horas. Estos ejemplos sobran.

Asimismo, tres ejércitos a fines de marzo, englobados en la Alianza de la Hermandad advirtieron a los militares que colaborarían con otras organizaciones armadas étnicas y partidarios de la “democracia” para defender al pueblo de las brutales represiones del régimen si la violencia continuaba. El Ejército de Arakan (AA), el Ejército de la Alianza Democrática Nacional de Myanmar (MNDAA) y el Ejército de Liberación Nacional de Ta’ang (TNLA), le exigieron a la Junta militar a detener sus violentas represiones, liberar a todos los líderes civiles y detenidos, restaurar la democracia y aceptar los resultados de las elecciones generales de 2020, donde el LND ganó de manera aplastante.

Por otro lado, a principios de marzo se formó el Comité Representante del Parlamento Nacional (CRPH) integrado en su mayoría por ex diputados de la LND que fueron elegidos en noviembre. Ahora actúa como una especie de gobierno interino en disputa por el reconocimiento internacional. Actualmente varios distritos de distintas ciudades se han hecho cargo de la gestión estatal formando consejos locales. En un giro en su lucha por conseguir poyo de los grupos étnicos, declaró haber renunciado a la constitución centralista de 2008 y ha prometido construir una democracia federal genuina con una autonomía de gran alcance para los estados étnicos de Myanmar. También publicaron una carta federal provisional como precursora de la redacción de una nueva constitución.

Según el análisis de Philipp Annawitt y Moe Hteet en Nikkei Asia: “La represión cada vez más violenta de la junta está obligando a los líderes de la CRPH a trasladarse a un territorio seguro cerca de la frontera tailandesa y hacer la transición a la resistencia armada. Uno de los enviados internacionales de la CRPH anunció recientemente planes para redactar una nueva constitución federal en los próximos seis meses y construir un ejército federal que incluiría a las organizaciones armadas étnicas de Myanmar.”

Así mismo el análisis de Hannah Beech en New York Times dice que “existe un creciente reconocimiento de que tales esfuerzos [del Movimiento de Desobediencia Civil] pueden no ser suficientes, que el Tatmadaw debe ser contrarrestado en sus propios términos (…) los restos del Parlamento derrocado, que se consideran a sí mismos el gobierno legítimo, dijeron que se necesitaba una ‘revolución’ para salvar al país. Han pedido la formación de un ejército federal que respete a varios grupos étnicos, no solo a la mayoría bamarista.”

La maniobra del LND busca captar la fuerza y el apoyo de las organizaciones armadas étnicas para que, en caso de una victoria, negociar la “post dictadura”. El objetivo del LND no será jamás brindar derechos a las minorías étnicas, sino llegar a acuerdos tácticos con las organizaciones armadas frente a un enemigo común. Además muchas de ellas luego de décadas de control territorial, volvieron la autodeterminación una bandera vacía volcando sus operaciones al narcotráfico (allí se encuentra el famoso Triángulo Dorado) o al ataque de otras etnias (como el Ejército de Arakán contra los desplazados rohingya). Por el momento discursivamente reconocen que sin esas fuerzas no pueden alcanzar el poder central, y para hacerlo deberán responder a diversas demandas populares.

Algo que agrega complejidad a la situación es que Beijing ha prestado apoyo a varios grupos étnicos desde 1960, por el legado al respaldo del Partido Comunista de Birmania. Annawitt, dice que China tiene una "enorme influencia" sobre el papel que jugaron los grupos étnicos políticos y armados en Myanmar en la crisis actual. Beijing tiene la creencia de que sus intereses son legítimos y que tiene un papel que desempeñar en ciertas regiones debido a su proximidad geográfica al país del sudeste asiático.

Shane Brady, cofundador del grupo Democracia para Birmania, también dijo al respecto que "Beijing estaba brindando apoyo a grupos étnicos armados, incluido el KIA". Y agregó que es "demasiado pronto para determinar si China se involucraría en la crisis de Myanmar de tal manera que se consideraría un conflicto indirecto [proxy conflict]". Brady dijo que "es probable que China cambie de bando si el país continúa su descenso al caos, dañando los intereses económicos chinos y provocando la afluencia de refugiados a China ”.

China momentáneamente mantiene una postura de apoyar a quien logre estabilizar la situación en un país clave en su geoestrategia. Estos comentarios de analistas nos dejan ver que Beijing tiene fichas puestas en todos los actores regionales, desde el Tatmadaw hasta el LND con quienes habían cultivado buenas relaciones en sus años de gobierno.

El KIA marcha cerca de Laiza en enero. (Yawng Htang)

Al mismo tiempo es necesario destacar dos aspectos que pueden definir la evolución de los acontecimientos actuales en Myanmar. Por un lado, antes del golpe, muchos bamar (etnia mayoritaria) apoyaron a Aung San Suu Kyi sin criticar ni examinar su postura hacia los grupos étnicos armados, el federalismo y un gobierno que integre las demandas de los pueblos de distintas etnias. La experiencia acelerada de violencia y opresión a manos del Tatmadaw ha traído un nuevo sentido de solidaridad con otros grupos étnicos que han sufrido la brutalidad de los militares durante siete décadas.

“En el pasado, la gente de bamar continental no entendía realmente por qué la gente étnica estaba luchando contra los militares”, dijo Kaw Ring, un desplazado en Mai Ja Yang. “Ahora, muchos jóvenes [bamar] han llegado a comprender y a sentir empatía por lo que han estado pasando otras personas étnicas”. En este sentido, como dice Phillipe Alcoy, “Todo esto está indicando que el golpe de Estado y sobre todo la resistencia de la juventud, los trabajadores y las clases populares en general en las grandes ciudades y centros urbanos parecen estar teniendo efecto en la lucha por la autodeterminación de las minorías étnicas oprimidas y por tanto en algunas de sus organizaciones.”

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Por otro lado, los miembros de las minorías étnicas de Myanmar (alrededor del 35% de la población) a pesar de su apoyo político a la LND, muchos reconocen estar hundidos en la pobreza, el aislamiento y el conflicto armado. Esperaban que después de la victoria electoral en 2015 del LND esa situación cambiara, por eso muchos de los manifestantes de los Estados étnicos dicen protestar por una verdadera democracia federal, incluida una nueva constitución que protegería y promovería mejor los derechos étnicos. Vantha Hlei, una trabajadora de 28 años que vive en la capital del Estado de Chin, Hakha, dijo que “el gobierno de la LND no hizo lo suficiente para desarrollar su estado, el más pobre del país, mientras estaba en el poder”.

Estas dos tendencias si logran confluir pueden ser un cuestionamiento profundo a la dirección del movimiento liderado por el LND superando las diferencias étnicas. La única salida para los jóvenes y trabajadores de Myanmar es a través de la confianza en sus propias fuerzas para lograr el derrocamiento revolucionario del Tatmadaw construyendo sus propias instituciones revolucionarias, la autodefensa por fuera de los grupos armados reaccionarios, y desplazando al LND de cualquier puesto del gobierno interino.

Sin duda, la irrupcion de los grupos armados producirán violentos enfrentamientos en los próximos meses. El peso material militar está del lado del Tatmadaw, pero su moral no se ha puesto a prueba y podrían derrumbarse bajo presión de las protestas. Mientras que la juventud se mantiene firme y la moral está del lado del movimiento de masas que resiste todos los días con mayores fuerzas. Cada paso de organización también lo es en la experiencia con el LND que no ha movido un dedo en favor de las minorías étnicas en sus años de gobierno y tiene un derrotero de gestión conjunta con los militares. Ante la posibilidad de una guerra civil se hace más imperiosa la ruptura con el LND.

La lucha actual a nivel nacional no deja espacio para ningún punto de encuentro entre civiles y militares. La guerra civil y los conflictos urbanos, parecen una posibilidad catastrófica. Aunque los combates se han limitado principalmente a áreas remotas, fronterizas o rurales, pronto podrían llegar hacia escenarios urbanos. No solo la guerra civil podría extenderse tierra adentro desde las fronteras, sino que la guerra urbana puede estallar hacia adentro de las ciudades. Esta misma posibilidad abriría las puertas a la intervención de las potencias imperialistas y regionales como EE. UU. (tal como vimos en Siria y Libia en 2011) o China que guarda importantes intereses económicos en el país, lo que daría como resultado un escenario reaccionario abortando la posibilidad de un proceso revolucionario.

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La posibilidad de una guerra civil en Myanmar plantea cada vez más la necesidad de la autodefensa y de la existencia de una organización independiente - tanto del LND, de las guerrillas étnicas, como de las potencias imperialistas -. Esta debe ser dirigida por la juventud y la clase obrera en alianza con la minorías étnicas para imponer una agenda que responda a verdaderos intereses democráticos bajo un gobierno de trabajadores que vienen sufriendo el hambre y la explotación. De momento la experiencia que atraviesa Myanmar tiene las miradas cercanas de los trabajadores y jóvenes de toda la región que los ven con total simpatía.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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