Entre 1904 y 1908 el imperialismo alemán llevó a cabo en el actual territorio de Namibia, en el sudoeste africano, el primer genocidio del siglo XX contra las etnias originarias herero y nama que se resistieron a la dominación colonial. Al igual que otros genocidios, permanece impune y sin ser reconocido como tal por sus ejecutores. Esta última nota se refiere a las repercusiones internacionales y la lucha por el reconocimiento.
Viernes 28 de agosto de 2015
Las masacres de Namibia constituyen un acto de genocidio que fue el primero del siglo XX. Como señala la experta del Museo de Etnología de Cologne (Alemania) Larissa Förster: “fue claramente una orden para eliminar a gente perteneciente a un grupo étnico específico y solo porque formaban parte de ese grupo” (Aurora Moreno Alcojor, “Namibia, ¿el primer genocidio del siglo XX?”, El País, 4 de mayo de 2012). También representó un temible antecedente de los genocidios cometidos por el régimen nazi entre 1933 y 1945, ya que podemos encontrar muchos elementos en común: asesinatos masivos, deportación, confinamiento en campos de trabajo forzado, experimentación médica y obligación de portar signos identificatorios a los sobrevivientes (el disco que debían llevar los hereros recuerda a la estrella de David de los judíos o el triángulo rosado de los homosexuales).
Como sucedió en otros casos similares, el negacionismo estuvo presente desde el momento mismo en que se producían los hechos. El Reich alemán se defendió argumentando que la información de las masacres era una propagando británica y sudafricana interesada en ocupar su territorio, lo que efectivamente sucedió tras la Primera Guerra Mundial. No obstante esto, no puede utilizarse para negar las responsabilidades del colonialismo alemán en este acto de genocidio.
En 2001 el presidente alemán Roman Herzog visitó Namibia y se entrevistó con los líderes del pueblo herero expresando su “pesar” por los hechos ocurridos a principios del siglo XX. En 2004, al conmemorarse el centenario del comienzo del genocidio, el Ministro de Desarrollo Económico y Cooperación Heidemarie Wieczorek-Zeul declaró que “aceptamos nuestras responsabilidades históricas”. Sin embargo, ninguno de estos funcionarios quiso reconocer que los hechos se enmarcan en el delito de Genocidio y que constituyen “el Primer Genocidio del Siglo XX”. También han viajado a Namibia a ofrecer sus disculpas los familiares del genocida Trotha, y la calle de Münich que llevaba su nombre desde 1933 fue rebautizada como “Calle de los Hereros”.
En 2006 y 2012 el Bundestag rechazó hablar de “Genocidio” para referirse a las masacres de Namibia y de presentar disculpas oficiales a los familiares de las víctimas para no dar pie a demandas de indemnización, argumentando que Alemania firmó recién en 1955 el Convenio Internacional para Prevención y Castigo del Delito de Genocidio. Cientos de organizaciones sociales le reclaman que los delitos de lesa humanidad se pueden aplicar con retroactividad y que no prescriben, por lo que la posición del Gobierno y el Parlamento alemán constituyen actos de negacionismo (Rafael Poch, “El Bundertag rechaza reconocer el genocidio de Namibia”, La Vanguardia, 13 de abril de 2012).
La misma postura es adoptada por el Estado Turco al negarse a reconocer el genocidio contra los pueblos armenios, griegos, asirios, yazidies y drusos por parte de su antecesor –el Imperio Otomano– durante la Primera Guerra Mundial, o la postura británica de no reconocer como genocidio las masacres coloniales en Kenya.
En abril de 2015, al cumplirse el Centenario del Genocidio Armenio, el Papa Francisco (Jorge Bergoglio) se refirió a este crimen contra la humanidad como “el primer genocidio del siglo XX”. Esto desató críticas en toda África que lo acusaban de negacionismo del Genocidio Namibio.
El historiador David Olusoga, coautor de The Kaiser Holocaust: germany forgotten genocide and the colonial roots of Nazism, le cuestionó que “el genocidio namibio, 1904-1908, no solo fue el primero del siglo XX, sino que de muchas maneras prefiguró los horrores posteriores de un siglo problemático. El exterminio sistemático de alrededor del 80% del pueblo herero y del 50% del nama fue el trabajo de soldados alemanes y de administradores coloniales”. Más adelante este autor anglonigeriano señaló que “La pregunta ahora es si la declaración del Papa fue hecha en la ignorancia o si el Vaticano fue culpable del pecado de omisión deliberada. En cualquiera de los casos, esto ha sido un episodio extraño y contraproducente. El catolicismo está creciendo más rápido en África que en cualquier otro lugar: 200 millones de africanos son creyentes. Pero la conciencia de la historia también está aumentando en África y delitos como el genocidio de Namibia ya no puede ser ignorados, ya sea por accidente o por decisión” (David Olosuga, “Dear Pope Francis: Namibia was the 20th century first genocide”, The Guardian, 18 de abril de 2015).
En la actualidad alrededor de 100 mil hereros/as habitan en Namibia, lo que representa el 10% de la población del país. El resto se distribuye en Angola (120 mil personas) y Botsuana (21 mil personas). Mientras que la población nama se distribuye en Namibia, Botsuana y Sudáfrica. La etnia mayoritaria de la ex colonia alemana es actualmente la Owambo, que controla el Gobierno y el Parlamento desde que el país declaró su independencia del régimen segregacionista sudafricano en 1989, y poco han hecho para el reconocimiento del genocidio. Quizá se deba a la ayuda del desarrollo que reciben desde Alemania, que en 2010 equivalía a 15 euros por habitante. No obstante, la minoría herera y nama en estos órganos lograron un pronunciamiento a favor del reconocimiento y las compensaciones. La devolución de restos óseos en 2011 fue un primer paso –aunque pequeño– en este sentido.
Solo rodeando de solidaridad la lucha de los pueblos herero y nama se podrá lograr el reconocimiento del Genocidio Namibio y obtener justicia y reparación los descendientes de las víctimas del Primer Genocidio del Siglo XX.
* Luciano Andrés Valencia es escritor. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas socialistas (2013).