El negocio que rodea al deporte les impone condiciones a sus protagonistas sin reparar en su salud. Las diferentes reacciones de la selección local en la Copa América y de la influyente tenista.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Sábado 12 de junio de 2021 00:00
Este jueves, el mismo día en que el Supremo Tribunal Federal (una especie de corte suprema de Justicia) habilitaba la realización de la Copa América, Brasil registró la cifra más alta de muertes por COVID-19 en más de un mes. Ya totalizan 480 mil fallecimientos y los especialistas hablan del inicio de una posible tercera ola. En ese contexto, la pelota comenzará a rodar este domingo cuando la selección brasileña reciba a la de Venezuela para la inauguración de la competencia.
Si la letra de Los Piojos sobre Maradona decía “Caen las tropas de su majestad, cae el norte de la Italia rica, el Papa dando vueltas no se explica, muerde su lengua Joao Havelange”, acá sucede al revés: caen instituciones como la Justicia brasileña y la selección verdeamarelha, rendidas ante “su majestad” la Conmebol de Alejandro Domínguez. Nadie se animó pararle la pelota a la industria del espectáculo del fútbol, ni siquiera quienes pueden ser más perjudicados que son los jugadores. Figuras de la selección de Brasil amagaron con no presentarse, pero finalmente arrugaron y emitieron un comunicado que dice “Estamos en contra de la organización de la Copa América, pero nunca le diremos que no a la selección brasileña”. En el medio, la CBF (Federación Brasileña) le apuntó a Tité, el DT al que Bolsonaro considera “comunista” a pesar de que políticamente es algo así como un católico moderado, porque se atrevió a cuestionar la decisión de hacer la Copa América en este país en crisis política y sanitaria. La CBF ya había largado el rumor de que lo bajaban a Tité para meter a Renato Gaúcho que es del agrado de Bolsonaro. No parece una presión tan insostenible para un plantel plagado de estrellas como Ederson, Thiago Silva, Casemiro o Neymar (por nombrar solamente a uno por línea), con poder de convocatoria y por lo tanto también de negociación con Conmebol y la CBF. Pese a esto, el domingo empezará la copa en el país con más crisis sanitaria de la región, con planteles que van a entrar y salir del país como Argentina, una “burbuja” que no ofrece demasiadas garantías y que puede sumarle capítulos poco gratos al fútbol de la era pandémica.
Dante Panzeri, el siempre recordado periodista autor del famoso libro Fútbol, dinámica de lo impensado, tituló al primer capítulo de su obra “Juego-alegría y seriedad-angustia”. Allí hace un alegato en favor de la dimensión lúdica del fútbol y una crítica despiadada a lo que él define como “desalmado negocio del espectáculo” que rodea a este deporte.
Ese título y esas ideas de Panzeri pareciera que gritan desde un pasado por momentos no tan lejano (el libro es de 1967). Precisamente la angustia ante una instancia supuestamente “seria” como son las conferencias de prensa fueron el motivo por el que la tenista Naomi Osaka, número 2 del mundo en el ránking WTA, renunció a seguir jugando en Roland Garrós (torneo de Grand Slam). Fue una de las principales noticias deportivas a principios de este mes de junio: la tenista, hija de inmigrantes, se negó a participar en esas conferencias de prensa en pos de preservar su salud mental. Explicó: “Soy una persona introvertida. Antes de hablar con la prensa sufro de ansiedad y me siento vulnerable y por eso preferí evitar las charlas con los periodistas”. Ante esta actitud tan valiente, de una joven estrella del tenis mundial, la institución que regula el torneo (en este caso la Asociación de Tenis Profesional, la ATP) le responde con el reglamento, con un castigo: le impone una multa de 15 mil dólares. A diferencia de las estrellas de la selección brasileña de fútbol, Naomi Osaka tuvo una actitud de plantarse. Totalmente distinta. Prefirió renunciar al torneo antes que ver perjudicada su salud. “Será beneficioso para la competencia, para el resto de las jugadoras y para mi propio bienestar”, sentenció y también anunció que muy probablemente se baje de participar del Abierto de Berlín que empieza este lunes si la ATP no cambia estas posturas.
Naomi Osaka es una figura del deporte, de las más importantes en la actualidad. Desde ese lugar da peleas por cambiar las cosas, aún cuando se tenga que enfrentar con esta industria del espectáculo deportivo y poner en cierto riesgo su carrera: no solamente se pierde la posibilidad de sumar puntos para el ránking, también debe lidiar con la condena de otras figuras como el siempre ATP-friendly Rafa Nadal. Aunque también, hay que decirlo, recibió el respaldo y la solidaridad de colegas como Serena Williams.
La revista Time consideró a Osaka como una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2019 y 2020. ¿Esto es solamente por ser una de las mejores tenistas del mundo? Seguramente no. Tiene también que ver con su actitud ante la realidad: así como el año pasado salió a la cancha con barbijos con los nombres de víctimas de la violencia policial y por Black Lives Matters (y ni siquiera se quedó en eso, hasta viajó a Minneápolis para participar en las marchas por justicia por George Floyd), este año se atreve a plantear vulnerabilidades con las que tiene que cargar (como todos y todas tenemos en distinta medida). No para victimizarse sino para ponerle freno a las condiciones que la industria le impone al deporte y a sus deportistas.
— NaomiOsaka大坂なおみ (@naomiosaka) May 31, 2021
Esto de debatir al deporte como si fuera una ciencia dura (sin negar que algunos aspectos científicos contiene, como la nutrición, cuestiones tácticas y físicas, etc.), esto de darle un halo de seriedad, de descomponerlo en análisis y especulaciones hasta reducirlo a objeto de estudio quitándole el componente lúdico, lo necesitan más que nadie los anunciantes y las cadenas deportivas de televisión que tienen que rellenar horas de programación: es la principal razón de ser de las conferencias de prensa previas y posteriores a los partidos. Con ese aspecto del deporte de elite hay deportistas que no la pasan bien: les provoca ansiedad o angustia. Y estamos hablando de los mejores en sus disciplinas, de los más ganadores. Ni qué decir de la salud mental de quienes están abajo en los ránkings, de quienes pierden, de quienes ni siquiera llegan a una conferencia de prensa y tampoco logran vivir de jugar al tenis, cuyos padeceres también pasan -entre otras cosas- por estar fuera de ese circuito del show-bussiness y por carecer de incentivos (deportivos y económicos).
A diferencia de las figuras del fútbol de Brasil, Naomi Osaka pateó el tablero. Ellos tal vez ganen la Copa América: sumarán una estrella más, pero quién sabe si quedarán en la historia, en el recuerdo. Naomi Osaka llegó al tenis no solamente para ganar torneos y marcar hitos deportivos: también puede propinarle un buen revés (para usar una figura del tenis) a la industria del espectáculo deportivo. Y ella sí estará haciendo historia.