¿Imaginó Lev Davidovich Bronstein, más conocido como León Trotsky, que en algún momento histórico muy posterior a su infame asesinato sería reeditado y leído con pasión por miles de jóvenes –y no tanto–, que volvería a ser admirado –aunque tímidamente, a veces en silencio– por la intelectualidad de otra época, que sus exposiciones sobre táctica y estrategia se revelarían como una fuente de inspiración para una nueva generación de izquierda revolucionaria, o que el estudio de sus polémicas –porque obligan a eso: a estudiar– abriría camino como una topadora frente a los escombros de una izquierda hoy vergonzosamente camuflada de progresismo?
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