Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) es un actor, otrora famoso, en decadencia. Sus gloriosos años de protagonista de westerns han quedado atrás y ahora solo interpreta papeles de villano condenado a perecer en el enfrentamiento final con el “bueno” de las películas. Así se lo expresa en una de las primeras escenas, en un bar, un productor (en una destacada actuación de Al Pacino) asestándole un golpe mortal a su carrera y a su ego. Su amigo y doble de riesgo, Cliff Booth (Brad Pitt) está siempre a su lado y tienen una amistad incondicional. Dalton, arañando los últimos momentos de fama y peleando para no convertirse en un fracasado, irá a Italia a filmar spaghetti westerns a regañadientes.
Como es habitual en el cine del director de Perros de la calle y PulpFiction, hay varias historias que se desarrollan en paralelo, con ficciones que toman aspectos de la historia real, en una siempre adaptación de estilo libre, pop, violenta y norteamericana. La ambientación sumerge desde el principio en la cultura de Hollywood de los años 60: el vestuario, las series, la música, la tecnología, los autos y el lenguaje recrean esa época.
Érase una vez en Hollywood es la novena producción de Quentin Tarantino. El título que utiliza un tono de añoranza, describe también el clima general que tendrá la película. Un Hollywood, una industria de cine que desaparece para dar vida a una nueva forma de filmar. He aquí la nostalgia.
El tiempo de la historia es aquel en el que un viejo modelo de producción cinematográfica declina para dar paso a nuevas historias, actores y formatos audiovisuales. Estos cambios cruzarán cada una de las acciones de los protagonistas, sus motivaciones, diálogos, esperanzas y frustraciones. Son momentos de crecimiento de series como Bonanza, Manix o FBI y caída en picada de los westerns. Los cambios en el mundo del cine, un Hollywood vampiresco con ganas de sangre fresca, están inmersos en una época que se cuela en la película a modo de ecos distorsionados y caricaturescos, recortes a gusto del director en función de crear este universo propio. Así rastros de los años 60 se escuchan lejanos en las noticias sobre Vietnam o en unos hippies, que aunque basados en un caso real, son menos representativos del movimiento de una época, que personajes acordes construidos en función de esta particular trama narrativa. Tomando en cuenta que la acción se ubica en el agitado año 1969, con una juventud a nivel mundial influenciada por el mayo Francés y demás movimientos, está claro que el recorte del director no busca en ningún momento reflejar el clima político de la época.
En la filmografía de Tarantino se destacan diálogos y personajes, estructuras narrativas, construcción de climas, acción, violencia, rescates de la cultura norteamericana, y todo esto forma parte de Érase una vez en Hollywood. El guión, los diálogos, el encuadre sobresalen en un film más distante de PulpFiction o de Django sin cadenas, manteniendo el sentido del humor y la ironía de Bastardos sin gloria.
El elenco despunta, protagonistas o pequeños papeles, todos tienen su caracterización y aportan un tono propio. Leonardo Di Caprio y Brad Pitt construyen un dúo que no defrauda. El gran monólogo de Di Caprio solo y borracho, y Pitt, un doble que no parece querer ni necesitar las mieles de la fama con sus ya acostumbrados tonos e inflexiones de voz. Se agregan al elenco la participación de Al Pacino y Margot Robbie como Sharon Tate.
Con el correr de los 160 minutos de película, se suman personajes secundarios que aportan detalles y aderezan el relato: “No me gustan que me digan cosas como pequeña gatita con botas, pero como estás triste lo dejaré pasar”, son las palabras de una niña que trabaja actuando en los estudios mientras Rick Dalton cae en el alcohol y no puede memorizar los textos.
La música como siempre acompaña cada escena, y no falta California Dreaming que suena potente y le pone ritmo a la nostalgia. En la combinación de la sucesión de acciones y la canción, Tarantino parecería decir que California ya no sueña y que ya no es cálido ni seguro andar por sus calles.
El mundo del cine dentro del cine está presente en todo el film, la trama y sus personajes, y hasta con recreaciones de películas y series ficcionadas, un universo que suma también la historia paralela que involucra a Roman Polanski y su mujer Sharon Tate y el asesinato de ella por parte del Clan Manson, en una como siempre apropiación tarantinesca de los hechos históricos.
La violencia flota siempre en el ambiente. Casi como al pasar sale el dato que Cliff Booth, el doble de riesgo, tiene en su prontuario haber matado a su mujer, pero en el Hollywood de los años 60 es un dato más, trabaja sin problemas. El extraño grupo hippie justificará sus ataques en este marco “criarnos viendo la televisión significa que nos criamos viendo asesinatos...”, “mi idea es que matemos a la gente que nos enseñó a matar”. De alguna forma la violencia real de quienes dominan los Estados Unidos con sus guerras, represión policial, racismo, etc, se cuela por todos los poros y adopta nuevas formas. Tarantino, a pesar de que la película es más un homenaje al western y una nostálgica mirada sobre un Hollywood más ingenuo y relajado, no deja de plasmar su mirada sobre la violencia existente en los Estados Unidos.
El estreno se realiza 25 años después de Pulp Fiction, una película que renovó las formas de contar historias y marcó una época. Desde ese ángulo Erase una vez en Hollywood no irrumpe en las carteleras de la misma forma. La fuerza de innovar la narración cinematográfica se presenta ahora como un sello de autor, ya consagrado y aclamado, que puede disponer tranquilamente de un abultado presupuesto de 90 millones de dólares, 10 veces mayor del que tuvo en sus primeras películas, para filmar todo lo que imagine.
Para el público seguidor de Tarantino es una nueva oportunidad de disfrutar de su cine y, entre otras cosas el final también aporta sorpresas interesantes.
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