Este nuevo libro de Ediciones IPS, de Eduardo Castilla, concentra su mirada en los años posteriores a la rebelión popular del 29 y 30 de mayo de 1969 focalizando en la actividad de las principales corrientes político-sindicales que actuaron en la provincia en el período. Sus páginas recorren las trayectorias del sindicalismo de liberación de Luz y Fuerza, el clasismo de Sitrac-Sitram y el neoclasismo del Smata. Aquí puede leerse la presentación del autor. Ya se encuentra disponible la preventa del libro en edicionesips.com.ar.
PRESENTACIÓN
La historia tiene que ser reescrita en cada generación porque, aunque el pasado no cambia el presente sí lo hace; cada generación se hace nuevas preguntas sobre el pasado.
Christopher HillEl don de atizar para el pasado la chispa de la esperanza solo toca en suerte al historiógrafo perfectamente convencido de que, si el enemigo triunfa, ni siquiera los muertos estarán seguros.
Walter Benjamin… la gente hacía barricadas, tiraba cables eléctricos abajo, tomaba las comisarías, tomó el Ministerio de Obras Públicas, o sea, hubo un “germen” de “Comuna de París”. En Córdoba, lógicamente, no se instauró ninguna Comuna, pero hubo un principio.
Agustín Tosco
El pensamiento del Gringo Tosco vuela a través de la historia. Entre el humo de las barricadas le vienen a la memoria los heroicos y las heroicas comuneras. Aquí, en Córdoba, allá, en París; con casi un siglo de distancia, la clase obrera sigue labrando la historia, desplegando su fuerza e imponiendo pánico al poder capitalista.
El Cordobazo constituye un punto de quiebre en la historia nacional. Apertura de un período signado por la acción revolucionaria de las masas; etapa de aguda lucha de clases solo clausurada por la violencia genocida. Marca identitaria, por eso mismo, de la ciudad que le dio nombre; símbolo de rebeldía social y política.
Hoy, sin embargo, aquella Córdoba revolucionaria parece condenada al destierro. En la tierra del cuarteto y el fernet con coca, priman aires entre moderados y conservadores. Asentado sobre el control de los recursos fiscales y la territorialidad provincial, en un concierto económico que tiene a la soja como voz destacada, el peronismo tradicional transita la tercera década en el poder. Lo asolan tensiones, es cierto. Cuenta, sin embargo, con el aval explícito del gran capital imperialista y local. Tiene, además, la firme colaboración de la burocracia sindical integrada al poder político por múltiples mecanismos; activa garante, entre otras cosas, del distanciamiento entre clase obrera sindicalizada y habitantes de las barriadas más humildes.
¿Qué sentido tiene, entonces, volver atrás en el tiempo?
Hace algunos años, el intelectual trotskista francés Daniel Bensaïd escribió que “la historia no tiene sentido filosófico. Es, sin embargo, políticamente inteligible y estratégicamente pensable” [1]. Recuperar el pasado implica, entonces, reconstruirlo críticamente; analizarlo en sus múltiples potencialidades y límites; rastrear aquellas bifurcaciones no transitadas; actualizar la historia cuestionando la forma en que nos ha sido entregada. Esa actualización es una tarea política; una irrupción al rescate de tradiciones y lecciones necesarias para las batallas del presente. Es desafiar el intento de las clases dominantes de que “los trabajadores no tengan historia” –como señaló Rodolfo Walsh– y deban iniciar cada lucha de nuevo, escindida de las anteriores. Recuperar la benjaminiana “chispa de la esperanza” requiere confrontar esa tentativa. Y esa labor se alimenta de la lucha constante de los explotados y oprimidos; de su tendencia a enfrentar las consecuencias de una crisis social, económica y civilizatoria que no cesa de expandirse a escala global, y que deteriora las condiciones mismas de habitabilidad del planeta.
A mediados de septiembre de 2023 –cuando se escribe esta presentación– Argentina se asoma a un escenario crítico. De cara a las elecciones generales, los principales candidatos ofrecen como plataforma una variedad de políticas de ajuste. Enfrentadas a una profunda crisis económica y social, las coaliciones capitalistas proponen una perspectiva de saqueo y sometimiento para las grandes mayorías populares. Subordinados al rígido esquema ordenado por el Fondo Monetario Internacional, Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich diseñan una agenda de mayores ajustes contra el pueblo trabajador. Refugiada en esta atmósfera conservadora, una derecha reaccionaria y negacionista intenta marcar agenda.
Sin embargo, los contornos del futuro se definirán en la lucha de clases y en la lucha en las calles. No está escrito que la clase trabajadora y el pueblo pobre vayan a soportar con estoica resignación nuevos ataques a su ya golpeado nivel de vida.
Ese horizonte de resistencia ya empieza a prefigurarse. Las últimas páginas de este libro se escribieron en Jujuy, en julio de 2023. Durante semanas, una rebelión popular conmovió la provincia hasta el último de sus rincones. Tuvimos el enorme privilegio de verla de cerca. Allí, en calles y rutas, volvió a desplegarse la lucha de clases. Retornaron, también, los debates estratégicos que germinan cuando las masas ingresan en grandes combates políticos [2].
Retornar a la Córdoba del Cordobazo implica volver a la lucha de clases en su estado químico más puro; regresar a los grandes combates sociales y políticos que, en parte, definieron la historia provincial y nacional en las siguientes décadas. Aquella Córdoba revolucionaria fue la de Agustín Tosco, René Salamanca, Gregorio “Goyo” Flores y José “Petiso” Páez; la tierra que vio brotar a algunas de las corrientes político-sindicales más avanzadas del período conocido como los setenta. Aquí nacieron y se desplegaron el sindicalismo de liberación en Luz y Fuerza; el clasismo en Sitrac-Sitram; y el neoclasismo en el Smata.
Esas tendencias cristalizaron, en gran medida, la radicalización que cruzaba a la clase trabajadora cordobesa. Expresaron la evolución político-ideológica de franjas obreras que miraban con creciente simpatía las ideas de la izquierda y el socialismo. Fueron, todas, activas partícipes de la vida política-sindical del período. Apelando a los duros términos de la lucha de clases, impactaron a nivel nacional, logrando una significación que iba más allá del lugar geográfico en el que emergieron. Todo eso les ganó el odio patronal; las tornó enemigas de la burocracia sindical; las convirtió en blanco fijo de la represión estatal, fuera esta del gobierno militar o, posteriormente, del gobierno peronista.
Su paso por la historia nacional puede ser convertido en fuente de lecciones políticas; en conclusiones estratégicas para los combates de la lucha de clases: presentes y futuros. Ese es nuestro objetivo en las páginas que siguen: recuperar la historia de la Córdoba revolucionaria desde el análisis crítico de sus principales corrientes político-sindicales. Calibrar potencialidades y límites. Balancear su actuación ante los desafíos que implicó aquel ciclo histórico.
La tarea implica problematizar orígenes y describir trayectorias; analizar las batallas de clase a las que fueron arrastradas o debieron protagonizar aquellas corrientes político-sindicales. Significa, al mismo tiempo, precisar coincidencias y distancias entre ellas; encontrar rasgos comunes y marcar diferencias. ¿Qué separaba, en aquellos álgidos y tensos años, a Tosco de los clasistas de Sitrac-Sitram? ¿Qué unía al clasismo de Fiat con el neoclasismo del Smata? ¿Hasta dónde se pueden considerar parte de una tradición común? o, por el contrario, ¿fueron más las diferencias que las afinidades?
La reconstrucción de aquella historia obliga, también, a pensar críticamente a ese símbolo de la Córdoba combativa y rebelde que fue Agustín Tosco. A releer sus palabras y repasar sus actos. A examinar las tensiones sobre las que eligió caminar y los caminos que decidió no elegir. Protagonista indiscutido del período, marcó la conciencia de miles de luchadores y luchadoras. No solo en su provincia natal, sino también a escala de todo el país. El debate que protagonizó con José Ignacio Rucci lo certifica. Esa trascendencia explica el peso significativo que su trayectoria e ideas tienen a lo largo de estas páginas.
Nuestro estudio obligó, asimismo, a un recorrido crítico por la historia de la etapa; a revisitar hechos, polémicas y conclusiones; a sumergirnos en un océano de discusiones vivas que marcaron el día a día de una provincia convulsionada. Esa labor impuso, también, una necesaria relectura de lo escrito sobre el período. Las páginas que siguen se nutren, dialogan y debaten con investigaciones fundamentales como las de Mónica Gordillo, Alicia Servetto, James Brennan, Nicolás Iñigo Carrera, Carlos Mignon y Daniel James, entre otras. Se alimentan, también, de ese enorme trabajo de recuperación histórica que constituye la documentación sobre el clasismo de Sitrac-Sitram. Una labor fundamental, realizada en difíciles condiciones políticas, por Susana Fiorito, también autora de Los sindicatos clasistas: Si.Tra.C.: 1970-1971, bajo el seudónimo de Natalia Duval.
Acerca de este libro
El Cordobazo sacudió desde sus cimientos a la Argentina capitalista. La clase trabajadora le mostró al país toda su furia a partir del mediodía de un jueves 29. Tuercas, tornillos y barricadas mediante, la clase dominante recibió una amenaza clara: el abajo podía contraatacar, responder a los agravios que sufría desde hace años. La dictadura de la llamada Revolución Argentina, encarnada en Juan Carlos Onganía, resultó herida de muerte. Los tiempos de esa agonía se extendieron por largos e intensos cuatro años.
El levantamiento de masas desató un torbellino sobre el conjunto de la nación. Convocó a los fantasmas de la revolución social. La Argentina entró en ese torrente convulsivo que conmovía a gran parte del mundo, desde el lejano Vietnam hasta el hermano país de Uruguay, pasando por Europa, EE. UU. y América Latina casi toda [3]. A partir de 1969 y hasta el golpe genocida de 1976, el país se vio sacudido por un poderoso ascenso de masas, que arrinconó al poder burgués, obligándolo a alquimias y combinaciones que permitieran capear el descontento social [4]. La Argentina de aquellos años contuvo un componente explosivo: la tendencia creciente de las masas a tomar en sus manos el gobierno de su propio destino. Muchos años antes, lejos de la pampa y de las sierras, el revolucionario ruso León Trotsky había afirmado que ese era “el rasgo característico más indiscutible de las revoluciones” [5].
Consignemos, sin embargo, que el proceso argentino no alcanzó el estatus de revolución abierta: no se produjo transferencia de poder de una clase social a otra [6]. Sin embargo, visto en su caótico conjunto –al decir de Antonio Gramsci– el período asumió un formato revolucionario [7]; se trató de una etapa marcada por un fuerte protagonismo de masas, con un creciente cuestionamiento a la legalidad burguesa y una progresiva radicalización en cuanto a acciones y métodos de lucha.
La clase trabajadora ocupó un lugar destacado en ese proceso histórico. No resulta casual: el Cordobazo encontró a un poderoso movimiento obrero, estructurado en enormes concentraciones fabriles, cargando una limitada fragmentación social y habitando una economía que contabilizaba bajos niveles de desocupación. Ese proletariado llegó a mayo de 1969 con una potente tradición de combate. Después de aquel levantamiento, la tonada de lucha cordobesa empezó a contagiarse al conjunto del país.
Nuestro estudio se inicia en esas verdaderas fortalezas obreras que constituían las grandes automotrices de la capital provincial. Esa fuerza social, con su notoria juventud y combatividad, fue la que el Cordobazo puso en movimiento. El otro gran protagonista de aquellas jornadas, el movimiento estudiantil, había forjado temple de combate en los años previos. A ese análisis dedicamos el primer capítulo de este libro.
Barricadas de por medio, aquella rebelión popular cambió la escena nacional y creó un nuevo imaginario social. De imprevisto, para cientos de miles de personas el socialismo y la revolución dejaron de ser evocaciones abstractas. En su dinámica y en sus resultados, el levantamiento de masas prefiguró las tendencias que ocuparían la escena en los años siguientes. A dilucidar ese enorme hecho social consagramos el capítulo 2.
En esa Córdoba convulsionada nacieron y se desplegaron el sindicalismo de liberación, el clasismo y el neoclasismo del Smata. En la segunda parte de este trabajo, a lo largo de varios capítulos, analizamos las trayectorias y tensiones de esas corrientes. En este punto es pertinente una aclaración sobre el término neoclasismo. Utilizado por René Salamanca durante una entrevista en 1973, es incorporado por Carlos Mignon en su trabajo Córdoba obrera [8]. Nosotros aquí lo emplearemos para enfatizar las diferencias entre la experiencia que aconteció en las plantas de Fiat y la liderada por el dirigente del PCR. En este apartado también dedicamos un capítulo a presentar fragmentos del itinerario político-ideológico de Agustín Tosco.
El ascenso revolucionario abierto con el Cordobazo obligó a la clase dominante a ensayar distintas variantes de contención. La más importante del período fue, por lejos, permitir el retorno de Perón, tras 18 años de exilio forzado. El viejo militar volvió al país apostando a calmar los ánimos y frenar el descontento obrero y popular. La tercera parte de nuestro trabajo, en el capítulo 10, aborda esa transición. Concentrando nuestra mirada en Córdoba, dedicamos los capítulos 12 y 14 a la convulsiva dinámica política, marcada por los combates de la lucha de clases y la ofensiva de la derecha peronista, que culminó en el golpe policial conocido como Navarrazo. En esta parte de nuestra exposición, el capítulo 11 se destina a reseñar el histórico debate televisivo entre Agustín Tosco y José Ignacio Rucci, quien fuera en estos años la mano derecha de Perón al frente de la CGT nacional. Aquel protagonismo de Tosco creó las condiciones para que distintas fuerzas de izquierda impulsaran su candidatura presidencial. A esa propuesta y su rechazo, por parte del Gringo, consagramos el capítulo 13.
La cuarta parte de nuestro trabajo está destinada a reseñar los últimos combates de la Córdoba revolucionaria. Tosco y Salamanca aparecen como protagonistas del capítulo 15, donde se analiza la ofensiva contra el sindicalismo de liberación y el neoclasismo. Momento marcado por la represión dura y persistente, empujó a ambos dirigentes a la clandestinidad, amenazados de muerte por la Triple A. Finalmente, en el capítulo 16, reseñamos el enorme proceso huelguístico que, iniciado en la provincia mediterránea, sacudió al país en junio y julio de 1975. Ese ciclo de movilizaciones constituyó un desafío abierto y masivo al peronismo gobernante.
Aquel peronismo de Isabel y López Rega se evidenció incapaz de contener el ascenso revolucionario de masas. Ese fracaso abrió el camino al terrorismo de Estado. Videla, Agosti y Massera fueron los semblantes de una sanguinaria empresa movida por un único interés: salvar a la nación burguesa de aquella insurgencia obrera y popular que emergía en el territorio nacional. El genocidio perpetrado reconfiguró el mapa social argentino. Bajo la férrea bota militar, el poder económico y financiero rediseñó el país acorde a sus necesidades contables. La ferocidad represiva encontró un blanco central en el movimiento obrero. René Salamanca, uno de los protagonistas de nuestro relato, estuvo entre los desaparecidos.
En marzo de 1976 la clase trabajadora no pudo ofrecer una alternativa a la salida golpista de las FF. AA. Nuestras conclusiones se orientan a problematizar esa imposibilidad. Lo hacen desde un repaso general de la etapa abierta en el Cordobazo. En ese marco, atendiendo al terreno cordobés, apuestan a un balance global de lo actuado por las corrientes políticos-sindicales estudiadas.
Un trabajo militante
El autor de estas líneas entró a la vida militante a mediados de los años 90. En aquellos días, el Cordobazo era un recuerdo de la combatividad pasada que se renovaba periódicamente al calor de los reclamos callejeros contra las políticas de ajuste. El mayo cordobés funcionaba, en parte, como un placebo discursivo destinado a cubrir la carencia de combatividad real de la dirigencia sindical cordobesa. Los nombres de Tosco y Salamanca acompañaban ese uso de la tradición setentista, como íconos de un pasado rebelde, útil para barnizar el conservadurismo de aquel presente.
Sin embargo, ese no era el único uso de aquella herencia de combate. Parte de la generación que había participado en aquellos años de ascenso revolucionario se negaba a la resignación. Rechazaba los intentos de releer la historia de los 70 como una suma algebraica de “excesos” o “errores” [9].
En cierta medida, este libro empezó a escribirse en aquellos tempranos años. Cuando teníamos el placer de escuchar al “Petiso” Páez contar cómo se tomaba desde adentro esa enorme mole de acero que era la Fiat. Cuando el “Goyo” Flores nos describía el pánico en el rostro de los empresarios que pasaban a engrosar la lista de rehenes. Cuando Susana Fiorito nos recordaba sus acelerados viajes en moto por la ciudad, distribuyendo los comunicados de prensa del Sitrac (Sindicato de Trabajadores de Fiat Concord). Cuando, caminando por la calle Deán Funes, en el centro cordobés, identificábamos la marca de los balazos contra el edificio de Luz y Fuerza.
Aquellas memorias fortalecieron nuestras convicciones; ofrecieron un cemento que la realidad cordobesa –tal como se presentaba– era incapaz de brindar por sí misma. Pero, al mismo tiempo, nos obligaron a preguntarnos y repreguntarnos por los límites que habían impedido la victoria; por los errores y las equivocaciones que imposibilitaron el triunfo. Por el lazo entre aquella generación combatiente y ese presente nuestro de resistencia.
El autor de este trabajo milita desde hace más de dos décadas en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Escribe y reflexiona desde allí. Su intento por reelaborar una fracción del pasado es parte de una actividad colectiva. Este libro debe leerse como continuidad de una indagación marxista sobre la historia nacional que nuestra corriente despliega desde hace años. Estas páginas serían imposibles sin publicaciones previas como Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976, de Facundo Aguirre y Ruth Werner; Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969, de Alicia Rojo, Josefina Luzuriaga, Walter Moretti y Diego Lotito y Villazo, la gran gesta obrera en Villa Constitución, de Octavio Crivaro. Serían, también, imposibles sin el aporte de otras obras editadas por el Instituto del Pensamiento Socialista (IPS-CEIP). Reconstruir críticamente el pasado obliga a repasar, una y otra vez, las enseñanzas dejadas por grandes pensadores marxistas como Karl Marx, Vladimir Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburg o Antonio Gramsci. A lo largo del libro, el lector o la lectora se cruzarán, en más de una ocasión, con esos autores.
Este trabajo es, entonces, parte de una apuesta estratégica: la de construir un verdadero partido revolucionario capaz de cambiar la historia; torcerla hacia un rumbo que permita poner fin a los padecimientos que el capitalismo impone a la inmensa mayoría de la humanidad; abrir el horizonte de la construcción de una sociedad libre de toda opresión y explotación. Este texto está escrito desde esa vocación, desde el deseo constante de ver a los explotados y oprimidos hablar el lenguaje de la lucha de clases y de la revolución.
Septiembre de 2023
Ya se encuentra disponible la preventa del libro a precio promocional en edicionesips.com.ar.
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