×
×
Red Internacional
lid bot

Tribuna Abierta. Organización, lucha y creatividad. Murgas en defensa de la cultura popular mendocina

Se viene el 7º Campamento Murguero en Mendoza. Aprovechamos la oportunidad y repasamos experiencias, proyectos y realidades con Alfredo (Pisando Fuerte), Maxi y Rocío (Príncipes del Paraguay), Nito (Quema Bicho), Vico y Meli (Tantas Curvas y Yo Sin Freno) y Goyo (Haciendo Bulla)

Viernes 16 de diciembre de 2016

El 18 de diciembre de 1999, Carlos Barossi manejaba a toda velocidad por el Departamento de Rivadavia, en el Este provincial. Tan rápido iba que no frenó a tiempo y atropelló a un numeroso grupo de murgueros que aguardaba al costado del camino el momento de hacer su ingreso a la Escuela Vieytes, donde habían sido invitados a cerrar el año escolar. 19 heridos y 3 fallecidos: Pablito (13), Cofla (16) y Gamuza (15), nombres que marcan aún hoy, la necesidad de organizarse para reclamar, buscar formas de sostener la cultura popular y proyectar mundos mejores a decenas de murgueros de Mendoza y otras latitudes. A partir de allí, el 18 de diciembre se estableció como Día del Murguero, una fecha en la que suenan tambores y se baila, pero en memoria de los que ya no pueden hacerlo.

Muy poco tiempo atrás de esa tragedia, las murgas irrumpían en Mendoza como una novedad barrial, impulsada por talleristas con experiencia en el teatro comunitario y percusionistas dispuestos a buscarle la vuelta a los efectos de una crisis económica y social que terminaría de implosionar exactamente dos años después, el 19 y 20 de diciembre de 2001.

Los barrios pobres han sido, históricamente, depositarios de miradas estigmatizantes, mitologías marginales y contexto de ensayos de políticas estatales, esperanzas militantes y rescates religiosos de todo tipo. La murga, puede ser ubicada como una de las tantas estrategias de contención –palabra clave de las perspectivas hacia los y las jóvenes pobres- durante aquella década neoliberal. Pero la murga despertó sensaciones, posibilidades y sueños que pocos podían anticipar.

Yo viví la experiencia de Los Gloriosos Intocables, allá por el 95. Trajeron los instrumentos y dijeron “vamos a hacer murga” y nadie sabía qué era eso. Salió de la nada. Creo que la idea era sacar a los pibes de la esquina y meterlos en otro lado, nada más. Mostrar que se estaba haciendo algo en el barrio para la campaña política.

Pero los pibes empiezan a crecer, a salir del barrio y ver otras realidades, otros lugares. Sin la murga no tenías esa opción. Por ejemplo, pibes que no salían de su pasillo, por broncas internas, por falta de recursos. Su mundo era el pasillo. Con la murga se amplió el espectro, significó abrir cabezas y esos mismos pibes empezaron a pensar la realidad desde otro lado… la murga dio elementos para pensar.

Los tambores y el baile, en primer lugar, fueron esparciéndose como un charco sin bordes. En las canchas, en las marchas, en barrios de clase media venida a menos, sonidos y piruetas imposibles se volvieron habituales, modificando esos ámbitos para siempre. Luego vendría la necesidad de expresarse en palabras y de actuar, el reconocimiento oficial expresado en la presencia de murgas en los festejos vendimiales y hasta la recuperación de los feriados de carnaval que la dictadura eliminó. Pero como todos los fenómenos culturales y políticos que encabezan los sectores populares, las murgas siguieron siendo incómodas para muchos, inaceptables si no se amoldaban a cánones estéticos más potables o si incluían letras ofensivas para “los políticos”.

Todas esas experiencias, avances y luchas que las murgas tuvieron que dar para seguir existiendo, despertaron la necesidad de organizarse más allá del ensayo. El Movimiento Mendocino de Murgas, es uno de los colectivos que nuclea a grupos de todo Mendoza y que se encarga, además, de la organización de los anuales Campamentos de Murgas desde 2009, en el que participan conjuntos del resto del país y de Chile.

Después de la muerte de los chicos en el 99, el 18 de diciembre fue quedando como día para encontrarnos y marchar exigiendo justicia. Año tras año, fuimos viendo que había necesidades que surgían, grupos que venían ese día a acompañar y ahí aparece lo de los Campamentos y los talleres. La idea es perfeccionar la parte artística pero, sobre todo, politizar la temática, visibilizar las problemáticas comunes que nos atraviesan todos los días: la represión, la falta de trabajo, la violencia de género, el gatillo fácil, los consumos problemáticos, la ocupación de los espacios públicos.

"En Capital, por ejemplo, el protocolo de convivencia es terrible, prohíbe que existamos directamente. En los barrios, la policía viene y te detiene diciendo que hay denuncias por ruidos molestos, algo que no podés comprobar de ninguna forma, son maneras de reprimir la expresión"

Cada vez más lejos de la idea de “contener a los pibes” que, es verdad que están desbordados, pero desbordados de la necesidad de tener lugares propios, ser reconocidos dignamente y de torcer un rumbo que parece trazado de antemano; el Movimiento Murguero se las arregla para debatir en asamblea entre toques de tambor, diferencias generacionales y vivencias cotidianas marcadas por la vida en el barrio.

Se está viviendo una realidad de represión general y la murga no es ajena a eso. En Alvear, por ejemplo, a Los Quillagua los vienen reprimiendo hace rato. Los detienen, los llevan a la comisaría, no los dejan organizarse para el día del niño. Una comisaría super violenta que está acusada de casos de gatillo fácil y que hace un hostigamiento constante, sólo por hacer murga. También hubo represión este año en San Juan y en Buenos Aires, en la Villa 11.14, cuando fueron baleados niños muy chicos, algo que visibilizó mucho toda la temática. Se busca el silencio, lo estático y la murga justamente quiere la movilización del barrio, la organización de los pibes, que tengan una voz, que se genere conciencia, porque la murga no es sólo tocar.

Una de las maneras de enfrentar estas situaciones sin perder el horizonte ni desconocer los caminos recorridos desde hace casi 20 años, es la organización autogestiva. Lograr recursos (económicos, pero también artísticos y políticos) sin deberle nada a nadie.

Esto de la autogestión no lo proponemos como algo que ya sabemos, sino que lo discutimos entre todos, se va construyendo. Podemos tener distintas visiones, por ahí unos lo relacionan en referencia al Estado, pero no es lo único. Creemos que la autogestión se basa en organizarse con las y los compañeros y lograr lo que queremos. No hace falta que vengan a regalarnos nada. En grupo se logran muchas cosas, organizándose de manera colectiva. En los talleres la idea es formarnos, aprender entre todos, es una práctica que tenemos. Desde saber cómo hacer un aplique para el traje o lograr un ritmo, hasta compartir el cuidado de los niños para que todas puedan participar. Son maneras de independizarse, de tener herramientas para decir lo que se necesita.

Esa lucha desigual contra poderosas maquinarias institucionales, prejuicios instaladísimos en el sentido común y aparatos represivos siempre dispuestos, se desarrolla fundamentalmente en el espacio público. El terreno que las murgas mejor conocen y más necesitan y que, por eso mismo, se convierte en escenario de disputas y acuerdos.

Con el vecino se hace un especie de contrato, es una convivencia. Se pacta hasta qué hora ensayamos, o si sólo es los fines de semana. En la plaza también convivís con el que toma, el que fuma y cuando toca la murga tratamos que eso no pase. Entonces esto genera que muchas veces el vecino quiera que estemos. Y si hay conflicto con alguno, se charla. La recuperación de los espacios comunes es para toda la comunidad, no sólo para la murga.

La disputa por la definición de “lo público”, en general, es más bien con el Estado que, a través de policías y preventores de todos los colores, buscan imponer el orden y la prolijidad como garantías de vaya a saber qué.

En Capital, por ejemplo, el protocolo de convivencia es terrible, prohíbe que existamos directamente. En los barrios, la policía viene y te detiene diciendo que hay denuncias por ruidos molestos, algo que no podés comprobar de ninguna forma, son maneras de reprimir la expresión. Muchas veces salen los propios vecinos a decir que nadie los llamó. “Están mis hijos, mis sobrinos, cómo voy a llamar a la policía?”.

Entre el 16 y el 18 de diciembre próximo, se desarrollará el 7º Campamento Murguero en Rivadavia, una instancia propia y abierta a la comunidad para reforzar compromisos, crecer colectivamente y seguir buscando maneras de revertir un silencio que le conviene a unos pocos.

Nada ni nadie podría lograr que Pablito, Cofla y Gamuza se aparezcan un día por el ensayo. Así de definitiva es la muerte a la que Barossi los condenó y por la que recibió un tirón de orejas (nunca fue a la cárcel y hace rato que maneja como si nada) de parte de esas instituciones que tanto se escandalizan por el ritmo de los tambores. Lo que Barossi ni las instituciones pudieron prever, es que esos pibes de la esquina que ya no están, se convertirían en memoria, alegría y organización. Enorme ejemplo en los tiempos que corren.