A propósito de la retrospectiva del artista argentino Pablo Suárez (1937-2006) en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
“Narciso plebeyo” fue el nombre elegido para la importante retrospectiva de la obra de Pablo Suárez. Artista central en el arte local, con una selección de 100 obras entre pinturas, dibujos, objetos y esculturas, se muestra su extensa producción. Los curadores, Jimena Ferreiro y Rafael Cippolini, hicieron foco en la temática de la obra del artista donde prevalece “lo plebeyo”, y la mitología e imaginario personal de Suárez en sus imágenes. Para ellos, en la historia del arte argentino, Suárez estaría así ubicado en los márgenes, pero también en el centro, como protagonista de muchos de los episodios claves del arte local durante cuatro décadas, influyendo en distintas generaciones de artistas.
Sus obras no dejan de sorprender al verlas todas juntas; a sus conocidas esculturas realistas y objetos, se le suma una sala de pinturas al óleo que muestran su lado más detallista y académico, y también una hermosa selección de dibujos con una línea virtuosa realizados con lápiz.
Pablo fue un autodidacta, aunque participó del taller de Raquel Forner y Alfredo Bigatti; provocador y crítico de la institución artística, la obra del artista es indispensable para entender la imagen local de los noventa, pero acumulaba ya décadas de trabajo. Su primera exposición individual fue en la Galería Lirolay, presentada por Alberto Greco, en 1961. Fue protagonista de la vanguardia artística de los años sesenta, participando del Instituto Di Tella dirigido por Jorge Romero Brest, y uno de los primeros en señalar diferencias alejándose de la institución. Suárez junto a Oscar Bony, Roberto Jacoby y Margarita Paksa, entre otros, incursionaron en la unión entre el arte y la política, eligiendo realizar intervenciones en sindicatos y organizaciones obreras juntos a sus trabajadores, como fue “Tucumán Arde”.
Al recorrer la retrospectiva, una de las primeras imágenes que podemos ver es la única pintura sobreviviente de su serie “Muñecas bravas” de los años sesenta. Lo grotesco y la parodia son protagonistas, como a lo largo de toda su producción.
Basándose en estereotipos populares y en personajes históricos tanto como anónimos, en varias de sus obras se utiliza la cita y la parodia como una estrategia artística. En el catálogo de la muestra, refiriéndose a las referencias nacionales, Gabriela Cabezón Cámara en su escrito “Manuel Belgrano y el éxodo jujeño, o Suárez y sus precursores” plantea:
Suárez era muy ambicioso: quería hacer un arte popular tramado profundamente con varias tradiciones del arte popular nacional. Ahí aparecen sus chongos, que tienen de abuelos a los gauchos de Florencio Molina Campos. Sus putas hijas de las de Berni. Y todos ellos penetrados por los rasgos de los personajes de Rico Tipo. Hay, en la obra de Suárez, una estética y una teoría de la creación en franca oposición a lo que predominaba, ¿predominaba?, entre sus contemporáneos.
En sus producciones, su realismo está atravesado por la ironía, el humor y lo ordinario, dotándolo de algo único.
Sobre su paso por las tres dimensiones el artista diría:
Cuando comencé a hacer esculturas, que en aquella época se llamaban “objetos”, empecé a sentir que podía trabajar con comodidad, y que estaba produciéndose algo, que me permitía generar una estética bastante clara si bien estaba muy teñida de expresionismo del que traté de despojarme. Me da la sensación de que es en ese momento que se produce el auge del pop en Estados Unidos, cierto enfriamiento de la imagen, cierto abandono de esa idea de que el gesto es la pauta inicial, para poder comenzar a desarrollar una especie de nuevo planteo estético; en aquella época Clement Greenberg sostenía “que todo comenzaba de alguna manera en el momento en que se desencadenaba la acción”, y ponía a Pollock como ejemplo, que hacía una verdadera danza sobre la obra [1].
Todo este período está muy presente en la exhibición ya que se centra en los setenta y ochenta, con gran cantidad de material.
En 1984 realiza la muestra “Desde Mataderos”, donde aparece una de sus obras más icónicas, “Narciso de Mataderos”. Una escultura de un hombre desnudo frente al espejo, un entorno costumbrista; al acercarnos, nos vemos reflejados a nosotros mismos en el espejo. Pero además de tomar una temática en la cual podemos reconocernos con completa actualidad, (como si fuera una selfie tomada en el espejo de un baño); se da paso a su búsqueda en el mundo masculino, en el erotismo de lo popular. Sus esculturas de las que llamaba chongos son provocadoras, con la sexualidad manifiesta.
Otra de sus obras con gran renombre fue “Exclusión”, realizada en 1999, concebida como un “cuadro objeto”, un hombre que viaja colgado en un tren en marcha. Está atemorizado, con el pelo al viento, y se agarra fuertemente de los barrotes del tren que sigue avanzando a toda velocidad. “Exclusión” ganó el Premio Costantini, y es parte de la colección permanente del MALBA, con ese dinero Suárez se construyó una casa en Uruguay donde residió hasta poco antes de su muerte, en el 2006 en Buenos Aires.
Recorriendo la retrospectiva, podemos decir que la obra de Suárez goza de completa actualidad. Hay una crítica social profunda que muestra una desigualdad que sigue estando vigente aún hoy como en las décadas que Suárez transitó. Las y los trabajadores “excluidos” viajando en malas condiciones son una realidad cotidiana en los trenes que unen el Gran Buenos Aires con laCapital. Y hay también una sexualidad que no entra en los estrechos marcos de la heteronorma y que se enuncia sin eufemismos.
Con motivo de la muestra, el MALBA desarrolló el proyecto online, Breve Enciclopedia Suárez.
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