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Red Internacional
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Historia. Palestina: cuando los trabajadores árabes y judíos luchaban juntos

Ante el ataque del Estado de Israel contra el pueblo palestino, rescatamos de la historia un ejemplo de unidad entre las clases trabajadoras árabes y judías bajo las banderas del marxismo, en los orígenes del conflicto desatado por el imperialismo hace ya un siglo atrás.

Sábado 14 de octubre de 2023 18:00

Grupo Ishud (La Unidad) o Itashat, en árabe.

Grupo Ishud (La Unidad) o Itashat, en árabe.

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El recuerdo que acercamos es una parte de otro recuerdo más grande. La foto que encabeza el artículo es el grupo Ishud (La Unidad) o Itashat, en árabe, que englobará tanto a militantes de izquierda judíos como árabes de 1924 a 1929. Uno de ellos es Leopold Trepper junto a lo que será luego la vieja guardia de “La Orquesta Roja”, en la II Guerra Mundial.

Porque si bien Palestina sufre la ocupación militar de su territorio que fue acompañada por políticas de explotación y exterminio étnico desde hace 75 años por parte de Israel, no siempre existió hostilidad entre los pueblos árabes y judíos.

Revisitando estas historias de la clase obrera mundial e intentando recuperar su unidad e internacionalismo frente al enemigo en común, la opresión imperialista y capitalista, compartimos algunas claves para profundizar el actual conflicto y pensar en una salida favorable a las clases trabajadoras y campesinas pobres en Medio Oriente. Para ello, hoy recomendamos el capítulo 3, llamado “Palestina”, del libro “El Gran Juego” de Leopold Trepper, que acercamos acá:

¿Quién fue Leopold Trepper?

Leopold Trepper fue un militante comunista de origen judío en el periodo de entreguerras del siglo XX. Judío polaco, buen estudiante, albañil, cerrajero, metalúrgico, minero, militante marxista (desde mitad de los ’20), preso político, inmigrante, exiliado, estudiante destacado en las universidades soviéticas en mitad de los años ´30, coronel del Ejército Rojo; y dirigente central de los servicios de información militar soviéticos en la Europa ocupada en la Segunda Guerra Mundial. Una red de militantes antifascistas que los propios nazis sorprendidos de su capacidad y composición bautizaron (correctamente) “La Orquesta Roja”.

Quizás por ello el núcleo duro de “La Orquesta Roja” estará compuesto de aquellos militantes del grupo judío – palestino, La Unidad (Ishud), de los años ’20. De ahí saldrán su dirección y cuadros. Vanguardia de duras derrotas contra la maquinaria nazi y salvadora de cientos de miles de vidas. Serán de la partida (como puede verse arriba en la foto) el propio L. Trepper, Léo Grossvogel y Hillel Katz; la vieja guardia palestina. Quienes quieran descubrir o encontrarse con la historia y lucha de “La Orquesta Roja” - muy recomendable- compartimos esta nota, La Orquesta Roja bajo los acordes de la Segunda Guerra Mundial

Tapas de "El gran juego" y "La Orquesta roja".

Palestina, Capítulo 3, la unidad de clase

Leopold Trepper, huyendo de Polonia, llega a Palestina en abril de 1924. Al poco tiempo, cuenta en el capítulo 3 “Palestina”:

“Observé que los hacendados judíos, cuya vida era muy confortable, sólo empleaban en sus plantaciones a los obreros agrícolas árabes, a quienes explotaban de un modo atroz. Durante una velada hablé de ello a mis amigos:
—¿Por qué nuestros "patronos", que alardean de ser buenos sionistas, utilizan únicamente la mano de obra árabe?
— Porque les resulta más barata.
—¿Y por qué?
—Sencillamente, porque la Histadrut (la Confederación general de los Trabajadores judíos, fundada en Haifa en 1920) sólo admite en sus filas a los judíos y obliga a los patronos a que Ies den un salario mínimo. De ahí que éstos prefieran recurrir a los árabes, a quienes no defiende ningún sindicato”.

“Este descubrimiento turbó profundamente mi tranquilo idealismo. Joven emigrante, yo había ido a Palestina para construir allí un mundo nuevo y ahora caía en la cuenta de que la burguesía sionista, imbuida de sus privilegios, quería perpetuar unas relaciones sociales que nosotros deseábamos abolir. A la sombra de la unidad nacional judía, yo tropezaba de nuevo con la lucha de clases”.

“Unos meses más tarde, a finales de 1924, me puse en camino para recorrer a pie todo el país. En aquella época vivían en Palestina medio millón de árabes y unos ciento cincuenta mil judíos. Visité Jerusalén, la ciudad de Haifa, ya industrializada, y la región de Enick- lsrael o Galilea, donde en varios kibbutzim trabajaban mis amigos del Hashomer Hatzair. También ellos habían emigrado a Palestina para crear en ella una sociedad nueva de la que estaría excluida toda injusticia. Gracias a su retorno a la naturaleza y al cultivo de la tierra, creían adquirir los valores de coraje, abnegación y entrega a la comunidad. Algunos de ellos comenzaban a desilusionarse, porque dudaban ya que les fuera posible sentar las bases del socialismo en un país que se hallaba bajo mandato británico. Para convencerse de ello bastaba con echar una mirada a los robustos guardias de la gendarmería inglesa que, en crecido número, deambulaban por las calles. Era vano, ilusorio, e incluso temerario, querer construir unos islotes de socialismo en aquella región del mundo donde el león británico acechaba con todas sus garras prestas.

—Nuestra acción sólo tiene sentido si constituye una parte integrante de la lucha antiimperialista —me dijo un camarada en una de nuestras largas conversaciones—. Mientras los ingleses estén aquí, nada podemos hacer.
—Pero en esta lucha —le repliqué— necesitarnos el apoyo de los árabes.
—Exacto. Sólo resolveremos la cuestión nacional con la revolución social.
—Pero la conclusión lógica de tu razonamiento es que debemos afiliarnos al partido comunista.
—En efecto, acabo de ingresar en él (…)”.

Leopold Trepper y su compañera Luba, polaca y militante también del grupo La Unidad, en Palestina.

“Entonces -continua Trepper en su libro- propuse a los dirigentes del partido, Averbuch, Berger y Birman, la creación de un movimiento, el Ishud (la Unidad), Itashai en árabe, que englobara tanto a los judíos como a los árabes. El programa sería muy elemental: Luchar para que la Histadrut (CGT Judía) admitiera en sus filas a los trabajadores árabes y crear luego una Internacional sindical unida. Suscitar las ocasiones en que pudieran coincidir los judíos y los árabes, sobre todo por medio de manifestaciones culturales.”

“El éxito del Ishud fue inmediato. A finales de 1925 existían clubs en Jerusalén, Haifa, Tel Aviv, e incluso en los pueblos agrícolas donde trabajaban codo con codo obreros árabes y obreros judíos.
Pero, las autoridades inglesas se sintieron inquietas por las actividades del Ishud (La Unidad) y prohibieron por decreto sus reuniones. El secretario de la Fracción obrera fue detenido. Yo le sustituí. En 1927 la policía judía, controlada por los ingleses, sorprendió una de nuestras reuniones en Tel Avív. Me detuvieron y luego me encarcelaron en Haifa durante varios meses”.

Para 1929, L. Trepper y varios de sus compañeros serán expulsados de Palestina por decisión del gobernador inglés.

Francia, agosto de 1945. Folleto de La Verite francesa, “La lucha de los trotskistas contra el terror nazi”.
Francia, 15 de julio de 1944, destacan los títulos: “Paz entre nosotros, guerra a los tiranos”, y “La bandera roja ya flamea en Berlín”.

Recuerdos de Trepper sobre los trotskistas

Para los años ‘30, luego de un paso breve por Francia tras ser expulsado de Palestina, Trepper se desplaza a Moscú, donde estudia y se forma en las universidades internacionales del Partido Comunista. Por esos días, vivirá también de cerca los inicios de la contrarrevolución y el terror stalinista. El cual sorteará, y entrará en la Segunda Guerra con grado de coronel del Ejército Rojo. De aquellos tiempos recuerda y escribe en otro capítulo de “El Gran Juego” (Cap. 7 “El miedo”):

“Fue en 1938 cuando se ‘limpió’ Moscú de militantes comunistas. Los fulgores de octubre iban extinguiéndose en los crepúsculos carcelarios. La revolución degenerada había engendrado un sistema de terror y horror, en el que eran escarnecidos los ideales socialistas en nombre de un dogma fosilizado que los verdugos tenían aún la desfachatez de llamar marxismo (…).
Pero ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden reivindicar este honor. A semejanza de su líder, que pagó su obstinación con un pioletazo, los trotskistas combatieron totalmente el stalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas, ya sólo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus voces se perdieron en la tundra siberiana.

Hoy día los trotskistas tienen el derecho de acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de sustituir el stalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no ‘confesaban’, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”.

Experiencias como estas forman parte de la historia de la clase trabajadora mundial y del movimiento revolucionario. Es necesario recuperar estas historias internacionalistas de la lucha de clases, para orientarnos en un mundo convulsivo y no caer en los engaños de las guerras impulsadas por la burguesía y los imperialismos que desangran naciones y pueblos.