[Contrapunto] Una entrevista a las autoras del libro Patriarcado y capitalismo. Feminismo, clase y diversidad, publicado por Editorial Akal en el Estado Español y que en los próximos meses llegará a nuestras librerías.
En el último tiempo se ha multiplicado la publicación de libros sobre feminismo, pero este tiene un punto de vista que no es tan frecuente, planteando la relación entre género y clase, entre patriarcado y capitalismo. ¿Qué objetivos se propusieron con este libro?
Cynthia Burgueño: Nosotras partimos de la idea de que no hay un solo feminismo, sino muchos feminismos. Como plantea Andrea D’Atri en el prólogo, en el movimiento de mujeres intervienen diversas corrientes, con diferentes estrategias. Es un movimiento que tiende a ser internacionalista y en el que las chicas muy jóvenes tienen un rol importante, como vimos en las huelgas de mujeres del 8M, en las marchas masivas en Argentina, en el Estado español, Italia o ahora en Chile.
Como parte de este movimiento, en el que nosotras participamos junto a nuestras compañeras de Pan y Rosas en varios países, queremos aportar el punto de vista de un feminismo marxista, un feminismo que necesariamente es anticapitalista, antirracista y antiimperialista.
Josefina Martínez: Para eso tratamos distintos temas muy actuales como el feminismo liberal, la feminización de la fuerza laboral, la cruzada antigénero de la extrema derecha, la islamofobia, el racismo y las migraciones, el debate sobre la prostitución, la lucha por la liberación sexual y contra la violencia machista, y algunos aportes a los nuevos debates del feminismo anticapitalista. El hilo que recorre todo el libro -o por lo menos eso es lo que intentamos-, es plantear ese punto de vista desde un feminismo revolucionario.
El libro lo terminamos –vamos a hacer un spoiler– planteando la necesidad de luchar por una sociedad de nuevo tipo, porque el capitalismo condena a gran parte de la población a tener que luchar para sobrevivir. En esta sociedad se redoblan las opresiones, la explotación a la juventud precaria y formas de esclavitud moderna, la violencia hacia las mujeres, el asesinato de inmigrantes en las fronteras y la destrucción del propio planeta. El gran triunfo del capitalismo es que estamos más habituadas a pensar las catástrofes y las distopías que a imaginar la posibilidad de reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, más allá del capital. Pero ese tiene que ser el objetivo de un movimiento feminista anticapitalista, con una estrategia acorde.
En el primer capítulo planteáis que el hecho de que algunas mujeres poderosas rompan los techos de cristal y ocupen posiciones de poder, no significa una mejora en la vida de la mayoría de las mujeres. Y ponéis el caso de la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, que se proclama feminista.
JM: Exacto. Esa es la premisa del feminismo liberal, que habla de “empoderamiento” y “libertad de elección”, pero oculta que todas las mujeres no tienen las mismas posibilidades de “elegir libremente” en esta sociedad. Por dar solo algunos datos: la fortuna personal de Ana Botín se calculaba en 2018 en más de 300 millones de euros y es la presidenta de uno de los grupos financieros más importantes del mundo. El Banco Santander financia explotaciones mineras e hidroeléctricas en varios países de América Latina, que provocan a su vez la expulsión de las poblaciones originarias y la contaminación de los ríos. Hay muchas mujeres que están luchando contra esto y son perseguidas o asesinadas, como Berta Cáceres. Nuestro feminismo es antiimperialista y anticapitalista.
La Plataforma de afectados por la Hipoteca (PAH) del Estado español calculaba que tan sólo en los primeros cuatro años de la crisis después del 2008 hubo en España 400.000 desahucios, de los cuales el Banco Santander habría efectuado al menos un 10%. Estamos con las vecinas que luchan contra los desahucios, con las trabajadoras que hacen piquetes el 8M, contra banqueras como Ana Botín.
El debate sobre el feminismo liberal se reabre también con la llegada de nuevas ministras socialistas al gobierno español del PSOE, definido como uno de los más “feministas del mundo”. ¿Qué opinión tenéis?
CB: En primer lugar, algo que ya debería ser obvio a esta altura: la presencia de más mujeres en altos cargos políticos no significa que un gobierno sea más feminista, si con ese término entendemos que beneficie a la mayoría de las mujeres. Como prueba, basta mirar el caso de Alemania con Ángela Merkel. En el caso del PSOE, basta mirar la trayectoria de una “super ministra” como Nadia Calviño, que estuvo postulada para dirigir el FMI (¡un organismo que impone la austeridad en todo el mundo, como pasó en Grecia o en Argentina!), una ministra que fue saludada, justamente, por Ana Botín como garantía de que sus negocios van a seguir viento en popa.
Para nosotras no se trata de conformarse con una cuota de igualdad para un pequeño grupo de mujeres dentro de las estructuras capitalistas patriarcales, lo que queremos es hacerlas volar por los aires.
JM: Retomando lo que plantean varias autoras, decimos que el neoliberalismo adoptó del feminismo algunos términos aislados, con un formato fuertemente individualista. Palabras como empoderamiento y elección pasaron a ser el centro de los discursos de las ONGs o las universidades. Y en las últimas décadas se produjo lo que una autora definió como “una relación peligrosa” entre feminismo y el neoliberalismo.
Pero hoy está surgiendo algo muy distinto. La posibilidad de romper ese corsé del feminismo liberal ya se ve en las poderosas huelgas de mujeres del Estado español, en Polonia y Argentina, en las luchas de las mujeres trabajadoras, campesinas e indígenas y, sobre todo, en lo que estamos viendo en las últimas semanas: una nueva ola de lucha de clases en Chile, Bolivia o Ecuador, donde las mujeres están también al frente.
La feminizacion de la fuerza laboral
En el libro hacéis un contraste entre la historia de Ana Botín y la de Ana López, una trabajadora migrante que limpia habitaciones de los hoteles, y que se organiza como parte de Las Kellys. Mientras unas pocas atraviesan techos de cristal, otras muchas barren los suelos pegajosos…
CB: Hicimos entrevistas a trabajadoras de Las Kellys, de call center, luchadoras de la fábrica Panrico, migrantes y trabajadoras del hogar. Con todas ellas compartimos asambleas, manifestaciones y huelgas. Por eso queríamos que sus testimonios estuvieran en el libro. Las Kellys, como muchas otras, son mujeres que luchan contra la explotación, los desahucios y la violencia machista, para salir de esos suelos pegajosos, mostrando que la pertenencia de clase delimita su opresión. Estas experiencias están atravesadas por el peso de la explotación como trabajadoras y la opresión como mujeres y migrantes.
Por eso proponemos analizar los binomios inseparables de clase y género, opresión y explotación, algo fundamental para pensar estrategias de emancipación contra el capitalismo patriarcal. Ni abstraer la opresión de las relaciones de explotación, ni caer tampoco en una visión mecanicista y reduccionista de clase que considere el machismo o el racismo como algo de segundo orden. Decimos que la lucha contra las múltiples opresiones de las mujeres se inscribe en la historia de la lucha de clases y, en esa batalla, Ana Botín y Ana López están en trincheras opuestas.
También hay un análisis de las transformaciones del mundo laboral, ¿una clase obrera feminizada y racializada?
JM: Por primera vez en la historia del capitalismo, aproximadamente el 40 por 100 del empleo global está compuesto por mujeres. Esta enorme fuerza laboral femenina permite romper con la idea de una clase obrera reducida al obrero masculino de mono azul, único sostén y cabeza de familia, nativo y blanco. Pero estas transformaciones están acompañadas del empeoramiento de las condiciones de trabajo, la fragmentación y división interna en múltiples categorías.
El capitalismo aprovecha y promueve la división sexual del trabajo, no sólo la que existe históricamente entre el hogar y el empleo, sino en la misma producción, con trabajos feminizados y más precarios. El sistema mantiene, con muchas contradicciones, la idea de la domesticidad femenina, destinando a las trabajadoras a realizar ese trabajo no remunerado en el hogar en una doble jornada.
A estos debates sobre el trabajo doméstico y su relación con el capitalismo de conjunto dedicamos todo un capítulo, punteando las elaboraciones de diferentes corrientes del feminismo desde los años 70 hasta la actualidad. No vamos a contar todo, así lo leéis…
Otro tema de mucha actualidad es la cruzada antigénero de la extrema derecha. VOX acaba de ganar 52 diputados en el Congreso de los Diputados. ¿Cómo abordáis esta cuestión?
JM: Esa cruzada antigénero es un fenómeno internacional. Decimos que, desde el Vaticano a Donald Trump, todos agitan ese discurso contra la “ideología de género”. Esta nueva derecha conservadora y cristiana tiene fuertes tentáculos globales. Pero recordemos que el concepto de “ideología de género” fue creación del Vaticano para demonizar las teorías feministas y queer. Aunque muchos presentan a Bergoglio como un papa progresista, este llegó al Vaticano con un currículum muy conservador. En 2010 era arzobispo de Buenos aires y se opuso a la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario; decía que era un movimiento del demonio “para destruir la obra de dios”. Las Iglesias evangélicas también están a la vanguardia en la batalla antifeminista; su crecimiento es un elemento clave para los proyectos populistas de derecha, en Estados Unidos y en el Brasil de Bolsonaro.
No se puede entender este fenómeno por fuera de analizar lo que llamamos crisis orgánicas en varios países, crisis de representación y grandes polarizaciones políticas, donde emergieron los populismos de derechas, con un discurso agresivo para capitalizar de forma reaccionaria el malestar generado por las políticas neoliberales.
Y frente a tanta ofensiva reaccionaria, ¿qué se propone desde el feminismo anticapitalista?
CB: Pensamos que el feminismo tiene que reafirmase como un movimiento que enfrente la xenofobia y el racismo, y por eso dedicamos un capítulo a las luchas de las trabajadoras migrantes, que son triplemente oprimidas, pero también triplemente combativas, como siempre dicen las compañeras migrantes de Pan y Rosas. Y la verdad es que este punto de vista antirracista no está solo en un capítulo, sino que atraviesa todos los temas, como la cuestión laboral, la violencia machista o las cuestiones más políticas. Tomamos en particular los casos de las trabajadoras de la fresa de Andalucía, las trabajadoras contratadas en origen, las trabajadoras del hogar en varios países o cuidadoras de ancianos y niños en Italia, camareras de piso, etc.
Y decimos que el feminismo antirracista tiene que ser al mismo tiempo anticapitalista y antiimperialista, porque no se trata de una cuestión de actitudes individuales, sino de estructuras materiales que permiten una mayor explotación y opresión de millones de personas en los países imperialistas y en el resto del mundo.
El debate del marxismo y el feminismo ha estado lleno de encuentros y desencuentros, polémicas y debates.
JM: Pensamos que para abordar las complejas relaciones entre feminismo y marxismo es importante recuperar la tradición del feminismo socialista, o tirar del hilo de algunas reflexiones sobre la emancipación de las mujeres que se plantearon en el pensamiento marxista desde sus comienzos.
Por ejemplo, Flora Tristán a mediados del siglo XIX ya hacía un análisis de la relación entre clase y género, planteando que las obreras eran las proletarias entre los proletarios. Por su parte, Marx y Engels plantearon la necesidad de luchar por la emancipación femenina desde sus primeros textos, como La Sagrada Familia o La situación de la clase obrera en Inglaterra, y siguieron tratando el tema en El Manifiesto Comunista o en el trabajo de Engels más referente en esta cuestión: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
Estas primeras elaboraciones fueron retomadas por feministas socialistas como Eleanor Marx y Clara Zetkin. En su caso, organizó congresos internacionales de mujeres socialistas y contra la guerra imperialista. Y en esa lucha estuvo en primera fila junto a su amiga Rosa Luxemburgo. Aleksandra Kolontái lideró, junto con otras militantes como Inessa armand, el debate sobre la cuestión de la emancipación de las mujeres en el partido bolchevique. Hay una historia importante que recuperar ahí.
CB: También recuperamos la experiencia de los primeros años de la Revolución rusa, cuando la emancipación de las mujeres era parte de los temas prioritarios. Lenin escribió que la construcción del socialismo sólo podía comenzar realmente después de haber logrado la igualdad de las mujeres, liberándolas de la carga del trabajo doméstico, algo que llevaría muchos años de transformaciones.
Además, el gran retroceso que implicó el estalinismo en este terreno fue combatido por dirigentes como León Trotsky, quien planteó que los argumentos que usaba la burocracia para volver a ubicar a las mujeres en la familia patriarcal eran “filosofía de cura” con “puño del gendarme”. Todos estos debates forman parte de la tradición del movimiento obrero y del movimiento de mujeres. Y conocerlos es clave para no comenzar desde cero.
Otras polémicas importantes del feminismo socialista se dieron en los años setenta, y algunos los tratamos, como los debates con el feminismo radical, el feminismo materialista y las teorías del sistema dual o sistema unitario.
Para terminar, vosotras planteáis en el libro que el movimiento de mujeres puede estar anticipando un retorno de la lucha de clases más general. Y parece que la realidad ya lo está confirmando, ¿no?
JM: ¡Claro! Ya tenemos que actualizar el libro con las luchas de Chile, Ecuador, Bolivia y Honduras de las últimas semanas. Lo podemos hacer para la segunda edición (risas). Estas batallas en el terreno de la lucha de clases muestran el rol central que pueden tener las mujeres trabajadoras y campesinas, junto a una juventud rebelde y la clase obrera de conjunto, contra el capitalismo patriarcal.
CB: Esta nueva fuerza laboral femenina está concentrada en posiciones estratégicas para el funcionamiento de la economía capitalista, en las grandes metrópolis, lejos del papel “secundario” que se les quiso imponer históricamente a las mujeres. Esto explica también por qué las trabajadoras comienzan a aparecer en primera fila en estas huelgas y luchas. Trabajadoras y trabajadores que se encuentran en las calles con nuevas generaciones de jóvenes y constituyen un desafío potencial contra el sistema capitalista patriarcal.
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