La sequía afecta al 55% del territorio argentino. Animales muertos, barrios sin agua, cultivos arrasados, lagunas desaparecidas, incendios. Las consecuencias del cambio climático se sienten con dureza, pero además tendrán consecuencias económicas. Los empresarios rurales piden fondos del Estado para salvar sus ganancias.
Viernes 13 de enero de 2023 09:57
Las imágenes no son nuevas pero impactan. Terneros muertos en un campo santiagueño. Una nube de polvo invadiendo una ciudad chaqueña. Yates “amarrando” en la arena ante la bajante del Río Paraná. Viñedos arrasados en Mendoza. Incendios que se multiplican desde la Patagonia a la Mesopotamia. Desaparecen lagunas enteras en Santa Fe. Familias a las 12 de la noche tomando aire en la vereda. En algunos barrios de las grandes ciudades empieza a faltar agua. Una imagen satelital de la Unión Europea que impacta en la comparación con la situación del verano pasado.
Los números también impactan. Según el Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa) el territorio afectado por la sequía en Argentina es de 1.364.749 kilómetros cuadrados (km2), el equivalente al 54,48% del área total. La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) prevén una caída del 27% en las exportaciones de granos. Según otros organismos podría tener un impacto negativo del 1,8% en el PBI. Provincias como Santa Fe o Entre Ríos tienen cerca de la mitad de sus tierras en condición de “sequía severa” y “sequía extrema”. Hay zonas donde la humedad del suelo es del 2 y 3%, lo que hace imposible la actividad agrícola.
Un drama mundial y su impacto en “nuestras” tierras
Aunque lo que está sucediendo tiene relación con fenómenos regionales, como la corriente de La Niña, es parte de un problema en todo el planeta. En 2022 el hemisferio norte viene de tener uno de los veranos más calurosos jamás registrados. Se registraron 24.000 muertes relacionadas con el calor en Europa y las consecuencias se extendieron a partes de China y América del Norte.
Según el grupo científico World Weather Attribution (WWA), “la sequía resultante provocó una escasez generalizada de agua, incendios forestales y malas cosechas que llevaron a mayores precios de los alimentos, así como impactos en el suministro de electricidad”. O sea que las consecuencias afectan la vida cotidiana de millones, no solo de los “productores agrupecuarios”.
El estudio estima que el cambio climático provocado por el capitalismo hizo que la sequía superficial hoy sea cinco veces más probable que hace algunas décadas y que la agricultura y sequía ecológica sea 20 veces más probable.
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Las investigaciones que alertan sobre este grave pronóstico son tantas como la negación del mismo por parte de las grandes empresas y los gobiernos. Según la Facultad de Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford, “se proyecta que la frecuencia de los peligros extremos combinados se intensifique diez veces a nivel mundial debido a los efectos compuestos del calentamiento y la disminución en el almacenamiento de agua terrestre”. Según ese cálculo, si sigue esta dinámica, en el futuro más del 90% de la población mundial estará expuesta a riesgos cada vez mayores en el clima.
Los datos y conclusiones llevan a dos certezas, al menos: el capitalismo sigue destruyendo el planeta, afectando la vida de miles de millones; los estudios y análisis no plantean ninguna solución, se quedan en un alerta apocalítpico.
El llanto de los empresarios rurales: los verdaderos planeros
Como decíamos antes, las consecuencias de la sequía también serán económicas. Distintas consultoras proyectan, en Argentina, una caída del 21% en las exportaciones de soja y un número similar en las exportaciones agropecuarias totales. Eso significaría USD 8.000 millones menos. “
Hay que ver cómo impacta la caída de la producción en los precios internacionales, pero para el gobierno significaría una baja en el ingreso de divisas desde el exterior. El plan del Frente de Todos y el FMI, compartido en ese punto por Juntos por el Cambio, tendrá su propia sequía.
Ante esta situación, las distintas organizaciones que nuclean a empresarios ganaderos, agrícolas y agroindustriales ya empezaron a quejarse y reclamar subsidios. Según difundieron medios como Infobae y La Nación, los dirigentes rurales plantearon “acelerar los procesos de declaración de emergencia agropecuaria, morigerar la carga impositiva, suspender el pago de anticipo del impuesto a las Ganancias y que se gestione ante la Administración Federal de Ingresos Públicos que todo el paquete impositivo se prorrogue”.
O sea: la levantaron en pala durante años y ante esta crisis piden que los salvemos entre todos.
Desde Nación y los distintos gobiernos provinciales ya negocian los paquetes de ayuda. No estamos hablando de ayuda a los pequeños productores o campesinos, tampoco a los trabajadores y trabajadoras rurales que tienen sueldos de indigencia y se quedan sin ingresos entre cosecha y cosecha: la mayoría de los fondos y subsidios irán a parar a quienes concentran la abrumadora mayoría del ganado, los cultivos y todo negocio que aflore en las pampas.
Por el derecho al agua y la vida
El llanto de la Sociedad Rural y la Bolsa de Cereales es puro cinismo. El único derecho al agua que importa es el suyo. Son parte de los responsables del cambio climático. Un fenómeno que es consecuencia justamente de la degradación de los suelos, la pérdida de ecosistemas debido a la devastación forestal y la expansión de la frontera agrícola o la ganadería extensiva, que sigue basándose en el uso de combustibles fósiles, que sigue contaminando los océanos y ofreciendo los suelos para la explotación megaminera. La sequía, agravada por el cambio climático, no es más que una de las facetas de la crisis ecológica a la que nos arrastra el capitalismo.
Mientras se quejan de sus consecuencias, los empresarios son quienes impulsan esa devastación de la naturaleza y resisten cualquier freno, como la Ley de Humedales que siguen sin aprobarse. Un dato contundente es el nombramiento de Antonio Aracre, ex CEO de Syngenta, como nuevo jefe de asesores de Alberto Fernández.
El Frente de Izquierda es la única fuerza política que no tiene compromisos con quienes destruyen el planeta para hacer sus negocios. Por eso participa de las luchas medio-ambientales, denuncia el extractivismo y la contaminación y pelea por poner en pie una alternativa anticapitalista para enfrentar la crisis ecológica.