Llega un nuevo #8M bajo a la sombra de casos estremecedores y brutales ya no solo de violencia machista y de feminicidios, sino del descaro y complicidad entre todo el sistema de justicia y la polícia, que con la venia del Estado, dejaron a feminicidas y violadores sueltos incluso teniendo sentencias. A esto contribuyó la denuncia y seguimiento de María Galindo y Mujeres Creando pero también la denuncia y movilización de colectivos y organizaciones feministas y de las disidencias y diversidades de género así como activistas independientes. Algunas reflexiones sobre las distintas movilizaciones convocadas para estas fechas.
Jueves 3 de marzo de 2022
Antes de comenzar algunas preguntas que debemos responder, ya que seguramente surgirán interrogantes a priori como ser:
¿Estamos en contra de Mujeres Creando?
NO
¿Respetamos la lucha de María Galindo por las mujeres y por la justicia?
SI
¿Entonces cuál es el problema, qué queremos?
Esta es una respuesta, que va más allá del si o del no, ya que implica mirar el movimiento feminista boliviano de manera distinta entendiendo sus diversidades y sus conflictos y tratando de poner en valor la historia de los feminismos bolivianos más allá de la sombra del Movimiento Mujeres Creando y María Galindo.
Desde su plataforma de lucha, Radio Deseo, María Galindo llamó a una gran marcha histórica el 07 de marzo para llevar a las calles, lo que viene denunciando de manera constante y crítica desde hace años: la justicia boliviana no sirve en ningún caso, pero es especialmente ciega frente a la violencia contra las mujeres, ninguno de los instrumentos jurídicos creados tiene eficiencia y/o eficacia, no existe sensibilidad frente a las víctimas y sus familias y la balanza se inclina siempre hacia los agresores, violadores y feminicidas como un reflejo de la sociedad boliviana patriarcal.
Hasta aquí, vamos bien. Sin embargo, para los que no conozcan, el 08 de marzo (un día después) es la marcha feminista en toda Bolivia y en el mundo desde la masacre a las obreras textileras en Estados Unidos a inicios del siglo XX. Todes y todas coincidimos (más allá de nuestras diferencias políticas) en las calles para hacerlas nuestras. El 8M las mujeres reivindicamos nuestro derecho a ocupar las calles políticamente y apropiarnos del espacio público, no solo en Bolivia, sino en el mundo: Argentina, España, Chile, Brasil, pero también en otros continentes como Europa, también Asia y en África, cada vez más, las mujeres tomamos las calles durante el 8M (Día Internacional de la Mujer).
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En Bolivia, para lograr esta Gran Marcha, los colectivos coordinan un par de meses antes, a nivel nacional y departamental, y cada reunión es una prueba de capacidad de diálogo y compromiso porque es difícil construir consensos en medio de la diversidad de las posiciones y crear un puente para “golpear juntas” la cotidianidad patriarcal. Esta experiencia de preparación y discusión congrega a agrupaciones feministas de mujeres y de las diversidades y disidencias sexuales y de género, y también es un espacio de convergencia para las activistas independientes y para los compañeres, que frente a todo lo que viene pasando “despiertan” a la lucha para sumar fuerzas por un movimiento de mujeres y feministas.
La experiencia 8M permite una plataforma para la formación de sujetos politizados y críticos, y para agrupaciones como Pan y Rosas es un sorbo de agua fresca que nos anima a creer que el todavía embrionario movimiento de mujeres empieza a tomar cada vez más fuerza y presencia. Como experiencia de lucha, el 8M no está reducido a una marcha al año, si no es parte de proceso de fortalecimiento de la resistencia cotidiana feminista.
Actualmente, los movimientos feministas en Bolivia son amplios y variados. Muchos oscilan entre la institucionalización y autonomía –como Mujeres Creando que desde una posición autónoma hoy ocupan posiciones destacadas en la gestión del Estado capitalista-, según el contexto. Aunque la construcción de la autonomía es parte de sus discursos de lucha y es motivo de reflexión constante, algunos grupos feministas se autodenominan “activistas” y están conformados por feministas jóvenes “performáticas” que rechazan las lógicas de negociación tradicionales. Otros, recurren a formas de lucha que fueron de las izquierdas y discuten el vínculo capital/trabajo como el eje articulador de las opresiones actuales en clave feminista socialista. Muchos de estos movimientos sociales son sujetos de la acción a la vez que sujetos epistémicos ya que buscan construir epistemologías como los feminismos comunitarios, etc. Casi todos, se caracterizan por el uso de Internet y sus distintas plataformas como parte de sus repertorios de lucha, que refleja una de las muchas fisuras con las viejas maneras de hacer política.
De este amplio espectro de luz, no existe colectiva que no identifique los problemas que Mujeres Creando identifica, no existe colectiva que no haya participado de manera directa o indirecta en algún caso en contra de alguna forma de violencia o en pro de alguna víctima: desde la organización de una rifa solidaria hasta el acompañamiento legal son actividades presentes en casi todas las organizaciones feministas.
El 8M es uno de los espacios políticos más visible y fuerte que tienen los distintos movimientos feministas en Bolivia y no es un espacio limitado al pedido de justicia por las víctimas de los feminicidas, la marcha es una manifestación de la lucha social, es decir, un hecho político, entendiendo el término no desde el mundo de los partidos políticos al servicio del orden actual sino desde la noción que sostiene que lo político concierne a la organización social para la convivencia y está conectado con lo personal.
El 8M es una iniciativa de carácter colectivo sostenida en el tiempo, que busca impugnar y revertir un orden social desigual, excluyente y discriminatorio que produce sufrimiento social, tratar de dislocar su fuerza, convocando la “Marcha de las Mujeres por justicia” (7M) es negar que existe una historia de lucha previa y pretender discutir sobre qué lucha es más legítima.
Otra parte del problema tiene que ver con lo que Jessa Crispin llama “la cultura de la indignación”, que nos lleva a concentrarnos excesivamente en llevar una lista detallada de cada injusticia y humillación de la que hemos sido víctimas, evitándonos el esfuerzo de pensar en cómo nosotras reproducimos la violencia en sus distintas formas. Por eso la autora llama a cuestionar la indignación como componente rector de las políticas feministas, ya que perpetua este ciclo destructivo y nos distrae de lo importante: preguntarnos por qué se repiten ciertos patrones de comportamiento y cómo transformarlos para todes desde la colectividad, tomando en cuenta la desigualdad y explotación de clase y la discriminación racial.
Por esto llamamos a sumar fuerzas para que este martes 8M demos un paso más en la construcción de un poderoso movimiento de mujeres y feminista, con independencia política, del Estado y los partidos del régimen, para pelear con las manos libres junto a todos los sectores que en medio de una situación donde las condiciones de vida para las mayorías trabajadoras se vienen agravando luchemos juntos.