Miles de jóvenes trabajan bajo condiciones de precarización, de esta forma los empresarios y el sistema capitalista pueden atacarlos con el objetivo de mantenerlos a rajatabla.
Jueves 25 de agosto de 2016
En una nota anterior desarrollamos por qué la juventud es considerada una “variable de ajuste” y los mecanismos más importantes por los cuales se precarizan sus condiciones de vida y de trabajo.
En ella discutimos el papel de las políticas del kirchnerismo que permiten que el gobierno de Maurico Macri tenga una base para seguir avanzando en precarizar aún más a la juventud, como con el programa primer empleo.
Dicha política de precarización es una forma que tiene el sistema capitalista y sus gobiernos para mantener a la juventud a rajatabla. Esto se ve claramente en cómo viven miles de jóvenes hoy en América Latina, y en Argentina en particular. Por ejemplo, en el que el acceso a trabajos en su mayoría son precarios y no les permiten acceder y mantener sus estudios o dedicar una parte al ocio y la recreación.
Un estudio reciente revela que 20 % de los jóvenes entre 15 y 24 años en América Latina no estudian ni trabajan y un 13,6 % están desempleados. Son 15 millones de jóvenes los que ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo de los cuales el 77 % son mujeres.
Que haya un sector de jóvenes que estén desempleados y no puedan acceder a un trabajo o no estudien les sirve a los empresarios como una suerte de “ejército de reserva” que actúa como presión y amenaza sobre el resto que logra dificultosamente ingresar al mercado laboral. Así logran mantener sueldos bajos y condiciones precarias de empleo dado que todos resultan en alguna medida intercambiables con poco costo.
Incluso conseguir un trabajo estable con las condiciones mínimas laborales es una aventura dentro de una selva. Según el estudio mencionado en América Latina sólo un 45,6 % de los jóvenes asalariados cotizan a la seguridad social (es decir, están “en blanco”).
El dinero no alcanza
Durante los doce años en los que gobernó el kirchnerismo se “intentó” tardíamente tener una política hacia el sector “ni-ni” en Argentina ofreciéndoles el plan Progresar que inició en 2014. El mismo, tuvo un carácter paliativo que no apuntaba a cambiar las condiciones estructurales en las cuales vivía la juventud.
En la actualidad se otorga una asignación mensual de $ 900 a los jóvenes entre 18 y 24 años. En realidad se cobran $ 720 (el 80 % de la asignación) y el resto lo paga la ANSES cuando se demuestra la regularidad en los estudios. Hay 904.950 jóvenes inscriptos. Claramente con esa asignación se está muy lejos de lo que se necesita para vivir. En los últimos meses el macrismo discontinuo el pago a muchos de ellos por “dificultades técnicas”.
Según la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en julio un joven de 25 años necesitó $ 5.758,80 para vivir si era propietario de su hogar (demás está decir que es un derecho prácticamente vedado para la inmensa mayoría). Si tuviera que alquilar necesitaría de mínima un ingreso de $ 10.000. Pero suponiendo que vive con los padres, la canasta alimentaria básica fue de $2.348,43. Y a esto no le agregamos los recursos necesarios para estudiar y el esparcimiento.
Lamentablemente no hay estadísticas nacionales sobre cuánto necesitan los jóvenes para vivir. Sin embargo, con los valores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se puede tener una idea aproximada que ni con el Progresar ni con sueldos de $4.500 que quiere pagar el gobierno bajo el “modelo” McDonald’s la juventud pobre podrá superar las condiciones de miseria.
El difícil milagro de trabajar, estudiar y además poder “vivir”
Según el portal El economista “El censo realizado en el año 2010, la población de Argentina ascendía a 40.117.096, de las cuales 6.123.581 (15,3 %) tenían entre 16 y 24 años. Podría agregarse, como detalle informativo relevante, que la mitad de esos 6 millones son hombres. ¿Cuántos de esos 6,1 millones de jóvenes son ninis? Más o menos el 16 %, lo que arroja una cifra de 975.000 jóvenes aproximadamente (podría decirse casi un millón). La incidencia de los ninis entre los jóvenes a lo largo de la última década aumentó en aproximadamente 3 puntos porcentuales (del 13 % al 16 %).”
El porcentaje de “ni-ni” durante la década pasada fue aumentando, esto se debe a que a miles de jóvenes les cuesta encontrar un trabajo por vía propia. Según la encuesta nacional de jóvenes del 2014, 8 de cada 10 declararon haberlo obtenido a través de conocidos, amigos o familiares. Conseguir un trabajo estable y por vía propia no es tan fácil. En general los primeros empleos siempre son los más precarizados.
Para poder conseguir trabajos estables muchos jóvenes tienen que resignar parte de su ocio y recreación o en caso de los estudiantes, tiempos de estudio. La modalidad de trabajo precario es lo que le permite a muchos empresarios y sus gobiernos poder adoctrinar a la juventud.
Por ejemplo, según la encuesta mencionada, entre la juventud de 20 a 24 años solo el 52,5 % trabaja, el 29,2 % no trabaja actualmente pero trabajó y el 18,4 % nunca trabajó. La razón principal de los jóvenes que nunca trabajaron es porque están estudiando, representando el 60,9 %. Entre los jóvenes que no trabajan actualmente, pero trabajaron alguna vez, la razón principal es estar estudiando (31,6 %) y estar buscando trabajo y no conseguirlo (25,7 %).
Sin embargo para los jóvenes que trabajan, la encuesta nos dice que “Al indagar sobre lo que menos les gusta a los jóvenes de su trabajo, predomina el ingreso percibido [31,2 %] (...) en segundo lugar aparece la falta de tiempo para el estudio [21,6 %](...) en tercer lugar se ubica no hacer lo que le gusta, característica negativa que mencionó alrededor del 13 % de los jóvenes. El ambiente de trabajo fue identificado como otro factor negativo por el 9,5 %.”
En este sentido, el gobierno kirchnerista y el actual han avalado el acortamiento del tiempo de ocio y recreación en los jóvenes, amparados también en distintas estigmatizaciones respecto a la vagancia y la productividad. Mientras por otro lado se impide con trabajos mal pagados, mal contratados, con horas extras nunca reconocidas (ni hablar de las obras sociales si estas en “negro”) o con jornadas extenuantes de trabajo la posibilidad de destinar tiempo al estudio, al desarrollo personal o profesional, al deporte o al ocio recreativo.
Todo esto con el aval de la burocracia sindical que no levantan ninguna consigna juvenil demostrando que los jóvenes no somos materia de derecho al cual defender.
La precariedad entre los estudiantes
En un artículo de Ana García de Fanelli del CEDES se refleja que solo un sector de los jóvenes pueden acceder al sistema universitario. En dicho artículo se muestra que solo el 41 % del quintil de jóvenes de ingreso per cápita más bajo pueden acceder al sistema de educación superior, mientras que en el caso del quintil más rico el 79 % puede hacerlo.
Una vez ingresado en la carrera no es garantía de que se pueda conseguir un trabajo digno, ya que no existen derechos establecidos de tiempo para el estudio y remuneración acorde. Esto empuja a los estudiantes universitarios a conseguir trabajos precarizados para poder continuar con sus carreras, mientras que las universidades y el estado no ofrecen nada como solución. De hecho, las mismas universidades como la UBA son las que, con la excusa de “ayudar” o “becar” a los estudiantes ofrecen trabajos precarios a los jóvenes. Bajo modalidades de “asistencia técnica” o “pasantías”, que en la generalidad de los casos no tienen nada que ver con la formación profesional. Sino que son una forma abaratada de asegurar mano de obra a las empresas con las que tienen convenios y las gestiones hacen sus propios negocios. Incluso, fué durante los doce años kirchneristas en donde estas formas de contratación se extendieron enormemente bajo el “manto protector del Estado”, siendo ofrecidas por la misma Administración Pública.
En este sentido, Ana García señala que “la necesidad de ingresar al mercado laboral es otro factor de probable relevancia en la explicación del fenómeno de la deserción según se refleja en la mayor tasa de actividad de los que abandonan los estudios respecto de aquellos que continúan estudiando.”
La realidad para los estudiantes secundarios tampoco es muy distinta. En la encuesta mencionada anteriormente, el 62,1 % de los jóvenes terminaron el secundario entre los 20 y 24 años. Por lo tanto, el 37,9 % no han finalizado sus estudios. De estos últimos el 8,8 % nunca inició la secundaria y el 23,4 % asistió a la secundaria pero no la finalizó.
De los que nunca asistieron al secundario, el 51,5 % fue porque tuvieron que buscar un trabajo o trabajar. El 30 % de los jóvenes que iniciaron sus estudios medios no lo finalizaron por la misma razón.
Estas condiciones de vida son las que hacen que muchos jóvenes no puedan acceder a estudios universitarios. La precarización laboral que los empresarios tienen preparada para la juventud al mismo tiempo genera que muchos universitarios o secundarios no puedan terminar sus carreras o el nivel medio escolar. Ni hablemos de dedicar un tiempo para la recreación y el arte.
Hoy el gobierno macrista aplicó una serie de medidas que no solo afectan a la juventud sino que afectan al pueblo trabajador de conjunto. Estas medidas lo único que generan es empeorar las condiciones de vida y aumentar la precariedad laboral en las cual viven millones de trabajadores.
El gobierno decidió pagarle más de U$S 9000 millones a los buitres con el aval del FpV en el Congreso, le quitó las retenciones al campo y la minería, aplica tarifazos y devaluaciones, en lugar de dedicar esos millonarios recursos a educación, salud, al arte, a becas de estudio a todos los jóvenes para que puedan formarse sin pasar 8, 10, 12 horas trabajando en forma precaria, junto con un verdadero plan de erradicación del empleo precarizado.
Por esto es importante que miles de jóvenes puedan acceder a un trabajo estable y con salarios que cubran la canasta básica, con una jornada que les permita estudiar o dedicar un tiempo para la recreación y el ocio. Es necesario que nos organicemos y luchemos para conquistar estos reclamos en la perspectiva de poner fin a la explotación que el capitalismo nos impone. Ya que ninguna medida que permita reformar el sistema como nos quiso hacer creer el kirchnerismo nos puede permitir tener una vida plena para nosotros mismos.