El presidente Jair Bolsonaro y el exgobernante Luiz Inácio Lula da Silva se enfrentaron este viernes en el último debate de cara a las elecciones de Brasil del próximo domingo.
Sábado 29 de octubre de 2022 19:39
Transmitido por Rede Globo, Jair Bolsonaro volvió a mostrar su cinismo cuando dijo que “todo va bien en el país” y que Brasil está “listo para despegar”. Las intervenciones del actual mandatario mantuvieron su tono conservador y reaccionario.
El intento de mostrar que al final de su presidencia “todo va bien”, contrasta con la realidad que viven millones de brasileños. Durante su gobierno el salario mínimo no tuvo aumento real y la inflación erosionó el poder adquisitivo al punto que el plan social llamado “Auxílio Brasil” no alcanzó para comprar la canasta básica de alimentos en la mayoría de las capitales brasileñas. Su ministro de Economía, Paulo Guedes, quiere privatizar las universidades públicas y ya prometió más recortes salariales..
Bolsonaro se mostró demagógicamente como el impulsor del plan de ayuda social “Auxílio Brasil” (el nuevo programa social para reducir las situaciones de pobreza y de extrema pobreza de las familias que sustituyó al plan conocido como “Bolsa Familia) tratand de ocultar que hace poco tiempo estaba en contra, fingiendo que él no era responsable, junto con otros sectores del régimen político y el Poder Judicial, de las reformas que destruyeron empleos y generaron altos índices de precariedad laboral.
El actual mandatario apoyó a la agroindustria, que dió impulso al ecocidio de los últimos años, que exporta alimentos mientras millones se mueren de hambre y ha dejado en la inseguridad alimentaria a más de 30 millones de personas. En nombre de los empresarios del agro, atacó al MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) defendiendo la propiedad privada de los terratenientes y la represión de los campesinos y sin tierra.
Bolsonaro tuvo que corregirse hablando de Complexo do Alemão (una de las favelas más populosas de Río de Janeiro) y diciendo que el 99% de sus habitantes son “buenos”, pero manteniendo su racismo al decir que Lula se fue “a la colina con bandidos”. Estas palabras del candidato ultraderechista se dieron el mismo día en que la violencia policial racista mató a Lorenzo, un joven de 14 años, en la Zona Norte de Río de Janeiro.
Por su parte, Lula da Silva habló de discutir cambios a la Codificación de las Leyes del Trabajo (ley que rige los contratos laborales) con los trabajadores, pero nunca de derogar las reformas laborales y de seguridad social que se impusieron en los últimos años.
Aprovechando que sus alianzas con la derecha y los grandes empresarios ya están consolidadas, ha dialogado más sobre la pérdida de derechos en los últimos años, incluso asumiendo que en 2016 hubo un golpe de Estado contra el gobierno de Dilma Rousseff.
Bolsonaro, hipócrita como solo él puede ser, trató de decir que estaba a favor de los trabajadores tomando el programa neoliberal de Geraldo Alckmin, el vicepresidente de Lula. Hasta cierto punto, ambos han tratado de etiquetarse mutuamente de que están en contra de los derechos laborales. Sin embargo, el mismo nivel de derechismo antiobrero del compañero de fórmula de Lula, partidario del golpe institucional, y su defensa de las agendas neoliberales fue algo que obligó al candidato del PT a huir de este tema.
Los temas de costumbres llevaron el debate más hacia la derecha. El tema del aborto fue un gran concurso para ver quién se oponía más. Bolsonaro llamó a Lula “abortista”. La respuesta del líder del PT fue tratar de mostrar que en los hechos era su oponente el “abortista”, mencionando un discurso pronunciado por Bolsonaro en los años 90 sobre las “píldoras abortivas”, un discurso con un tono eugenista en el control de la natalidad reaccionario de extrema derecha.
El tono del intercambio fortalece el discurso reaccionario impuesto por Bolsonar y deja a los derechos de las mujeres como los derrotados en el debate.
Jair Bolsonaro apareció más nervioso, con menos buenos momentos, asumiendo luego que “gana el que tenga más votos”, presionado por los periodistas de Globo. El tono golpista, de los últimos días, y las amenazas de no reconocer el resultado de ser derrotado aparecieron poco. Eso expresa algo que hemos escrito en otros artículos sobre el proceso de “institucionalización de la extrema derecha”, o sea, un escenario de un régimen más derechista, con el fortalecimiento del bolsonarismo en la Cámara y el Senado.
Por un lado, disciplinado por las Fuerzas Armadas -aquellas que se salvaron durante el debate- y el Supremo Tribunal Federal, ambos con fuertes elementos bonapartistas; por otro lado, con una base de ultraderechistas activos que lo seguirán siendo después de las elecciones, lo que se puede ver con el bárbaro asesinato de Zezinho del PT, asesinado a tiros a quemarropa mientras hacía campaña por Lula.
La situación económica y social del país explica un poco el mayor peso en el debate en torno a las agendas sociales y de derechos, como la reforma previsional, las inversiones en salud y el salario. La ultraderecha, que quiere aumentar las ganancias de los capitalistas a costa de los derechos de los trabajadores, así como el conjunto de reformas neoliberales, sólo puede ser derrotada por la lucha, en un serio enfrentamiento a través de huelgas, manifestaciones callejeras, movilizaciones y la autoorganización de la base.
Es fundamental que las direcciones de las centrales sindicales y del movimiento de masas rompan su parálisis y elaboren un plan de lucha para enfrentar cualquier amenaza golpista, pero también contra el costo de vida.
Incluso en un eventual gobierno de Lula, las condiciones económicas y políticas serán completamente hostiles a cualquier concesión económico-social. Por el contrario, lo que se presenta es un escenario de nuevos ataques, de un régimen más a la derecha, además del mantenimiento de todo el legado de contrarreformas y privatizaciones de los últimos años de Bolsonaro y el gobierno golpista de Michel Temer. El punto cero de cualquier posición política hoy es la lucha por la derogación total de todas las reformas, que no se conquistará con alianzas con la derecha y el gran capital. Es necesario construir una alternativa independiente, obrera y socialista para dar una respuesta fundamental a la crisis y enviar definitivamente a la extrema derecha al basurero de la historia.