En febrero, cuando el frío aún calaba los huesos, las docentes de West Virginia sorprendieron con una huelga ilegal que se extendió por dos semanas. En marzo, la oleada se expandía a Kentucky, Oklahoma, Arizona y Carolina del Norte. Para abril y luego de muchos años, en Estados Unidos se hablaba de “Primavera Docente”, modificando el mapa político y las conversaciones de los sindicalistas y de la izquierda. ¿Qué viene después? Una charla con Charlie Post, activista socialista y profesor de la City University of New York –CUNY–.
IdZ: La “primavera docente” ha tenido impacto en los debates sobre la situación de la clase obrera en Estados Unidos, y ha obligado a la izquierda a volver a hablar de la clase trabajadora. Eso es algo muy bueno. ¿Cuáles son las características principales de esta oleada de huelgas? ¿Qué la diferencia de las luchas anteriores?
Bueno, hay cuatro cosas que distinguen estas huelgas de las de los últimos 40 años. La primera, es que todas son ilegales. Todas ellas violaron las leyes estatales contra los trabajadores del sector público. Casi todos los estados prohíben las huelgas. Salvo en los estados, como Illinois y California, donde los empleados públicos pueden hacer huelgas legalmente; allí donde rige el “Derecho al Trabajo” [paradójico nombre de la legislación que prohíbe una serie de derechos laborales, entre ellos el de huelga], es decir, en el Sur, Nueva York, etc., estas huelgas son ilegales. Estos docentes podrían haber sido despedidos en masa, o un tribunal podría haber emitido órdenes judiciales contra el paro, y podrían haber sido encarcelados. Sin embargo, salieron y se mantuvieron en las calles.
En segundo lugar, la mayoría de estas huelgas no fueron autorizadas por los dirigentes sindicales. Fueron iniciadas por las bases del sindicato, más fuertes o más débiles –más fuertes en West Virginia y Arizona, y más débiles en Oklahoma, Kentucky y Carolina del Norte– que habían desarrollado verdaderas campañas en las escuelas. Estas redes de lo que en otros países se llamarían “delegados sindicales” o “delegados por escuela”, prepararon las huelgas durante meses, intensificaron las acciones y convocaron al paro sin el permiso oficial de los dirigentes sindicales y, donde sí solicitaron autorización, en particular en West Virginia, continuaron la huelga en contra de los deseos de esos dirigentes. En Arizona básicamente los obligaron a seguirlos.
IdZ: ¿Los docentes conocían las consecuencias del paro ilegal?
Sí, supongo que estaban al tanto de las consecuencias. Pero pienso que también estaban apostando, particularmente en West Virginia, a que podían parar con seguridad, porque hay una importante escasez de docentes debido al pésimo salario. Aun cuando el costo de vida es mucho más bajo que en ciudades como Nueva York, Chicago y Los Ángeles, la gente no llega a fin de mes. Se produjo una escasez crónica de docentes. Estaban bajando los requisitos profesionales para ser maestro tanto de jardín de infantes como de primaria y secundaria. Entonces sabían que sería muy difícil que los reemplazaran. En West Virginia, por ejemplo, también tuvieron el apoyo de personal no docente, en particular de choferes de micros escolares. Porque a diferencia de Nueva York, en West Virginia la mayoría de los niños no puede tomar el subte a la escuela, dependen de los micros. Entonces, creo que estaban muy al tanto de esto y calcularon que sería muy difícil reemplazarlos, sobre todo en West Virginia.
La tercera característica es que esta fue una ola de huelga real. La primera desde fines de la década de 1970, cuando un paro inspiró otro paro que inspiró otro paro. No me sorprendería si vemos de nuevo huelgas en septiembre u octubre, cuando los maestros vuelvan al trabajo. Porque la cuarta característica es la más importante: dos de esas huelgas ganaron. Se podría argumentar que el paro de los docentes de Chicago en 2012 fue una victoria parcial. La victoria más clara antes de esa fue la de la huelga de UPS a fines de la década de 1990: ese fue el resultado de 30 años de organización de los combativos choferes del sindicato de transporte (Teamsters Union). Pero eso no inspiró otras huelgas. Entonces, son cuatro las características de estas huelgas: fueron ilegales, fueron no autorizadas por las direcciones sindicales, constituyeron una oleada y fueron exitosas. Creo que esto cambia las cosas para la izquierda radical y para el movimiento obrero en general.
Por ejemplo, ahora vos tenés a los burócratas sindicales, particularmente de los sindicatos docentes, preocupados por su puesto. Esto incluye a la Federación Estadounidense de Maestros (American Federation of Teachers, AFT), que organiza los grandes distritos escolares urbanos, como Nueva York y Chicago. También organiza muchas universidades del sector público, como la CUNY, a cuyo sindicato estoy afiliado. Incluye también a la Asociación Nacional de Educación, que es mucho más grande (al principio no era un sindicato sino una asociación profesional, se convirtió en sindicato en las décadas de 1950 y 1960, compitiendo con la AFT), tiende a tener poder sobre las escuelas de los suburbios; y tiene presencia en algunas facultades y universidades. Las burocracias están intentando poner personas propias en los lugares de trabajo. En West Virginia tenían quizá uno o dos organizadores, nada más. Eso era increíble. No tenían aparato. Eran tal vez cuatro o cinco empleados sindicales entre los dos sindicatos, en todo el Estado. En Arizona, tenían un poquito más de presencia, pero de todos modos fueron detrás de los activistas de base. En Oklahoma y los otros distritos eran un poco más fuertes. Pero están preocupados. Y todo un grupo de gente que, básicamente, aparece como burócratas de izquierda, está diciendo: “Oh sí, esto es inspirador”, pero están haciendo todo lo posible para decir: “No puede funcionar en mi ciudad”. Entonces, por ejemplo, los dirigentes de mi sindicato dijeron: “esto es grandioso”, “los apoyamos”, etc. Pero publicaron varios artículos y cartas en The Clarion, el periódico del sindicato, explicando por qué no podemos hacer lo mismo en Nueva York.
Claramente es más difícil replicar la huelga docente en un estado en el que hay negociaciones colectivas y una burocracia fuerte. Y donde hay una tradición mucho más fuerte de negociación por distrito o universidad, en vez de negociar por estado. Pero para mí, al menos en nuestro gremio, esto nos da la oportunidad de decir: “¡Hablemos de lo que necesitamos hacer para llegar a ese punto! Y sé que las personas del Movimiento de Educadores de Base (Movement of Rank and File Educators, MORE), del sindicato de básica y media (K-12), de la Federación Unida de Maestros (United Federation of Teachers, UFT), están realizando una campaña alrededor de la pregunta acerca de qué se necesita para preparar una huelga que realmente amenace. No será tan sencillo como fue en West Virginia. Tenemos mucha pasividad entre los afiliados, mucha gente que dice: “Bueno, se supone que los sindicatos tienen que hacer eso por nosotros”, en vez de decir: “Lo hacemos por nosotros mismos”. Y tenés una burocracia muy fuerte, sobre todo en Nueva York. La UFT, sindicato de 80 mil docentes y unos 40 mil o 50 mil trabajadores de la educación, enfermeras, asistentes médicos, etc., es uno de los sindicatos más grandes del país. Tiene alrededor de 160 mil afiliados. Pero solo 80.000 o 90.000 trabajan en escuelas. Probablemente tiene 300 o 400 empleados del sindicato. Estas son las personas en las que tienes que confiar una vez que el reclamo se expande más allá de tu edificio. Y ellos son los que se transformarán en el principal obstáculo. Pero no creo que sea imposible lograrlo.
IdZ: Las huelgas docentes se concentraron en los estados republicanos. ¿Esto fue por decepción con el gobierno de Trump? ¿O se explica porque, como dijiste, la burocracia sindical es más débil en esos estados?
En particular en West Virginia hay muchos docentes que votaron a Trump. West Virginia es realmente un buen ejemplo de lo que viene ocurriendo en la política de Estados Unidos. En mayo de 2016, Bernie Sanders derrotó a Clinton en las primarias del Partido Demócrata en West Virginia. Obtuvo cerca del 60 % de los votos. Ganó en todos los condados de West Virginia. Cuatro o cinco meses después, en las elecciones generales, el estado votó abrumadoramente por Trump. Los docentes que habían votado por Trump se cansaron porque pensaron: “Ha estado durante un año. No ha hecho nada por nosotros, ni tampoco hizo nada por la industria minera”. Esto porque los maestros de West Virginia, sobre todo los del sur, están lidiando con los efectos sociales del colapso de la industria del carbón. Lidian con niños cuyos padres son adictos a opioides, que son criados por sus abuelos. Estos son problemas que la mayoría de los docentes de escuelas de grandes ciudades vieron durante años entre grupos de estudiantes de la clase obrera oprimidos racialmente. Ahora están viendo estos problemas en chicos cuyos padres, durante el auge de la industria del carbón, hace 10 o 15 años, podían llevar a sus casas, trabajando horas extras, un salario de hasta 100 mil dólares al año. Entonces, están lidiando con todo esto y muchos dicen: “Trump prometió un cambio, y eso no está sucediendo”. En muchos de estos estados los docentes trabajando hasta tres cargos, y están profundamente endeudados.
Es una combinación de la decepción con Trump, de la debilidad de los dirigentes sindicales, y la presencia, en especial en Arizona y West Virginia, de pequeños grupos de socialistas, compañeros del ala izquierda de DSA (Democratic Socialists of America). Compañeros que pueden estar confundidos respecto del Partido Demócrata y de la transición al socialismo, pero tienen claridad con respecto a la burocracia sindical, tienen claridad en relación a la actividad de los trabajadores de base; y muchos de ellos están muy preocupados por involucrarse en la política electoral. Eso, combinado con el descontento generalizado y la debilidad de la burocracia sindical, hizo posible este avance.
En los estados en los que domina, el Partido Demócrata depende del movimiento obrero, no tanto por el financiamiento, pero sí por los sindicatos, especialmente los del sector público, que son la única organización que provee gente para golpear puertas y obtener votos. En 2016 descubrieron que en los lugares en los que no hicieron eso, como algunos estados clave del Oeste medio, perdieron contra Trump por un estrecho margen. En el estado de Nueva York, el gobernador Andrew Cuomo confía en que los sindicatos de la construcción, los manufactureros de AFL, y los gremios del sector público salgan a hacer campaña puerta a puerta y aseguren su reelección. Y aun cuando los sindicatos docentes no respaldaron a Cuomo en un par de elecciones, lo cierto es que muchos demócratas que se postulan para las legislativas dependen de ese sector. Por eso es que los demócratas se oponen a los intentos de debilitar a los gremios del sector público. Se oponen a abrir el negocio. Porque esto significaría debilitar a los sindicatos como instituciones y eso los dejaría sin gente para buscar votos. También significa que la burocracia sindical en estos estados es aún más conservadora porque cree firmemente que, a pesar de que los demócratas los perjudican continuamente, como Cuomo, su alianza con éstos es su única esperanza.
Entonces, entre estas dos fuerzas, el Partido Demócrata y los dirigentes sindicales, van a hacer mucha presión para tirar atrás cualquier movimiento, y es posible que no veamos huelgas en Nueva York. Quizá las veamos en California, quizás las veamos, de nuevo, en Illinois. En Nueva York va a haber un largo proceso de reconstrucción de una minoría militante. Quizá no sea en la negociación de este convenio, pero puede ser en la negociación del próximo, cuando haya suficiente activismo que obligue a los dirigentes a llamar al paro. Sé que un montón de activistas del gremio MORE están estudiando la huelga docente de 1975, que fue convocada por la asamblea de delegados contra la voluntad del dirigente Albert Shanker. Pudieron obligar a los dirigentes a ir al paro, pero no lograron tomar el control. Así, cuando Shanker volvió después de una semana y dijo que “esto es lo mejor que podía conseguir”, los docentes organizaron la campaña “Vote No”, pero no tuvieron la fuerza suficiente para vencer el convenio y quedaron fuera. Ese será el gran desafío.
IdZ: Los docentes son un sector particular de la clase obrera porque tienen una relación cercana con la comunidad, con los padres. ¿Pensás que una ola de huelgas originada entre los maestros podría extenderse al sector privado, al sector industrial?
En varios estados, tales como West Virginia, los trabajadores de las telecomunicaciones organizados en la Asociación Trabajadores de la Comunicación de Estados Unidos (Communication Workers of America, CWA) salieron a apoyar a los maestros. La CWA está dirigida por una burocracia de izquierda. Están dispuestos a llevar adelante huelgas convencionales, e históricamente han tenido grupos de activistas de base de varios sindicatos. Por lo que este proceso fue muy inspirador para ellos. En 2016 hubo una gran huelga de las telecomunicaciones en la Costa Este, que terminó con una victoria parcial. El problema es que para que la oleada de huelgas de las maestras tenga una resonancia real en el sector de trabajadores privados, tenés que tener mucho más desarrollados los grupos de oposición, los grupos de activistas de base en esos sindicatos.
Entonces, en este caso, creo que el lugar en el que podemos ver algún impacto de esto es en el correo (UPS): ellos lograron la apertura de negociación de un convenio colectivo. Los “Conductores para un Sindicato Democrático” (Teamsters for a Democratic Union) tienen algo de fuerza ahí, y la gente está muy enojada con el hecho de que la dirigencia esté dispuesta a negociar todo tipo de concesiones, particularmente en relación a los salarios, las condiciones de trabajo, y a las pensiones, que es un gran problema para los choferes, que son trabajadores de tiempo completo y de edad avanzada. Así que hay alguna posibilidad de que el proceso de las docentes tenga eco en UPS. Pero no está claro, porque por otro lado no hay una oposición organizada, más allá de algunas redes por Internet, organizadas en su mayoría por jubilados de la industria automotriz. El movimiento reformista New Directions, que fue bastante poderoso a principios de la década de 1990, se disolvió, por lo que no está sucediendo mucho por allí.
Los trabajadores de la industria siderúrgica, que incluye a muchos de los sindicatos de la ex CIO, no han tenido oposición desde 1978, 1979, cuando Ed Sadlowski, que era un izquierdista representante a nivel distrital, se opuso a los contratos de cinco años, a los compromisos de no hacer huelgas, etc. Así que, en esos sindicatos no está pasando mucho. Pero creo que habrá un impacto muy positivo en los sindicatos de enfermeras, donde ya se está hablando de huelga, etc. La gran pregunta es qué efecto tendrá en el puñado de trabajadores que se está organizando en la industria de la logística, en su mayoría no sindicalizada. Eso no está claro, tampoco. Mi compañero que vive en Londres, Kim Moody, entrevistó a un montón de personas que pertenecen a este sector, y muchos están muy entusiasmados con las huelgas docentes, pero eso no implica que tenga una manifestación en lo inmediato. Incluso el sindicato que tiene peso en ese sector es la UE (United Electrical, Radio and Machine Workers of America) que solía ser uno de los sindicatos más grandes. Tienen 50 mil o 60 mil miembros. Tienen un par de convenios colectivos en algunas áreas, y están dispuestos a hacer un tipo de organización a largo plazo fuera del marco de la Ley Nacional de Relaciones Laborales, que es la Ley que rige la organización en esa industria. Pero son pequeños y tienen recursos limitados. Lo que es interesante es que en una camada de miembros jóvenes de DSA, hay un montón de interés por entrar en la industria de la logística.
El caso es que estos son trabajos realmente malos. Estás trabajando 50, a veces hasta 60 horas semanales. Ganás apenas lo suficiente para salir adelante. Las condiciones de trabajo son terribles, y para que la gente avance en la organización requerirá un compromiso a muy largo plazo y un grupo sólido de organizadores, una organización política detrás de ellos. Así que, esos son los grandes límites en términos de cómo se puede traducir la huelga docente. Va a ser interesante ver qué pasa, qué impacto tiene en las negociaciones colectivas de UPS, ver si genera una actividad gremial más grande entre las enfermeras y los trabajadores de la salud, donde ya viene habiendo mayor actividad en los últimos dos años.
IdZ: Hay muchas discusiones alrededor del impacto que pueda tener el Fallo Janus [1] en la organización sindical, algunos consideran que será sí o sí negativo, otros que puede abrir brechas antiburocráticas ¿La decisión de Janus podría abrir una posibilidad para la izquierda?
Hace seis u ocho meses habría dicho que los compañeros que argumentaban esto eran ultraizquierdas y espontaneístas, porque mientras Janus efectivamente debilitaría a la burocracia sindical, de todos modos, habría un nivel insuficiente de activismo entre los trabajadores de base. Pero hoy pienso que Janus podría, en algunas áreas, abrir algunas posibilidades reales de debilitar la influencia de la burocracia sindical sobre los trabajadores. Janus ya ha forzado a ciertas burocracias sindicales a esforzarse para mantener sus miembros en los sindicatos. Pero hoy lo que se abre son nuevas discusiones sobre los derechos de negociación: ¿debemos respetar la promesa de no hacer huelga durante el período de negociación del convenio colectivo? Podrían abrirse este tipo de preguntas a la luz de la ola de huelgas docentes. Si eso genera o no oportunidades, depende menos del impacto de Janus que de la existencia de una camada significativa de trabajadores que puedan colocar esos cuestionamientos sobre la mesa. En un momento, durante la ola de huelgas de maestras, pensé que si la oleada continuaba, la Corte Suprema podría llegar a fallar contra Janus. La AFL-CIO en un escrito de amicus curiae a la Corte Suprema dijo: “Si derogan esto (el derecho a cobrar la cuota sindical a los trabajadores) va a haber más de estas huelgas”, en referencia a las huelgas docentes. El argumento era: “nos dieron esta porquería durante la Segunda Guerra Mundial para frenar la actividad huelguística. ¿De verdad quieren abrir las compuertas a nuevas huelgas?”. La derecha sintió que el movimiento obrero estaba completamente postrado y podía hacer este fallo porque no habría ninguna consecuencia. Será interesante ver qué pasa. Pero de nuevo, creo que la clave será si, en distintas industrias, distintos lugares de trabajo, diferentes sectores, hay redes de activistas que digan: “Esto significa que tenemos que ser más activos, más militantes, más auto-organizados”.
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