La psiquiatría, como institución de “salud” culminó en un tratamiento represivo y hasta inhumano de los trastornos tratando a los sujetos como chatarra humana sin ningún tipo de derecho. La medicación y el confinamiento fue el mejor ejemplo del lado represivo e inhumano de la psiquiatría.
Viernes 16 de febrero de 2018
Existe una relación entre capitalismo y salud mental. En inmediato se me viene a la cabeza la clase V de Derrames de Gilles Deleuze, quien, influido por Félix Guattari, analiza la relación entre explotación y salud mental.
La cuestión es que el sujeto, el individuo, puede padecer ciertos trastornos por múltiples factores: la familia, la madre, el padre, la niñez, infancia, adolescencia.
Pero, para el psicoanálisis tradicional, y en ese sentido cuestionable, todo se reduce al complejo familiar. Por eso el movimiento antipsiquiátrico se rebeló a la idea de que la causas fueran sólo familiares: se rebelan contra la idea de Edipo como causa única de los tratamientos.
Otra rebelión es la idea del paciente y el internamiento. La psiquiatría, como institución de “salud” culminó en un tratamiento represivo y hasta inhumano de los trastornos tratando a los sujetos como chatarra humana sin ningún tipo de derecho. La medicación y el confinamiento fue el mejor ejemplo del lado represivo e inhumano de la psiquiatría.
En tercer lugar el movimiento antipsiquiatrico, con influencia en Francia e Inglaterra, también se rebeló contra la idea de que los problemas de salud mental convertían a las personas en anormales y con ello apuntaron a una nueva forma de tratar a las personas con dichos problemas: humanizarles y buscar desarrollar por medio de la creatividad una mejor interacción social.
La rebelión antipsiquiátrica fue posible por la influencia del marxismo, de un modo muy sui generis, y del psicoanálisis y de la psiquiatría y su diagnóstico es que la familia no es la monocausa de los problemas de salud y de los trastornos.
En el fondo está la sociedad que forma al individuo, y en especial, la sociedad de clases y la explotación, la falta de sueño, la baja calidad de vida, los medios de comunicación, la iglesia, la familia, los sindicatos, la fábrica, la raza, el género y demás estructuras de la sociedad que influyen con flujos a la sociedad están moldeados por la sociedad de clases. Los flujos influyen en el individuo y es la sociedad responsable de dichos padecimientos.
Para hacerlo más evidente es pertinente escoger tres casos concretos en México. Tres notas atrajeron nuestra atención en los últimos días en México. La primera sobre el caso de tres jóvenes que trabajaron durante años en un centro de atención telefónico (Call Center) y las consecuencias del estrés laboral los llevaron a requerir la asistencia al psiquiatra. Presentaron problemas de esquizofrenia.
La segunda, en Tamaulipas: 1 de cada 10 trabajadores de la maquila de exportación reportó síntomas de depresión. Las instituciones de salud pública, alarmados, están realizando planes públicos para diagnosticar y atajar el problema. Al mismo tiempo en la maquila se presenta un fenómeno de adicción al Tramadol, un opiáceo, para aguantar la jornada.
El tercer caso es un dato que publicó Rodolfo Nava, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM, que sugiere que trabajar 55 horas por semana provoca depresión e infartos. Asegura que el máximo de trabajo debe ser 40 horas a la semana.
La baja salarial, la permanente búsqueda de aumentar la productividad, el estrés, la falta de sueño, el poco tiempo de comida y sin posibilidad de descanso es un motor de la maquina capitalista que genera estas condiciones: son el centro del flujo de múltiples estructuras que han generado que los trabajadores tengan estos problemas cotidianos.
Los tres casos evidencian un problema: existe una relación entre capitalismo y salud mental.