En notas anteriores, como esta y esta, revistamos diferentes momentos del movimiento estudiantil universitario en el país; hoy nos vamos a enfocar en los primeros gobiernos peronistas hasta su culminación en el golpe de la mal llamada “Revolución libertadora”. Es en este período que confrontarán dos modelos distintos de universidad: un reformismo limado de su contenido más radical y el plan de instituciones universitarias antirreformistas tuteladas por el Estado.
Los antecedentes: un recorrido errante y contradictorio
Desde la reforma de 1918, la universidad argentina atravesó un camino heterogéneo y zigzagueante. Colmada de contrarreformas, desde los inicios del gobierno de Marcelo T. de Alvear, el movimiento estudiantil, posteriormente a la gesta reformista, se irá diversificando ideológica y políticamente. El estudiantado asumirá bajo sus diferentes tendencias aspectos de enfrentamiento, pero también de integración, a los intentos de cristalización de una universidad que mantendrá aún en rasgos generales una fuerte impronta elitista, donde el acceso de los sectores medios será todavía minoritario. Conquistas como el co-gobierno y la autonomía universitaria serán constantemente puestas en juego, dependiendo de una inestable relación de fuerzas entre la universidad, el movimiento estudiantil y el régimen político, bajo los gobiernos en primera instancia radicales y posteriormente los de la Década Infame.
A diferencia del impulso que supuso el movimiento estudiantil para la formación de nuevas expresiones de izquierda en Latinoamérica, como el APRA en Perú y el Partido Comunista cubano [1] con una vinculación directa con figuras revolucionarias como Julio Antonio Mella y José Mariátegui, su derrotero en Argentina será bastante más contradictorio. Muchos de los referentes reformistas se integrarán a parte de la estructura de co-gobierno inestable de una universidad absolutamente distante de los intereses y las necesidades de las grandes mayorías populares y obreras, y con un carácter esencialmente corporativo de sus propias demandas, llegando a apoyar en gran parte golpes de Estado como el de 1930.
A su vez, otra de las tendencias que asumirá peso, esencialmente durante el período de la Década Infame, será el estalinizado Partido Comunista argentino. Durante los años 30, este partido deja su pasado antirreformista y es el impulsor del nuevo Insurrexit [2], del cual serán parte intelectuales como Rogelio Frigerio y Ernesto Sábato, entre otros. Esta tendencia crece como exponente estudiantil, llegando a la conducción de la Federación Universitaria Argentina, a mediados de la década. Sin embargo, no estará exento de los “giros” de su política nacional, donde ya para la conclusión de esos años aparecerá la idea de un frente democrático antifascista en unidad con la Unión Cívica Radical y con sectores integrados al régimen de la Década Infame, como el Partido Socialista y el Demócrata Progresista.
1943, la destrucción del anhelo reformista
Si existe un hecho que da lugar a posiciones mayoritarias en el conjunto del movimiento estudiantil reformista [3], este es el golpe de 1943, bajo el cual el GOU asume el mando nacional. Las expectativas de un sector estudiantil de corte más nacionalista y la fuerte impronta castrense y eclesiástica de esos gobiernos tendrán su correlato a nivel educativo con el pase del movimiento reformista a la oposición después de que las universidades quedaran al mando de referentes oscurantistas y antirreformistas. Uno de sus principales exponentes será Jordán Bruno Genta, figura del nacionalismo más oscurantista que amablemente titularía años después sus memorias en el cargo como Guerra contrarrevolucionaria. Doctrina política antisubversiva. Es en ese marco que varios referentes universitarios serán expulsados o abandonarán la universidad frente a un modelo que censura de forma abierta y extrema la pluralidad ideológica, prohíbe el cogobierno, ilegaliza las organizaciones estudiantiles y el ejercicio de la política en los centros de estudios llegando a encarcelar un buen número de estudiantes y docentes.
La ilegalización de los centros de estudiantes y federaciones planteará una confrontación abierta del conjunto del reformismo contra el gobierno generando, por primera vez en bastante tiempo, una unidad de propósito en el seno de los reformistas y un apoyo masivo a la Federación Universitaria Argentina por parte de los sectores medios estudiantiles. El ascenso en popularidad de Juan D. Perón, como funcionario de la Secretaría de Trabajo, y la cristalización de determinadas conquistas del movimiento obrero, mostrarán también muchos prejuicios de clase dentro del movimiento estudiantil, constituido esencialmente hasta ese momento por sectores medios bien posicionados, cuyas direcciones eran reticentes al acercamiento al movimiento obrero, o a lo sumo buscaban un acercamiento a sus sectores más de derecha, como los que van a comprenderse en el Partido Socialista [4], llevando incluso a confrontaciones abiertas en las calles entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero.
Otro de los puntos clave para poder comprender el recorrido de quienes se consideraban “herederos del 18” va a ser el posicionamiento en apoyo al bando aliado durante la Segunda Guerra Mundial en curso. Sin embargo, este posicionamiento será justamente contradictorio con el carácter antiimperialista y latinoamericano con el que había sido moldeada dicha generación, pasando ahora a desarrollar la antinomia “democracia versus fascismo”. Una ubicación de ese tipo provocará, por primera vez, según detallan Mangone y Warley, una postulación de un modelo político nacional por parte del movimiento estudiantil que se expresará en el alineamiento de la Federación Universitaria Argentina como institución dentro de la Unión Democrática [5], oposición electoral burguesa al peronismo que contaba con el aval directo de la embajada de Estados Unidos.
Reforma versus integración
Entre el régimen del 43 y el gobierno peronista hubo una serie de cambios de los cuales ya dieron cuenta la mayoría de quienes han estudiado este período. Durante este lapso, las ventajas internacionales, producto de las consecuencias comerciales de la guerra y la posguerra en el interregno de la caída de la hegemonía mundial británica y el ascenso de la estadounidense [6], fueron favorables para el desarrollo de una ya existente industrialización sustitutiva de importaciones que produjo cierto recambio en la estructura productiva nacional y una movilidad social ascendente no solo en grandes sectores de la clase obrera, sino también en sectores medios urbanos. Este fenómeno producirá tasas muy elevadas de matrícula no solo en Argentina, sino en otros importantes Estados latinoamericanos como México y Brasil, donde también se darán cambios sustanciales.
La necesidad de profesionales ligada a los cambios en el modelo económico-productivo generará grandes afluentes estudiantiles en la enseñanza secundaria y de tecnicaturas por medio de las “escuelas fábrica”, las escuelas de oficio y de capacitación obrera; a su vez, será el momento de surgimiento de la Universidad Obrera con el título de ingeniero de fábrica, aunque tendrá un resultado muy matizado por la asistencia de no más de 400 estudiantes, estando todavía la clase obrera casi absolutamente limitada en su acceso a la universidad.
Hubo también medidas que colaboraron con el ingreso de nuevos sectores a la universidad: el arancelamiento irrestricto, nuevos sistemas de becas, la construcción de nuevos edificios de facultades y la eliminación de los exámenes de ingreso fueron en ese camino; sin embargo, como ya expresamos, esa estadística muestra solo una parte del asunto: hubo también un aumento en las tasas de deserción y las dificultades para la permanencia regular en las casas de estudio, dado que estos sectores nuevos que ingresan no tienen as mismas condiciones sociales y materiales de permanencia que en la universidad anterior . [7].
La relación de estos sectores con el peronismo será mucho más contradictoria que la del peronismo con la clase obrera, donde sí será claramente hegemónico. Es importante tomar nota de ello para poder dar cuenta de cierta ubicación del movimiento estudiantil (con base preponderante en los sectores medios urbanos) frente al peronismo.
Durante el período 1946-1955, la universidad asumirá rasgos sobre los cuales posteriormente está se constituirá como institucion de masas en los años siguientes. Sus principales afluentes no vinieron de sectores de la clase obrera (cuestión sobre la cual posteriormente nos detendremos), sino esencialmente de sectores medios urbanos que aumentarán la población de las universidades nacionales, de 52.000 asistentes en el inicio del ciclo a 138.000 en su culminación, dando lugar a un crecimiento exponencial de más del 150 % [8], lo que marcará un récord histórico en la historia argentina hasta ese momento.
A su vez, el cuerpo docente previamente cesanteado es restituido y son nombrados algunos rectores “moderados”, como es el caso de Rodolfo Rivarola en la Universidad de Buenos Aires, en un intento de diálogo del peronismo con la oposición burguesa. Sin embargo, posteriormente muchos docentes serán expulsados, recibirán jubilaciones anticipadas o renunciarán. El motivo de ello va a ser la continuidad con aspectos del régimen universitario del gobierno del GOU, sobre los cuales, si bien se habían recuperado ciertas conquistas democráticas como la restitución de los centros de estudiantes y federaciones (durante la primera parte del período), lejos estaba de garantizarse íntegramente todos los aspectos que hacen al régimen democrático universitario, quedando muy limitadas cuestiones como la pluralidad ideológica y el cogobierno universitario.
Muchas de las autoridades provenientes de una ideología nacional, eclesiástica, reaccionaria y castrense, si bien son depuestos de sus cargos con la intervención universitaria del peronismo, se mantienen como figuras intelectuales simbólicas dentro del partido gobernante; además, ciertos cargos son ocupados por funcionarios declaradamente fascistas como Oscar Ivannisevich, quien desde 1948 será ministro de Educación.
Resultado de la derrota electoral de 1946, en la cual la FUA había tomado una abierta participación con la Unión Democrática, el primer período del peronismo estará esencialmente vinculado a un “reformismo a la defensiva”, desde el cual los centros de estudiantes asumirán reclamos más ligados a cuestiones gremiales como el presupuesto, las condiciones de cursada y también reclamos del tipo académico.
Cabe decir que durante este período sí existira una intelectualidad de tipo progresista que apoyará al peronismo y a su vez reivindicará los principios fundantes del reformismo universitario. Dentro de este espacio podemos encontrar al sector proveniente del radicalismo/FORJA (Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernández Arregui) o sectores provenientes de tradiciones de izquierda como Rodolfo Puigróss (proveniente del Partido Comunista) y Abelardo Ramos (proveniente del trotskismo). Este espacio en su conjunto no ejercerá influencia sobre las estructuras universitarias, donde tendrá un peso abrumador la Iglesia y los cuadros de orden inferior de la burocracia estatal. Cabe decir que ya en este período son varios los señalamientos por parte de esta intelectualidad hacia el propio Perón sobre la necesidad de tener una política con la cual asentar mayor hegemonía sobre la población universitaria; sin embargo, al no desarrollarse ninguna política al respecto y manteniendo el peronismo una política antiintelectual no solo con los ajenos, sino también con los propios, la oposición a la administración universitaria peronista por parte de la población de las casas de estudios se irá radicalizando.
También durante este lapso surgen nuevas corrientes estudiantiles. El peronismo, buscando competir con la FUA, lanzará sus propios organismos denominados CGU, los cuales sin embargo no lograrán competir en número, quedando esencialmente como organismos vacíos o a lo sumo con grupos de afiliados interesados por el vínculo y el ascenso en estructurales estatales de la universidad. A su vez, también dará surgimiento la corriente humanista de corte “socialcristiano” y asociada al desarrollo del Partido Demócrata Cristiano, que tendrá una relación menguante con el gobierno peronista, dándole apoyo en un primer momento, pero rompiendo luego políticamente en sintonía con la ruptura del peronismo con la Iglesia.
La universidad peronista
Hubo ciertas políticas claves durante este tiempo que definieron los principales rasgos de la ubicación del peronismo ante las universidades nacionales.
La ley 13031, conocida como “Ley Guardo”, fue impulsada en 1947 en el marco del primer plan quinquenal, estableciendo los principales lineamientos del funcionamiento universitario. Dentro de la misma se establecía el nombramiento del rector por parte del Poder Ejecutivo nacional, la autonomía universitaria quedaba reducida a cuestiones de papel, estableciendo intervenciones sobre el nombramiento de autoridades, supeditando la participación estudiantil a un portavoz por universidad sin voto. A su vez, dejaba concretamente asentado que: “Los profesores y alumnos no deberán actuar directa, ni indirectamente en política, invocando su carácter de miembros de la corporación universitaria, ni formular declaraciones conjuntas que supongan militancia política o intervención en cuestiones ajenas a su función específica, siendo pasible quien incurra en transgresión de ello, de suspensión, cesantía, exoneración o expulsión según el caso” [9].
Es así que mientras la universidad llega hasta casi la triplicación de su población inicial; por otro lado, el Estado desarrolla su tutela con rasgos coercitivos buscando limitar sus aspectos democráticos y de vínculo con la realidad social, con el objetivo de desligar al estudiantado de influencias opositoras tanto por derecha como por izquierda, donde podía ser un potencial aliado de las luchas del movimiento obrero (que sobre todo post 1952 este va a ser protagonista del inicio de importantes huelgas). Si bien esto en una primera coyuntura tuvo un determinado nivel de efecto, manteniendo un activismo reformista bastante limitado, la posterior crisis económica desde el segundo gobierno peronista va a generar un gran pase a la activa oposición al peronismo (esencialmente de derecha) que transformará al movimiento estudiantil en un actor importante el golpe de Estado de la “Revolución Libertadora”.
Otras medidas que atentarán contra conquistas democráticas universitarias serán las establecidas en la constitución del año 49 donde, por ejemplo, quedará establecido que “El Estado no reconoce organizaciones nacionales o internacionales cualesquiera que sean sus fines que sustenten principios opuestos a las libertades individuales reconocidas en esta constitución, o aleatorias al sistema democrático que se inspira. Quienes pertenezcan a cualquiera de las organizaciones aludidas no podrán ejercer funciones públicas en ninguno de los poderes del Estado” [10].
De esta forma, como señalan Mangone y Warley: “se apelará a esta norma para dejar fuera de la legalidad las actividades de la FUA, bajo la acusación de “responder a intereses extranjeros”, al mismo tiempo que se fomentará la organización de estructuras gremiales estudiantiles afines al gobierno justicialista” [11].
El “reformismo libertador”
Dentro de lo que es el movimiento estudiantil reformista durante este período podemos encontrar tres tendencias principales: el reformismo golpista, el reformismo anti-golpista, y dentro de la segunda tendencia, a un grupo de preponderancia importante que es el Partido Comunista [12].
La diferencia esencial entre el reformismo golpista y anti-golpista va a encontrarse esencialmente en los medios que dichos sectores creían concebibles para la caída del peronismo. Mientras los primeros apostaban a cualquier tipo de vía para justificar el fin del peronismo, los antigolpistas van a ser más moderados en su planteo, sosteniendo la necesidad de una “transición democrática” [13]. El Partido Comunista también va a tener un planteo similar en función de desarrollar una “coalición democrática” parecida a la que había postulado en 1945; sin embargo, durante este período fue la única corriente que tuvo en determinados momentos un acercamiento al peronismo a partir del apoyo a diferentes proyectos como el de la Universidad Obrera [14].
Aun difiriendo en los métodos, todas las tendencias estudiantiles reformistas participarán paradojicamente en la movilización del Corpus Christi de 1955, organizada por la Iglesia Católica, que colaborará abiertamente con el golpe cívico-militar. El movimiento pasará a ocupar las universidades y el intelectual reformista José Luis Romero será nombrado rector de la Universidad de Buenos Aires en la posterior intervención. El conflicto con el gobierno empezará solo un corto tiempo después, cuando el ministro clerical Atilio Dell´Oro Maini promueva la Ley de Educación Superior Libre por la cual se desatarán nuevos conflictos de masas en el seno universitario.
Vencedores vencidos
La polarización existente en los marcos de la universidad peronista estuvo bastante alejada de desarrollarse en los marcos de algún tipo de salida progresiva desde la intervención de sus actores. Los planteos del reformismo sobre la necesidad de mantener principios democráticos formales (y necesarios) de la universidad durante el período, como la autonomía universitaria, el co-gobierno tuvieron muy poca relación con cuestiones relacionadas a las transformaciones en la estructura social de una incipiente universidad de masas sobre la cual el ingreso de grandes sectores de la clase obrera era una perspectiva bastante más realista que décadas atrás. Frente a ello, aspectos estructurales como la dependencia y el atraso se volvían muy necesarios para su problematización dentro de las universidades del período. Oscar Varsavsky, años después, problematizará en profundo sobre dichas cuestiones en su obra Ciencia, política y cientificismo [15].
Si por un lado sectores que reclamaban “democracia universitaria” serán parte de apoyar a los “democráticos” bombardeos militares de 1955 y el golpe de Estado de la “Revolución fusiladora”; dentro del mundo peronista, actores dirigentes claves del mundo universitario nacionalista, ultra-católico y reaccionario como Jordán Genta y Oscar Ivannisevich darán cuenta de su carácter contrarrevolucionario, siendo parte en vida durante los años 70 del armado fascista de la derecha peronista y la Triple A con la que atacarán a la propia clase obrera y sectores estudiantiles que se gestaban como vanguardia en grandes hazañas de carácter histórico como el Cordobazo, los Villazos y las coordinadoras interfabriles.
Buena parte del progresismo reivindica la experiencia peronista de la universidad sin dar cuenta de sus rasgos reaccionarios, lo que mantuvo como objetivo el impedimento de la gestación de una efectiva unidad obrero-estudiantil como la que se producirá posteriormente en el ensayo revolucionario de los años 70 en Argentina.
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