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Red Internacional
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Protesta. ¿Recuperación del empleo o aumento de la precarización? Voces protagonistas de la Marcha Federal

Alberto Fernández no deja de prometerles un futuro mejor. La derecha siempre les declara la guerra. Los medios insisten en llamarlos “vagos”, “usurpadores” o “delincuentes”. En esta nota, recuperamos las voces de quienes coparon este jueves Plaza de Mayo, en el marco de la Marcha Federal Piquetera por “trabajo y salario, contra el hambre y la pobreza”.

Viernes 13 de mayo de 2022 21:14

Foto: Enfoque Rojo.

Foto: Enfoque Rojo.

En el intento de minimizar o negar la realidad que se vive cotidianamente en los barrios, desde el Gobierno Nacional destacan, una y otra vez, la “recuperación del empleo a nivel nacional”. Pero, ¿a quienes alcanza esa recuperación? ¿qué tipos de empleos son los que se “recuperan”?

Quienes coparon los alrededores de Casa Rosada este jueves, responden que los trabajos que se “recuperan” son, digámoslo en criollo, una B-O-S-T-A: te pagan dos mangos por trabajar mil horas, la informalidad laboral afecta la estabilidad del empleo (el desempleo intermitente es moneda corriente), y se multiplican las changas: ventas ambulantes, algún trabajo de albañilería.

“La gente no quiere laburar por los planes”

En los medios insisten con esta idea, con el fin de tildar a los trabajadores de "vagos" y así desmerecer sus reclamos. Y algo de razón tienen. En muchos casos, mujeres y/o varones prefieren conservar un plan social (Asignación Universal por Hijo o Plan Trabajar), antes que perderlo a costa de trabajos mal pagos y con jornadas laborales larguísimas, imposibles de conciliar con el cuidado de los hijos y/o con el estudio. Esto sucede porque con trabajo en blanco, el plan se te da de baja automáticamente.

Solo los trabajadores rurales lograron que se modifique la normativa, y conservar tanto el plan social, como el trabajo en blanco. En realidad, este cambio tuvo más que ver con los productores agrícolas, que pusieron el grito en el cielo cuando perdieron millones porque no conseguían trabajadores para las cosechas. Ricardo Ranger, de Misiones, dijo: "Cuando les decía ‘te doy de alta en AFIP’, se iban inmediatamente, porque pierden los planes cuando los contrato".

Para evitar esta situación, muchos trabajadores prefieren trabajar en negro. Si bien logran conservar ambas fuentes de ingreso, esta situación los lleva a aceptar trabajos muy mal pagos, sin derechos laborales básicos como el aguinaldo, los aportes jubilatorios y la obra social.

Es el caso del hijo de Estela de José C. Paz, que el lunes empieza a trabajar como albañil en un country de la zona norte de la Provincia de Buenos Aires, después de meses de desempleo:

“El trabajo es en negro, algunos son en blanco, pero mi nene no quiere trabajar en blanco, porque le sacarían la asignación que cobra por el hijo. A ellos les conviene trabajar en negro, y cobrar la asignación”.

El trabajo que empieza el lunes: jornada laboral de 8 horas, 5 días a la semana, con una paga de $2.800 por día, es decir, $56.000 por mes (en junio el salario mínimo, vital y móvil alcanza el monto de $45.540). Según cuenta su madre, su permanencia en el trabajo depende de que haga bien su trabajo y le caiga bien al patrón.

Puede que no tenga la misma suerte que su hermano, que se quedó sin trabajo cuando se cortó la obra en el country. Estela cuenta que ahora trabaja en albañilería pero en condiciones aún peores, ya que le pagan $2.000 por día, 6 días a la semana, por jornadas laborales que llegan a las 12 horas, y olvídate que te paguen horas extras:

“digamos que con $2.000 por día, más el viaje, más que tenes que llevar tu comida, más un paquete de cigarros, ya no le alcanza ni para pasarle plata al hijo, ¿que le va a pasar? si saca 10 mil a la semana, y entre sus gastos, que le queda, nada. No alcanza. Como hay poco trabajo, abusan, abusan mucho".

Ni los ingresos provenientes de los planes sociales, ni los trabajos ofrecidos en el mercado, alcanzan para salir de la pobreza. No se trata, entonces, de demonizar a quienes "eligen" entre dos opciones que obligan a sobrevivir con lo mínimo, a frustrarse por no poder garantizar a los hijos un presente sin necesidades. El problema está en los trabajos que se ofrecen en el mercado laboral: que son, repito, una bosta.

Trabajo precario para todos y todas: un mercado laboral segmentado por género

Las mujeres tienen menos posibilidades que los varones para encontrar trabajo, y al mismo tiempo son quienes más se hacen cargo de sus hijos. Esto vuelve a las mujeres más pobres (eso que llaman, feminización de la pobreza). A su vez, mientras los varones se concentran en el sector de la construcción, las mujeres suelen conseguir trabajos relacionados con el cuidado de personas y trabajo doméstico (limpieza, geriátricos, cocina).

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Elisa es de Pilar, tiene 24 años y hace un año que busca trabajo, dice que está cansada de tirar currículum. Tiene un varoncito de dos años y un esposo desempleado, que de vez en cuando consigue changas de albañil o cortando pasto. El último trabajo que tuvo fue en un geriátrico en el barrio de Flores (CABA): jornada laboral de 12 horas, día por medio. Si te tocaba un domingo, tenías que ir un domingo, por $38.000 por mes, sin viáticos y sin comida:

“Aguanté un día… aparte te llaman para trabajar de una cosa y sos un multiuso. O sea, te hacen limpiar, cocinar, atender a los abuelitos, higienizarlos, acordarte de las pastillas. Mucha responsabilidad, aparte yo soy de Pilar y hasta Flores, voy a trabajar por nada. Eran 12 horas y en total me iba 16 horas de mi casa, porque son 2 horas de ida y 2 de vuelta”.

Estos trabajos –construcción y limpieza/cuidados- fueron también los más afectados por la pandemia, justamente por la informalidad laboral en la que permanecen. En palabras de Estela:

“Trabajo no tengo desde antes de la pandemia. Trabajaba cuidando personas adultas, particular. Estuve con una misma familia alrededor de 8 años, siempre en negro. Se cortó con la pandemia porque la gente tampoco trabajaba, entonces se manejaban ellos para cuidar a sus familias”.

¿Trabajar para salir de la pobreza?

La informalidad y la precarización empeoran las condiciones de vida de la población: tener trabajo ya no te salva de la pobreza. Un trabajador tercerizado del ferrocarril Roca contó a La Izquierda Diario, que reduce su ingesta diaria para llegar a fin de mes. La combinación entre trabajos mal pagos, el aumento de la inflación y el control de los precios de los alimentos por grandes monopolios, hace que los salarios alcancen cada vez menos.

Esto no es la vida que lleva José, su esposa y su hija, y nada más. Un informe reciente del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata, señala la existencia de un 31,5% de trabajadores ocupados que se encuentran por debajo de la línea de pobreza.

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Esta situación obliga a tener MÁS de un trabajo, es el caso de Cristian del barrio de La Boca (CABA):

“En este momento estoy trabajando como albañil, gano $7.000 de lunes a viernes, laburo 11 horas; pero ahora salgo a vender algunas bebidas porque la plata no me alcanza, tengo dos nenas y un varón, con mi señora somos cinco. Mi ingreso es el único, soy el que trae el pan a la mesa”.

Si sumamos los sub-ocupados y ocupados demandantes (quienes tienen trabajo pero buscan más porque no les alcanza para vivir) y los informales (que trabajan en peores condiciones laborales y salariales), da que son más del 42% de los trabajadores ocupados. Los GRANDES porcentajes dan cuenta del tamaño del problema que se está negando.

Decíamos: la guita no alcanza para una #%$&#. Y uno se tiene que empezar a privar de cosas: desde viajes, salidas culturales y sociales, hasta golosinas, las milanesas, o un techo. Así relata Cristian el cambio en su situación habitacional:

“Con mi familia tuvimos que dejar de pagar un alquiler que era más o menos un bienestar para mis hijas que valía $15.000. Nos fuimos a un alquiler que vale $5.000, que es insalubre donde están las nenas. Tenemos que ir de casa en casa para ver si podemos vivir bajo un techo mirando si tenemos un alquiler más barato que otro”.

También es la historia de Yael de Moreno:

“Antes trabajaba de delivery, Pedidos Ya. Dejé porque no me alcanzaba para nada la plata. Trabajaba de jueves a domingo, y 700 pesos el día me pagaban y no me alcanzaba porque el departamento donde estoy me sale $21.000. Trabajé 1 año y 7 meses. Antes era bachero, y por la pandemia cerró. Me pagaban $14.000 por mes y trabajaba 8 horas, en realidad hacían correr 4 horas pero trabaja 8, 4 hs me pagaban en negro, y 4 en blanco”.

Después de tres meses de buscar trabajo, logró un ingreso mejor -$30.000 por quincena-, pero a costa de su tiempo: ahora cumple jornadas de 10 horas, de 7 de la mañana a 5 de la tarde.

Esto no es vida

La masiva protesta que duró tres días, demostró una vez más que el rumbo económico que tomó el gobierno para cumplir con la política del Fondo Monetario Internacional, tiene costos sociales altísimos: cuesta vida, calidad de vida.

Pero también la plaza llena hizo retumbar la voz de los que se niegan a seguir viviendo en la precariedad, viendo cómo se deterioran las condiciones de vida, cómo se rifa el futuro de millones.

La propuesta de la izquierda, de reducir la jornada laboral a 6 horas 5 días a la semana, con un salario igual a la canasta familiar, no es delirante: si se aplicara en 13 grandes empresas, se podrían generar 1 millón de nuevos puestos de trabajo. Esto implicaría afectar las ganancias del sector empresario (que aumentó su riqueza aún en pandemia), una medida que el gobierno nacional no está dispuesto a tomar, ya lo dejó claro. Basta de empleos basura. Basta de gobernar para los ricos.