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Red Internacional
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Historia. Revolución en Alemania: ¿cómo fueron las huelgas de abril de 1917?

En abril de 1917 se produjo una de las primeras huelgas que formaron parte de las luchas del movimiento obrero alemán influenciado por la Revolución Rusa. Revolución en Alemania, de Pierre Broué, de próxima publicación por Ediciones IPS, narra estos hechos y el rol de la socialdemocracia alemana.

Lunes 15 de abril de 2019 21:21

Durante la guerra en Alemania, la dirección socialdemócrata jugó el papel de gendarme auxiliar en la política de "paz civil". La gran industria y el Estado Mayor trabajaban juntos en la organización de una economía de guerra. Los trabajadores soportaban todo su peso. La inflación financiaba el gasto público mientras los precios de los productos alimenticios aumentaron 50 % en los dos primeros años y los salarios permanecían congelados. El 3 de agosto de 1914 los sindicatos dirigidos por el Partido Socialdemócrata (PSD) firmaron la “paz civil” con la patronal, que garantizaba el orden interno en las fábricas, “para luchar contra el enemigo de afuera”. Se impidió cualquier tipo de manifestación o indisciplina laboral bajo pena marcial. El proletariado debía abastecer la gran industria de la muerte.

Hambre en Alemania

Pronto el conjunto de los salarios, incluso los de los obreros calificados, tendió hacia un "mínimo alimenticio", estaba seriamente comprometido por el racionamiento y sobre todo por la escasez. El pan fue racionado desde el 1° de febrero de 1915; después le tocó a la grasa, la carne, las patatas. El invierno de 1915-1916 fue terrible: las cartillas de racionamiento daban "derecho" –si los almacenes estaba aprovisionados– a 1,5 kg. de pan, 2,5 kg. de papas, 80 grs. de manteca, 250 grs. de carne, 180 grs. de azúcar y 1/2 huevo por semana, un total que alcanzaba a un tercio de las calorías necesarias para vivir.

La socialdemocracia y la Primera Guerra Mundial

No se puede entender el destino de las luchas del pueblo alemán durante la Primera Guerra Mundial sin conocer el papel que jugó la socialdemocracia.

El 4 de agosto de 1914, los diputados del PSD votaron en el Reichstag –Cámara de Diputados– los créditos de guerra y Alemania se lanzó a la guerra imperialista. Se iniciaba así la larga y sanguinaria noche del mundo.

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Para León Trotsky esta decisión del PSD significaba principalmente la sumisión del proletariado a los intereses del capitalismo. Significaba una traición. El contenido de la paz para el revolucionario ruso implicaba arrancarla por medio de la lucha revolucionaria contra la burguesía de los países beligerantes y sus ejércitos. La consigna que coronaba el programa de paz debía ser la de los Estados Unidos de Europa. La clase obrera de los países beligerantes debía tomar el poder de sus Estados y unir los gobiernos obreros más allá de las fronteras. Solo así sería verdaderamente posible una Europa unida sin más guerras, que al mismo tiempo sería un gran aliciente para la revolución mundial.

Cabe aclarar que en el movimiento socialista había tres posiciones sobre la guerra. En primer lugar, la derecha, que era el sector mayoritario de la burocracia sindical y de los partidos socialistas que apoyaba a sus propios gobiernos en la guerra. Este sector declaró una tregua en la lucha de clases, la “paz civil” nombrada anteriormente, y se dedicó a enviar obreros a las fuerzas armadas, a organizar la producción de guerra, y a hacer que los obreros trabajaran más por menores salarios, como parte de su contribución al esfuerzo “patriótico”. Sus principales referentes son Scheidemann, Ebert y Noske en Alemania; Guesde, Renaudel y Briand en Francia; Plejanov en Rusia.

En segundo lugar, el centro, que se trataba de un amplio sector intermedio: parte de este grupo sostenía una oposición pasiva a la guerra, es decir, declarándose en contra pero sometiéndose a la mayoría guerrerista, y hasta incluso en numerosas oportunidades, votando los créditos de guerra “por disciplina partidaria” y condenando los excesos “nacionalistas” de la mayoría. Su principal representante fue Karl Kautsky.

En tercer lugar, un sector de izquierda -al comienzo minoritario- que se ubicó contra el apoyo a cualquier bando beligerante y buscó reconstruir los lazos internacionales del movimiento obrero para que este intervenga con el objetivo de terminar la guerra.

Delegados revolucionarios

En ese marco, con las penurias de la guerra acechando cada vez más, durante los primeros días de 1917, en Berlín, surgió una nueva oposición nacida desde los sindicatos: la de los "delegados revolucionarios" continuadores, en las fábricas berlinesas, de los famosos "hombres de confianza" del Partido Socialdemócrata.

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Varios responsables del sindicato de los metalúrgicos (DMV) se habían agrupado en torno al dirigente de la sección de torneros, el socialdemócrata independiente Richard Müller, para organizar la lucha contra la patronal en el sindicato y en las fábricas por encima de los dirigentes sindicales reformistas Oskar Cohen y Siering, que estaban a favor de la política de "paz civil". El grupo optó por el momento por una acción semiclandestina en los mecanismos sindicales en vez de la toma directa de responsabilidades. El círculo dirigente de los delegados revolucionarios conseguirá en varias ocasiones expresar la voluntad de resistencia de los obreros al Estado y al aparato del partido, concretizar en acciones sus reivindicaciones y su voluntad de lucha. Estos obreros metalúrgicos, especializados, con salarios relativamente elevados, eran los mejores productos de la socialdemocracia y del movimiento sindical de la preguerra. Desconocidos en 1914, serán al final de la guerra los dirigentes a quienes escuchan los obreros berlineses y los cuadros del movimiento socialista revolucionario. Su principal dirigente, Richard Müller se inclina por la oposición centrista, lo que impide el estallido, en sus filas, de las polémicas entre las tendencias rivales de la oposición.

Las huelgas de abril de 1917

En Sajonia, el 12 de abril de 1917, un grupo muy numeroso de mujeres marchó en reclamo de pan hacia la Alcaldía. La policía no solo las reprimió sino que detuvo a dieciséis manifestantes. Fue así que, el 14, más de quinientos obreros confluyeron en la Alcaldía para reclamar una mejora en el abastecimiento. Fueron recibidos y se les prometió que se “tomarían medidas” en beneficio de sus reclamos. Pero sucedió todo lo contrario: el 15 por la mañana, se anunció la reducción de la ración de pan semanal de 1.350 a 450 gramos.

En Hamburgo, Leipzig, Magdeburgo, Bremen y Núremberg se produjeron paros en el trabajo.

Huelga de abril en Alemania

En Berlín, mientras tanto, los militantes de Spartakus (ala izquierda de la socialdemocracia alemana liderada por Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring y otros), difundieron un folleto llamando a una protesta de masas, citando el ejemplo de los proletarios rusos que habían sabido abatir el zarismo y fundar una "república democrática". "¡Tomen en sus manos su propio destino! ¡Para ustedes el poder si están unidos!" era su consigna. Mientras tanto, los delegados revolucionarios entendían que había llegado el momento para una acción que permitiría una primera movilización de masas y, en una etapa siguiente, las condiciones de una ampliación de la plataforma de acción y del frente obrero. Decidieron utilizar una asamblea del sindicato del metal de esa ciudad, fijada para el 15 de abril. En ella se votó el pedido de liberación de Richard Müller, quien había sido detenido el 13 de abril, y la creación de un comité de huelga. Se aprobaron las propuestas y la huelga adquirió proporciones inusitadas. Según el sindicato metalúrgico, afectó a trescientas empresas y el número de huelguistas registrados superó los 200.000. Hubo manifestaciones en las calles y la policía se retrajo, de modo que no se produjeron incidentes serios.

En todas las fábricas se celebraron asambleas generales. A las 9 horas del 15 de abril, trescientas empresas entraron en paro, las calles comenzaron a ser recorridas por comitivas que se formaron espontáneamente bajo consignas diversas, a menudo políticas. El comité elegido se reunió en el local de los sindicatos y designó una comisión, compuesta por los burócratas sindicales y por dos miembros del núcleo revolucionario clandestino. Fue recibida por el comisario de abastecimientos, quien les prometió la formación de una comisión municipal de abastecimientos en la que los sindicatos estarían representados. Los delegados obreros pidieron la garantía de que no se tomaría ninguna sanción y exigieron la liberación de Richard Müller.

Mientras en Leipzig, la agitación en las fábricas durante toda la mañana del día 16 decidió a los responsables del sindicato de los metalúrgicos a llamar a una concentración en el Brauereigarten, en Leipzig-Stoteritz. Mientras el paro en el trabajo era general al mediodía, a las 15 horas más de diez mil obreros ya se habían reunido. A pesar de la apelación del dirigente metalúrgico Lieberasch a que se vuelva al trabajo, se votaron varias resoluciones como el reclamo de aumento de las raciones alimenticias y de carbón. También se incorporaron seis reivindicaciones de orden político: una declaración del gobierno en favor de una paz sin anexiones, la supresión de la censura y el levantamiento del estado de sitio, la abolición de la ley de movilización del trabajo, la liberación de los presos políticos, la introducción del sufragio universal en elecciones a todos los niveles. Estas reivindicaciones políticas se conocieron como el “programa de Leipzig”. La asamblea decidió que la resolución debía ser entregada en mano al canciller en Berlín por una comisión elegida en ese momento. Los electos fueron dos responsables del sindicato de los metalúrgicos y tres representantes del Partido Socialdemócrata Independiente.

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Finalmente, en Berlín a instancias del burócrata Cohen en la mayoría de las empresas se reanudó el trabajo el 18 de abril, aunque varias grandes fábricas, como las de la Deutsche Waffen-und-Munitionsfabrik (Fábrica Alemana de Armas y Municiones), mantuvieron la huelga. La vuelta al trabajo se hizo difícil. Desde el 17, los diputados socialdemócratas independientes de Berlín participaron en las asambleas de fábrica y llamaron a seguir la lucha con el “programa de Leipzig”. Al final había más de 50.000 obreros que continuaban en huelga y llamaban a la formación de "consejos obreros" con representantes del Partido Socialdemócrata Independiente. Sin embargo, como eran una minoría los que continuaban el movimiento, el gobierno ordenó la militarización de las fábricas y detuvo a algunos de sus dirigentes.

La importante acción obrera fue atacada unos días más tarde por Groener, jefe de la sección de armamentos, quien decía: "Nuestros peores enemigos están entre nosotros (…) los agitadores huelguistas. (…) Quienquiera que se ponga en huelga mientras nuestros ejércitos están frente al enemigo es un perro".

Los socialdemócratas independientes aunque continuaban negociando con la mayoría del SPD una coalición parlamentaria para poner fin a la guerra, habían ganado un gran prestigio. Ante las más amplias masas aparecían como los campeones de una lucha de masas revolucionaria por la paz, dadas las condiciones en que esta se debía desarrollar.

Las masas habían librado su primer combate y comenzaban a sacar las primeras conclusiones sobre su poder, sobre el rol de la socialdemocracia alemana y sobre sus dirigentes.