Dialogamos con Rodolfo Grinberg, fundador de la Agencia Walsh, uno de los principales denunciantes contra el espía de la Policía Federal Américo Balbuena, con quien había entablado una amistad. Nos cuenta, entre otras cosas, su rol en la Agencia y cómo fue volver a encontrarlo en Tribunales.
Gloria Pagés @Gloria_Pages
Martes 21 de marzo de 2023 16:45
Rodolfo “Rodi” Grinberg fundó la Agencia de comunicación Rodolfo Walsh a comienzos de 2002, con las jornadas de diciembre de 2001 todavía humeantes, con asambleas en populares, fábricas cuyos trabajadores y trabajadoras ponían a producirlas bajo su control, y las calles un hervidero de luchas incesantes. En ese contexto, los medios de comunicación estaban muy cuestionados, por lo que “La Walsh” surgió ante su necesidad de Grinberg, a la que se suman otros periodistas, de romper el cerco de “desinformación” de los medios mayoritarias.
Es también uno de los denunciantes de Américo Balbuena, el espía del Cuerpo de Informaciones de la División Análisis de Seguridad Interior de la Policía Federal, llamados “plumas”, que se infiltró durante 10 años en la agencia. Rodolfo Grinberg declaró en la primera de las tres audiencias que se desarrollaron la semana pasada en los Tribunales de Comodoro Py, el 14 de marzo. El órgano al que pertenecía Balbuena está amparado por el Decreto Ley 9.021/63 que instituye el Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal Argentina y su decreto reglamentario 2.322/67, sancionados durante la dictadura de Carlos Onganía y que a pesar de la sanción de la ley de Inteligencia 25.520 que prohíbe este tipo de “organismos de espionaje”, éste sigue vigente y activo.
Este miércoles 22 se llevarán a cabo los alegatos de la querella, a cargo de las y los abogados del CeProDH Myriam Bregman, Matías Aufieri, Liliana Mazea y Carlos Platkowski, y de la defensa de Balbuena y sus jefes Alejandro Sánchez y Adolfo Ustares. “Haber logrado sentarlos en Tribunales ya es en sí mismo un enorme logro contra práctica extendida de infiltración ilegal de la policía en las organizaciones sociales y políticas", indicó a este diario Matías Aufieri.
La Izquierda Diario dialogó con el periodista fundador de la Agencia Walsh luego de haber declarado ante el juez Rafecas. Para Rodolfo, esa declaración era muy importante y llegó con el temor de enfrentarse al espía con quien, ya lo retomaremos más adelante, había tenido una estrecha amistad. “Imaginate que pasaron diez años desde que hicimos la denuncia y diez años más desde que empezamos a trabajar juntos con este tipo, yo tenía todo esto bastante bloqueado, eran cosas no muy gratas para mi vida y tenía bastante borrada toda esta historia, por una cuestión de protección, digamos, personal”, nos cuenta. Pero el temor fue cediendo paso a la confianza: “y bueno, varias veces lo miré la cara al tipo durante el juicio y él jamás levantó la vista, siempre hacía otra cosa, miraba el celular, revisaba su bolso, lo vi como nervioso. Y a partir de ahí empecé a sentir ya una sensación de alivio, me dije ‘bueno, por lo menos la está pasando mal esta basura’”.
Salió satisfecho, y la condena será reparadora, aunque penalmente no será, seguramente, alta, pero en el plano de lo político, social y hasta simbólico ya lo es: “más allá de la importancia política de este juicio y de la condena que haya, para mí era importante confrontar con este hijo de puta, ver qué me pasaba de verlo, pues necesito sanar un poco esta historia y quizás, que haya una condena simbólica o sobre todo la condena social para mí es la forma de sanarla
”.
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Los primeros años
En la conversación con Rodolfo Grinberg lo primero que surge es el hecho de que él y Balbuena se conocían desde niños. Pero no eran amigos, habían sido compañeros de la escuela. “A Américo lo conocí en la escuela primaria, no íbamos al mismo grado. El recuerdo por ahí más palpable es de séptimo grado, que volvíamos juntos caminando, él vivía a tres cuadras más o menos de la escuela, la escuela Nro 1 de San Martín, caminábamos dos cuadras juntos, pero amistad con Balbuena no tuvimos. Después recuerdo habérmelo cruzado en el barrio ya cuando éramos adolescentes, pero solo saludarnos, ‘hola, chau, cómo estás’. Años más tarde, en el año 1999, yo decido estudiar periodismo en el instituto Santo Tomás de Aquino, el único que tenía la carrera en San Martín (yo ya tenía mi familia, era muy importante estudiar en San Martín). Él estaba un año adelantado, es de la primera promoción de la carrera, ahí volvimos a cruzarnos, era simplemente saludarnos y hablar generalidades de alguna materia o profesor”. Agrega como anécdota que “él venía con una moto Harley Davidson, esas motos de colección y con 40 y pico de años ya tenía mis cuatro hijos, él iba a facherear, parecía que iba a eso”.
Diez años en la Agencia Walsh
Sobre su reencuentro con Balbuena, en su declaración del pasado 14 de marzo, Grinberg señaló que: “donde empezamos a trabar un verdadero vínculo fue después de la rebelión popular de diciembre de 2001, yo ya había fundado la Agencia de comunicación Rodolfo Walsh y él estaba con su grabador igual que yo, cubriendo distintas movilizaciones. En algún momento me dice que había sido corresponsal de FM La Tribu como parte de la red de corresponsales, pero se había ido. Nosotros necesitábamos en la Agencia que se incorporaran más militantes, no recuerdo si fui yo quien le ofreció o si fue él el que me lo dijo, pero a medidos de 2002 Balbuena ya estaba incorporado a la Agencia Rodolfo Walsh
.”
Su declaración continúa señalando que “rápidamente se convirtió en nuestro movilero porque podía hacerlo, él decía que trabajaba de corredor de una maderera, y la mayoría en la Agencia no teníamos mucho tiempo por trabajo, era ‘el’ movilero, lo conocían todos los periodistas de los otros medios”.
Además, confirmó con seguridad que Balbuena hizo “cobertura” de manifestaciones donde estaba la misma Policía Federal. El abogado Aufieri le preguntó si en alguna ocasión hubo represión, a lo que Grinberg respondió que la única que recordaba en ese momento fue en la cumbre del ALCA en Mar del Plata en 2005 cuando Balbuena “estuvo en el foco de la tensión”. Sobre el oficio “periodístico” de Balbuena, agregó: "Era meticuloso en los informes, hacía una radiografía de cada corriente o grupo, como tomaba la agenda de actividades, sabía todo lo que pasaba en las facultades, las asambleas, cómo estaban conformados las agrupaciones ".
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“Rodi”, como le dicen sus amigos, aclara a La Izquierda Diario: “nosotros no sospechamos en ningún momento, eran cosas que nos llamaban la atención y eran indicios, pero con el diario del lunes, es decir cuando nos enteramos ahí nos cerró todo y dijimos ‘¡Ah, claro pasaba todo esto!’, pero en el momento no sospechamos”. Por “todo esto” se refiere no solo a que tenía mucho tiempo, sino a su inquisidora manera de indagar sobre la composición y financiación de las organizaciones sociales y políticas, a los informes minuciosos que hacía y que muchas veces no publicaba, porque “no hablaba mucho de su laburo, prefería evitar esas cosas”, al mismo tiempo “como que no encajaba con ese perfil de periodismo, porque no tenía un discurso de barricada”. Pero tampoco generó sospechas ya que “en ese momento había mucha gente enojada con lo que estaba pasando y se acercaba a la militancia”, pensaban que Balbuena “era ese tipo de gente, por las cosas que preguntaba, como queriendo aprender”.
“ Para mí era mi amigo, por eso no lo podía creer cuando nos llega la noticia de que era servicio de inteligencia de la Federal ”, dijo Rodolfo cuando declaró en Tribunales. “Toda mi familia lo consideraba un amigo, estuvo en el cumpleaños de 15 de mi hija más chica, era una persona muy allegada, venía a mi casa como vienen los amigos. Empezó a ir a mi casa para bajar audios en mi computadora y así fuimos creando un vínculo de amistad”, agrega, de modo que se entienda el shock que significó la noticia.
“ Fue un baldazo de agua fría ”, nos dice reviviendo ese momento. “Yo después lo cité a él a mi casa con un grabador entre la ropa escondido y lo increpé y le dije que nos habían dicho, que él era cana, agente de inteligencia y su actitud al responder me dio la confirmación de que sí, que era cana porque no se indignó ni se enojó, solo me preguntaba ‘¿Quién te dijo?, ¿Cómo te enteraste?’ Yo le dije que lo íbamos a denunciar, ahí se fue y así empezó la acción legal y la denuncia pública que hicimos”, relata Grinberg a este diario.
Inmediatamente después de enterarse y tener la seguridad de que el Balbuena era un espía de la Policía Federal, Rodolfo cuenta que se reunieron y decidieron “ llevar la denuncia al Encuentro Memoria, Verdad y Justicia del que participábamos en sus reuniones y se hicieron cargo de toda la parte jurídica de la denuncia. Se convocó a una movilización para denunciar el espionaje y ese mismo día el sitio web de la agencia fue hackeado”.
Seguirán luego diez años de batallas judiciales, pruebas, testigos, chicanas, cambio de fiscales y jueces, que la querella a cargo de los y las abogadas de CeProDH siguió convencida de que había que sentar en el banquillo de los acusados no solo a Américo Balbuena sino a sus jefes Alejandro Sánchez y Adolfo Ustares, en un juicio que puso en evidencia el entramado de inteligencia ilegal del Cuerpo de Informaciones de la División Análisis de Seguridad Interior de la Policía Federal contra organizaciones sociales, políticas y de trabajadores.
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