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[Rosa Luxemburg] Huelga de masas: debates en el Congreso de Colonia

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LUXEMBURG
Ilustración: Mauro Jeanneret

[Rosa Luxemburg] Huelga de masas: debates en el Congreso de Colonia

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Este y el artículo "La Revolución rusa y el movimiento obrero alemán", de Rosa Luxemburg, que a continuación presentamos, son muy poco conocidos y difícilmente hallables en castellano. Fueron traducidos directamente del original alemán especialmente para el semanario IdZ, y junto con otros artículos de la misma autora que iremos publicando en los próximos meses complementan a los textos que se encontrarán en Rosa Luxemburg, Socialismo o barbarie (compilación), de próxima publicación por Ediciones IPS-CEIP.

En la socialdemocracia alemana previa a la Primera Guerra Mundial, los dos grandes debates que se dieron y se mantuvieron en el tiempo fueron la disputa con el llamado revisionismo representado por Eduard Bernstein, y la discusión sobre la huelga de masas. Los dos artículos que presentamos aquí se encuadran en esta última.

Si bien la huelga de masas como hipótesis de desarrollo de la revolución era un tema que había comenzado con los artículos al respecto de Alexander Parvus en 1898, tomó estado central sobre todo a partir de la Revolución rusa de 1905 y las conclusiones que Rosa Luxemburg fue sacando de ella. Sectores influyentes de la socialdemocracia alemana y de los dirigentes sindicales influidos por las concepciones revisionistas (aunque no los principales dirigentes partidarios) concebían la lucha política como un proceso gradual, evolutivo y ordenado que desembocaba pacíficamente en el socialismo (al que más bien entendían como una reforma a partir de las tendencias “progresivas” del capitalismo) que, particularmente para los dirigentes sindicales, tenía como punto de partida la organización masiva en sindicatos y un gran partido socialista con una bancada parlamentaria mayoritaria. Para Rosa Luxemburg, por el contrario, la Revolución rusa de 1905 mostraba cómo iba a ser la dinámica de desarrollo del movimiento obrero en una etapa de la lucha de clases más convulsiva que se estaba inaugurando. Principalmente, que Rusia mostraba una hipótesis de cómo podía desarrollarse una revolución, con centralidad y dirección de la clase obrera. Para Luxemburg no era cuestión de discutir una táctica de lucha aislada, sino que le daba el nombre de “huelga de masas” a un largo proceso convulsivo que combinaba luchas sindicales y políticas que surgiría por sí solo, para el cual la socialdemocracia alemana debía adaptar sus tácticas para darle una dirección acorde. Esto implicaba un cambio en los métodos de lucha, que la izquierda de la socialdemocracia alemana quería poner en debate tanto entre los sindicatos como en el partido. A comienzos de 1905, la Comisión General de Sindicatos Alemanes, la central sindical socialdemócrata, realiza un congreso en la ciudad de Colonia, donde los dirigentes se pronuncian decididamente contra el cambio en los métodos de lucha y la adopción de la táctica de la huelga de masas, incluso llegando a prohibir el propio debate y su propagandización. El primer artículo que presentamos es un balance de este congreso. En el segundo artículo, se trata de un discurso de la autora dentro del congreso del Partido Socialdemócrata realizado en septiembre de ese año en la ciudad de Jena respecto al mismo tema. En el debate sobre el tema, “sorprendió” el apoyo de Bernstein a la discusión sobre la huelga de masas, a diferencia de muchos de sus propios seguidores que estaban en contra. El fundamento de su apoyo estaba en su crítica al reformismo puramente sindical y a su rutina organizativa. La propia política reformista de Bernstein presuponía que se mantuviera la conquista del sufragio al Reichstag, y precisamente por eso abogaba por la huelgas de masas únicamente para defender este derecho. El congreso del partido en Jena finalmente aprobó una moción relativamente ambigua que, por un lado, aprobaba la huelga de masas como un medio de lucha eficaz contra posibles ataques políticos a la clase obrera pero, por otro lado, no la consideraba como un método para luchar por la revolución, como una hipótesis revolucionaria en el sentido que la entendía Rosa Luxemburg. Se trató de una resolución de compromiso. Posteriormente a este congreso, ya con la ausencia de Luxemburg en Alemania, quien se había dirigido a Polonia a participar de la Revolución rusa, las direcciones de la central sindical y del partido llegan a un acuerdo secreto de “paridad”, por el cual los dirigentes sindicales socialdemócratas tenían poder de veto sobre cualquier decisión partidaria que incumbiera a sus organizaciones. Rosa Luxemburg, pocos meses después, desarrolla en profundidad sus conclusiones sobre la Revolución rusa de 1905 y sus lecciones para Europa Occidental, resumiendo este debate, en su trabajo Huelga de masas, partido y sindicatos.

***

LOS DEBATES DEL CONGRESO SINDICAL DE COLONIA

30 de mayo de 1905

I

El Congreso Sindical de Colonia invita a la reflexión en muchos sentidos, casi diríamos que ofrece mucho material para preocuparse. Los debates de Colonia tienen sin duda un significado más que práctico y actual, un significado sintomático y deben ser considerados desde este punto de vista como expresiones de ciertas corrientes generales en amplios círculos de nuestra clase obrera. En este sentido, sin embargo, el debate sobre la huelga de masas es típico del espíritu, el nivel y la dirección de los círculos dirigentes de nuestros sindicatos.

Anticipemos lo necesario: a quienes sinceramente abogan por la idea de la huelga de masas, la resolución que la rechaza y que prohíbe “propagandizar” esta arma. Nunca pensamos en “propagandizar” esta idea, especialmente porque la intercesión de quienes hasta hoy son los “dos especialistas”, el camarada Friedeberg y el camarada Bernstein, tiene más probabilidades de ridiculizar la idea que de difundirla, y también se puede suponer que, en particular, la propaganda de estas dos buenas personas y malos músicos [1] contribuyó de alguna manera a que se arribara a la decisión que se tomó en Colonia. En un determinado estadío de la lucha de clases, una resolución de un congreso rechazándola no va a poder obstruir la huelga de masas, de la misma manera que tampoco se concretará porque se propague monótonamente esta idea en forma abstracta si faltan las condiciones objetivas para ello. La huelga de masas como medio de lucha política es un producto histórico de la lucha de clases que, al igual que la revolución, no se puede “hacer” ni “rechazar” por decreto. Y lo único que el partido de la lucha de clases consciente, es decir, la socialdemocracia, y también los sindicatos, en la medida en que están parados sobre el terreno de la lucha de clases moderna, pueden hacer “por su propia voluntad” es… tratar de aprehender por anticipado las condiciones históricas, sociales y políticas que hacen necesario el surgimiento de esas formas de la lucha de clases, para participar en forma consciente en su evolución, y así marchar a la cabeza en la dirección que se reconoce como la históricamente necesaria.

Hasta ahora, solo la reacción burguesa tenía la cómoda ilusión de que enormes fenómenos históricos como la revolución o la huelga de masas eran “hechos” por instigadores por pura malicia, y sacaban la conclusión de que, por lo tanto, se podían repeler si se contaba con mayor “perspicacia”. Este punto de vista estrecho y reaccionario, que contrasta precisamente con las enseñanzas básicas del socialismo científico moderno fue, como es bien sabido, introducido en los círculos de la socialdemocracia por la corriente de Bernstein, que en su ingenuidad consideró posible declarar, de repente, que la idea de la revolución era un vestigio innecesario de la época de la barbarie socialdemócrata, y que ahora se podía dar paso a métodos de lucha más civilizados y legales.

La visión de la huelga de masas presentada por Bömelburg [2] y el fuerte rechazo, que se desprende ella, a la “propagandización” de esta idea, se mueven exactamente en la misma línea de pensamiento. Por cierto: la resolución de Bömelburg no solo rechaza la aplicación de la huelga de masas en sí, sino también su propaganda, es decir, la discusión de este problema, el intercambio de opiniones al respecto. Es notorio que esta extraña decisión haya nacido esta vez precisamente de una concepción y orientación que está estrechamente relacionada con aquella que no puede dejar de quejarse con rotunda fuerza de la supresión de la “libertad de expresión" y de la “libertad de investigación científica” dentro de la socialdemocracia [3]. El engreído y ficticio terrorismo de opinión del partido, ad usum delphini (para los menores de edad) [4] por propia iniciativa, ha desatado grandes tormentas de indignación en los círculos oportunistas. Pero ahora tenemos el primer ejemplo de una resolución verdadera de un congreso que prohíbe formalmente expresar cierta opinión, el primer ejemplo que se conoce en nuestro movimiento obrero, algo que se logró echando mano a los mismos argumentos de protesta contra los molestos “literatos” y mofándose de los “afiebrados” [5]. Queremos ver si los escuderos de la “oprimida libertad de expresión” en las filas de los socialdemócratas, Heine, David y compañeros, esta vez se embarcarán en una campaña donde los que han causado el daño son justamente sus protegidos...

Y sin embargo, mientras que la “investigación libre” de Bernstein en aquel entonces era en realidad solo una desagradable y estéril repetición, cuyo creador era “como un animal al que hacen dar vueltas en círculos” [6] que condujo al partido una y otra vez a la misma “aridez teórica” extrema de sus dudas, la cuestión de la huelga política de masas ofrece un campo completamente nuevo y fructífero de conocimiento social e histórico, un campo que debe abrirse, con toda seriedad, antes que nada hacia la clase obrera, tanto teórica como históricamente. Y si algo ha demostrado convincentemente la urgente necesidad de la discusión científica de la cuestión de la huelga de masas, si algo está en contradicción con la decisión negativa del Congreso de Colonia, es… la propia argumentación del orador principal, como vocero de esta decisión. El eje de la toma de posición del congreso de Colonia sobre este problema no está en la resolución en sí, que no tendrá ningún significado práctico -ni para la aplicación de la huelga de masas, ni para su discusión-, sino en la argumentación y en el nivel del debate que la acompañó. Este debate, junto con el del Primero de Mayo [7], es un “signo de los tiempos” de una claridad innegable.

II

Dado que la socialdemocracia internacional se ha ocupado de la cuestión de la huelga de masas, la primera base de los planteos sobre este tema ha sido el punto de partida de casi todas las discusiones: la distinción entre la huelga sindical de masas, por un lado, y la política y, por otro, entre la visión anarquista de la huelga general política y la visión socialdemócrata. La distinción entre estos tipos básicos de huelgas de masas no solo es teóricamente indispensable, sino que tiene una base histórica, ya que el movimiento obrero internacional ya ha producido experimentos de cada uno de estos tipos con varios resultados. En la teoría y en la práctica, en cuestiones sindicales, es más o menos lo mismo que identificar, como, por ejemplo, hacen los profesores burgueses, a las coaliciones de trabajadores y las asociaciones patronales bajo una misma categoría de “grupos de interés”. Aquellos que no pueden distinguir la huelga general sindical de la política y la anarquista de la socialdemócrata, aquellos que no ven ninguna diferencia entre la idea de huelgas económicas de simpatía para apoyar una determinada lucha salarial individual y la agitación política general de masas de la clase obrera para luchar por los derechos políticos comunes, quien no pueda distinguir entre la huelga general belga de 1893 para conseguir el sufragio universal o las huelgas generales de hoy en Rusia y la idea descabellada a la Bakunin-Nieuwenhuis [8] de introducir el orden socialista por medio de una huelga general como disparada por una pistola, demuestra que no entiende el ABC del problema y no se discute con él, sino que en el mejor de los casos se le aconseja: primero aprenda. Pero, ¿qué escuchamos en el congreso sindical de Colonia? El orador Bömelburg primero balbucea largo y tendido sobre el peligro común de las huelgas sindicales de apoyo, luego de repente se despacha con su amplia elocuencia sobre la reciente y desastrosa huelga de los trabajadores de la industria del vidrio para terminar hablando del “enemigo de la huelga general social, Leimpeters [9]”. Este dice, con franqueza y libertad, “celebrar diferenciarnos de los típicos tontos anarquistas” (Arnold Roller [10]) que se dirigen a un público jubiloso. Luego, termina pasando inmediatamente a la crítica de las huelgas políticas defensivas, que también son descartadas sin más preámbulos -utilizando los más bajos recursos discursivos demagógicos-, mientras el congreso ¡“acompaña casi todas las frases del orador hasta el final con gritos de consentimiento”, tal como señala el Vorwärts!... Aún más notable es la argumentación del segundo opositor a la huelga general, Leimpeters. Este explica, con franqueza y libertad, no ser “capaz de reconocer la diferencia entre la huelga general anarquista y la huelga social y política de masas”. Pero no saca la única conclusión correcta de esto, de que entonces es necesario seguir discutiendo la cuestión y que cualquier resolución es prematura, sino que, por el contrario, concluye directamente, a partir de su ignorancia e ineptitud, que hay que rechazar todo tipo de huelga general.

Y el público también le retribuyó con una respuesta de “tempestuoso desenfado” por algunas bromas que hizo sobre ese infeliz monstruo, mil veces muerto, que es la huelga general anarquista; un desenfado que, en este congreso de trabajadores, recuerda con una vivacidad inquietante al desenfado con que los círculos de la alta burguesía se burlan del “Estado del futuro” socialista [11].

Robert Schmidt, quien forma dignamente con los mencionados un triunvirato, hizo la siguiente declaración: “Toda la experiencia enseña que el uso de este medio solo fortalece a la reacción, lo mismo que el uso de la violencia”. “Todas las experiencias”… es decir, las únicas experiencias que se han hecho hasta la fecha en el terreno de las huelgas políticas de masas, como la huelga general belga de 1893 y las recientes huelgas generales en Rusia, que han sido… ¡un éxito rotundo! (La última huelga general fallida en Bélgica, la de abril de 1902, no parece ser una opción, porque demuestra a lo sumo la experiencia de cómo quebrar una huelga general política y no de cómo llevarla a cabo) [12].

Ilustración: Mauro Jeanneret
Ilustración: Mauro Jeanneret

Es imposible suponer que camaradas como Robert Schmidt, Bömelburg, Leimpeters, que son parte de los dirigentes sindicales más activos, no conozcan estos hechos. Están bien familiarizados con los hechos, que tan abiertamente contradicen su punto de vista. Pero lo que descartan completamente -y con ellos la mayoría de los dirigentes sindicales que estuvieron de acuerdo con sus discursos en Colonia- es la comprensión más profunda, la asimilación seria y sin prejuicios de las enseñanzas de las huelgas generales en otros países. Bélgica no parece merecer un estudio más profundo de sus experiencias, ya que es un país romántico, es decir, “irresponsable”, que los dirigentes sindicales “prácticos” alemanes desprecian mirándolo en forma condescendiente. Y ahora Rusia, el “país salvaje”, ese páramo lejano y perdido, un país que todavía no tiene ni el más mínimo rastro de cajas fuertes sindicales bien llenas con aportes monetarios de sus afiliados, ni una comisión general de sindicatos, ni todo un equipo de funcionarios sindicales rentados, ¿A quién se le ocurre que los “experimentados” dirigentes sindicales alemanes tengan que emitir un juicio sobre ese verdadero “disparate general” que es la huelga general, en el mismo momento en que este método de lucha encuentra una inesperada y grandiosa aplicación en Rusia que será instructiva y ejemplar para todo el mundo de los trabajadores?…

Todos los opositores a la huelga general hablaban siempre de “experiencias” prácticas; la “experiencia” era la tónica del debate, el escudo con el que contrarrestaban a la “teoría”, a los “literatos”, a lo que venía del exterior. ¡Y todo esto desde la cima de las “experiencias” de un país que todavía nunca vivió una huelga general política!

De hecho, la tónica que resonó en todo el debate de la huelga general no fue la de la “experiencia” sino… la estrechez de miras, y ciertamente nunca había tenido lugar un congreso sindical en Alemania donde la estrechez de miras hubiera surgido con tanta fuerza como en el de Colonia. Una estrechez de miras autocomplaciente, jovial, segura de sí misma, que siente júbilo por su postura, que se embriaga consigo misma, que se siente exaltada con todas las experiencias del movimiento obrero internacional -a las cuales no ha entendido en absoluto-, que cree que puede emitir juicios sobre un producto histórico al que le importan un rábano las resoluciones de un congreso. La misma estrechez de miras estuvo a punto de tirar por la borda la idea del Primero de Mayo. Y esta misma estrechez de miras nos asegura al final: “¡No tengan miedo, la reacción no puede hacernos daño! Que nos quiten tranquilamente todo, el derecho a votar, el derecho de organización, todos los derechos, y seguiremos siendo fuertes de todas formas”. Si eso no es adormecer irresponsablemente a la clase obrera frente a los mayores peligros, entonces no sabemos qué significa hacer demagogia y desorientar a los trabajadores.

¡Por supuesto, existimos, y vamos a vencer! También triunfaremos sobre todas las intrigas de la reacción. Pero no dejando que nos priven alegremente de todos nuestros derechos y abandonando irresponsablemente medios de lucha como las celebraciones del Primero de Mayo.

Fuente: “Die Debatten in Köln”, Sächsische Arbeiterzeitung (Chemnitz), 30-31/05/1905, en Peter Friedemann (ed.): Materialien zum politischen Richtungsstreit in der deutschen Sozialdemokratie 1890-1917, Tomo 2, Frankfurt, 1978, pp. 561-6.

Traducción: Guillermo Iturbide


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NOTAS AL PIE

[1Una referencia a un pasaje de la novela satírica incompleta de E.T.A Hoffmann, La visión de la vida del gato Murr (1821), en este caso para referirse a gente inepta. [N. del T.].

[2Dirigente sindical que a su vez, dentro del Partido Socialdemócrata, era cercano a los revisionistas de Bernstein.

[3Es decir, que está relacionada con la corriente revisionista, que levantaba esas banderas. En Rusia, ya en 1902, los partidarios locales de los revisionistas, los llamados “economistas”, hacían los mismos reclamos de “libertad de expresión dentro del partido”. Ver la polémica de Lenin con ellos en ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento.

[4La expresión latina ad usum delphini significa exactamente “Para el uso del Delfín”. Remite al reinado de Luis XIV en Francia, donde los tutores encargados de formar a su heredero (el Delfín) le proporcionaban una serie de obras de autores clásicos en las cuales se habían censurado pasajes inconvenientes, particularmente aquellos relacionados con la moral sexual. En sentido moderno, la frase se refiere a la censura política con la supuesta excusa de no afectar la moral pública [N. del T.].

[5Aquí se usa el término “Stürmer und Dränger”, una referencia a una corriente literaria alemana de fines del siglo XVIII. No es casual la alusión al movimiento literario Sturm und Drang, porque la burocracia sindical batallaba contra la izquierda refiriéndose despectivamente a su condición de intelectuales [N. del T.].

[6“Una cosa te digo: un tipo que cavila / es como un animal al que, en árida estepa, / un espíritu maligno hace en círculos dar vueltas / mientras una espléndida y verde campiña se extiende alrededor” dice Mefistófeles en Fausto, de J.W. Goethe (versión de Pedro Gálvez, edición bilingüe, Barcelona, Penguin Clásicos, 2016, versos 1830-1833, p. 129) [N. del T.].

[7En Alemania, en sus orígenes, el Primero de Mayo era un día laborable en el que, año tras año, los sindicatos y la socialdemocracia convocaban a hacer una “huelga de protesta” por la jornada laboral de ocho horas y otras reivindicaciones obreras (ver la clasificación de los distintos tipos de huelgas que hace Luxemburg en su folleto Huelga de masas, partido y sindicatos), gracias a lo cual se transformaba, de hecho, en una jornada no trabajada pero que, al mismo tiempo, implicaba un cierto nivel de fricción con el Estado que los dirigentes sindicales cada vez estaban menos dispuestos a sostener. En el congreso sindical de Colonia, los dirigentes sindicales, como parte de la ofensiva contra la huelga de masas, propusieron dejar de lado la tradición de llamar a hacer huelga durante el día internacional de los trabajadores.

[8Ferdinand Domela Nieuwenhuis (1846-1919) fue primero pastor luterano, luego fundador de la socialdemocracia holandesa y finalmente anarquista. Karl Liebknecht polemizó con él en 1907 precisamente sobre la cuestión de la huelga de masas relacionada con la posibilidad de guerra.

[9Johann Leimpeters pertenecía al sindicato minero de la cuenca del Ruhr y se contaba entre los revisionistas. Escribía en el mensuario revisionista Sozialistische Monatshefte, donde venía polemizando desde 1904 contra la izquierda alrededor de la huelga de masas expresando los puntos de vista que más adelante cita Luxemburg aquí.

[10Arnold Roller (1878-1951): teórico de la “huelga general social” y de la acción directa, parte de la corriente sindicalista revolucionaria alemana.

[11El término “Estado del futuro” (Zukunftsstaat) era una imagen con la cual la socialdemocracia alemana solía referirse popularmente a sus fines últimos socialistas [N. del T.].

[12El 14 de abril de 1902 comenzó una huelga de masas en Bélgica, en la que participaron más de 300.000 trabajadores. El 20 de abril, el Consejo General del Partido Obrero belga la levantó, a pesar de que el Parlamento belga había rechazado el 18 de abril las peticiones de modificación de la ley electoral y de la correspondiente enmienda constitucional. Ver los artículos de Rosa Luxemburg, “Una cuestión táctica” y “El experimento belga”, ambos de 1902, que saldrán publicados próximamente en Rosa Luxemburg, Socialismo o barbarie (compilación), Ediciones IPS-CEIP.
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