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Rosa Luxemburg y la cuestión nacional

Guillermo Iturbide

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Fotomontaje: Juan Atacho

Rosa Luxemburg y la cuestión nacional

Guillermo Iturbide

Ideas de Izquierda

En esta edición de nuestro semanario, nos encontramos con un artículo de Nicolás González Varela donde reseña un libro de Klaus Gietinger, un policial de no-ficción sobre el asesinato de la revolucionaria polaca-alemana Rosa Luxemburg. En su artículo, Nicolás hace además una valoración del pensamiento y la figura de Rosa donde, cerca del final, reivindica sus “… ideas internacionalistas y pacifistas [que] seguían siendo más decisivas que cualquier autodeterminación nacional o momento populista”. Es sobre este punto con el que queríamos polemizar, justamente a la luz de la cuestión candente del movimiento independentista catalán, y de otras como la cuestión kurda, a raíz de los ataques de Turquía y Siria sobre Rojava, que ponen nuevamente en el tapete la vieja discusión dentro del marxismo sobre la llamada “cuestión nacional”.

Aprovechamos esta ocasión para inscribir lo que sigue dentro de una próxima serie de artículos y elaboraciones sobre Rosa Luxemburg, siendo que, quien escribe estas líneas, está traduciendo y, junto con un equipo, preparando una nueva antología de su obra, además de un trabajo de más largo aliento sobre sus ideas [1].

En la imagen de las ideas de Rosa que prevalece hoy, se destaca y se sobredimensiona su folleto inédito crítico de los bolcheviques de 1918, para dejar relegada al fondo una pintura completa de su vida política, que tiene grandes hitos, como su polémica contra el revisionismo de Bernstein; la lucha contra el ministerialismo socialista en Francia (al que consideraba la versión gala del bernsteinianismo); la polémica sobre la huelga de masas en Bélgica de 1902 y 1913 y, relacionado con eso, sobre cómo conquistar derechos democráticos (como el sufragio universal, incluyendo el voto femenino) por medio de una decidida lucha de clases extraparlamentaria; su intervención en la Revolución Rusa de 1905 desde Varsovia, y luego la popularización de sus conclusiones para Alemania, contra la burocracia sindical, su “prohibición de la huelga de masas” y la búsqueda de obtener privilegios especiales dentro de la socialdemocracia; la polémica sobre la guerra de desgaste y luego contra la visión pacifista de un “ultraimperialismo”, así como sus propias elaboraciones sobre el problema del imperialismo, en ambos casos contra Kautsky; la pelea por restablecer el internacionalismo proletario en medio de la Primera Guerra Mundial; su intervención en la Revolución alemana por un gobierno de los consejos obreros y contra la trampa de la Asamblea Constituyente; su intervención en la fundación del PC alemán por intentar poner en pie un partido revolucionario sin la “enfermedad infantil” del ultraizquierdismo, entre otros.

A lo largo de la mayor parte su vida, Rosa militó en dos y hasta tres partidos nacionales simultáneamente: primero, en la Socialdemocracia del Reino de Polonia y Lituania (SDKPiL), luego se sumó al Partido Socialdemócrata alemán (SPD) y, finalmente, en la socialdemocracia rusa durante el período en que su partido polaco estuvo adherido a ella. Queríamos empezar haciendo una revisión crítica de sus posiciones sobre el problema de la autodeterminación nacional, una cuestión central de sus preocupaciones, dado que ella misma pertenecía a dos nacionalidades oprimidas (polaca y judía) y este tema cruzaba a los grandes imperios multinacionales de Europa central y oriental en los que transcurrió su vida.

Despejando un mito

No hay un texto donde Rosa haga una especie de “tratado general” sobre el problema de la autodeterminación nacional, sino que sus posiciones están plasmadas en una cantidad enorme de textos. Hay un mito, que consiste en tomar como su posición general sobre el tema a su posición particular sobre Polonia. Creo que lo que señala Nicolás González Varela en su artículo es a partir de la “posición polaca” de Rosa, a saber, que la autodeterminación nacional de Polonia, es decir, el derecho a la reconstrucción de un Estado propio de esa nación, a partir de la separación de su territorio de la soberanía de los tres imperios (Rusia, Austria y Alemania) que se dividieron ese país a fines del siglo XVIII, es incompatible con una política socialista y es reaccionario, una concesión al nacionalismo nobiliario retrógrado polaco. Rosa colocaba la cuestión polaca dentro de su estrategia para la revolución rusa de 1905:

Así, en su contenido, la revolución actual en Rusia va mucho más allá de las revoluciones del pasado, y sus métodos no pueden relacionarse con las viejas revoluciones burguesas ni con las luchas parlamentarias anteriores del proletariado moderno. Ha creado un nuevo método de lucha que se corresponde con su carácter proletario y a la combinación de la lucha por la democracia con la lucha contra el capital: la huelga revolucionaria de masas. Por lo tanto, se trata de un tipo de revolución completamente nuevo en términos de contenido y métodos. Formalmente democrático-burgués, pero proletario-socialista en su esencia, y tanto en el contenido como en los métodos es una forma de transición de las revoluciones burguesas del pasado a las revoluciones proletarias del futuro, que serán la dictadura del proletariado y la realización del socialismo [2].

Y, en relación a esto:

“El derrocamiento del zarismo y la conquista de las libertades políticas es la necesidad más urgente tanto para el proletariado polaco como para el ruso. En la lucha política, por lo tanto, los trabajadores polacos representan un todo común con los trabajadores rusos, una sola clase política con un solo programa político. [...] Por lo tanto, la restauración del Estado polaco no puede ser tarea del proletariado polaco. La clase obrera no debe tender a construir nuevos Estados y gobiernos burgueses, sino más bien abolirlos, y sobre todo ampliar al máximo las libertades políticas en los Estados en los que vive. Por lo tanto, según el interés de los trabajadores, no es necesario que Polonia se separe de Rusia para construir un Estado independiente; hace falta la abolición del absolutismo en Rusia y la conquista de libertades políticas para los trabajadores polacos y rusos” [3].

Lo cual debía desembocar en la:

“Igualdad de derechos para todas las nacionalidades que viven en el Imperio Ruso; garantías de libertad para su desarrollo cultural: escuela nacional y libertad de uso de la lengua materna; el autogobierno regional, es decir, la autonomía para Polonia” [4].

Dada la gran importancia de este problema para la revolución europea, esta posición contra la autodeterminación polaca nos parece un punto flojo en el pensamiento de Rosa. Más abajo iremos dando nuestra visión. De todas formas, se trataba de una posición puntual sobre un país, y Rosa no necesariamente transformaba eso en un principio en contra de toda autodeterminación nacional de cualquier otro país. Por ejemplo, en el caso de los países eslavos que formaban parte del Imperio Otomano, estaba a favor de su separación y constitución estatal. Vamos a ir viendo el porqué de esta aparente contradicción.

Tomaremos como referencia central su obra de más largo aliento sobre el tema polaco, La cuestión de las nacionalidades y la autonomía, que fue escrita entre agosto de 1908 y septiembre de 1909 y publicada en lengua polaca [5]. Esta obra, de cerca de 200 páginas en formato de libro, abarca una gran variedad de aspectos, por lo cual es imposible resumirlos por completo aquí y tomaremos algunos centrales. También haremos referencias someras a otros textos.

La cuestión de las nacionalidades y la autonomía fue apareciendo por capítulos en la revista mensual del SDKPiL, y se trata de una polémica, principalmente, contra sus rivales del Partido Socialista Polaco (PPS), que también formaba parte de la Segunda Internacional y que unía el objetivo del socialismo con la reivindicación de la reconstrucción del Estado polaco. Este partido se dividió, a partir de 1906, por un lado, en el PPS-Izquierda, que sustituirá la reivindicación de la independencia polaca por la de la federación con Rusia y, por el otro, en el minoritario PPS-Fracción Revolucionaria de Pilsudski, que irá degenerando en un grupo que hacía atentados armados y resaltaba el aspecto nacionalista, relegando cada vez más el discurso socialista. El SDKPiL de Rosa Luxemburg, Leo Jogiches, Julian Marchlewski y Adolf Warszawski era un partido únicamente de la Polonia rusa (y de la región etnográfica de población lituana, que en parte estaba también en Polonia), mientras que el PPS, coherente con sus objetivos, existía también en Poznan y Alta Silesia (Polonia alemana, donde coexistía, con muchos conflictos, con el centralista SPD), así como en Galitzia (Polonia austríaca, donde formaba parte de la socialdemocracia del Imperio danubiano, organizada federalmente según nacionalidades). También, lógicamente, era una polémica con la socialdemocracia rusa (y, sin nombrarlo, con Lenin), que sí reconocía el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por el zarismo, aunque el SDKPiL, entre 1906 y 1912, formó parte del partido ruso y, dentro de él, estaba próximo a los bolcheviques [6].

El territorio polaco (sombreado) dividido entre los tres imperios hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
El territorio polaco (sombreado) dividido entre los tres imperios hasta el final de la Primera Guerra Mundial.

La combinación entre el problema de las naciones oprimidas y el internacionalismo obrero

Rosa empieza cuestionando el concepto de nación como una construcción ideológica bajo la cual se esconden intereses de clase sociales contrapuestas en función de las clases dominantes, y cuestiona en qué medida puede hablarse de verdadera “autodeterminación nacional” en el capitalismo, en la medida en que hay desigualdades y grandes potencias que dominan a países formalmente independientes. Ya en su tesis doctoral de 1893, El desarrollo industrial de Polonia, plantea que la Polonia rusa, como una región más industrializada, se encuentra orgánicamente integrada a Rusia y que de esa integración desigual proviene su mayor desarrollo, por lo cual la recreación del Estado polaco independiente sería una reivindicación que ni la burguesía ni el proletariado polaco sostienen, que solo clases retrógradas como la nobleza y la pequeñoburguesía levantan. Por todo esto, Rosa caracteriza que la independencia polaca es, por un lado, una imposibilidad absoluta y, por el otro, que se trata de una idea reaccionaria. Esto último se debe a que, según ella, la formación de un nuevo Estado capitalista en Polonia no sería un progreso desde el punto de vista de las precondiciones para el socialismo, sino un retroceso, levantando artificialmente nuevas fronteras nacionales y un nuevo competidor estatal que tienda a expandirse agresivamente, cuando la tendencia del capitalismo es hacia la centralización y la formación de grandes Estados plurinacionales. No obstante, como señalamos más arriba, desde este punto de vista no tenía la misma posición respecto a las naciones que formaban parte del Imperio Turco, porque consideraba que este último era, por el contrario, una traba arcaica para el desarrollo capitalista y que, por el contrario, la independencia de las naciones que estaban bajo su yugo favorecería la revolución burguesa y, por lo tanto, establecerían los prerrequisitos en esos países para la revolución obrera [7].

Volviendo a Polonia, Rosa sostiene que, mientras la nebulosa de la “nación” polaca se corresponde con el misticismo de las clases más retrógradas, el proletariado se identifica con el materialismo dialéctico (el marxismo), que se correspondería con el internacionalismo y la negación de la independencia polaca. Diversos investigadores han cuestionado la aseveración de la impopularidad de la independencia polaca entre la clase obrera como algo permanente, entre otros motivos, porque, a diferencia de otros países, como Alemania, no existía un único partido socialista en Polonia sino cuatro, entre los cuales el “anti-nacionalista” SDKPiL siempre estuvo por detrás, en cuanto a cantidad de militantes, del “nacionalista” PPS, a las vez que entre los demás grupos que actuaban en el movimiento obrero también había “nacionalistas” [No obstante, durante la revolución rusa de 1905-1906, la mayoría de los grupos que levantaban como perspectiva la reconstrucción del Estado polaco dejaron de hacerlo, ante la perspectiva de una revolución en todo el Imperio ruso]. ¿Por qué, entonces, Rosa hacía esta identificación mecánica entre la clase obrera polaca y el marxismo “anti-nacionalista”? Una posible explicación es que, para Rosa, como sostenía en su polémica con Lenin de 1904 sobre las cuestiones de organización de la socialdemocracia rusa, “la socialdemocracia no está vinculada a la organización de la clase obrera, sino que es el propio movimiento de la clase obrera [8].

Acorde a la teoría conocida como de “partido-proceso”, donde el partido tendía a ser más bien secundario en relación al progreso del movimiento de masas, y el primero era más bien una especie de vocero o centro coordinador del segundo, se puede decir que llevaba a Rosa a ver una adhesión más o menos espontánea e inmediata, gracias a la lucha de clases, del movimiento obrero (que ya de por sí es solo una parte del conjunto de la clase obrera) a las ideas socialistas pero, además, a reivindicar para su propio partido el derecho a ser la única representación posible de este movimiento [9]. Esta posición, sumado al elevar el “anti-nacionalismo” a un estatus de principio, llevó al SDKPiL a rechazar la unidad de acción con los demás partidos socialistas y fue un factor que tuvo peso para que no surgieran soviets (como, por el contrario, sí surgieron en Rusia) durante la revolución polaca de 1905-1906 [10].

Un “salto” al “socialismo puro” sin tareas democráticas nacionales

Luego, plantea que el criterio principal respecto a la política hacia las nacionalidades tiene que ser ir en el sentido del desarrollo histórico objetivo y no a contramano de él y, de acuerdo a esa lógica, “el pensamiento de que el proletariado moderno, como clase independiente y consciente de sus intereses, en principio pudiera crear el Estado nacional moderno se podría comparar, en perspectiva histórica, con la propuesta de que la burguesía de un país cualquiera introduzca el feudalismo, donde este no se pudiera introducir naturalmente o, en el caso de Rusia, donde este asumió una forma específica […] Sin embargo, la tarea histórica del proletariado es la abolición de este Estado como forma política del capitalismo, en el que esta clase aparece como una clase consciente con el objetivo de introducir el sistema socialista” [11]. Ligado a esto, plantea que solo se puede hablar de “autodeterminación nacional” en la medida en que la gran mayoría de la nación, es decir, quienes viven de su propio trabajo sin explotar a otros, pueda “autodeterminarse”, superando a la democracia burguesa pero que, cuando esto ocurra, en el socialismo, los propios Estados nacionales tenderán a quedar obsoletos. Todo este argumento es curioso, y contradictorio con la posición de los socialistas rusos y europeos (incluyendo a Rosa) de que las tareas inminentes que tenía planteadas la revolución en Rusia y en Polonia eran de carácter democrático-burgués, partiendo de que Rusia era un país atrasado y, por lo tanto, no estaba planteada la “introducción inmediata del socialismo”. Hay aquí una especie de “salto” por encima de la etapa burguesa, directamente desde una formación social que combinaba elementos capitalistas introducidos desde el Estado, junto con formas sociales y políticas arcaicas, ya superadas en el resto de Europa, directamente hacia el socialismo.

La concepción tradicional, etapista de la revolución fue superada a partir de la revolución de 1917 y fue un eje de los debates dentro de la Internacional Comunista y la lucha que dio la Oposición de Izquierda después (cuando el estalinismo reintrodujo el etapismo con un objetivo abierto de colaboración de clases); pero la concepción superadora, la teoría de la revolución permanente, no negaba las tareas burguesas para “saltar” directamente al socialismo sino para articular, construir un puente donde las tareas democrático-burguesas se transcrecieran en las socialistas. Como le reprocha Lenin en la crítica a este trabajo que hace entre 1913 y 1914, en los términos del marxismo de la época, la independencia de Polonia (que, en su parte rusa, era una región relativamente más desarrollada y moderna que el resto del Imperio zarista), no era hacer girar el reloj del desarrollo histórico hacia atrás sino una medida progresista que haría que Polonia se sacara de encima las cadenas del “despotismo asiático”, lo cual contribuiría a acortar el paso al momento de la revolución socialista [12].

La solución a la opresión nacional entendida en clave principalmente cultural

Más adelante, Rosa plantea que el capitalismo reduciría a cero la posibilidad de la independencia polaca pero que, por el contrario, sí posibilita la emergencia de una cultura nacional polaca. Rosa no niega que exista opresión nacional, pero en el caso de Polonia la limita a lo cultural: la rusificación en la parte oriental y germanización en la occidental, la búsqueda de la extinción de la propia lengua, la prohibición de que se la utilice en las escuelas [13], obviando que la opresión nacional implica más que esto: un conjunto de relaciones sociales y económicas de sujeción características del imperialismo. Por otra parte, tampoco concibe que la cuestión polaca, al atravesar a tres de los imperios multinacionales más retrógrados de Europa (Rusia, Alemania y Austria), pudiera tener (como efectivamente lo tuvo, a la salida de la Primera Guerra Mundial) un potencial de primer orden como factor de desestabilización y caída revolucionaria de esos imperios. De esta manera, el programa de Rosa para solucionar la cuestión polaca estaba centrado en el aspecto cultural, planteando la autonomía nacional del Reino de Polonia y su autogobierno dentro de Rusia como única salida progresiva que, además, permitiría la maduración del proletariado polaco y la posibilidad de hacer avanzar las demandas democráticas de este último de libertad de expresión y de asociación, así como la democratización del Estado [14].

Luego, Rosa hace un resumen de las discusiones sobre la cuestión nacional dentro de la socialdemocracia alemana y austríaca alrededor de la pregunta “¿quiénes son los portadores de la nacionalidad?”. Para el austríaco Otto Bauer, los portadores de la “nación” sería la aristocracia del saber, excluyendo a las masas que, paradójicamente, quedarían como elementos “anti-nacionales”. Por el contrario, para el también austromarxista Karl Renner, el locus de la cultura nacional serían los campesinos y sus tradiciones, mientras que, para Kautsky, la portadora sería la nueva intelligentsia de las ciudades que forma la “literatura nacional”, que, paradójicamente, iría hacia una cultura cada vez más internacionalizada y cosmopolita [15]. Rosa se ubica más allá de todas estas caracterizaciones y plantea que la disyuntiva que presentan es entonces dónde se encontraría la expresión de esa voluntad nacional, sosteniendo que los plebiscitos u otras formas democrático-burguesas solo podrían presentar una imagen distorsionada de la voluntad popular.

La cuestión nacional a la luz de la Revolución de 1917 y el folleto “Sobre la Revolución Rusa”

Lo dicho en el párrafo anterior es interesante, porque nos remite a uno de los problemas centrales que están planteados en una obra de Rosa muy posterior: su folleto de 1918 sobre la Revolución rusa. Allí dice:

En lugar de poner sus esfuerzos en el espíritu de la pura política de clase internacional que ellos [los bolcheviques] defienden, en la acumulación más compacta de las fuerzas revolucionarias en todo el territorio del Imperio, en lugar de defender la integridad del Imperio ruso como un territorio revolucionario con uñas y dientes y de considerar la unidad e inseparabilidad de los proletarios de todas las naciones en el campo de la Revolución rusa como el mandamiento supremo de la política frente a todas las aspiraciones nacionales separatistas, los bolcheviques han proporcionado a la burguesía de todas las regiones periféricas el pretexto más oportuno y magnífico– casi el estandarte de sus aspiraciones contrarrevolucionarias– mediante la fraseología nacionalista en boga del “derecho a la autodeterminación y a la separación estatal.
En vez de advertir a los proletarios de las regiones periféricas que cualquier separatismo es una trampa puramente burguesa y cortar de raíz las aspiraciones separatistas, con mano de hierro [mit eiserner Hand] –cuyo uso en este caso se ajustaba verdaderamente al espíritu de la dictadura proletaria–, confundieron a las masas con sus consignas y las entregaron a la demagogia de las clases burguesas” [16].

No pretendemos hacer un análisis exhaustivo de este folleto, que excede los objetivos de este artículo, sino señalar algo puntual respecto al tema que nos ocupa, pero por ahora diremos que hay una contradicción entre este pasaje y aquellos donde Rosa critica las medidas de excepción de los bolcheviques y el “terror rojo” contra sus enemigos. Rosa aquí también cuestiona la legitimidad de la expresión de las “voluntades nacionales” de las naciones oprimidas del Imperio ruso por medio de plebiscitos u otras medidas democráticas similares, pero lo cierto es que se expresaban en la revolución y, si se hubiera llevado adelante la política que parece sugerir aquí, de reprimir a las tendencias separatistas con la dictadura proletaria, muy posiblemente hubiera tenido muy gravosas consecuencias políticas, ya que se hubiera dado el caso de una dictadura proletaria de una nacionalidad dominante como la rusa usando el terror contra nacionalidades oprimidas.

Por otra parte, hay una relación entre la posición de Rosa contra la independencia polaca basada en el argumento de que va “en contra del desarrollo objetivo” y su posición en el mismo folleto de 1918, con el mismo fundamento, contra el reparto de las tierras a los campesinos y su parcelación, que realizan los bolcheviques. Sería problemático para la política basar las tácticas siempre en un criterio “objetivista” rígido. La política revolucionaria no tiene un manual para las tácticas y, como tiene que hacer frente a fenómenos subjetivos donde intervienen millones de personas, muchas veces tuvo que tomar salidas “anti-económicas” que van en contra de esos criterios objetivos de desarrollo. Dar lugar a ese abanico de posibilidades no implica forzosamente salirse del marco teórico del materialismo histórico.

La guerra ruso-polaca y el “socialismo a lo Napoleón”

Sin embargo, poco después de la muerte de Rosa ocurrió algo, en un sentido, era visto como algo que se asemejaba a la idea de una dictadura proletaria que negaba la independencia de una nación oprimida por la fuerza. En 1919, con la independencia de Polonia convertida en un hecho, Pilsudski (ya convertido en un nacionalista de derecha) ataca a la Rusia Soviética. El Ejército Rojo repele este ataque pero, en 1920, los bolcheviques cometen un grave error: deciden contraatacar y perseguir al ejército polaco invadiendo Polonia, con la esperanza de que, en la retaguardia, los trabajadores polacos se apoyaran en las tropas soviéticas para hacer la revolución y derrocar a Pilsudski. Los bolcheviques toman esta decisión equivocada en consulta con el joven Partido Comunista polaco, donde las viejas concepciones “anti-nacionalistas” del SDKPiL todavía predominaban. Trotsky, como jefe militar se opuso a Lenin, considerando el plan como una aventura, pero quedó en minoría y acató la orden de avanzar. El resultado fue la derrota del Ejército Rojo, al que los obreros y campesinos polacos vieron como una especie de continuación de la vieja política imperial que venía a imponer la revolución a una manera, podríamos decir, similar a la cual Napoleón extendió las conquistas de la Revolución Francesa en su momento, “a punta de bayoneta” sin tener en cuenta la voluntad de las masas.

Luego del triunfo de la Revolución de Octubre, los bolcheviques garantizaron a las antiguas nacionalidades oprimidas su derecho a separación incluso de la Rusia Soviética, como una manera de dejar en claro que no eran lo mismo que la política opresora del zarismo y luego del Gobierno Provisional burgués. De esta manera, los comunistas que actuaban en esas naciones oprimidas podían, sin embargo, aconsejar a las masas la federación con el nuevo poder obrero ruso en calidad de iguales. De esta manera es como, en la mayoría de los viejos países oprimidos por Rusia, los bolchevique se hicieron hegemónicos entre los trabajadores, tomando el poder y federándose libremente en lo que desde 1922 fue la URSS [17]. En cambio en Polonia, entre el error de los bolcheviques y las concepciones “anti-nacionalistas” del PC polaco, esto no se pudo lograr.

Conclusión

Por último, hay que decir que el acento puesto por Rosa en el “anti-nacionalismo” polaco como una cuestión de principios, tiene su origen en la necesidad de los marxistas de abrirse paso allí entre el fuerte peso de las corrientes nacionalistas burguesas, pequeñoburguesas y clericales, inclinando la vara demasiado hacia el extremo opuesto. El problema de la resolución que le intentó dar Rosa es que omite la realidad del chovinismo de la nación opresora, el nacionalismo imperialista gran ruso, un problema que hoy también puede verse entre quienes, desde la izquierda, se oponen al movimiento independentista catalán contra un régimen chovinista que sigue defendiendo su derecho monárquico a imponerse sobre otras nacionalidades, o entre quienes niegan las aspiraciones nacionales del movimiento kurdo. Desde ya que se trata de movimientos policlasistas y contradictorios, donde los elementos burgueses que actúan dentro de ellos no pueden dar una salida incluso democrática de fondo. Sin embargo, los marxistas no podrían lograr hacerse un lugar en esos movimientos de indudable raigambre de masas si, objetivamente, hicieran caso omiso del chovinismo nacional opresor. Aún con sus limitaciones, estos movimientos independentistas tienen aspectos progresivos en la medida en que van en un sentido de movilización y radicalización de las masas contra los intereses imperialistas. La cuestión nacional sigue siendo la forma más intrincada y laberíntica en que se expresa la lucha de clases, pero una de sus formas al fin, en las que se vuelve indispensable no perder el norte.


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NOTAS AL PIE

[1Con Rosa hay una operación de distorsión de su pensamiento en clave reformista y pacifista que guarda muchas similitudes en forma y contenido con la realizada alrededor de la figura de Antonio Gramsci. El viejo estalinismo que gobernó la antigua Alemania Oriental nunca tuvo en muy alta estima a Rosa porque, aunque murió algunos años antes del surgimiento de la burocracia de la URSS sospechaban, con mucha justeza, que, de haber seguido viviendo, no hubiera tolerado que una monstruosidad como el régimen carcelario de la vieja República Democrática Alemana mancillara el nombre del comunismo. La primera biografía "de Estado", escrita por un gris burócrata y publicada en ese país en una enorme tirada (Fred Oelßner, Rosa Luxemburg, Eine kritische biographische Skizze. Berlín, Dietz Verlag, 1951) combina la acusación de "menchevique", desde el comienzo, con un tibio "homenaje". Sin embargo, con la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana, ese viejo estalinismo se recicló en clave socialdemócrata en lo que es actualmente el partido Die Linke (“La Izquierda”), para lo cual, ahora sí, buscaron referenciarse en la figura de Rosa Luxemburg, a la que intentaron mostrar como la fundadora de una hipotética tradición política intermedia entre la socialdemocracia y el comunismo, llamada “socialismo democrático” (Die Linke se denominó en sus orígenes “Partido del Socialismo Democrático”, PDS), abonando una imagen edulcorada de Rosa.

[2Rosa Luxemburg, “Die russische Revolution. 1649-1789-1905” (1906).

[4Ibídem.

[5Nos basaremos en la versión editada y traducida al alemán por Holger Pollitt, Rosa Luxemburg, Nationalitätenfrage und Autonomie, 3° edición corregida, Berlín, Karl Dietz Verlag, 2018. Esta edición cuenta con un prólogo de Pollitt y también con un apéndice con textos críticos de Lenin y, según su editor, es la primera completa en formato de libro en cualquier lengua.

[6En Mi vida, Trotsky plantea que Rosa Luxemburg estaba próxima a la teoría de la revolución permanente. Esto es muy discutible. Luxemburg y Trotsky (hasta 1917) ciertamente coincidieron contra la teoría de partido de Lenin. En el caso de Rosa, no concebía al gobierno revolucionario como una “dictadura democrática de obreros y campesinos” (la fórmula de poder de Lenin hasta 1917) sino sencillamente como una dictadura del proletariado exclusivamente, por su desconfianza hacia el rol revolucionario de los campesinos, algo que parcialmente la acercaba a Trotsky (cuya fórmula era la dictadura proletaria apoyada en los campesinos). De todas maneras, en su concepción de las tareas de la revolución rusa estaba más cerca del Lenin previo a 1917.

[7Ver, por ejemplo, la polémica que establece con la posición tradicional al respecto de la socialdemocracia alemana y de los propios Marx y Engels, que consideraban a los movimientos separatistas dentro del Imperio turco como “subvencionados por el rublo ruso”: Rosa Luxemburg, “Die nationalen Kämpfe in der Türkei und die Sozialdemokratie” 8, 9 y 10/10/1896, y “Zur Orientpolitik des Vorwärts”, 25/11/1896. Ver, al respecto, el análisis que hace Georges Haupt en “Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional”, Cuadernos políticos N° 21, 1979.

[9Dos investigadores de la obra polaca de Rosa Luxemburg llaman a esto “monopolismo” o “pretensión de representación única” [Alleinvertretungsanspruch]. Cfr., respectivamente, Eric Blanc, “The Rosa Luxemburg Myth. A Critique of Luxemburg’s Politics in Poland” (1893-1919), Historical Materialism 25.4 (2017), p. 25, y Holger Pollitt, “Die polnische Frage bei Rosa Luxemburg”, en Klaus Kinner / Helmut Seidel (eds.), Rosa Luxemburg. Historische und aktuelle Dimensionen ihres theoretischen Werkes, 2° edición corregida, Berlín, Karl Dietz Verlag, 2009, p. 209. Eric Blanc plantea en su trabajo un cuestionamiento a la idea de partido de Rosa tomando en cuenta la práctica concreta de su organización polaca, donde habría una contradicción entre la parte de su obra teórica con ribetes más espontaneístas, particularmente sus escritos en alemán y, por el otro lado, sus textos polacos, donde paradójicamente adoptaría muchas de las características “centralistas” y “verticalistas” que le criticaba a Lenin.

[10Ver Eric Blanc, “The Rosa Luxemburg Myth”, op. cit.

[11Rosa Luxemburg, Nationalitätenfrage und Autonomie, op. cit., p. 93.

[12V. I. Lenin, “El derecho de las naciones a la autodeterminación. (abril de 1914), 2.-Planteamiento histórico concreto de la cuestión.

[13Rosa Luxemburg, Nationalitätenfrage und Autonomie, op. cit., pp 160-161.

[14Ibídem, pp. 163-164. Cuando Rosa se va a militar a la socialdemocracia alemana, la primera tarea política que asume es la agitación entre los obreros polacos de Alta Silesia, en Prusia, donde, en polémica con el PPS local, también plantea un programa similar de autonomía cultural dentro de Alemania, en su folleto En defensa de la nacionalidad [polaca]. Ver Zur Verteidigung der Nationalität (1900).

[15Rosa Luxemburg, Nationalitätenfrage und Autonomie, op. cit., pp. 165-167.

[16Rosa Luxemburg, Zur russischen Revolution (alrededor de octubre de 1918), parte III. Énfasis nuestro.

[17Hasta que, ya hacia fines de los años ’20, con la consolidación de la burocracia estalinista, se volvió a una política de opresión nacional y rusificación.
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Guillermo Iturbide

(La Plata, 1976) Es licenciado en Comunicación Social (FPyCS-UNLP). Compiló, tradujo y prologó Rosa Luxemburg, "Socialismo o barbarie" (2021) y AA.VV., "Marxistas en la Primera Guerra Mundial" (2014). Participa en la traducción y edición de las Obras Escogidas de León Trotsky de Ediciones IPS. Es trabajador nodocente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997.