Se cumplen 50 años del asesinato de José Ignacio Rucci, presumiblemente a manos de un comando de Montoneros, en septiembre de 1973, que desata una andanada de violencia contra el activismo obrero y la izquierda por parte de las bandas de matones de la burocracia sindical.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Viernes 15 de septiembre de 2023 00:05
Daniel Lencina.
Rucci es un mártir de la burocracia sindical. Pero precisamente, la política de Rucci y de sus herederos, ha llevado al retroceso de los sindicatos y a la desmoralización y amenaza con volver llevar a la derrota a los trabajadores.
“Evitar el baño de sangre”
José Ignacio Rucci explicó el retorno del líder justicialista en los 70 en los siguientes términos: "Perón se fue del país para evitar un baño de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para evitar un baño de sangre". Paradójico, quien suscribió fue el jefe de una burocracia sindical que llevó adelante la masacre de Ezeiza e integró las bandas criminales de la Triple A.
Perón y su peón, Rucci, se proponen desviar la insurgencia obrera y popular iniciada el Cordobazo de mayo de 1969, la semi-insurrección, una acción histórica independiente de las masas, que inicia un proceso revolucionario, hiriendo de muerte a la dictadura de Juan Carlos Ongania y la autodenominada “Revolución Argentina”. El movimiento obrero llega al momento del Cordobazo en mayo de 1969 dividido en dos centrales, la CGT Azopardo, vandorista, y la CGT de los Argentinos, encabezada por el dirigente gráfico Raimundo Ongaro y alineada sin fisuras con Perón. Recordemos que el “Lobo” Vandor, militaba una política de conciliación con el régimen libertador de proscripción del peronismo, bregando por hacer un “peronismo sin Perón”. En 1966 Perón le envió al dirigente José Alonso, una carta donde dice expresamente que dentro del peronismo: “El enemigo principal es Vandor y su trenza. Hay que darle con todo y a la cabeza, sin tregua ni cuartel (...) Por eso yo no podré perdonar nunca como algunos creen tan funesta gestión. En política no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer. Deberá haber solución definitiva, sin consultas como ustedes resuelven allí. Esta es mi palabra y ustedes saben que Perón cumple”.
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El ascenso de Rucci a la secretaría general de la CGT es parte de un acuerdo para garantizar la reunificación por orden de Perón. La reunificación tiene lugar en 1970 y es la respuesta de la burocracia sindical ante la semiinsurrección cordobesa de mayo de 1969. El Cordobazo es tomado como una amenaza por el conjunto de la burocracia sindical porque dio lugar al frente único obrero y, sobre esa base, a la emergencia de la autoorganización obrera mediante la recuperación de innumerables comisiones internas e incluso sindicatos, como el Smata Córdoba, y de fuerzas que marcan el camino de la independencia de clase como las que se manifestaron en el clasismo del Sitrac-Sitram. Una vanguardia de masas radicalizada de obreros y estudiantes que confluyen en las calles y se plantean consignas comunes contra el imperialismo y el capitalismo y supera la política y la dirección del peronismo y la propia burocracia sindical en sus luchas. La burocracia sindical era, necesariamente, enemiga abierta de estas tendencias a las que combatirá a los tiros, porque amenazaban sus privilegios y al propio peronismo como dirección de los trabajadores.
Por su lado, Perón comprende que es su turno para aparecer, frente al derrumbe de la dictadura, la posibilidad de erigirse como la carta de salvación del orden burgués. Rucci va a ser el peón de Perón en esta política, sin veleidades de autonomía o poder propio como las que tenía Vandor. El papel de la burocracia sindical fue el de combatir el desarrollo de las comisiones internas combativas y las tendencias antiburocráticas, combatir a la vanguardia militante de los trabajadores y desviar la insurgencia obrera y popular al apoyo a la política de Perón.
Durante la lucha contra la dictadura, el papel de Rucci y la burocracia será el de impedir que los “azos” que sucedían en el interior del país se unifiquen en una huelga general y combatir al movimiento obrero de la Córdoba revolucionaria. Una vez retornado el peronismo al poder, Rucci y la burocracia sindical se erigen como garantes del Pacto Social que es la llave maestra de la política de Perón. Lo hacen formando bandas de culatas y sicarios que enfrentaron a los tiros a la vanguardia obrera y juvenil. Las bandas armadas formadas por Rucci protagonizan la Masacre de Ezeiza y serán parte, junto a López Rega, del golpe de palacio contra el gobierno de Hector Campora y Francisco Solano Lima en julio de 1973.
Rucci contra “la infiltración marxista”
El 13 de febrero de 1973, en el viejo canal 11 se produce un debate entre el dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba, Agustín Tosco, y el entonces secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci. Recordemos que el Gringo Tosco fue uno de los referentes del Cordobazo. En el debate Tosco cuestiona el verticalismo burocrático al afirmar que: “Nosotros conceptuamos al movimiento obrero como una práctica eminentemente democrática, como una democracia que surge de las bases”. El discurso de Tosco expresa la fuerza de la radicalidad y democracia obrera que despertó el Cordobazo, en oposición a la burocracia sindical.
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Frente a esta crítica, Rucci se ubica contra la democracia sindical: “La CGT, tiene que regir su cometido a través de cartas orgánicas que son legisladas precisamente por los representantes de los trabajadores. En consecuencia, esa expresión, que puede causar mucho efecto, de consulta a las bases, es una expresión que no cabe dentro de un movimiento sindicalmente organizado porque la CGT tiene secretario, un Consejo Directivo y un Comité Central Confederal”. El jefe de la burocracia sindical señala así que en los sindicatos existe un régimen y que ese régimen sólo lo representan los dirigentes. No hay lugar alguno para la democracia sindical. La regimentación burocrática de las organizaciones de los trabajadores, el ahogo de la democracia obrera, es la clave de la subordinación de los sindicatos al Estado burgués. El papel de los dirigentes es el de actuar como una policía interna del movimiento obrero. A cambio los burócratas viven una vida de privilegios que los aleja de sus bases.
El jefe cegetista, señala además que aquellos que atentan contra la unidad son un enemigo a enfrentar: “todo aquel que atenta contra la unidad orgánica del movimiento obrero (...) o quienes atenten contra esa unidad con slogans que nada tienen que ver con los trabajadores, son infiltrados”. Rucci impulsa en febrero de 1973 la creación de la Juventud Sindical Peronista como una fuerza de choque para combatir "los ritos e ideologías foráneas que deforman el ser nacional".
Recordemos que, en julio de 1973, Rucci va a intervenir la CGT Córdoba, por ese entonces la más combativa del país, asaltando la sede de la central, el local de Luz y Fuerza y del SMATA a punta de pistola. y que luego de su muerte, en febrero de 1974, con el aval de Perón, la burocracia sindical será parte del golpe policial contra el gobierno de Córdoba de Ricardo Obregon Cano y Atilio López, obligando a Agustín Tosco y René Salamanca, dirigente combativo del SMATA Córdoba, a pasar a la clandestinidad.
Los sindicatos y la insurgencia obrera
Para Perón, la burocracia sindical es la fuerza clave para combatir a las tendencias radicalizadas de los trabajadores y la juventud nacidas del Cordobazo. El 1 de mayo de 1974, cuando insulta y expulsa a los Montoneros de Plaza de Mayo, Perón reivindica a los herederos de Rucci y llama a “rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica, y han
visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento”.
Rucci y la burocracia sindical, junto a Perón, veían en el crecimiento de la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud, de las ideas de izquierda,de la radicalización de la juventud y en la propia izquierda peronista, una amenaza a su dirección y contra el país burgués que querían preservar del “baño de sangre”. Con el Cordobazo se inició un proceso de autoorganización fabril que explica el surgimiento del clasismo, del cual los sindicatos de FIAT Cóncord y FIAT Materfer (SITRAC-SITRAM) fueron su expresión más avanzada.
La vanguardia obrera protagonizò entre 1969 y 1976, dos grandes huelgas de masas, la del Cordobazo en 1969, y la jornadas revolucionarias de Junio y Julio de 1975, procesos de ocupación de fábricas con rehenes, huelgas salvajes y levantamientos obreros locales como los Villazos de 1974/1975, el surgimiento de las coordinadoras interfabriles e innumerables enfrentamientos donde la violencia política mostraba la radicalidad del conflicto. Rosa Luxemburgo escribió que: “del huracán y la tormenta, del fuego y la hoguera de la huelga de masas y de la lucha callejera surgen, como Venus de las olas, sindicatos frescos, jóvenes, poderosos, vigorosos”. Las comisiones internas, los cuerpos de delegados, las coordinadoras interfabriles fueron la “Venus de las olas” que fecundaba la insurgencia obrera.
Para la burocracia el peligro que amenazaba a los sindicatos eran las comisiones internas antiburocráticas, la autoorganización y la vanguardia que chocaba con su dirección y con la política del peronismo. Para combatirlo, pretendían salvar a los sindicatos, o mejor dicho sus privilegios, llevando a cabo una matanza contra sus opositores. Pero la política de Rucci, y, luego de su muerte, de Lorenzo Miguel y los dirigentes de la CGT y las 62 Organizaciones, llevó a la derrota de los sindicatos. El haber apoyado el Pacto Social que atenta contra los intereses de los trabajadores, el haber sostenido a Isabel Perón después de la huelga general de junio y julio de 1975, el haber sido parte de las bandas fascistas, el haber desviado la huelga general a la división corporativa de los trabajadores, llevó a la desmoralización y a la pérdida de su capacidad de lucha permitiendo la victoria del golpe genocida iniciado el 24 de marzo de 1976.
La burocracia que hoy dirige los sindicatos es la heredera directa de los Rucci y los Lorenzo Miguel, de su política de ahogar la democracia obrera, de actuar como policías internos y de garantizar la división de los trabajadores. Al igual que en los ‘70 esta política debilita a los sindicatos, provoca la desmoralización y trabaja para la derrota de la clase trabajadora. La expulsión de la burocracia de los sindicatos, su recuperación como organizaciones de lucha y unidad de la clase trabajadora, la autoorganización y la conquista de la independencia política de clase, es una tarea de primer orden para enfrentar al ajuste y las amenazas de la derecha.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.