Reproducimos la declaración de Révolution Permanente, responsable del diario que lleva el mismo nombre e integra la Red Internacional la Izquierda Diario, sobre la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas, que tendrá lugar este próximo domingo 7 de julio.
Miércoles 3 de julio 22:39
Crédito de foto: Jeanne Menjoulet / CC BY 2.0
Luego del triunfo de la extrema derecha en la primera vuelta de las elecciones legislativas, entre el Nuevo Frente Popular (NPF), que salió en segundo lugar y el partido de Macron en tercer lugar, surge una suerte de "Frente Republicano" con bajas de candidaturas y solo cálculos electorales. La izquierda institucional espera frenar al partido de Marine Le Pen con los responsables de fuertes ataques al pueblo trabajador francés.
Después del resultado de la primera vuelta de las elecciones legislativas, la cuestión del dique de contención se situó en el centro de los debates entre las dos vueltas electorales, lo que llevó al Nuevo Frente Popular (NFP) y al partido de Macron a abrir las compuertas a las retiradas, e incluso a plantear la posibilidad de un gobierno de coalición. Una política cuyas implicaciones son peligrosas para la lucha contra la extrema derecha.
Este último domingo por la noche, al final de la primera vuelta de las elecciones legislativas, marcada por un aumento de la participación, el "Reagrupamiento Nacional" (RN, partido de Le Pen. NdT) y sus aliados obtuvieron el 33,15% de los votos, es decir, más de 10 millones de votos. Este resultado confirma los preocupantes avances de la extrema derecha y la posibilidad de su llegada al poder, lo que profundizaría brutalmente las políticas racistas, autoritarias y antiobreras que ya se han multiplicado en los últimos años.
En este contexto, la cuestión del “bloqueo” en la Asamblea Nacional ha vuelto a estar en primer plano. Tras las posiciones adoptadas por todos los líderes del NFP, Macron y el primer ministro Gabriel Attal decidieron abrir las compuertas a las retiradas, con, este martes, 132 retiradas de candidaturas procedentes de la izquierda y 83 del campo presidencial, incluso en las circunscripciones dominadas por los "rebeldes" cercanos a Jean-Luc Mélenchon, demonizado durante toda la campaña.
Un cambio de rumbo que indica el riesgo estratégico percibido por el gobierno, pero también el impasse de una política que podría acabar fortaleciendo a todos los enemigos de los trabajadores y de las clases populares.
Un frente republicano al servicio de los auténticos enemigos de los trabajadores y las clases populares
En los últimos días, la izquierda ha vuelto a presentar el "bombardeo" (de opiniones. NdT.) como una palanca esencial en la lucha contra la extrema derecha. "Tenemos que ser capaces de distinguir entre nuestros adversarios y nuestros enemigos. Podemos ser justificadamente hostiles hacia esas personalidades, pero no son de extrema derecha", resumió Ian Brossat (del Partido Comunista -PCF-. NdT.) el martes. Por su parte, la CGT se niega a poner "a la extrema derecha al lado de cualquier otra fuerza política", una opinión de la que se hace eco La Francia Insumisa (LFI, agrupamiento de la izquierda institucional cuyo principal referente es Jean-Luc Mélenchon. NdT.)
El regreso del "frente republicano" tiene así la consecuencia directa de rehabilitar expresamente al macronismo, presentado ahora como una fuerza política razonable y "democrática", junto a la cual sería posible debilitar a la RN. Esta idea ya se ha utilizado para justificar las retiradas masivas de candidatos del NFP, incluso de LFI, en favor de figuras como Gérald Darmanin [1], Elisabeth Borne o Laurent Wauquiez.
Incluso más que en 2017 o 2022, durante las elecciones presidenciales, esta política es un peligroso callejón sin salida. En nombre de la necesidad de hacer retroceder a la extrema derecha, garantiza la supervivencia política de corrientes y personalidades políticas que, al llevar a cabo políticas antiobreras de largo alcance, como la reforma de las pensiones, o al aplicar directamente parte del programa de la extrema derecha, como con la ley de inmigración, le han permitido fortalecerse y acercarse peligrosamente al poder. Contrariamente a lo que quieren hacernos creer los defensores del "frente republicano", Darmanin, Borne, Wauquiez y los demás son, al igual que la extrema derecha, auténticos enemigos de los trabajadores y de las clases populares.
Del Frente Popular al Frente Republicano
Este renacimiento del "Frente Republicano" no se limita a resucitar una política peligrosa. Va de la mano de la voluntad de empezar a elaborar un proyecto de coalición con el Gobierno de Macron. Navegando sobre los llamamientos a un "frente democrático", Gabriel Attal multiplica desde el lunes sus llamamientos a una "asamblea plural" que desemboque en un gobierno de gran coalición. Una política pensada con Emmanuel Macron, que se plantea seriamente tal escenario.
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La puesta en marcha de un gobierno de este tipo, que implica el apoyo de un arco de diputados que va desde LFI hasta Los Republicanos (LR. Partido de derecha. NdT.), sería compleja y podría chocar con la realidad de la base social de derechas de Macron y LR. Sin embargo, el hecho de que figuras del PCF empiecen ya a manifestar su interés por una opción de este tipo supone un punto de inflexión. El martes, el diputado del PCF Sébastien Jumel explicó que "urge construir un arco que vaya del socialgaullismo a los comunistas, incluyendo a personas de buena voluntad de la izquierda". Una perspectiva que también contemplan François Ruffin (LFI) y Marine Tondelier (Europa Ecología-Los Verdes).
Mientras que los dos últimos evocan una necesaria discusión sobre el "curso político" de tal gobierno, o exigen medidas "emblemáticas" como la derogación de la reforma de las pensiones o la reinstauración del impuesto sobre el patrimonio, su posición constituye un grave salto en el compromiso con el neoliberalismo autoritario de Macron, a pesar del rechazo que provoca y de su situación de profunda crisis. Una evolución preparada en gran medida por la operación política en torno al Nuevo Frente Popular. Bajo el pretexto de oponerse al ascenso de la extrema derecha, éste contribuyó a rehabilitar como nunca antes el social-liberalismo y al Partido Socialista, invistiendo a François Hollande o al antiguo ministro macronista Aurélien Rousseau. Tras haber respaldado esta política en nombre de la "barrera contra el fascismo", el "frente republicano" y su extensión en un proyecto de coalición parecen funcionar ahora con naturalidad.
Ni la extrema derecha ni el macronismo
La preparación de tal escenario, cualquiera que sea la probabilidad de que realmente ocurra, debe ser ampliamente denunciada. Como hemos escrito anteriormente, la llegada de RN al poder supondría una profundización de las políticas autoritarias y racistas que ya se han endurecido en los últimos años, con consecuencias inmediatas para los extranjeros y los sectores minoritarios. De llegar al poder, Jordán Bardella (el candidato de Le Pen. NdT.) buscaría dar garantías de su capacidad para ir más lejos que Macron en estos terrenos.
Sin embargo, esta perspectiva, que debe ser combatida, no puede ser utilizada para legitimar las peores alianzas, que sólo fortalecerían aún más al RN. Dentro de las limitaciones del capitalismo en descomposición y la defensa de los intereses del imperialismo francés y europeo, un gobierno con los macronistas llevaría a cabo políticas antiobreras y desempeñaría su papel en la agenda de guerra de las clases dominantes. Un proyecto así no sólo iría en contra de los intereses del mundo del trabajo y de los barrios obreros, sino que sería la antesala de la llegada al poder de la extrema derecha.
Si una parte considerable de la clase trabajadora ha sido conquistada por el programa xenófobo de la extrema derecha, la idea de que ésta sería la única alternativa posible al odiado macronismo también pesa mucho en el atractivo hacia el RN. Esta dimensión sólo podría reforzarse mediante acuerdos con los macronistas. Jordan Bardella y Marine Le Pen también lo han entendido bien y pretenden aprovechar la asociación entre "la izquierda" y el Gobierno, denunciando el lunes por la tarde la convocatoria del LFI a votar por Elisabeth Borne, recordando "que aplicó la reforma de las pensiones y multiplicó el 49,3". (En alusión al artículo de la constitución francesa por el cual el gobierno puede lanzar una ley sin los votos del parlamento, cuando aquel no tiene la mayoría necesaria. NdT.)
Una vez más, la urgente necesidad de una política independiente para los trabajadores
Este nuevo salto a la derecha revela aún más el profundo callejón sin salida estratégico del Nuevo Frente Popular, que inculca la idea de que podríamos tener intereses comunes con enemigos de los trabajadores, no busca combatir las conciencias de los sectores de nuestra clase que hoy están en el seno del Reagrupamiento Nacional y coloca a la "gente de izquierda", preocupada por el ascenso de la extrema derecha, a remolque de Macron. Es para evitar a toda costa este tipo de política, que procede de la lógica de conciliación de clases del NFP, que hemos defendido la necesidad de oponerle un frente único de lucha.
Dicho frente debería tratar de construir el contraataque desde abajo contra Macron y la extrema derecha, unificando las inmensas fuerzas de nuestra clase, con total independencia del régimen. Estas se han expresado en luchas desde 2016, a imagen de los millones de manifestantes y huelguistas que se opusieron a la reforma de las pensiones del gobierno Borne (ex primera ministra de Macron. NdT.) hace un año, y van mucho más allá de las fronteras del electorado del NFP. Solo movilizándolos en torno a un programa que supere los límites impuestos por el capitalismo en crisis podremos desequilibrar la balanza actual y construir una fuerza capaz de hacer retroceder a la extrema derecha.
En relación con esta cuestión de una política independiente, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas nos negamos a apoyar a los candidatos de la burguesía, empezando por el macronismo, la derecha o el RN, que son nuestros enemigos irreconciliables. Estamos firmemente convencidos de que cualquier política que consista en tender la mano a una parte de estas fuerzas para debilitar a otra es inútil. Al mismo tiempo, aunque denunciamos el proyecto del Nuevo Frente Popular, no ponemos a todos sus componentes en un plano de igualdad. Europa Ecología-Los Verdes y especialmente el Partido Socialista son organizaciones burguesas profundamente integradas en el régimen de la V República que, cuando estuvieron en el poder, estuvieron entre los mejores agentes del Movimiento de Empresas de Francia (MEDEF por sus siglas en francés. NdT.). Mañana no dudarán en aplicar la misma política que el macronismo, si se presenta la oportunidad. No se les puede dar ningún voto.
Para las demás organizaciones que componen el NFP, las coordenadas locales y el contexto de la segunda vuelta pueden justificar un voto crítico para sus candidatos. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones sobre el papel de estas organizaciones, cuyo programa y estrategia no compartimos. Aunque el PCF ha participado como fuerza de apoyo en varios gobiernos de izquierda, este partido pretende formar parte del movimiento obrero y conserva una cierta base obrera heredada de su pasado, o de los pocos vínculos que ha mantenido con el sindicalismo. Sin embargo, está lejos de oponerse a la retórica del gobierno en materia de seguridad, xenofobia e islamofobia, que a veces incluso alimenta retomando estos temas. LFI, por su parte, ha mantenido en los últimos años una línea más firme de oposición al autoritarismo, al racismo de Estado y a la criminalización del apoyo a Palestina. Sin embargo, tiene una enorme responsabilidad en la operación política en curso, que está rehabilitando el centro político. Del NUPES (Nueva Unión Popular Económica y Social. Agrupamiento donde Mélenchon permitió la integración de partidos como el PS y EELV. NdT.) a las "retiradas republicanas" de Borne y sus amigos, la organización de Jean-Luc Mélenchon ha demostrado que su programa, presentado como una "ruptura con el pasado" pero inscripto en la defensa de los intereses del imperialismo francés, es sistemáticamente canjeable por compromisos electorales.
Lejos de ser una simple cuestión de táctica electoral, las operaciones y repliegues políticos en curso en la izquierda deben abrir un debate que vaya mucho más allá del horizonte del 7 de julio. Ni el impulso de la extrema derecha ni el macronismo que la alimenta habrán desaparecido al término de las elecciones legislativas. Por eso debe plantearse con urgencia la cuestión de la estrategia que puede permitir hacerlos retroceder, a partir de la evaluación de las profundas limitaciones de las distintas coaliciones electorales de izquierda y de los últimos episodios de la lucha de clases.
Una discusión que implica abordar de frente el desafío de construir una verdadera alternativa política revolucionaria, enraizada en el mundo del trabajo, los lugares de estudio y los barrios populares, para prepararnos a luchar contra los ataques que se avecinan, sea cual sea el resultado de las elecciones. De lo contrario, las mismas falsas soluciones producirán los mismos efectos, allanando el camino para que la extrema derecha llegue al poder.
Révolution Permanente
Francia