Los y las docentes somos unos de los tantos sectores estatales precarizados. Encima que tenemos salarios de miseria, muchas veces hay que tener suerte para cobrarlo.
Lunes 8 de enero de 2018
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Cuando vi en el ticket que había escupido el cajero automático la leyenda “Saldo disponible… $ 73,00” cerré el puño con bronca y empecé a caminar mientras insultaba por lo bajo
Debo confesar que no estaba muy sorprendido, era algo que ya me había sucedido años anteriores, y no solo a mí, sino también a varios compañeros y compañeras en la misma situación: es con lo que tenemos que lidiar los docentes que vivimos en la precariedad en la que nos sostiene el estado.
A muchos nos toca pasar el verano sin un mango.
Ya he llamado al Ministerio en otras ocasiones para reclamar, pero la respuesta es siempre la misma: “Solo cargamos los MAB (Movimientos de Altas y Bajas) hasta el 15 de diciembre, los que no llegamos a cargar pasan para febrero”. Para darte el dinero que te corresponde se toman su tiempo, ahora, para descontarte los días de paros y asambleas son rápidos. Y encima la conducción de UEPC no quiere pelear contra los descuentos.
Es algo que no solo le pasa a un docente suplente de nivel primario, como es mi caso, sino además a miles de docentes que a través de los programas socioeducativos (CAJ, CAI, Fines, Coros y orquesta, etc.) y los programas provinciales (escuelas PROA, PIT 14/17) los mantienen en negro o precarizados y muchas veces meses sin cobrar salario, ya de por sí mísero. Una precarización total a la que nos llevó el kirchnerismo y que la sostiene Cambiemos, siempre con la venia del peronismo cordobés.
Sin contar que mientras uno debería estar descansando y de vacaciones tiene que seguir trabajando para no morir de hambre o endeudarse por varios meses.
Conozco decenas de docentes a los que le pasa lo mismo, y estos, a la vez, a decenas de decenas. Somos miles. Miles, que mientras no cobramos y sufrimos el ajuste de todos los gobiernos, el estado utiliza nuestro dinero para especular, o para tapar huecos, y como siempre el hilo se corta por lo más fino.
Pienso que llegó la hora de organizarnos todos y todas las docentes que vivimos en la precariedad estatal y dejar de llamar individualmente para que nos informen cuándo finalmente nos van a depositar el salario que ya tendríamos que haber cobrado, porque lo trabajamos, porque es nuestro. Y reclamar todos juntos, por una educación sin maestras ni maestros en negro, o cobrando miserias, porque la dignidad del trabajo docente no se encuentra en pruebas estandarizadas como el Operativo Aprender. Sino en docentes con salarios por encima de la canasta familiar, con los elementos necesarios para una educación pública de excelencia y con edificios que no se caigan sobre nuestras cabezas.