Fue víctima de abusos sexuales por parte de su tío, el sacerdote José Decuyper. Luego de años de sufrimiento en soledad, logró exteriorizarlo y comenzó un camino espinoso en su reclamo de justicia, incluyendo un triste encuentro con Jorge Bergoglio en el Vaticano.
Martes 27 de octubre de 2020 13:23
Ese sendero lo llevó hacia el papa Francisco, quien lo flageló con el encubrimiento, al responderle en su propio rostro: “No denuncies. Tu tío está perdido. Tu tío tiene demencia”. Hace pocos días Sergio expresó su bronca y dolor, a través de sus redes sociales. Aquí el texto completo.
“Lobos vestidos de pastores. Cobardes.
Célibes ciegos, egoístas, enfermos. Cobardes.
Sermones, dogmas, discriminación, reglamentos. Cobardes.
Miedo, pecado, demonios inventados, discernimientos. Cobardes.
Guías espirituales. Milagreros, novenas. Cobardes.
Hombres sin sexo, obsesionados con el sexo de los demás. Enfermos.
Borrón y cuenta nueva. Confesión: maldita excusa mal entendida para borrar vuestras responsabilidades. Enfermos.
Pastores que se comen a sus ovejas. Aprovechados. ¡Trabajen!
Machistas, vírgenes, púrpuras, oprimen al vulnerable.
Malos estudiantes, perezosos, atletas de la empatía. Delincuentes.
Cardenales cobardes, ¡hablemos de hombre a hombre!
Ya no soy víctima, soy persona, con salud. Me he liberado de vuestra moral. No necesito vuestra aprobación, ni aceptación, ni respeto.
Joven sacerdote: ¿querías ser buena persona, y te obligaron al celibato, a normas absurdas? ¿Te contagiaron su cobardía? ¿Eres vulnerable? ¿Eres víctima? ¡Aléjate!
Hipócritas tus superiores. Peligro en tus iguales trastornados.
Silencio, no armes escándalo…me dijeron.
Era víctima de su propia sexualidad mal vivida y me piden callar y perdonar.
Hipócritas.
Lobos sin escrúpulos sois responsables de tanto sufrimiento y mal.
Cobardes.
El amor es Dios, es evangelio vivido, sexualidad integrada, diversidad amada.
El amor es justicia y libertad.
El amor es todo lo contrario a vuestra púrpura. Cobardes.
Vamos a hablar de hombre a hombre”.
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En este recorrido por sanar, Sergio sostiene que ya no se siente víctima, “soy persona, con salud. Me he liberado” de la falsa moral impuesta por las arcaicas reglas de la Iglesia católica, que aplican para otros pero no para ellos mismos. Condenado a la vergüenza del pecado, pero eludiendo la ley al proteger bajo su halo a abusadores, pederastas y delincuentes.