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Mundo Obrero. Siete claves sobre la clase trabajadora y el triunfo de Trump en EE. UU.

¿La clase obrera blanca fue decisiva en el triunfo de Trump? ¿Desesperación económica o xenofobia? ¿A quién apoyaron los aparatos sindicales? ¿Por quién “jugó” la CGT argentina? y otras respuestas.

Lucho Aguilar

Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2

Miércoles 16 de noviembre de 2016

1 – ¿Qué sucedió con el voto de la clase trabajadora el 8 de noviembre?

La primera noticia es que, después de muchos años, el análisis sobre el voto de la clase trabajadora volvió a ocupar la atención de los grandes medios. Del discurso sobre “el fin de la clase obrera” muchos pasaron a “el voto decisivo de la clase obrera”.

La realidad es que ese voto tuvo, como no podía ser de otra manera, distintas expresiones. Por un lado, fue parte del descontento general con el bipartidismo de republicanos y demócratas: 99 millones de electores habilitados decidieron no votar u optaron por otras variantes. Los analistas aseguran que esta actitud fue más extendida en los hogares obreros, para quienes además es difícil participar de una elección que se realiza un día laborable.

Por otro, se hizo evidente un fenómeno: el Partido Demócrata perdió su tradicional hegemonía sobre el voto de los trabajadores y trabajadoras. Esa crisis ya se había notado en las internas demócratas: el candidato “reformista” Bernie Sanders le había ganado a la candidata “oficial” entre los más jóvenes pero también en varios estados industriales del centro del país. Luego se expresó en las generales, donde Hillary Clinton perdió votos entre los afiliados a sindicatos, los estados del llamado “Cinturón del Óxido” y las familias que tienen ingresos de menos de 50 mil dólares al año.

2 - ¿La clase obrera blanca fue decisiva en el triunfo de Trump?

El origen social del voto se desató la misma noche del martes. “¿Por qué ganó Trump? Los blancos de la clase trabajadora” tituló el New York Times.

Muchos aseguraron que era una excusa de la clase media alta ilustrada, principal base social de Clinton. Lo cierto es, tanto las encuestas de boca de urna como también las estimaciones de los sindicatos, reconocen que el voto de los “trabajadores de cuello azul” (industriales), y sobre todo de los hombres blancos entre 45 y 64 años, se inclinaron en las generales por el multimillonario Trump.

El dato se marca más cuando observamos los resultados en estados tradicionalmente industriales y de voto demócrata, como Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, Ohio, Iowa,Virginia Occidental y Kentucky.

Pero también hay que tener en cuenta que Hillary recibió cerca de diez millones de votos menos que Obama hace ocho años. Y no solo de la “clase obrera”: también entre las mujeres (2,1 millones), afroamericanos (3,2 millones), y la juventud (1,2 millones), sobre todo de la que vive de trabajos precarios.

3 - ¿Descontento económico o xenofobia?

El debate se instaló entonces sobre los motivos de ese voto a un candidato como Donald Trump. El periodista especializado Thomas Franck intentó responder la pregunta en su artículo “¿Por qué millones de trabajadores norteamericanos apoyan a Trump?”. Franck, tomando la preocupación por el voto obrero a un candidato xenófobo y derechista, se inclina por otra explicación, apoyándose en una encuesta entre 1600 trabajadores: “la inmigración se sitúa en el tercer puesto de sus preocupaciones, muy por detrás de la preocupación número uno: buenos puestos de trabajo y economía. La encuesta confirma lo que escuchamos siempre. Sufren por el hecho de que sus hijos no tienen futuro y porque no ha habido una recuperación tras la recesión”.

Para fundamentar esta posición, muchos toman un caso paradigmático. Trump ganó en casi todos los estados donde se ubican (o ubicaban) las plantas de General Motors. La “reestructuración” de 2009 implicó el cierre de 14 fábricas, la eliminación de 35.000 puestos de trabajo y un recorte salarial del 50% para los nuevos empleados.

Además, aseguran que en muchos de esos estados había ganado Bernie Sanders, el candidato “izquierdista”, en las primarias. Y antes, un candidato de origen afroamericano como Obama.

Según Franck – y muchos analistas – Trump supo interpretar esa necesidad con un discurso demagógico, nacionalista y proteccionista.

Sin embargo, sería un error desconocer el hecho de que millones de obreros norteamericanos han votado a un candidato que responsabiliza a los inmigrantes y los trabajadores de otros países de buena parte de su situación. Hasta donde han calado esos prejuicios es algo que veremos en la próxima etapa, y sin dudas dependerá de las condiciones económicas, materiales, pero también de la intervención de las distintas fuerzas políticas y sindicales.

4 – ¿Cómo está hoy la clase trabajadora en EEUU?

La clase trabajadora en Estados Unidos viene sufriendo una reconfiguración en las últimas décadas, en distintos niveles. Por un lado, no se ha recuperado de los retrocesos iniciados con la ofensiva neoliberal en 1980 de Ronald Reagan. Un retroceso que se puede percibir en los salarios (caída de hasta el 20% de los salarios reales), condiciones laborales (aumento del 65% en la productividad) y de organización sindical (solo un 6% de trabajadores afiliados en el sector privado).

Por otro, vive lo que muchos llaman “la tercera gran transformación demográfica”: luego de afroamericanos y mujeres, ha incorporado a la industria y los servicios a millones de trabajadores inmigrantes. La analistas pronostican que en 2032 la mayoría de los trabajadores ocupados ya no serán “blancos no hispanos”, que hoy son además los “mejor pagos”. Las mujeres blancas ganan en promedio un 15% menos, los afroamericanos un 25% menos y los inmigrantes “latinos” un 30% menos. Una profunda fragmentación dentro de las filas obreras.

Por último, en los últimos años ha sufrido un nuevo embate. Barack Obama, a pesar de las expectativas que había generado, decidió descargar la crisis iniciada en 2008 sobre la clase trabajadora. Entre 2007 y 2014, sus ingresos cayeron un 14%, además de perderse cientos de miles de puestos de trabajo, en parte reemplazados por otros más precarios. La productividad por hora trabajada aumentó un 6%.

Esta situación afecta en particular a los llamados “millenials”, jóvenes de entre 18 y 29 años. Se trata de 80 millones de personas, que en su mayoría se considera parte de la clase trabajadora y el 8 de noviembre aportó la mayor proporción de quienes no fueron a votar o lo hicieron por otros partidos (verdes o liberales).

También es cierto que en los últimos años han surgido fenómenos alentadores, como la recuperación de las movilizaciones del 1º de Mayo (motivadas por trabajadores inmigrantes), el movimiento Fight for 15 que reclama un salario de 15 dólares la hora en las cadenas de comida rápida, o el aumento de horas perdidas por huelgas, que en 2015 cuadriplicaron las de 2014.

Sin embargo, como decíamos antes, el voto a Trump refleja de alguna manera el efecto de décadas de duras derrotas y retrocesos materiales. Pero también de la contrarevolución ideológica que trajo aparejada la ofensiva neoliberal, expresada hoy en el conservadurismo político y social de importantes sectores obreros.

5 - ¿A quién apoyaron los aparatos sindicales?

La relación de los sindicatos con la política ha sido marcada por la crisis de 1930. Para evitar la radicalización y el surgimiento de partidos obreros como en Europa, Roosvelt otorgó algunas concesiones (sindicalización masiva, derecho de huelga), a cambio de coptar a las direcciones gremiales. Desde entonces, la AFL-CIO y los grandes sindicatos han sido un apéndice del Partido Demócrata.

Esos aparatos jugaron mayormente para la candidata Clinton. Hicieron aportes a la campaña, visitaron las casas de los afiliados, participaron de los mitines y actividades de “agitación”.

Pero la falta de ascendencia de la burocracia sindical tiene una explicación también actual y profunda. Fueron quienes llamaron a hacer el esfuerzo a los trabajadores para “sacar el país adelante” como pedía Obama. El ejemplo más brutal fue la conducción de la UAW (Union Auto Workers). Ante la quiebra de las automotrices en 2009, su cúpula traicionó el levantamiento obrero con un pacto que bajó salarios, eliminó bonos y cheques por despido (en EE.UU. no existe la indemnización). Además aceptó canjear la deuda de la empresa con el fondo sindical para seguros médicos y una “paz social” por 6 años. A cambio se quedó con el 39% de las acciones de General Motors y el 55% en Chrysler, ocupando además puestos en sus directorios. Gracias a este arreglo UAW se convirtió entonces en el sindicato más rico de EE.UU. con 1.200 millones de dólares en activos (que invierte en bonos del Tesoro y propiedades inmobiliarias).

Un rol similar han jugado las conducciones de la United Steelworkers (metalúrgicos), la UMWA (mineros) y la AFL-CIO.

Pero también la burocracia ha jugado un rol en la división de la clase obrera, fomentando los prejuicios racistas y patriotas de la burguesía. Como reconoce un asesor sindical “progresista”, “en su larga batalla contra los tratados de libre comercio, el movimiento sindical estadounidense ha luchado mucho contra su propia tendencia a mezclar la legítima defensa de los puestos de trabajo de sus agremiados con un latente malestar hacia sus pares de otros países”.

6 – El fenómeno Sanders: la alternativa que no fue

Antes de las elecciones, la periodista Paula Lugones de Clarín recorrió algunos de los estados industriales. Vale el ejemplo de TJ Bray, un obrero de la compañía de aire acondicionados Carrier. Ganaba entonces 22 dólares la hora, además de seguro médico y otros beneficios. Pero la planta cerrará para mudar su producción a México, donde los obreros cobran poco más de 3 dólares por el mismo trabajo. “Me siento horrible, pasé años aquí. Hay gente que trabajó toda su vida en esta fábrica y de pronto le quitan todo por la avaricia de la empresa. Después quizá consiga precario, quizás 14 dólares la hora y sin beneficios”.

Según cuenta la periodista, los activistas sindicales y la mayoría de los trabajadores industriales, habían votado “abrumadoramente” a Bernie Sanders en las primarias. Con otro discurso y propuestas, tomaba los mismos problemas que Trump tomaría luego en una versión derechista.

Como resume Claudia Cinatti, “en su campaña tomó reivindicaciones como el salario mínimo de U$15. Y con ese discurso entusiasmó a una nueva generación. Aplastó a Clinton entre los jóvenes menores de 30 años e incluso ganó en los estados del viejo cinturón industrial. De hecho en las primarias sacó casi los mismos votos que Trump, cerca de 14 millones. Sin embargo, toda esta fuerza y este entusiasmo se licuaron. Sanders mostró lo que era: apoyó a Clinton sin chistar y se olvidó de su prometida “revolución política”. (…) Nada dice que necesariamente los sectores de “cuello azul” iban a votar casi sin fisuras a Trump de haber existido una alternativa de izquierda al bipartidismo capitalista”.

Sanders no fue alternativa. Ni podía serlo.

7 – Internacionalismo o barbarie

Los resultados del 8 de noviembre, en medio de la continuidad de la crisis económica y la polarización social y política, confirman que se avecinan momentos más convulsivos. Muchas de las promesas con que Trump ha cautivado a sectores de la clase trabajadora son meras ilusiones. General Motors no esperó ni una semana para anunciar que eliminará 2.000 puestos de trabajo en Ohio y Michigan, estados donde ganó el millonario. Ya hay miles de jóvenes movilizados con la consigna "Not my president".

Vale un último dato. Esta semana está en la Argentina el jefe del Departamento de Trabajo de Obama, Thomas Edward Pérez. Vino a reunirse con los directivos de las empresas norteamericanas nucleadas en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham). Pero también se entrevistó este martes con el triunvirato de la CGT en la sede de la UOCRA. Daer y algunos de sus pares habían estado en la Embajada para festejar el triunfo demócrata que no fue.

Es lógico: las multinacionales norteamericanas tienen en nuestro país más de 400 mil empleados. Trabajan para Coca-Cola, Lear, Mondelez,General Motors, las mismas empresas que ajustan y despiden acá como en México y el propio Estados Unidos. Por eso, gobierne quien gobierne, nunca dejan de cultivar la alianza entre empresas, funcionarios y sindicalistas.

Por eso es importante entender que el futuro de la clase trabajadora también está profundamente ligado, por encima de las nacionalidades, razas y géneros. Prestar atención a lo que pasa en Estados Unidos y más que nunca enfrentar las divisiones que quieren imponernos, recomponiendo la unidad de las filas obreras y todos los oprimidos. Esa es una tarea por la que lucha la izquierda obrera, revolucionaria e internacionalista.


Lucho Aguilar

Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.

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