A través de una enmienda en el Código Penal, el país del noreste africano prohibió la mutilación genital femenina, práctica muy extendida en diversas comunidades.
Lunes 4 de mayo de 2020 21:12
Según la definición de la Organización Mundial de la Salud, la mutilación genital femenina comprende la mutilación total o parcial de los órganos genitales femeninos o cualquier otra lesión de los mismos por motivos no médicos. La mayoría de las veces estas prácticas se amparan en pretextos religiosos con el fin de mitigar la sexualidad femenina, de manera que la mujer no sienta placer a la hora de tener sexo. Considerada desde el año 2012 por la ONU como una violación de los Derechos Humanos, la ablación femenina es una práctica que sigue vigente en muchas partes del mundo, sobre todo en África. De hecho, más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de mutilación genital en alrededor de 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica.
En este contexto, Sudán dio un importante paso en materia de derechos de las mujeres africanas con la prohibición de la mutilación genital femenina a través de una enmienda al Código Penal. Allí se establecieron penas de 3 años de prisión y diversas multas, que incluso pueden llegar al cierre de la institución a quien cometa el delito de eliminar, mutilar o modificar "cualquier parte natural que conduzca a la pérdida total o parcial" de las funciones de los genitales femeninos. También se aclara que la medida aplica a todos los lugares donde se realice este procedimiento, ya sea un hospital, centro de salud, dispensario, clínica u otro.
Sudan conserva una de las tasas más altas de prevalencia de mutilación genital femenina donde casi 9 de cada 10 mujeres, entre 15 y 49 años han sido mutiladas. En este contexto, esta prohibición es sin duda un paso importante a nivel legal que sienta un precedente en materia de derechos de las mujeres. Pero un avance en materia legal dista mucho de implicar condiciones de mayor igualdad ante la vida.
Muchas veces, las justas demandas feministas fueron utilizadas de manera hipócrita como puntos de apoyo de la ofensiva imperialista contra los países musulmanes en África y Medio Oriente.
Las condiciones de vida de las mujeres en África
En África se registra el 13 % de la pobreza mundial, la mayor parte del continente se encuentra en estado de precariedad y pobreza extrema, donde millones no acceden a servicios esenciales. De hecho, uno de los principales problemas en el continente es la escasez de agua. Aunque se calcula que África tiene un 9 % del agua dulce del mundo, el acceso a un recurso tan básico como éste es limitado. Y esto no solo se debe al cambio climático estimulado por la economía de las principales potencias imperialistas que ocasiona constantes sequías, sino también por la desigualdad extrema a la hora de la distribución de los recursos que implica la predación capitalista. Mientras en los países más pobres comunidades enteras no tienen acceso directo al agua potable, e incluso en la mayoría de los casos el agua se extrae de ríos cercanos a cada población, hay empresas que tienen acceso directo e ilimitado al agua con fines de lucro y desvían los embalses con agua potable para el comercio agrícola y la minería.
La problemática del acceso al agua golpea más fuertemente a mujeres y niñas, no solo porque a partir de estos problemas la esperanza de vida desde el nacimiento se redujo a 63 años, sino porque pasan cerca de ocho horas diarias buscando agua en los ríos más cercanos y cargando alrededor de treinta litros de agua por día en sus cabezas. Además de que están exentas de educación, es un trabajo no remunerado en el que invierten gran parte del día y muchas veces por hacerlo no pueden trabajar, cuestión que se profundiza en tiempos de sequía.
Según el informe de Oxfam titulado “El 42% de las mujeres realiza un trabajo de cuidado no remunerado”, los 22 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que todas las mujeres de África juntas. La falta de acceso a la salud para la gran mayoría de las mujeres convierte al África en el continente con mayor tasa de mortalidad materna en el parto, lo que se agrava en regiones como el África subsahariana donde se registran alrededor de la mitad de las muertes mundiales por causas relacionadas a complicaciones en el embarazo y el parto. Para darnos una idea, según estudios de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), las muertes maternas por cesárea son 50 veces mayores en África que en los países de ingresos altos.
A esto debemos sumarle la opresión machista y la persecución religiosa que sufren las mujeres y niñas africanas. Donde no solo vemos la mutilación genital femenina como una práctica común, sino que las violaciones son una realidad cotidiana. Ya sea en manos de las diversas milicias que surgen en el marco de los constantes conflictos armados que estimulan los diversos imperialismos, ya sea en manos de los soldados de las "misiones humanitarias". Verdaderas intervenciones militares de la ONU, que se presenta como abanderada de los derechos de las mujeres de África, pero son sus tropas (conocidas como cascos azules) las señaladas por violaciones en todo el mundo, con más de dos mil denuncias. Éstas se concentran en su mayoría en Haití, con 134 denuncias en un mes, y en países africanos como en República Centroafricana, en donde, en 2015, 120 soldados de los cascos azules fueron regresados a sus países de origen tras cometer abusos sexuales contra mujeres, adolescentes y niñas. También en Sudán del Sur, en 2018, se abrió una investigación por un caso de abuso sexual a cuatro menores de edad en una de las bases de las tropas de la Organización de las Naciones Unidas.
De ahí que resulte hipócrita que la ONU se embandere en campañas por la prohibición de prácticas como la ablación genital femenina o hable de "nueva era" en materia de derechos para las mujeres africanas, mientras oficia de cobertura humanitaria de la expoliación y el saqueo imperialista que condena a millones, y sobretodo a las mujeres, a la precariedad extrema. Por esto, la pelea contra las prácticas opresivas que levantan muchas organizaciones de mujeres a lo largo del mundo, lejos de embanderarse en la defensa o condena de valores culturales (como buscan instalar los Estados imperialistas para usarlo en sus campañas anti-musulmanas o xenofóbicas), debe ligar la lucha por los derechos de las mujeres a la lucha contra la expoliación imperialista que las condena a una vida de miseria.