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Red Internacional
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HISTORIA DE ÁFRICA. La independencia de Sudáfrica y las tesis de Trotsky

Fue recién el 31 de mayo de 1961. Con los lentes de León Trotsky, vemos algunos de los posibles caminos que planteaba en 1935 para lograr su verdadera independencia.

Jueves 31 de mayo de 2018

En 1487 Bartolomé Díaz fue el primer europeo en alcanzar el punto más austral de Africa, y lo llamó Cabo das Tormentas. Luego el monarca Juan II de Portugal le cambiaría el nombre a Cabo da Boa Esperança. El objetivo principal era poder ampliar rutas imperialistas de comercio.

En 1652 Jan Van Riebeeck estableció el primer puesto militar para la compañía holandesa de la Indias Orientales.

En 1797 Gran Bretaña ocupó el área del Cabo de Buena Esperanza, durante la cuarta guerra anglo-holandesa. Los holandeses declararon la bancarrota y los británicos se anexaron la Colonia del Cabo en enero de 1806. El gobierno británico suspendió el comercio de esclavos, para luego abolirlo definitivamente en todas sus colonias en 1833 (la abolición fue de palabra ya que nunca dejó de funcionar).

Entre los años 1867 y 1886, Sudáfrica, impulsado por el descubrimiento de diamantes en un primer lugar, y de oro más tarde, vive el auge económico y la explotación de los nativos, la esclavitud y la necesidad de mano de obra incrementando las contradicciones de clases.

El objetivo del gobierno inglés era consolidar "una África inglesa desde el Cabo hasta el Cairo". Pero las dos pequeñas repúblicas origen bóer (colonos holandeses) el Transvaal y el Estado Libre de Orange se interponían. Esta oposición desencadenó la guerra de los Boers 1889-1902. Fue la primera vez que el imperio Británico utilizó campos de concentración donde murieron más de 26.000 Boers, entre ellos mujeres y niños. Tras el triunfo británico se logró el control total de la región, para luego en 1910 crearse la Unión Sudafricana.

En 1934 los partidos nacionales y el partido sudafricano se fusionan para formar el Partido Unificado, su principal objetivo era buscar la reconciliación entre los Afrikaners y el resto de los blancos, unión que termina fracasando cuando el partido vota el ingreso a la Segunda Guerra Mundial.

El ala del partido nacionalista, que llegaría al poder en 1948 simpatizaba con la ideología nazi y fue el impulsor y promotor principal de lo que luego se conocería como Apartheid, que en afrikaans significa “separación”.

El régimen político del Apartheid se impuso a sangre y fuego con beneficios para la raza blanca que eran realmente avasalladores a las libertades de la raza negra en Sudáfrica, como ser que solo los blancos podían votar, viajar libremente por el país, era legal que un blanco gane más que un negro por el mismo trabajo. Los negros debían vivir en zonas alejadas de los blancos y estudiar en escuelas separadas ya que su educación debía ser limitada.

Bajo tal opresión surgieron formas de resistencia contra la segregación racial; huelgas, manifestaciones y sabotajes que fueron reprimidos de forma salvaje por parte del gobierno nacional.

La Matanza de Sharpeville

Uno de los eventos más recordados y repudiados fue lo que se conoció como la “Matanza de Sharpeville”, crimen que ocurrió el 21 de marzo de 1960 cuando la policía abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el apartheid. El resultado de esta brutal represión fueron 69 personas muertas y 180 heridos.

Luego de esta masacre el gobierno declaró el estado de emergencia, se detuvieron a mas de 11.000 personas y el ANC (Congreso Nacional Africano) y el PAC (Congreso Pan Africano) fueron prohibidos y sus miembros obligados a pasar a la clandestinidad o exiliarse.

Desde ese momento ambas organizaciones abandonaron la tradicional estrategia de protesta no violenta e iniciaron la lucha armada contra el Apartheid, pero con una estrategia reformista, de la que Nelson Mandela fue su líder más importante y siendo encarcelado durante 27 años. Desde la prisión, sin embargo volvió a pregonar una salida conciliadora.

Sharpeville marcó un antes y un después en el pueblo sudafricano e inició una serie de protestas en todo el mundo en repudio a las muertes y condenando la segregación racial.

Finalmente en 1960 se llevó a cabo un referéndum para que el pueblo blanco se pronuncie a favor o en contra de la unión con el Reino Unido. El 52% votó en contra. Sudáfrica se independiza del Reino Unido, pero fue el 31 de mayo de 1961 cuando se declaró la República de Sudáfrica.

La visión de Trotsky sobre los posibles caminos de la independencia

Ahora veamos como planteaba Trotsky la relación y las tareas del movimiento obrero en países imperialistas y sus colonias. Para ello, recomendamos especialmente al lector el escrito llamado “Sobre las tesis sudafricanas”, escrito a mediados de los años 30 donde reflexiona con la pequeña sección sudafricana de la Cuarta Internacional sobre las tareas planteadas (esa sección sudafricana es la que traduce por primera vez al idioma afrikaan el Manifiesto Comunista).

Sobre ello la primera definición de Trotsky es categórica:

“Las posesiones sudafricanas de Gran Bretaña constituyen un dominio sólo desde el punto de vista de la minoría blanca. Desde la perspectiva de la mayoría negra, Sudáfrica es una colonia esclavizada.

No se puede pensar en ningún cambio social (en primer lugar en una revolución agraria) mientras el imperialismo británico retenga el dominio de Sudáfrica. El derrocamiento del imperialismo británico es tan indispensable para el triunfo del socialismo en Sudáfrica como en la propia Gran Bretaña.”

Trotsky, plantea cuáles son las posibles vías para la independencia de Sudáfrica y sostiene que la liquidación de la hegemonía del imperialismo británico en tal país puede producirse como consecuencia de la derrota militar de Gran Bretaña y la desintegración del imperio. En la misma dirección plantea que:

“Otra posibilidad, que en la práctica está ligada con la primera, es una revolución en Gran Bretaña y en sus posesiones coloniales. Las tres cuartas partes de la población sudafricana (casi seis millones sobre un total de cerca de ocho) no son europeas. Es inconcebible una revolución victoriosa sin el despertar de las masas nativas. A la vez eso les dará lo que hoy les falta, confianza en sus propias fuerzas, una conciencia personal más elevada, un nivel cultural superior”.

Y como consecuencia lógica de tal situación, evalúa la posibilidad de una “república negra” formulando así tal hipótesis estratégica:

“En estas condiciones, la república sudafricana surgirá antes que nada como una república “negra”; por supuesto esto no excluye la total igualdad para los blancos o las relaciones fraternales entre ambas razas; dependerá fundamentalmente de la conducta que adopten los blancos. Pero es obvio que la mayoría predominante de la población, liberada de su dependencia esclavizante, pondrá su impronta en el Estado.”

Plantea que el partido revolucionario tiene que tomar en sus manos la cuestión de la opresión racial y, en ese sentido, pelear por la unidad de los trabajadores negros y blancos, unidos contra la burguesía nativa e imperialista. También que sólo un gobierno obrero y campesino podrá resolverlas como forma de la “dictadura del proletariado” (negro).

En la misma dirección, traza una analogía con la Revolución Rusa de 1917 en la cuestión de las nacionalidades oprimidas por el zarismo. Allí sostiene que el derecho del pueblo negro a construir un Estado propio, separado de los blancos –si así lo desease-, es más que legítimo y remarca que la Revolución Rusa triunfa porque, tanto las nacionalidades oprimidas como el campesinado con la cuestión de la reforma agraria, le dieron la posibilidad al proletariado de tomar el poder para resolver esas cuestiones –que transforman la revolución democrática en una revolución socialista- de una manera audaz. (ver “La cuestión nacional”).

Incluso en un texto anterior al citado, Trotsky sostiene en una dura polémica con dirigentes reformistas de Inglaterra –a raíz de la huelga general de 1926– que “por cada habitante de las Islas Británicas hay cerca de nueve esclavos coloniales” y, reflexionando sobre las posibilidades revolucionarias y las tareas del movimiento obrero en dicho país, sostiene que: “los obreros elegirían sus representantes, no en las circunscripciones electorales, establecidas para engañarlos, que actualmente dividen a Inglaterra, sino por fábricas y talleres. Los Consejos de diputados obreros (Soviets) renovarían de arriba abajo todo el aparato del Estado. Los privilegios del nacimiento y de la riqueza desaparecerían con la adulterada democracia mediatizada por los Bancos. Se establecería una verdadera democracia obrera que reuniría la gestión de la economía del país con su administración política. Un Gobierno por primera vez verdaderamente apoyado en el pueblo establecería relaciones libres, igualitarias y fraternales con la India, Egipto y la demás colonias actuales.” (Ver “A donde va Inglaterra?”)

La independencia en Sudáfrica fue producto de una gran lucha del pueblo negro y de la gran decadencia del imperialismo británico. Sin embargo no fue producto de una revolución. La ANC, siendo la dirección mayoritaria del pueblo negro, fue rebajando su programa y aceptó llegar al gobierno por medio de elecciones en una república burguesa. Producto de ello, no logró que el proletariado inglés desarrollara organizaciones soviéticas en lucha contra su propio gobierno imperialista.

“El arma histórica para la liberación nacional sólo puede ser la lucha de clases” (TROTSKY):

Contrariamente a esta opinión de Trotsky, Nelson Mandela y el CNA, se destacaron, ya en los 80, en el intento de evitar que se desarrollara la revolución negra en Sudáfrica. La movilización y actividad de la clase obrera negra se había intensificado tanto que no podía contenerse utilizando sólo la represión. Comenzaba a amenazar el dominio de la burguesía blanca. El imperialismo norteamericano había tomado nota de que la situación no se podía mantener como antes. El gobierno de EE.UU. ejerció una fuerte presión sobre el gobierno de De Klerk y otros representantes de la clase dominante blanca para forzarlos a aceptar algún tipo concesiones como la de un "gobierno de la mayoría" (negra) con importantes condicionamientos. El acuerdo alcanzado entre De Klerk y la dirección del Congreso Nacional Africano (CNA), fue el de formar un gobierno de compromiso con representantes de todos los partidos, encabezado por Mandela. No sería hasta las elecciones de 1999 que se levantarían las restricciones. La dirección del CNA, especialmente Mandela, aceptó hacer un acuerdo con la clase dominante blanca a cambio de su integración a esta. Ellos aseguraron que nada fundamental cambiaría. Los dirigentes del CNA, por su parte, se comprometieron a la aceptación de la aplicación de políticas de ajuste, del dominio del gran capital blanco, a que ninguna acción sea tomada contra los responsables de los crímenes contra las masas en el pasado, etc. En otras palabras, aceptaron una completa entrega, a cambio de la liquidación de aspectos formales del Apartheid, sin la cual la transición no se hubiera podido lograr.” (ver “Transiciones a la democracia”. Un instrumento del imperialismo norteamericano para administrar el declive de su hegemonía)

Hoy Sudáfrica sigue siendo una semicolonia únicamente valorizada por sus inmensas riquezas. Los negros llegaron al gobierno luego de una transición democrática a través de una Comisión de Reconciliación, donde jugó un papel destacado el arzobispo negro Desmond Tutu. A pesar de este cambio, los blancos continúan siendo dueños de las principales empresas y la mayoría negra sigue viviendo en la pobreza. Sin embargo, las posibilidades latentes de lucha antiimperialista en Sudáfrica siguen más que vigentes.


Daniel Lencina

Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.

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