En Tecnofeudalismo, publicado por primera vez en español en el 2021, Cédric Durand nos ofrece una obra en donde se pregunta si el mundo contemporáneo está entrando a la “era de oro del capitalismo digital”. Los nuevos fenómenos tecnológicos como el control algorítmico y los grandes monopolios tecnológicos (Big Tech), según el autor, están generando un nuevo metabolismo social que produce un monopolio privado de las plataformas digitales “similares” a los feudos: ¿Entramos a vivir en una era tecnofeudalista? ¿Los vínculos comerciales del capitalismo digital son similares al vasallaje medieval? ¿Los multimillonarios dueños de las compañías digitales son los nuevos señores feudales? Estas y otras preguntas más son las que vamos intentar responder a lo largo del artículo.
El autor del libro en cuestión, Cédric Durand, es un Economista profesor en La Sorbona y un especialista en la organización de la economía mundial, cuyo objeto de estudio se traduce en la forma de empresas multinacionales, deslocalizaciones, globalización y cadenas mundiales de producción.
Según Durand, la revolución digital de los algoritmos, ha logrado que empresas digitales como Google o Facebook se conviertan en grandes monopolios, que centran el grueso de sus ganancias en base a la depredación de datos personales en forma parasitaria, sin generar ningún tipo de valor agregado o servicio. Ese fenómeno, según el autor, nos estaría llevando a una regresión tecnofeudalista en donde los grandes monopolios digitales (Big Tech) dominarán la sociedad y la economía haciendo perder fuerza a los poderes políticos del Estado y a sus habitantes. Podemos decir que para Cédric Durand: el tecnofeudalismo es la fase superior del neoliberalismo.
De dónde surge el Tecnofeudalismo
El origen del concepto tiene dos fuentes teóricas que son las que le dan cuerpo a su trabajo.
La primera es el origen del concepto “Tecnofeudal”. Fue acuñado en 1986 por un ingeniero informático y Hacker llamado Loyd Blankenship en una obra titulada Cyberpunk. En dicho trabajo Blankenship propone un juego de roles virtuales en un universo distópico de corte ciberpunk [1] en el cual no existe ningún contrapeso al poder de las grandes empresas. En dicho universo, poderosos monopolios privados se yerguen por encima de los gobiernos al punto de constituirse en feudos.
Por otro lado Durand señala que a la dinámica monopólica de las grandes empresas virtuales, se le suma una gran multiplicidad de formas no democráticas de regulación del capitalismo. Estas tendencias convergen para cuestionar lo que en el siglo XX se denominó la “democracia liberal”. Durand para desarrollar este punto toma la hipótesis de una “refeudalización de la esfera pública” concepto formulado en 1962 por el filósofo alemán Jürgen Habermas. En donde sostiene que: “el criterio de racionalidad” se borra a partir del momento en que la convergencia de las opiniones resulta de un proceso donde la espectacularización y la personificación de las orientaciones políticas van tras la figura de un líder que es un calco de la “encarnación y la representación del poder feudal” [2].
Basándose en estos dos conceptos Durand se arma teóricamente para hacer un análisis y lectura de los últimos treinta años de historia económica mundial para afirmar su tesis de que el neoliberalismo mutó y se transformó en una economía tecnológicamente avanzada que tiene más rasgos feudales que liberales.
El consenso del Silicon Valley
Según el autor en cuestión, la economía global (contemporánea) viene funcionando en torno a una serie de consensos que han marcado el rumbo de la economía. Comenzando con el consenso keynesiano del período posterior a la Segunda Guerra Mundial que ponía el acento en el rol de la política presupuestaria y el dólar como moneda de valor mundial. El consenso de Washington de fines del siglo XX cuyo norte consistió en la desreglamentación, privatizaciones y la austeridad para perfeccionar el funcionamiento de los mercados, luego de la euforia neoliberal tras la caída del Muro de Berlín.
Para Durand desde los años 2000 en adelante, surgió lo que él denominó el consenso de Silicon Valley en donde se sentaron las bases teórico-políticas de lo que se conoció como la economía del conocimiento basándose en los principios de la innovación y el espíritu empresarial. Para Cédric Durand, en California nació lo que posteriormente sería conocido como “la nueva economía digital” cuya idea general consistía en que se aplicarían nuevas reglas al funcionamiento de la economía, gracias al empuje de las tecnologías de la información y la comunicación.
La globalización, para Durand, se manifiesta por una dispersión internacional de los procesos productivos que conducen a la puesta en competencia de los territorios y los trabajadores a escala mundial. Para el autor: en contraposición a esta intensificación de la competencia para los subalternos, “poderosas lógicas de monopolización” actúan a favor de las firmas multinacionales que controlan la infraestructura informática de las cadenas globales de valor.
“Mientras que el endurecimiento de los derechos de propiedad intelectual restringe en su beneficio el uso de los conocimientos, la industrialización de los procesos informáticos alimenta lógicas rentistas de una potencia inédita, augurando una nueva edad de los monopolios [3].”
Durand afirma que una discusión profunda del concepto de feudalismo permite hacer surgir las singularidades del capitalismo y poner de manifiesto la “resurgencia paradójica” en las sociedades contemporáneas de un metabolismo social de tipo medieval, lo que Durand hipotéticamente llama: Tecnofeudalismo.
La tesis económica central del autor consiste en que la conjunción de los Big Data, de los algoritmos y de la inteligencia artificial altera radicalmente el funcionamiento de los mercados.
En ese sentido Durand afirma que si bien el “control de los flujos de datos” es el objeto de deseo de la economía digital, la clave material de este bien reside en las plataformas que deben “ser pensadas como infraestructuras, por la misma razón que las redes eléctricas, ferroviarias o de telecomunicaciones […] cuya importancia social se mide por las perturbaciones que sus disfuncionamientos pueden engendrar” [4].
En ese mismo sentido se da un fenómeno digital: cuanta más gente utiliza una determinada plataforma, más se robustece y perfecciona esta misma, Facebook, Google o Microsoft son casos emblemáticos. La conclusión a la que llega el autor es que “Las plataformas están en vías de convertirse en feudos. Fuera de la lógica territorial.” [5]. La captura de los datos alimenta los algoritmos y a cambio estos vienen a guiar sus conductas, reforzándose mutuamente .
Para Durand los sujetos hoy atan su existencia a los servicios digitales de las plataformas produciendo un nuevo tipo de vasallaje.
“Los grandes servicios digitales son feudos de los que uno no se escapa. Esa situación de dependencia de los sujetos subalternos frente a la gleba digital es esencial porque determina la capacidad de los dominantes para captar el excedente económico.” [6].
En ese sentido el siervo de la gleba digital sería el usuario que entrega sus datos “voluntariamente” a cambio de un servicio y protección para él y sus datos personales. Los monopolios privados, para Durand, se yerguen por encima de los gobiernos al punto de constituirse en feudos. Los nuevos señores feudales son los jefes de las “ciudadelas tecnofeudales” que pretenden monopolizar el control intelectual de los procesos socioeconómicos de producción y consumo.
Para Durand el mundo contemporáneo enfrenta un proceso acumulativo al que la política de la competencia no puede poner un término. En ese sentido el autor apela a una analogía imaginaria de John Stuart Mill en donde cuenta que todas las tierras de un país pertenecen a un solo hombre, entonces todo el pueblo dependería de él para su existencia, de tal modo que el propietario podría imponer sus condiciones. “Esta dependencia generalizada a los propietarios de das Digital es el horizonte de la economía digital, el devenir caníbal del liberalismo en la era de los algoritmos” [7].
Durand argumenta que la importancia crecientemente de las rentas, basadas en el acceso a las fuentes de datos (que son limitadas y quien las controla tiene una ventaja cualitativa) configuran una economía basada en la depredación.
Esta situación el autor la desarrolla en lo que define como “Las cinco paradojas del nuevo capitalismo”.
Las cinco paradojas
La primera paradoja la denomina “paradoja de las empresas emergentes”. Las pequeñas empresas emergentes de ayer se volvieron monopolios feroces. Google, por poner un ejemplo compró a Youtube, Facebook compró Whatsapp o como Microsoft se adueñó de Skype. La larga lista de los nuevos servicios absorbidos por los gigantes de Internet, para Durand, es reveladora de un cambio de coyuntura.
“La empresa emergente no tiene nada que ver con la pequeña empresa que puede prosperar en forma modesta y duradera sirviendo a un mercado local y asegurando un ingreso razonable a su propietario. Conectado con las avanzadas de la investigación, este tipo de proyecto no resiste sino a condición de transmutar el influjo técnico o científico inicial en una potencia económica susceptible de desplegarse en gran escala” [8].
La segunda paradoja es “el aumento de la dinámica competitiva en el último cuarto de siglo”. La ejecución de políticas neoliberales generó efectos adversos a la hora de pensar el desarrollo industrial. Según el autor “Las medidas de desreglamentación y de abandono de los programas industriales en el nivel interno, y de liberalización del comercio y de las inversiones a escala internacional, alteran el terreno de la competencia, disminuyendo una serie de protecciones institucionales que aprovechaban las grandes firmas monopolistas a escala nacional” [9].
La tercera es la “tendencia histórica a la socialización”. A medida que se incorporan más tecnologías digitales a la producción el trabajo de cada uno moviliza cada vez más el trabajo de los otros, ya se trate de métodos aprendidos, de estándares a los que se adaptan o de los medios técnicos que se utilizan. Por más nuevos monopolios que surjan el desarrollo tecnológico hace que si o si tengan que fragmentar su producción. En ese sentido Durand afirma que “La tendencia a la reconstrucción de los monopolios a escala global observada estos últimos años hace exactamente lo contrarios de esa hipótesis, y más bien confirma la idea marxiana de una socialización tendencial” [10].
La cuarta se llama “la paradoja del nuevo espíritu del capitalismo”. La revolución industrial exigió que los futuros trabajadores estén más formados y capacitados para poder hacer frente a la nueva tecnología industrial. La paradoja actual es que con la introducción de programas de inteligencia artificial en las diversas herramientas actuales de trabajo como las bandejas de entradas, los centros de llamados, en las cabinas de los camioneros o en las cajas de los supermercados permiten a la información perseguir los tiempos muertos e introducir nuevas exigencias a los trabajadores. La presión competitiva hizo necesaria una complejización del trabajo acoplada a un ascenso en la calificación de los empleados, pero “la elevación del nivel de educación remite a la sofisticación de las prácticas profesionales. Sin embargo, eso no es sinónimo de una liberación del trabajo” [11].
La quinta y última es “la innovación sin el crecimiento” o la paradoja schumpeteriana. En la obra Capitalismo, Socialismo y Democracia (1942), Joseph Schumpeter desarrolló el concepto a partir de una lectura del pensamiento de Marx argumentando que las fuerzas creadoras-destructivas desatadas por el capitalismo eventualmente llevarían a su declive como sistema. En ese sentido Durand afirma que “la trayectoria del capitalismo actual parece paradójica”. Por un lado “los ejemplos de desarrollo de tecnologías digitales dan testimonio de una proliferación de innovaciones y de una mutación cualitativa multiforme de las modalidades de producción, de consumo y de intercambio” pero por el otro lado “Se observa una disminución tendencial del crecimiento del PIB y de la productividad, un aumento del peso muerto de la esfera financiera, la persistencia del subempleo y, last but not least, una degradación rápida de las condiciones ecológicas, otros tantos fenómenos que, tomados en su conjunto, señalan una decadencia” [12].
Estas cinco paradojas que Durand observa en el nuevo capitalismo da lugar a lo que él entiende como un modo de producción que es una especie de superposición entre las relaciones de valor capitalistas que siguen siendo las que generan el excedente, y las relaciones rentísticas que las depredan.
El autor considera que este nuevo tipo de capitalismo es un proceso que se encuentra en curso por un lado, y es incompleto por otro, ya que tiene la posibilidad de ser “estable” debido a que la presa depredada (los datos personales de los usuarios de los servicios de las plataformas en cuestión) se siguen reproduciendo sin restricción de ningún tipo.
La máquina de las pasiones tristes
El auge de lo digital, según Durand, perturba las relaciones competitivas en beneficio de relaciones de dependencia, cosa que desarregla la mecánica de conjunto y tiende a hacer prevalecer la depredación sobre la producción, engendrando lo que Cédric Durand llama tecnofeudalismo. En la era de los Big Data, el autor, se plantea la cuestión a saber si las dinámicas de monopolización son adecuadas al tipo de proceso económico vigente.
Las consecuencias sociales de esta nueva época superan, según el autor, la esfera productiva. El mundo de la esfera pública también se ve afectado, debido a que las consecuencias sociales del uso de los algoritmos por parte del Big Tech tiene aspiraciones de control social y político por medio de la manipulación de los sujetos, buscando “pilotear a los individuos sin dejar lugar a la formación de los deseos, no puede sino degenerar en una máquina con pasiones tristes” [13].
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Según Durand lo que hoy se juega en el campo de la economía política es una tensión entre el modelo neoliberal (sin restricciones de ningún tipo) y el Ordocapitalismo que presupone la regulación estatal del mercado. Pero con las paradojas del capitalismo neoliberal (ya señalado), más los límites del regulacionismo estatal para las empresas digitales que el mismo Durand denomina “antitrust hipster”
A modo de cierre
Tengamos en cuenta que en toda la obra no se toma la lucha de clases como elemento de análisis a la hora de pensar en la estabilidad económica de la “nueva era de oro del capitalismo digital”.
Los tecno-feudos de Durand: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (siguiendo su hilo argumental) más que feudos, no pasan de poderosas ciudadelas medievales que no pueden someter impunemente a sus vasallos. Como lo viene demostrando la ola de sindicalizaciones organizada en Apple, Google y Amazon. Siendo esta última la más significativa ya que tiene 1.200.000 empleados en todo el mundo.
En ese sentido su definición de un futuro “Tecnofeudal”, en base a lo que contamos y explicamos a lo largo del artículo, si bien muestra un análisis económico, deja otros elementos de análisis político por fuera de su estudio. Hay que destacar que aunque aporta reflexiones interesantes en torno a los nuevos fenómenos digitales, el planteo central: de que estamos frente a una especie de nuevo modo de producción no queda demostrado, y el mismo autor hace afirmaciones contradictorias.
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