A diez años del fallecimiento de Adriana Calvo, su hija comparte una semblanza sobre su madre, luchadora incansable por la verdad y la justicia, tan necesaria frente a la impunidad que mantiene libres a tantos genocidas.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Sábado 12 de diciembre de 2020 11:31
“El día que parí a mi hija en el patrullero en el que me trasladaban de la comisaría 5° de La Plata al Pozo de Banfield me hice una promesa: que si mi hija vivía y yo vivía iba a luchar todos los días de mi vida para que se hiciera justicia”.
Promesa que cumplió Adriana Calvo. Fue la primera sobreviviente en declarar, a piel viva pero con la memoria intacta, las atrocidades que se cometieron durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica en el Juicio a las Juntas, el 29 de abril de 1985.
Adriana, como otros tantos sobrevivientes, inició el camino de mantener viva la memoria de aquellos que no volvieron, persiguiendo el juicio y castigo efectivo para los genocidas.
Cumplió con la enorme tarea de ser la voz de quienes no pudieron sobrevivir en los centros clandestinos de detención. Una de las fundadoras de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos, que desde el colectivo Justicia Ya! encabezó la lucha por la aparición con vida de Julio López.
Hoy Teresa, su hija menor, mantiene vivo su legado. Es querellante en el juicio que se lleva a cabo por los crímenes de los Pozos de Banfield, Quilmes y El Infierno
“Mi mamá fue una de las tantas desparecidas que hubo en la última dictadura de este país. Y fue una de las pocas que soltaron y que pudo salir conmigo en brazos y que estuvo en contacto con otras mujeres embarazadas que no salieron y alguno de sus hijos e hijas aparecieron y fueron restituidos a su identidad, pero hay otros tantos que no”, relata Teresa.
Teresa nació el 15 de abril de 1977 en el patrullero donde trasladaban a su madre hacia el Pozo de Banfield. Estando con las manos atadas y los ojos vendados, así parió Adriana. Fue el médico Jorge Bergés, el partero del Circuito Camps, quien cortó el cordón umbilical de Teresa.
“Se dispuso como en su segunda vida, porque si salís de ese infierno es como si volvieras a nacer, hacer justicia por sus compañeras y compañeros que habían compartido cautiverio con ella”, y así lo hizo Adriana al conformar con otros compañeros y compañeras la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), organismo creado en 1984.
“Salió y empezó a contactar a todos los familiares de las mujeres con las que estuvo. Y mi papá, que también fue detenido en el mismo período, también se contactó con familiares de los hombres que habían estado con él. A partir de esa conexión y encontrar exdetenidos desaparecidos, empezó a formarse la Asociación”.
Para Teresa, los sobrevivientes y familiares eran y son parte de su familia. “Conocí y fueron como mis tías a familiares de esas mujeres. Por ejemplo Patricia Huchansky. Yo era chiquita y nos fuimos a Mar del Plata donde vivía ella y la mamá de Patricia pasó a ser como mi abuela. Igual Teresa Garín, era como mi tía. Empezamos a tener una familia de vínculos”.
Define a su madre como una mujer intensa en la vida y muy presente, “una madre que me permitió un montón de cosas que quizás otras madres no” y que, con valentía y verdad, le contó a sus hijos dónde estuvieron.
“Tengo esa imagen que estábamos todos en la cama, típico de hacer fiaca, papá bajó a hacer el desayuno y ella nos dijo: les tengo que contar dónde estuvimos tu papá y yo todo este tiempo. No nos fuimos de viaje por trabajo, porque le hubiéramos avisado. Era también una explicación de lo que pasó que se la debían a mi hermano, que tenía dos años y vio cómo se la llevaba la patota y lo salvó una vecina. Y mi hermana, que se quedaba por primera vez a dormir en la casa de mi abuela materna y cuando se despertó al otro día… mamá no vino y no vino papá”.
Frente a quienes siguen levantando las banderas del negacionismo y afirman que la cifra de los 30.000 es un invento de las organizaciones de derechos humanos, la tarea que llevaron a cabo sobrevivientes y familiares sobre recolección de datos y lugares de tortura es una manifestación clara de la verdad: fue genocidio. Así lo demuestran los, por menos, 600 centros clandestinos de detención de los que se tiene conocimiento a partir de la investigación que llevaron a cabo los sobrevivientes. Y aquí la tarea de personas como Adriana Calvo fue fundamental, impulsando con el mismo fervor el juicio y verdadero castigo a los genocidas.
Juicios que tardan, impunidad que permanece
Después de más de cuatro décadas, el 27 de octubre comenzó el juicio por los crímenes cometidos en los Pozos de Banfield, Quilmes y El Infierno. Un juicio que llega luego de más de cuatro décadas de espera llega con la mayoría de los genocidas imputados en sus casas gozando de prisión domiciliaria y muchos de los sobrevivientes, que batallaron por justicia, hoy no están.
Teresa, como querellante, reflexiona sobre lo que implica este proceso para ella.
“Es contradictorio lo que implica para mí. Por un lado, es un agradecimiento a la Asociación, a la gente, compañeros y amigas de mi mamá, a las abogadas que están en la querella, a los que hicieron posible que después de años esto esté sucediendo. Y por el otro, lo siento como una tomada de pelo. Yo veo que pasan los gobiernos y no hay una verdadera voluntad política de que estén en cárcel común y efectiva. Los imputados ya están condenados, de los 18 hay dos nomás en cárcel; los demás están en sus casas y no hay motivo para que lo estén. Están muy lúcidos, ya están condenados a cadena perpetua, sin embargo la están haciendo en sus casas. Entonces son como cosas que hago para hacer de cuenta que hago, para llenarme la boca con los derechos humanos y siento que nos toman el pelo”.
“No creo que ningún hijo de desaparecido se conforme con ver a los torturadores y asesinos de sus padres sentados en el living de su casa. Eso no es justicia. Pareciera que es un mensaje que nos mandan: bueno ustedes hagan lío, como le dijeron a mi mamá. Por López cuando fue a ver a Aníbal Fernández le respondió: ‘Adrianita calmate, debe estar en la casa de la tía’”, agregó Teresa.
La impunidad a los genocidas es un tema del presente. Por más que el presidente Alberto Fernández haya dicho a comienzos de año que había que dar vuelta la página. Sin cárcel común y efectiva, con juicios cada vez más lentos, se perpetúa la impunidad, y esa es parte de la reflexión que hace Teresa, siendo ella misma querellante y parte activa en los juicios de lesa humanidad.
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“Todo el trabajo de los sobrevivientes, ese trabajo de hormiga que va por debajo de la tierra nadie los ve y después estamos con el Nunca Más como un slogan vacío, que sirve de pantalla para que se perpetúe la impunidad. Si el mensaje fuera que están en cárcel común y efectiva hay cosas que no se repetirían. Si el mensaje era encontrar a López y que caigan los que desaparecieron a López, pero el mensaje es otro. No quieren que se destape la olla, porque va a caer gente civil, la iglesia, los poderosos de los medios de comunicación. El mensaje es ‘hacemos de cuenta que… pero a los poderosos no se los toca, los dejamos ahí sentaditos en sus casas’”.
Tienen que ir a prisión y abrir todos los archivos de la dictadura. El mensaje de mi mamá era claro: los malos ganan cuando los buenos no hacemos nada por impedirlo”.
“Tenemos una policía asesina, le subimos el sueldo y ok. Y a los trabajadores de la salud y los enfermeros si piden aumento, les pegamos. A los policías que nos vienen a apuntar le aumentamos el sueldo y después agarramos las topadoras y vamos a desalojar. Son mensajes políticos”.
Se refiere, claro, al desalojo y la represión a las familias que solo pedían un terreno para vivir en Guernica. Y no se olvida de Facundo Castro, el joven cuya muerte la Bonaerense de Berni, el ministro de Seguridad de Axel Kicillof y el Poder Judicial, encubren desde el momento de su desaparición. “No se puede pasar de página, tenés que hacer efectiva la justicia, sino estás haciendo un discurso vacío. A Facundo lo mataron y tenemos que pasar la página. A los pobres los sacamos con topadoras, con las mismas prácticas represivas de la dictadura. Es la defensa de la propiedad privada del que tiene y domina”.
“Perdimos tanto que nos quitaron hasta el miedo. Es como decía mi mamá: nos soltaron para que sembremos el terror, pero no se imaginaron que íbamos a sembrar justicia.”
Así concluyó esta estremecedora charla, a pocos días del aniversario del fallecimiento de su mamá y de que su testimonio fuera transmitido en el juicio unificado de los Pozos de Banfield, Quilmes y el Infierno. Una vez más decimos bien fuerte, con el compromiso de seguir su lucha, ¡Adriana Calvo, presente!
Colaboración: Agostina Orellana