¿De qué cuadro era Joe Strummer? ¿Qué importancia tuvieron el Arsenal y jugar picaditos antes de ensayar para grabar “London Calling”? ¿Quién era el más hábil de los Clash con el balón? Despejamos estas curiosidades en esta interesante nota.
Martes 13 de noviembre de 2018
Cuando la banda cambió sus botas por botines para darle un “toque” extra al disco London Calling.
Publicamos una nota del periodista Chris Salewicz (quien fuera uno de las principales figuras de la prestigiosa revista New Musical Express entre 1975 y 1981), que fue realizada para la revista 8 by 8 de Nueva York y publicada allí en Junio de 2015.
La traducción es de Leandro Lepo Van Brixton para el muy recomendable sitio Clashland, el más completo en castellano sobre The Clash y su amplio universo, que gentilmente cedió para publicar en La Izquierda Diario.
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En 1979, los Clash compusieron y grabaron London Calling, el disco doble que fue su declaración artística cumbre. Como no se publicó en EE.UU. hasta enero de 1980, diez años después la revista Rolling Stone lo nombró “el disco de la década”.
Cuando empezaron a trabajar en su obra maestra, los Clash estaban en un bajón. Habían despedido a su primer manager, Bernie Rhodes, y a su sucesora temporal. El grupo no tenía en quién respaldarse, más que en ellos mismos. Y fue el fútbol, tanto como sus supremas habilidades compositivas, lo que los impulsó hacia el estado mental necesario para componer y grabar el disco.
Los Clash jugaban partidos largos todas las tardes en la plaza frente a Vanilla, la sala de ensayo de Pimlico, en el centro de Londres.
Todos los días, alrededor de las cuatro de la tarde, unos pibes locales que iban de la escuela a la casa, tocaban la puerta de Vanilla:
“Particularmente a Topper le gustaba patear; probablemente era el mejor jugador” -dijo Leslie sobre el diminuto baterista del grupo, Topper Headon, que tenía un estado físico perpetuo, ya que emulaba las destrezas para el karate de su ídolo Bruce Lee.
Jones tiraba lujos (según recuerda el encargado de las giras del grupo, Johnny Green), pero su habilidad no encajaba del todo con su ambición. Strummer era determinado, incansable, pero carecía de verdadero talento. Y el bajista Paul Simonon también era infinitamente entusiasta.
Antes de descubrir el rock, Jones se había sumergido en la cultura del fútbol. A una edad similar de los pibes que tocaban la puerta de Vanilla, él se juntaba con otros fanáticos preadolescentes todos los sábados a la mañana, afuera de las hileras de hoteles de la Plaza Russell de Londres. Los equipos visitantes paraban ahí antes de los partidos.
Con los autógrafos de los jugadores ya asegurados, Jones luego cruzaba la ciudad para ver un partido del Chelsea o el Queens Park Rangers.
De hecho, el trato magnánimo de los Clash hacia sus fans, se volvió parte de su leyenda. Y el amor perdurable de Jones tanto por el fútbol como por la música (compartido por los otros integrantes de los Clash, especialmente Strummer), personifica cómo el fútbol y el rock eran el escape tradicional para los jóvenes, del hastío anodino de la vida en el Reino Unido de esa época.
Durante la era London Calling, Strummer vivía con su novia Gaby Salter y la madre de ella, en un barrio cercano a la cancha del Chelsea, Stamford Bridge. La propiedad estaba justo cruzando el Támesis. La letra de la canción “London calling” declara: “Vivo junto al río”. Cuando los Azules jugaban de locales, él iba a los partidos, los sábados a la tarde. Lo acompañaba Josie Ohendjan, de 12 años (que luego pasó a ser la niñera de las dos hijas de Strummer); el hermano de Gaby, Nicky (16); el amigo escolar de Nicky, Black John; y un amigo de la familia, Crispin Chetwynd.
Se encontraban en la casa de la madre de Gaby, se fumaban un faso y encaraban para la cancha. Era una caminata de 10 minutos y se compraban una bolsa de papas en el camino. Una vez ahí, habiendo pagado un par de libras, se paraban en la tribuna Shed.
Strummer era hincha del Chelsea. Leía todo lo que podía sobre el equipo. Pero el equipo del oeste londinense estaba en una época oscura; atrapado en la Segunda División. Según Ohendjan, a Strummer “le encantaba lo tribal; el movimiento; unirse bajo un color. Joe vivía cerca y era hincha y le re gustaba ese aspecto de la hinchada”.
Lo que no le cabía a Strummer era “la agresión y el racismo”. Esto fue un par de temporadas antes de que Paul Canoville fuera el primer jugador negro del Chelsea. Su propia hinchada lo recibía muchas veces tirándole bananas a la cancha y cantándole “No queremos al negro”. La barrabrava del Chelsea era famosa por contener grupos de la facción de extrema derecha Frente Nacional (National Front). Los jugadores negros de los equipos visitantes recibían un trato similar en el Bridge. Pero la identidad visual del hombre que escribió el tema “(White man) in Hammersmith Palais”, no le causaba ningún problema en los partidos.
Pero después de un partido contra el West Ham, en noviembre de 1979, hinchas del Martillo, blandiendo trinchetas y navajas, corrieron a Strummer y su pandilla.
Sin embargo, otro equipo de Londres, demostró ser una inspiración para London Calling. El material para el álbum, compuesto en Vanilla, fue grabado en los Estudios Wessex, de Highbury, Londres Norte, entre agosto y septiembre de 1979. En Highbury era local el Arsenal, y el productor del disco, Guy Stevens, un bohemio excéntrico y legendario del negocio musical británico, era un fanático obsesivo del club.
Stevens, al descubrir que parte del personal de la cancha del Arsenal admiraba a los Clash, se confabuló con ellos y estableció un ritual diario que él sentía que podía agregarle más magia a lo que estaba tratando de inyectarle al disco nuevo. El radiotaxi contratado para llevarlo todas las mañanas a Wessex, hacía un leve desvío y paraba en la cancha del Arsenal. Ahí, Stevens salía brevemente del vehículo y entraba al círculo central del Highbury, se arrodillaba y le rendía homenaje a su imagen mental del volante ofensivo Liam Brady. Luego continuaba su camino a Wessex.
Después de que London Calling llegara finalmente a las bateas, Strummer volvió a la cancha del Chelsea, a ver un partido. Esa tarde salió del Stamford Bridge y le pegó una ojeada a una sucursal de la cadena de disquerías Our Price. Ahí descubrió algo aún más inquietante que los hinchas armados del West Ham. Horrorizado, vio que una copia recién salida de London Calling costaba 7,99 libras [40 dólares actuales]. Los Clash habían decretado que no podía venderse a más de cinco libras [25 dólares actuales]; el costo de un disco simple.
Furioso, Strummer reprendió al encargado de la tienda hasta que bajó el precio al monto ordenado, y luego volvió a la fila masiva de hinchas que salían de la cancha del Chelsea.